Tras ocho años de ocupación, el proyecto de división étnica y sectaria de Iraq ha fracasado. Frente al proyecto de división geográfica y sectaria del país como único modo de doblegar a la resistencia popular frente a la ocupación estadounidense (Israel apoyando el separatismo sectario kurdo, Irán dando su apoyo a los partidos y milicias […]
Tras ocho años de ocupación, el proyecto de división étnica y sectaria de Iraq ha fracasado. Frente al proyecto de división geográfica y sectaria del país como único modo de doblegar a la resistencia popular frente a la ocupación estadounidense (Israel apoyando el separatismo sectario kurdo, Irán dando su apoyo a los partidos y milicias confesionales y sectarios y Al-Qaeda siendo instrumento para los fines de EEEUU y Arabia Saudí), decenas de miles de personas han salido a las calles unidos [1], desde Erbil a Basora, pasando por Bagdad, para exigir un gobierno decente que acabe con las penurias en las que malvive la población que padece un 50% de desempleo y se enfrenta a diario con la carestía de los alimentos y la falta de energía y de electricidad como elementos esenciales para que la vida sea factible. Precisamente en un país que posee la segunda mayor reserva de petróleo y de gas del mundo, la capital, por poner sólo un ejemplo, apenas cuenta con una hora al día de electricidad y el país vive sin Estado efectivo, con unos servicios públicos esenciales inexistentes lo que implica la falta de suministro de agua potable, la carencia de una red de saneamiento adecuado, un sistema sanitario y educativo antaño ejemplo en la región y ahora feudo de las milicias sectarias y todo ello unido a la campaña de asesinatos de docentes, maestros y profesionales que hace que la supervivencia en Iraq sea tarea de héroes, una heroicidad que el pueblo iraquí ya ha manifestado en muchas ocasiones a lo largo de su historia más reciente.
Desde principios de febrero, y con una falta clamorosa de información internacional, el pueblo iraquí ha desafiado nuevamente la represión [2] -esta vez en forma de toques de queda, detenciones masivas y amenazas directas, impuesta por el gobierno títere de Nuri al-Maliki- para salir a manifestarse en exigencia del fin de la ocupación, democracia, pan, justicia y libertad. Los bloques de hormigón con los que la policía intentaba cortar los accesos a los lugares en los que estaban convocadas las manifestaciones no han sido suficientes para detener la expresión de las exigencias de un pueblo ya exiguo que clama, ahora más que nunca, por su derecho a decidir libremente su destino.
Otra vez los iraquíes han tenido que pagar un precio muy alto -el de la sangre de las decenas de muertos[3], y de los cientos de torturados (las detenciones en Iraq se saldan con torturas sistemáticas a manos de la policía)- para reivindicar su derecho a la soberanía.
El pueblo iraquí, que lo tiene todo por ganar, ha desafiado igualmente a los llamamientos de los Ayatolás cercanos al poder para que no acudiera a las manifestaciones, con la excusa artera de no dañar «el sistema de paz y de libertad traído la ocupación anglo-estadounidense. Sin embargo el pueblo iraquí, en su sabiduría, ha rechazado sin fisuras el sistema político impuesto por la ocupación al igual que los ilegítimos e ilegales procesos electorales que se traducen en el reparto del poder por parte de fracciones de grupos sectarios, cuyo interés fundamental es saquear el país -y de la manera más rápida posible- así como el mantenimiento de la ocupación estadounidense que, a día de hoy, cuenta todavía con cerca de 50.000 efectivos con los que controla, desde sus bases militares, los pozos petrolíferos y su explotación por las compañías multinacionales.
Tal y como expresa el comunicado de Los Jóvenes de la Revolución Iraquí: » […] Queremos enviar al mundo un mensaje claro de nuestro rechazo a esta clase política corrupta surgida de aquellos comicios [4], y un mensaje parejo a la ocupación estadounidense que ha aupado a esta clase política y ha permitido el latrocinio de nuestras riquezas y la dilapidación de nuestros recursos.» [5]
El pueblo iraquí, después de ocho años de lucha, ha hecho fracasar el proyecto imperialista de Estados Unidos de convertir a Iraq en un Estado títere, pese a lo cual, y en contra de sus anuncios de retirada definitiva, va a intentar mantener su presencia estratégica de bases militares con un contingente de hasta 35.000 hombres que desarrollarán labores de protección de las instalaciones estadounidenses y el entrenamiento de las fuerzas iraquíes. Ardua tarea por delante para un ejército vencido de facto y que se tendrá que enfrentar a un pueblo que va a mantener su presión y su exigencia de soberanía e independencia, lo que únicamente será viable con la retirada total y absoluta de todas las tropas, milicias y contratistas extranjeros de suelo iraquí.
Aunque la lucha popular haya puesto en jaque los intereses imperialistas, la batalla final está por librarse, pero los nuevos bríos de la movilización popular permiten adivinar un futuro de esperanza para el pueblo iraquí.
En este octavo aniversario, y más que nunca en unidad con sus hermanos árabes, la mayoría del pueblo iraquí se reconoce -con sus diferencias religiosas y étnicas- ciudadano de un país que les pertenece, y como tal el pueblo iraquí exige el fin de la ocupación y la creación de un Estado social y democrático que acabe con la corrupción y el saqueo del patrimonio nacional.
Notas:
1. Véase en IraqSolidaridad: Al menos 24 muertos en dos jornadas de protesta en Iraq
2. Véase en IraqSolidaridad: Iraq: convocado el «Viernes de la Dignidad»
4. Véase en IraqSolidaridad: La resistencia iraquí llama al boicot de las elecciones
5. Véase en IraqSolidaridad:
IraqSolidaridad (www.iraqsolidaridad.org)