A primera vista, el reporte de Petraeus parece una de las tantas declaraciones espurias sobre la guerra en Irak que en un momento dado reciben mucha publicidad, pero que en realidad no afectan el estancamiento que el país sufre tanto en lo político como en lo militar. Desafortunadamente el más reciente esfuerzo propagandístico de la […]
A primera vista, el reporte de Petraeus parece una de las tantas declaraciones espurias sobre la guerra en Irak que en un momento dado reciben mucha publicidad, pero que en realidad no afectan el estancamiento que el país sufre tanto en lo político como en lo militar.
Desafortunadamente el más reciente esfuerzo propagandístico de la Casa Blanca podría tener un impacto más maligno que ejercicios anteriores: sostiene que la victoria es posible, donde sólo han ocurridos fracasos; manipula cifras y hechos para producir un retrato de Irak que no sólo es distorsionado, sino falso.
El «refuerzo», o el envío de 30 mil nuevos soldados fue anunciado por Bush el 10 de enero; tenía la intención de recuperar el control sobre Bagdad y reducir su nivel de violencia. Pero los resultados son más aparentes que reales. El ministro del Interior en Bagdad dijo que mil 11 personas fallecieron violentamente en Irak en agosto, pero un funcionario del ministerio reveló a la agencia de noticias estadunidense McClatchy que la cifra real es de 2 mil 890.
El indicador más veraz del nivel de violencia es el número de personas que huye de sus hogares. Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, el número de ellos se elevó de 50 mil a 60 mil en un mes, y nadie está regresando.
La sociedad iraquí se desmorona. Ya no es posible obtener tratamiento médico para muchas enfermedades porque 75 por ciento de los médicos y farmacéuticos se ha ido y son parte de los 2.2 millones de iraquíes que huyeron al extranjero.
El sistema de racionamiento de alimentos del que dependen para sobrevivir 5 millones de iraquíes se está viniendo abajo. Dos millones de personas han dejado de recibir el sustento porque los víveres no pueden ser distribuidos en zonas peligrosas. El arroz y los frijoles son de mala calidad, y escasean la harina, el té y la fórmula láctea para bebés. El desempleo se ubica en 68 por ciento, y sin raciones esto implica que cada vez más iraquíes viven en el hambre.
No es de extrañar que los iraquíes creen que lo que ocurre en su país sea algo diametralmente opuesto a los mitos que la Casa Blanca impone. Una encuesta de opinión hecha por la televisora estadunidense ABC, la británica, BBC y la japonesa NHK muestra que 70 por ciento considera que la seguridad empeoró con el incremento de tropas. Un sólido 57 por ciento cree que los ataques contra las fuerzas de la coalición son aceptables; 93 por ciento de los sunitas y 50 por ciento de los chiítas los aprueba.
Otro dato interesante es que 46 por ciento de los iraquíes cree que una guerra civil a gran escala será menos probable si Estados Unidos se retira antes de que el orden sea restaurado, y sólo 35 por ciento considera que es más probable que el conflicto estalle tras un repliegue estadunidense.
Otras estadísticas reveladoras muestran las diferencias entre chiítas y sunitas: 30 por ciento de los chiítas considera que la situación de seguridad en su barrio ha mejorado en los últimos seis meses y 21 por ciento dice que ha empeorado. Pero para 56 por ciento de los sunitas la seguridad ha empeorado y sólo para 7 por ciento ha mejorado. Son cifras que confirman que los sunitas están siendo repelidos de las poblaciones y confinados a pequeños enclaves.
Desde 2003, Estados Unidos nunca ha admitido las consecuencias políticas y militares de la falta de apoyo hacia la ocupación, que sólo los kurdos han respaldado abiertamente. La encuesta revela que 79 por ciento de los sunitas y 59 por ciento de los chiítas dicen no tener confianza alguna en las fuerzas estadunidenses y británicas.
Esta falta de respaldo socava las elaboradas tácticas del general Petraeus. Se supone que Estados Unidos e Inglaterra han estado entrenando a fuerzas iraquíes durante cuatro años, y no han logrado producir unidades dispuestas a combatir a su lado. Es un problema de legitimidad y lealtad.
Al comienzo de las audiencias en el Congreso, legisladores preguntaron a Nuri Maliki por qué no se ha podido formar un gobierno de poder compartido. La respuesta es: porque Maliki fue elegido debido a que la Alianza Unida Iraquí, la coalición de partidos chiítas, ganó la mayor parte de los escaños en las elecciones generales de 2005 y formaron gobierno con la coalición nacionalista kurda. Cerca de 54 por ciento de los chiítas ahora apoya al gobierno, pero 98 por ciento de los sunitas lo desaprueba.
Los chiítas saben que ellos conforman 60 por ciento de la población y sospechan que Estados Unidos está tratando de robarles el poder que los sunitas, que son sólo 20 por ciento de la población, les negaron durante siglos. Están muy preocupados de que Estados Unidos esté creando una milicia sunita bajo su control ahora que están tratando de volver contra Al Qaeda a las tribus sunitas de Anbar.
Los líderes chiítas también han tomado nota de que visitó Anbar, no Bagdad hace unos días (aunque esto bien puede deberse a que quiso evitar las bombas que llueven sobre la Zona Verde, cuando hay dignatarios de visita). Esencialmente, existe estancamiento político y militar que los refuerzos no cambiaron. La partida de Maliki bajo presiones de Estados Unidos no produciría más beneficio que el que implicó la salida de su antecesor, Ibrahim Jaafari. Los supuestos moderados como Iyad Allawi cuentan con apoyos muy limitados a nivel local, si bien tiene fuerte respaldo en los estados árabes sunitas.
Todos los que juegan un papel en esta tragedia estaban presentes al llegar los «refuerzos» y siguen aquí. Gracias a Estados Unidos, ahora hay más milicias. Puede que el general Petraeus convenza a alguien diciendo que la posición de Estados Unidos no ha mejorado, pero de ninguna manera ha mejorado.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca