No solo tenemos derecho a ser libres, tenemos la obligación de ser libres. (Martin Luther King) El documental No soy tu negro (2016), dirigido por el cineasta haitiano Raoul Peck (el mismo que realizara El joven Marx), ha sido premiado en varios festivales de cine y nominado al Óscar a mejor documental en 2017. El […]
El documental No soy tu negro (2016), dirigido por el cineasta haitiano Raoul Peck (el mismo que realizara El joven Marx), ha sido premiado en varios festivales de cine y nominado al Óscar a mejor documental en 2017. El documental es una excelente reflexión sobre la opresión y la lucha del pueblo negro estadounidense por su liberación. Contrariamente a lo que se dice y cree mucha gente, el mundo actual, y los Estados Unidos en particular, no contienen a sociedades igualitarias, libres y felices. La opresión de los negros no es, como se destaca en el documental, un asunto solo del pasado (en el que prevalecía el trabajo esclavo y en el que la desigualdad social se legitimaba a partir del racismo y otras ideologías teológicas), sino también del presente (en el que prevalece el trabajo asalariado y en el que se afirma que todos los individuos son iguales -formalmente, claro está).
Para la realización del documental, Raoul Peck se basó en un texto inconcluso, Remember this house, del historiador James Baldwin -negro y homosexual-, que data de 1979, en el que cuenta la historia de los Estados Unidos a través de la historia de sus amigos y líderes sociales de pensamientos políticos diversos: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King, quienes lucharon por los derechos civiles de los negros y fueron asesinados en 1963, 1965 y 1968, respectivamente, antes de cumplir los cuarenta años de edad. Asimismo, el documental es narrado por Samuel Jackson.
El racismo es la ideología colonial por excelencia: afirma la superioridad del blanco europeo sobre todas las demás «razas», para justificar sus conquistas y políticas coloniales de saqueo y explotación humana de negros e «indígenas» con fines de enriquecimiento y dominio. En los Estados Unidos, los migrantes europeos utilizaron a gente negra traída mediante métodos crueles de África para trabajar como esclavos en las haciendas del sur de ese país. Aunque la esclavitud fue abolida en los Estados Unidos en 1863, la opresión y las humillaciones cotidianas que sufrieron los negros en ese país son un asunto que perviven hasta el día de hoy, como lo muestran los acontecimientos de Ferguson, de agosto de 2014. De manera que las salvajes golpizas y agravios y humillaciones de distinta índole ejecutadas contra la población negra, que se ven en el documental y se viven cotidianamente en los Estados Unidos, y las heridas que tales ofensas dejan inexorablemente en el alma de la población negra, son un asunto que el día de hoy deberían continuar llamándonos a la reflexión y a la acción.
El documental le da al racismo un tratamiento especial. El supremacismo blanco afirma -valga la redundancia- la superioridad de la «raza» blanca sobre la «raza» negra y exige la preservación de la pureza de aquella («Dios perdona el asesinato y el adultero, maldice a los que favorecen la integración», dice una mujer, en tanto que en un cartel se lee: «La mezcla de razas es comunista»). Esa pretendida pureza, de acuerdo a la ideología del supremacismo blanco, debe preservarse tanto en el plano racial como en el social y el cultural. Escuelas, universidades y otros espacios públicos debían ser asistidos solo por gente blanca. Explícitamente, entonces, el supremacismo blanco rechaza la integración.
Al contrario, James Baldwin y Roaul Peck apuestan a la integración, a diferencia, a la vez, de corrientes políticas que desde el interior del pueblo negro rechazaban también esa misma integración y afirmaban que todos los blancos, por ser de tal «raza», son crueles y malos. James Baldwin y Roaul Peck apuestan a la integración, es decir, apuestan al «hombre universal», a la mezcla, resultado de la confluencia enriquecedora de civilizaciones y culturas existentes a lo largo y ancho del mundo. La crítica a la idea de la pureza y la apuesta por la integración y la mezcla, es una de las cuestiones puestas en escena que hacen del documental un material sumamente interesante.
El discurso de la pureza afirma que el negro no es un ser humano, sino un sub-humano, un animal. Aquí debemos recordar que el concepto de «raza» es construido por los conquistadores con fines de legitimación de su propio dominio, porque, en realidad, el concepto de «raza» no explica absolutamente nada del funcionamiento del organismo humano ni mucho menos explica nada de las características que toman las sociedades humanas. Es decir, el término «raza» no es un concepto científico y su uso ha sido fundamentalmente ideológico y político. Sin embargo, el racismo ha logrado constituirse como una ideología para justificar la opresión y las desigualdades sociales.
El racismo y el discurso de la pureza predispone a la segregación y al ejercicio de la violencia contra la población negra. De ahí que en los Estados Unidos y en otras partes del mundo podemos ver con cierta regularidad acciones de «limpieza» racial y étnica.
La historia es hibridación, mestizaje, combinación. Los griegos y europeos aprendieron de los egipcios, hindúes, chinos e indoamericanos. Y América Latina es hoy en día el resultado de un largo proceso de mestizaje, para bien y para mal, en el que pervive la tradición indígena (en condición de subalternidad) junto a la tradición occidental.
En el documental se observa una escena en la que una señora negra va a la escuela de su hija para llevársela a casa protegiéndola de la lluvia con plástico. La profesora le dice que no tiene ninguna alumna «de color». Luego la niña blanca sale avergonzada, humillada por los demás alumnos que le gritan «te odio». El racismo, la idea de la pureza de la «raza», se construye, como se observa, sobre la base de la negación de lo que de hecho ocurre y sobre la base del rechazo y el odio al hermano, a la madre, al padre.
La idea de la pureza es hostil a la vida solidaria y mancomunada. Es hostil al pluralismo. Es funcional al dominio de una minoría que controla los recursos económicos del planeta. Y es funcional también a proyectos políticos fundamentalistas profundamente anti-democráticos que niegan el pluralismo y desprecian la vida del otro. La idea de la pureza es entonces la racionalización de un sentimiento de superioridad que impide la vida solidaria y mancomunada entre semejantes/diferentes.
A la vez, es fundamental observar que a diferencia de muchos intelectuales que separan el problema racial del problema de clase, Roaul Peck los vincula, como queda claro en una entrevista que concediera. En esta, Peck afirma que el «problema racial» es de clase:
El principal problema en este país es estructural, se trata de poder y clase. No es solo el asunto de la raza. La policía desde siempre ha estado matando jóvenes negros (…) Es la misma historia una y otra vez. Si uno toma cualquier estadística social y estructural de la vida actual en Estados Unidos, descubrirá que los números son peores en algunos temas que antes. Por ejemplo, vivienda, desempleo, cárceles, salud, etcétera (1).
El «problema racial» es ante todo un problema social, lo que podemos constatar en la alta correlación existente aún entre clase y «raza», entre pobreza y «raza». No se puede resolver el «problema racial» si no empezamos por resolver el problema social, estructural, material. En una palabra, no podemos resolver el «problema racial» si antes no democratizamos la economía.
El racismo tiene además un fuerte contenido subjetivo y simbólico. El agresor se vuelve una persona moralmente degradada y corrompida. Si niega al otro, él tampoco es. Hay una pobreza emocional y un vacío tal en la vida de los supremacistas blancos que les impide lograr un vínculo humano profundo con el otro, por miedo. Dice Samuel Baldwin:
Siempre he sido atacado en Estados Unidos por una pobreza emocional y un terror a la vida humana y al contacto humano tan profundos que ningún estadounidense parece capaz de alcanzar alguna conexión orgánica y viable entre su postura pública y su vida privada. El fracaso en la vida privada siempre tiene el efecto más devastador en la vida pública del estadounidense y en las relaciones entre blancos y negros. Si los estadounidenses no estuvieran tan asustados de sus yo privados, nunca se habrían vuelto tan dependientes de lo que ellos llaman el problema negro.
Samuel Baldwin y Roaul Peck están, como hemos dicho, por la integración, pero a la vez son plenamente conscientes de que lo negro se encuentra en una posición de subalternidad: negado, silenciado, invisibilizado:
«El mundo no es blanco. Nunca fue blanco… no puede serlo. El blanco es una metáfora para el poder… y es solo una manera de describir al banco Chase Manhattan.»
En el lenguaje que se emplea en nuestro medio, podríamos decir que en estas condiciones no es posible una verdadera política de interculturalidad.
En esta visión no se intenta negar ni mucho menos suprimir al blanco. Se exige más bien que lo negro tenga una presencia en el mundo en el mismo nivel que el blanco. No se exige construir, sobre las ruinas del mundo blanco, un mundo de un solo color; al contrario, se aboga por el pluralismo. Pero cuando el negro levanta la cabeza y le habla al blanco en pie de igualdad, el poder occidental es duramente interpelado, se dice en el documental. Este es un problema fundamental. El pluralismo empieza a ser negado por el sistema mismo.
Finalmente, deseo resaltar que en el documental se afirma que no hay lugar para el pesimismo. Una posición así es moralmente incorrecta. Ser pesimista equivale a aprobar la opresión y las desigualdades raciales y sociales, a dejar las cosas tal como están. Como decía Martin Luther King, no es solo un derecho ser libres, es un deber serlo. La lucha contra la opresión y las injusticias sociales responden no solo a una necesidad, sino también a un imperativo ético. Si lo que tenemos en el mundo es una igualdad formal, el imperativo es luchar por construir un mundo con igualdad sustantiva, sabiendo que «n o todo lo que enfrentamos puede cambiarse. Pero nada puede cambiarse hasta que se lo enfrente» (Samuel Baldwin).
Notas
(1) Quintanar Polanco, Francisco Javier, «Racismo en los Estados Unidos de América, entrevista con Raoul Peck, director del documental No soy tu negro» en: https://gatopardo.com/arte-y-cultura/entrevista-raoul-peck-documental-no-soy-tu-negro/
(*) Santiago Ibarra es sociólogo, peruano, radicado en Bolivia. Es miembro del comité editorial de la revista electrónica Creación Heroica.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.