Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens La consigna «nunca más,» tal como es utilizada en relación con los genocidios nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y las que la han seguido, parece vacía cuando consideramos la limpieza étnica realizada en Palestina después de la creación del Estado de Israel en 1948 y después […]
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La consigna «nunca más,» tal como es utilizada en relación con los genocidios nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y las que la han seguido, parece vacía cuando consideramos la limpieza étnica realizada en Palestina después de la creación del Estado de Israel en 1948 y después de la ocupación israelí de los restos de Palestina histórica desde junio de 1967. ¿Cómo pueden las «democracias occidentales» seguir participando en el castigo genocida de una población mientras proclaman las más puras de las intenciones? Uno de los motivos es el poder de la propaganda sionista sobre los que carecen de información alternativa y el temor y la hipocresía políticos que puede inspirar en los que comprenden lo que está sucediendo. El cine es eminente entre los medios modernos de comunicación y de formación de consciencia y, en el caso del Estado sionista de Israel, una película en particular ha sido notablemente influyente.
Producida y dirigida por Otto Preminger, «Éxodo» fue estrenada en 1960, y tuvo un éxito enorme. Al evaluar ese éxito, nos ayuda el estreno en 2002 de otra cinta: «Kedma», dirigida por Amos Gitaï y, en menor grado la película de Elie Chouraki: «¡O Jerusalén!,» estrenada en el otoño de 2006. Las primeras dos tratan el mismo tema – la llegada clandestina de refugiados judíos a Palestina en 1947 en medio del conflicto armado. Fue la víspera de la partición de Palestina, propuesta por la Organización de Naciones Unidas, pero rechazada por la población no-judía (o, mejor dicho, no sionista) y por Estados de toda la región del Mediterráneo oriental. Después del anuncio británico de su retiro del protectorado establecido en 1920 por el sistema de mandatos del tratado de Versalles, se había preparado el terreno para un evento definidor del breve, brutal, Siglo XX: la creación del Estado de Israel y las transferencias de población y los conflictos étnicos que la acompañaron.
La comparación de ambos filmes, tanto en cuanto a su génesis como a sus creaciones artísticas y en su calidad de declaraciones políticas, elucida aspectos de un interesante proceso de formación ideológica. Vistas como retratos del nacimiento de la nación israelí, las dos películas son extremadamente diferentes. «Éxodo» es una glorificación de un cierto tipo de liderazgo, a un cierto nivel de la toma de decisiones. Funciona sólo al nivel del comando estratégico y táctico sionista dentro de Palestina, inmediatamente antes, durante y después de la guerra, para la creación del Estado de Israel. La película es discreta en su tratamiento de la diplomacia internacional. Aunque decisiones de la administración militar británica son implícitamente criticadas en la cinta, no se permite que esa crítica cuestione a la propia Gran Bretaña como protagonista en la escena internacional. Cuando se refiere a los británicos o a los USamericanos (y a los franceses e italianos), es siempre como individuos, no como representantes de sentimientos nacionales en general.
En «Kedma,» Amos Gitaï se preocupó de presentar una situación histórica mostrando un solo incidente, los orígenes del cual no son explicados directamente y, en el curso del cual, se muestra a los individuos como subordinados a acontecimientos sobre los que no tienen un verdadero control. El incidente en cuestión es la llegada ilegal de un barco, «Kedma,» a las costas de Palestina.
Hay una salvedad importante que hacer antes de algún intento de comparar estas películas. El problema es que la discusión del contenido narrativo de la película «Éxodo» de Preminger no sería legítima sin hablar de «Éxodo,» la novela, escrita por Leon Uris. No sólo tanto la cinta como el libro fueron tremendos éxitos comerciales: fueron concebidos como los dos ejes indispensables de un solo proyecto.
Fue Dore Schary, alto ejecutivo de Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) quien sugirió la idea del libro a Leon Uris. Como explica Kathleen Christison (www.counterpunch.org/kchristiso
Chipre donde realizó una amplia investigación. El libro fue publicado en septiembre de 1958. La primera re-edición fue hecha en octubre del año siguiente. Al llegar el año 1964, había sido reimpreso 30 veces. El éxito tuvo indudablemente la ayuda del estreno de la película en 1960, pero no por completo, ya que la novela de Uris fue seleccionada como libro del mes en septiembre de 1959 (lo que tal vez explique la primera reimpresión.)
La película debía ser realizada por MGM. Pero cuando llegó el momento, el estudio tuvo dudas. Tal vez el proyecto era demasiado político para los grandes productores. Entonces Otto Preminger compró los derechos a la pantalla de MGM. Produjo y dirigió la cinta, con un elenco de sólo estrellas, incluyendo a Paul Newman, Eva Marie-Saint, Lee J. Cobb, Sal Mineo, Peter Lawford y otros imanes para las boleterías del momento. La película también se benefició de una fastuosa producción en «superpanavision 70» después de haber filmado los exteriores en el lugar. La música fue compuesta por Ernest Gold, por la que recibió un Premio de la Academia para la mejor banda sonora de 1960. El guión fue escrito por Dalton Trumbo. A pesar de su longitud – tres horas y media – la película fue un tremendo éxito popular y en la crítica.
Vale la pena señalar que el estreno de la cinta «Éxodo» en 1960 indica que su producción comenzó con la publicación de «Éxodo» el libro. Es, por lo tanto, razonable suponer un grado de coordinación ajustada a los orígenes del proyecto.
En breve, fue una operación considerable que tuvo un éxito brillante. Se ha estimado que más de 20 millones de personas leyeron la novela, y que cientos de millones vieron la película. No sólo fue este éxito una bonanza financiera, su impacto político ha sido igualmente considerable. Puede caber poca duda de que «Éxodo,» la película, ha sido una de las influencias más importantes en las percepciones y el entendimiento occidentales de las hostilidades entre el Estado israelí y el pueblo palestino. Así que volvamos al mensaje comunicado por este filme, tratando de evaluar su papel en la formación ideológica.
«Éxodo» es la historia de Exodus 1947, un barco adquirido en USA y utilizado para transportar a 4.500 refugiados judíos a Palestina. En realidad, la novela y la película se permiten grandes libertades con la historia original. Interceptado el barco por las autoridades británicas en el puerto de Haifa, los refugiados en la vida real fueron llevados al puerto francés de Sête, donde fueron retenidos, convirtiéndose en el objeto de intensa agitación y propaganda sionistas. En última instancia fueron transportados a Alemania y mantenidos temporalmente en campos de tránsito. Aunque este incidente fue utilizado por Uris como punto de partida para su novela, el libro es una obra de ficción. No sólo inventó los personajes; los eventos no corresponden a la realidad, excepto del modo más general.
En la narrativa de Uris, un barco interceptado (no llamado «Exodus») es interceptado en alta mar y llevado a Chipre, donde los pasajeros son puestos en campos. Los representantes del Haganá, el ejército secreto judío en Palestina, llegan en secreto a Chipre para cuidar, educar y movilizar a los refugiados. El jefe de los agentes es Ari Ben Canaan, representado por Paul Newman. Ben Canaan es hijo de Barak Ben Canaan, destacado líder de los Yishuv, la comunidad judía, sionista, en Palestina.
Engañando a los británicos con mucha inteligencia y audacia, Ari Ben Canaan organiza la llegada de un barco adquirido en USA, en el que coloca a 600 niños refugiados judíos – huérfanos de los campos de exterminio nazis y de otros sitios. Una vez que los niños están en el barco, Ben Canaan bautiza el barco «Exodus» e iza la bandera sionista. Luego informa a las autoridades británicas que, si no permiten que el barco parta a Palestina, éste será volado con todos los que se encuentran a bordo.
Antes de organizar este atentado suicida potencial (contra sí mismo, los agentes del Haganá y los 600 niños), Ben Canaan encuentra a Kitty Fremont, una enfermera USamericana que se ha encariñado con los niños y, hay que decirlo, con Ari Ben Canaan. Este interés amoroso es cuidadosamente entrelazado con el tema principal: la necesidad inexorable y la voluntad del pueblo judío de ocupar el suelo de Palestina.
Como era de esperar, los británicos ceden. Después de alguna discusión entre un oficial claramente antisemita y los que están más preocupados por los sufrimientos de los refugiados, permiten que el barco parta a Palestina. Llega justo antes del voto de la Organización de Naciones Unidas recomendando la partición de Palestina entre las poblaciones judías y no-judías. Al ser rechazada la partición por los palestinos y los Estados árabes vecinos, estalla la guerra y todos los personajes se unen al esfuerzo, exitoso en última instancia, contra lo que se describe como dificultades abrumadoras. Incluso Kitty y el mayor Sutherland, el oficial británico que inclinó la balanza a favor de la liberación del «Exodus,» se unen a la lucha.
La participación de Sutherland, que representa la defección de un imperialista británico a la causa sionista, es particularmente simbólica. ¿Por qué puso en peligro Sutherland su posición y su reputación, y luego renunció al ejército? Su humanitarismo fue forjado por el hecho de que había visto los campos de exterminio nazis cuando Alemania fue liberada y, lo que es más turbador, su madre era judía, aunque convertida a la Iglesia de Inglaterra. Sutherland tuvo una crisis de identidad tardía, que lo condujo a él, también, a establecerse en Israel naciente.
Los otros principales personajes en la cinta representan de modo similar el «retorno» del pueblo judío a su «tierra prometida.» Por ejemplo, Karen, la muchacha que Kitty hubiera querido adoptar para llevarla a USA, es una niña judía alemana salvada gracias a la protección de una familia danesa durante la Guerra. Karen elegirá permanecer con su gente, a pesar de su afecto por Kitty. Karen también se siente próxima a Dov Landau, también refugiado, un sobreviviente de 17 años del Gueto de Varsovia y de los campos de la muerte. Una vez llegado a Palestina, Dov se une a una organización terrorista sionista (basada en el Irgún) y, en el libro y la película (pero no, por cierto, en la realidad), coloca una bomba en el ala del Hotel King David donde está el Comando Británico, causando una considerable pérdida de vidas.
El papel de la acción humana, del liderazgo y de la naturaleza de la toma de decisiones, constituyen una dimensión de «Éxodo» que es particularmente revelador del propósito propagandístico de la película. Lo más notable es que todos los principales personajes son presentados como gente excepcional, y que todos son judíos, con la excepción de Kitty. Sin embargo, los protagonistas del filme no son importantes como individuos, sino como representantes del pueblo judío.
En este aspecto: en su esfuerzo por retratar el ser judío como una condición humana especial, que distingue de otros a los judíos y a la cultura judía, «Éxodo» tiene su carácter más didáctico. Ari Ben Canaan es claramente un ser superior, pero sólo representa al pueblo judío. Es, colectivamente, igual de fuerte, imaginativo y decidido como Ari. Esta imagen positiva es destacada por la representación en la película de otros grupos étnicos. Los británicos, por ejemplo, son vistos, en el mejor de los casos, como divididos y, en el peor, como productos degenerados de la decadencia nacional y del racismo imperialista.
El contraste más impresionante con la solidaridad colectiva, la brillantez intelectual, y el impresionante valor de los judíos es ofrecido por los «árabes.» A pesar de su mayor número, la cultura y el carácter de los árabes los identifica como claramente inferiores. Ari, que es un «sabra» – una persona judía nacida en Palestina – y, en consecuencia, comprende el carácter árabe, sabe que no pueden competir con judíos determinados. «Sueltas a 400 árabes,» dice, y «correrán en 400 direcciones distintas.» Esta evaluación de la actitud de los árabes hacia sí mismos, fue hecha antes de la espectacular evasión de la cárcel en Acre. La indisciplina misma de los árabes encubriría el escape de los determinados sionistas.
Los dirigentes árabes son igualmente incapaces de tomar una acción efectiva, ya que son esencialmente egoístas y no se preocupan por su propio pueblo. Al final, lo que más distingue a judíos y árabes es esta falta de tolerancia y de conmiseración humana. En «Éxodo,» la novela, los árabes son consecuente, explícita, y exclusivamente, descritos como flojos, poco diligentes, sucios y falaces. Han llegado a depender de los judíos, y los odian por ese motivo. En «Éxodo,» la película, sin embargo, no insiste ni de cerca en esta caracterización, por lo menos no en el diálogo. A pesar de ello, la manera como son retratados en la pantalla inspira miedo y desconfianza.
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Larry Portis es profesor de Estudios USamericanos en la Universidad de Montpellier en Francia. Para contactos escriba a: [email protected]