El presidente iraquí, Jalal Talabani, ha asegurado hoy que no firmará la orden de ejecución contra Tarek Aziz, el viceprimer ministro y ministro de Exteriores bajo el régimen de Sadam Husein condenado a muerte el mes pasado por la persecución de los partidos islámicos en el país. «No firmaré la orden de ejecución para Tarek […]
El presidente iraquí, Jalal Talabani, ha asegurado hoy que no firmará la orden de ejecución contra Tarek Aziz, el viceprimer ministro y ministro de Exteriores bajo el régimen de Sadam Husein condenado a muerte el mes pasado por la persecución de los partidos islámicos en el país.
«No firmaré la orden de ejecución para Tarek Aziz porque soy un socialista», ha declarado Talabani en una entrevista en la cadena francesa France 24. «Yo simpatizo con Tarek Aziz porque es un iraquí cristiano. Además, es una persona mayor que tiene más de 70 años», ha añadido.
El actual presidente ha abogado por «pasar la página de las ejecuciones y de los asesinatos, salvo en lo que concierne a crímenes perpetrados recientemente» porque mantiene una política «de clemencia, de perdón y de reconciliación nacional». Tabalani ha dicho que «las fuerzas iraquíes pueden asumir la seguridad en Irak» y agregó que espera que «la organización terrorista» Al Qaeda, a quien ha responsabilizado de la matanza de 58 cristianos en una iglesia de Bagdad el pasado 31 de octubre «sea erradicada el año que viene».
El Tribunal Supremo de Irak decretó la pena de muerte contra Aziz a finales de octubre. Tanto el Vaticano como Rusia han pedido a Irak que no se aplique la pena capital por motivos humanitarios dada su edad avanzada y que tiene problemas de salud.
Aziz, que hoy tiene 74 años, fue compañero de viaje de Sadam desde su juventud en los años cincuenta, cuando ambos militaban en el entonces clandestino Baaz que luchaba contra la monarquía y contra los comunistas. Nacido en una modesta familia cristiana caldea de las cercanías de Mosul (norte de Irak), como Mikhail Yuhanna, cambió su destino cuando decidió estudiar literatura inglesa en la Universidad de Bagdad.
Fue su dominio del inglés lo que le permitió consolidarse como la cara del régimen para el exterior. Sin embargo, siempre recordaba a sus entrevistadores que había empezado como periodista. Hubiera sido más preciso decir publicista, ya que se encargó de la propaganda del Baaz y, a partir del golpe de Estado de 1968, Sadam le encomendó la dirección del periódico del partido, Al Zaura, que en árabe significa «revolución». De ahí pasó a ministro de Información y, en 1979, a viceprimer ministro, cargo que compaginó con el de ministro de Exteriores entre 1983 y 1991.
Fue en ese cargo en el que trabajó para ganarse el apoyo de Occidente durante la guerra que Sadam lanzó contra Irán en 1980 y bajo el que logró el restablecimiento de relaciones diplomáticas con EE UU en 1984. Pero no sería hasta la invasión de Kuwait cuando su imagen se haría conocida del gran público. Fue tal vez la prueba más difícil de su lealtad, ya que según algunos diplomáticos occidentales que le trataron en aquella época, tuvo dudas sobre la oportunidad de aquella operación en un régimen en el que nadie cuestionaba al presidente.
Aziz figuraba como el número ocho en la ominosa baraja con que los soldados estadounidenses llegaron a Irak en 2003. Se entregó un mes más tarde y fue encarcelado en Camp Cropper, una base norteamericana situada a las afueras de Bagdad. Pero a principios de este año fue entregado a las autoridades penitenciarias iraquíes.