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A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío, Buenos Aires, Atuel/Parusía, 2004, 190 páginas

El retorno a Lenin en Slavoj Zizek

Fuentes: Herramienta

Slavoj Zizek compone el elenco de la intelectualidad revolucionaria mundial. Sus trabajos son importantes porque contornean un tema de nuestro tiempo: ¿qué implica hoy una política revolucionaria? Ese interrogante convoca asuntos y tradiciones diversas, que Zizek criba, muele y reorganiza, en un mortero que él quiere lacano-marxista. El libro de Zizek se propone discutir la […]

Slavoj Zizek compone el elenco de la intelectualidad revolucionaria mundial. Sus trabajos son importantes porque contornean un tema de nuestro tiempo: ¿qué implica hoy una política revolucionaria? Ese interrogante convoca asuntos y tradiciones diversas, que Zizek criba, muele y reorganiza, en un mortero que él quiere lacano-marxista.

El libro de Zizek se propone discutir la actualidad de Lenin. En su perspectiva, esto no implica un balance, sino una rearticulación, una reescritura del significante «Lenin» en la época contemporánea. En otras palabras, Zizek no propone un estudio histórico y desapasionado de la vida de Lenin entre 1870 y 1924, o su actuación entre 1917 y 1924, sino un examen de las condiciones en las cuales ese significante puede ser investido, cargado de voluntades emancipatorias. De allí que no se sienta constreñido a seguir las pautas de un rigor académico en la discusión del asunto, sino que proponga más bien un asedio.

Pero en verdad lo que preocupa a Zizek no es tanto el significado atribuido a Lenin como las alternativas que se presentan apenas se disponga, ante el significante, otra actitud que la mera repulsa. En efecto, una vez que ante la palabra «Lenin» hay otra actitud (no importa por ahora exactamente cuál) que el rechazo por «totalitario», «sustituista», etc., comienza el verdadero debate sobre la praxis revolucionaria en una condición temporal donde la lógica capitalista del valor sigue vigente. Más que un inventario del haber leniniano, Zizek lo utiliza para sus confrontaciones actuales.

La discusión filosófico-política que mueve a Zizek lo instala en una doble polémica teñida sin embargo de un aprendizaje y regurgitación: contra el democratismo liberal-radical de Ernesto Laclau y contra la política del acontecimiento de Alain Badiou. Decir que es contra ellos, quiere decir que también se apoya en ellos.

En efecto, con ellos Zizek realiza un aprendizaje porque comparte la crítica a la noción liberal de sujeto, a la filosofía teleológica de la historia del marxismo tradicional, a la concepción espontaneísta de la movilización de masas. Pero se separa de Laclau cuando éste acepta la incuestionabilidad actual del capitalismo. Laclau piensa que la política radicalizada implica una construcción hegemónica donde un sector presenta (y obtiene el asentimiento de) sus requerimientos como representativas del «pueblo». Esto puede ser, desde luego, producto de alianzas entre grupos o clases, pero el punto fundamental no varía con esta inflexión gramsciana: la generalidad es el resultado de una imposición discursiva, en última instancia mítica, donde en una comunidad de sujetos que desde una comprensión sociológica serían diversos e incluso contrapuestos, se accede al plural articulado. Para traducirlo a nuestro lenguaje: que de piqueteros, asambleístas y clase obrera ocupada, se reconozca una entidad «popular» cosida alrededor del «Que se vayan todos» o del «Otra Argentina es posible». He allí la contingencia que captura la política. Sin embargo, esa contingencia, al resignar todo fundamento social inequívoco, quedará preso de su irreducible indeterminación. Esa condición sería también la que abriría el espacio para la democracia. La expansión de sus contenidos, su radicalización, sería incompatible con una reducción de lo democrático a lo procedimental, a lo formal. Puesto que lógicamente esta dinámica no se deduce de las condiciones básicas del capitalismo tardío, Laclau desgaja su propuesta teórica del anticapitalismo. Eso sería reducir la lógica hegemónica a una «base social». La multiplicación de los sujetos emancipatorios como equivalentes en la alianza democrática la tornaría «radical».

Pero también en Badiou el politicismo es lo que engendra su militantismo decisionista por el cuál la acción se funda en la adopción de una «fidelidad» al acontecimiento. No se trata de una política anclada en un sujeto social preconstituido, en una derivación de la realidad, sino en la consecución de los efectos de un evento irreducible a sus condiciones. Para traducirlo nuevamente al idioma argentino: que la continuidad de la militancia no se sigue de una crisis social (no era necesario que de la desocupación y el corralito emergiera una traba orgánica a la gobernabilidad delarruista), sino de la voluntad de continuar y radicalizar la reinvención de lo político que significó el 19 y 20 de diciembre de 2001. Para Badiou sería la decisión de cultivar la fidelidad al acontecimiento decembrista lo que haría consistir la política emancipatoria. Nuevamente, lo político es el eje de la acción.

¿En qué sentido las teorías de lo político como nervio de la aspiración emancipatoria carecen de una perspectiva estratégica adecuada? En este punto Zizek retorna al marxismo. A través de Lenin, porque para Lenin política y economía, son dos regímenes de historicidad que no se cuentan por sus lógicas escindibles, sino por la oquedad en la que se juega la praxis revolucionaria. Por ejemplo, cuando plantea en  ¿Qué hacer? que la clase obrera movilizada por sí misma no accede a la conciencia revolucionaria era «economicista» porque entiende que de la demanda corporativa no se transita a la política, y es «politicista» porque inscribe en el seno del Partido el filo que desintegra la naturalidad presunta de la ideología. Así las cosas, Lenin es la determinación de lo político en la acción decidida y lúcida que adoptó al postcapitalismo como la única vereda de la política revolucionaria. Sin embargo, la recuperación de Lenin por Zizek es un retorno. En esa operación duplica la maña con que Lacan había retornado a Freud. Lacan fue consecuente cuando utilizó el problema heredado de Freud (¿qué es una fantasía originaria?) para proponer otro psicoanálisis. Es cierto que Lacan puede ser leído en continuidad y ruptura con Freud. La cuestión es que Lacan puede ser interpretado sin apelar a Freud. Para comprender históricamente a Lacan es preciso leer a Freud: pero se puede acceder a los términos de Lacan independientemente de Freud. Así las cosas, mientras que para responder a su cuestión Freud viajaba en el tiempo y en el espacio (por ejemplo con Tótem y tabú), Lacan se pregunta: ¿para qué ir tan lejos? El rasgo «universal» de una fantasía se explica en una fórmula (a * $) que refiere a la relación del sujeto con el objeto causa de deseo.

¿Qué es, pues, el retorno a Lenin, al significante «Lenin», propuesto por Zizek? ¿Hasta dónde este libro permite entender las líneas de una elaboración que no podría ser individual sino colectiva, esto es, una tarea para toda una generación de militantes de la revolución? ¿El enfoque de Zizek nos guía en ese ajuste de cuentas, o nos extravía?

El nudo de estas preguntas se puede resumir en la siguiente: ¿cuáles son las posibilidades de un retorno conjunto a Marx y a Lacan? Con esto no quisiera dar a entender que se trataría de analizar en qué medida Lacan puede ser articulado con Marx, pues no está claro qué es un retorno a Marx hoy. Una inclinación poco útil en este sentido sería funcionalizar a Lacan respecto al marxismo y, así, insistir en la relevancia de elaborar la noción de discurso capitalista en Lacan.

Zizek resuelve su interés por esta tarea sosteniendo que Lenin convoca la escisión fundamental del marxismo, el que embretaba al paso de la «clase en sí» a la «clase para sí» en Miseria de la filosofía, y que en este sentido es el que representa la aspiración marxista. Como lo señalé previamente, esa calidad de Lenin aparece en la articulación entre la argumentación leniniana de una práctica política en tanto que tal, y la consideración de un «realismo» en la organización posrevolucionaria de la economía. ¿Se resume en ello la problemática del marxismo? Es de temer que no. Zizek propone comprender la relación entre política y economía como una banda de Moebius donde las eficacias de lo político se anuden, en sus conflictividades y complejidades, con las económicas, sin alcanzar una indiferenciación. Al fin y al cabo, piensa Zizek, ni lo político ni lo económico son instancias radicalmente diferentes como las proponía Althusser. Esto es lo que sostenía a la «crítica de la economía política» de Marx. Porque, según Zizek, si la economía es el ámbito donde la lucha anticapitalista tendrá su clímax, su dinámica se decidirá en lo político-ideológico. Mientras no se cuestione la naturalidad y obligatoriedad ética de la democracia liberal-capitalista, ninguna «crisis» económica producirá el replanteo de las formas íntimas de lo social.

El efecto más masivo de la interferencia entre Marx y Lacan es doble: por una parte se funda la acción política en una ética, y por otro se acepta la zozobra de toda aspiración emancipatoria. Como es sabido, la ética marxista siempre fue una tarea a realizar, y no a describir. La única ética que se quiso marxista y se irguió con coherencia, la de la II Internacional, fue más bien kantiana («haz lo bueno, lo universalmente aceptable, lucha contra la opresión»). No otra era la vena de las conducidas en posteriores embalajes, como el del Che Guevara, que sostuvieron la apetencia revolucionaria. La ética del psicoanálisis, resumida por Lacan en la expresión «no ceder en el deseo», implicaba que en análisis la relación del sujeto con su deseo no debía subordinarse ni a la prohibición superyoica, ni al seguimiento de la invocación superyoica. Es ceder en el deseo reprimir el propio deseo o bien seguir la norma de cómo se desea. En la política marxista, esa ética se podría traducir así: «no cedas en la militancia». Zizek no justifica extensamente por qué en ese activismo el Partido político es imprescindible, ni cuál es la relación entre lo social y lo político. Esto es particularmente delicado puesto que él acepta que la clase obrera no es una determinación sociológica, definible a priori por el lugar en un modo de producción.

Pero inmediatamente aparece una segunda eficacia de la interfase Marx-Lacan: la zozobra de todo compromiso político. No hay un paraíso a alcanzar, sino una lucha infinita. No hay sólo acontecimiento al que defender (no se trata de «defender a la patria del socialismo»por ejemplo) en el señorío decisionista, sino una determinación en el enfrentamiento de la contingencia social que no promueve ninguna revolución automática, y en el carácter ficticio de toda verdad.

Dicha vinculación entre ficción y verdad como teoría del sujeto de una falta, es el nervio de la teoría lacaniana del sujeto. Es en la conjunción de esa teoría con la praxis revolucionaria donde Zizek encuentra la justificación de un retorno lacaniano al marxismo. En la particular anorexia escrituraria zizekiana, es preciso perseguir el tema en una multitud de torsiones, ejemplos, y escansiones que a veces pierden de vista al revolucionario ruso. Pero es en la bulimia de lecturas que es su contraparte, donde es preciso agudizar el bisturí: sobre todo en el engrudo polémico donde propone, luego de tantos fracasos como los vistos en el siglo XX, el diálogo crítico entre marxismo y psicoanálisis. El mensaje más vasto de este libro reside, precisamente, en esa indicación que parece pertinente y que actualiza una tarea para la intelectualidad revolucionaria: dar cuenta de la eficacia teórico-política del psicoanálisis. ¿Qué es el marxismo después del psicoanálisis? Wilhelm Reich y Herbert Marcuse intentaron una  respuesta leyendo a Freud; Zizek los repite, leyendo a Marx, repitiendo a Lenin. La factura de A propósito de Lenin quizás no siga el tranco que propone su autor, pero el posicionamiento del problema acaricia, indudablemente, una zona sensible de las discusiones actuales.  
 
Omar Acha es Licenciado en Historia (UBA). miembro de la redacción del colectivo Nuevo Rumbo, colaborador de Herramienta revista de debate y crítica marxista. Reseña publicada en Herramienta Nº 27, octubre 2004.