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El tango con libertad rockera

Fuentes: IPS

Para Lola y Acho, el tango y el rock tienen una raíz común de libertad absoluta, rebeldía, donde se dan cita lo salvaje, lo étnico, lo más rústico, pero también lo más sofisticado. Esa síntesis, que enfrenta con éxito los desafíos de la perfección musical, está en La Chicana.

  El grupo, o la banda como prefieren llamarse en lenguaje más rockero estos integrantes de La Chicana, comenzó un ciclo de recitales de fines de semana a sala llena en el centro Torquato Tasso del bonaerense barrio de San Telmo, que se prolongará hasta el 1 de octubre.

Dolores (Lola) Solá y Horacio (Acho) Estol regresaron recientemente de una nueva gira europea, donde realizaron 20 recitales en España, Alemania, Francia y Gran Bretaña,

«Ya te mataron Sopapa/ ya te moriste de pie/ y el libro que no escribiste/ ya nadie lo va a leer/… y al árbol que no plantaste/ ya nunca se va a trepar/ el hijo que no tuviste/ porque te hiciste matar», dice la letra de «Sopapa», una de las canciones más aplaudidas en el Torquato Tasso, que forma parte del álbum «Tango Agazapado».

Ese disco, el tercero de la banda, que incluye entre sus 17 temas a 11 de Estol y a clásicos como «Confesión», de Enrique Santos Discépolo y Luis César Amadori, le dio a La Chicana el Premio Gardel 2004 en la categoría de «Nuevas formas del tango».

Ese galardón se sumó al «Tribuna musical de la Unesco», que esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas les otorgó en 1999.

Lola, nacida en 1963, y Acho, de 1964, están juntos desde hace 14 años y en 1996 crearon La Chicana con Juan Valverde, un talentoso intérprete de flauta y clarinete, que ya no es parte del grupo. En diciembre 1997 lanzaron su primer álbum, «Ayer, hoy era mañana», y en abril de 2000 el segundo, «Un giro extraño».

Para el cantautor León Gieco, en una encuesta realizada por el diario Página/12 en 2001, este último fue «el disco del año».

«Tango Agazapado» salió a la venta en agosto de 2003, cuando La Chicana ya tenía en su historial tres incursiones por Europa, una por Canadá y tres por Brasil, además de presentaciones en China y Singapur.

En 1998, el conjunto realizó una gira cultural por África, con cinco presentaciones en Dakar. Fue, dijo Lola a IPS, una suerte de encuentro con las raíces comunes del rock y el tango, pero también con la milonga y el candombe, remitiéndose a los orígenes de los ritmos traídos al Río de la Plata y a Brasil por los esclavos negros.

Para la gira de este año a Europa, La Chicana grabó «Canción llorada», un álbum de venta exclusiva allí y que es una recopilación de los dos primeros discos, a la cual se sumaron tres temas inéditos de Estol, que seguramente estarán en la próxima producción prevista para terminar en abril de 2006.

¿Por qué el nombre de La Chicana? Por un término del lunfardo, derivado a su vez de la palabra francesa «chicane», que significa pleito. Una chicana es un abuso de las formalidades de la justicia, chicanear es enredar un pleito usufructuando los procedimientos. Chicaneo es el acto de chicanear y el chicanero es un «pleitante» o abogado mañoso.

No sólo para los latinoamericanos en general, sino también para los argentinos, hay una suerte de ambigüedad en el nombre de la banda, ya que remite también a los «chicanos», los descendientes en primera generación de los inmigrantes de la región, mexicanos sobre todo, en el sur de Estados Unidos.

«Al momento de pensar el nombre no fue nuestra intención jugar con este doble concepto, quizás porque entonces no pensábamos mucho en salir al exterior, en la proyección que el grupo podía tener hacia fuera. Por eso, tenemos muchas veces que unir el nombre a la palabra tango, ‘La Chicana Tango’, aunque no hacemos solo tango», señaló Lola.

En efecto, quien revise la discografía de La Chicana se encontrará con milongas en sus formatos clásicos, como «Oro y plata», de Charlo y Homero Manzi, pero también en creaciones de Estol, entre las que destaca «Milonga de los perros», en «Tango Agazapado».

Pero también está «El camba», un takirari que el uruguayo Alredo Zitarrosa recogió en Bolivia, al igual que chamamés, polcas y aires de murgas que hacen guiños simultáneos al reggae jamaiquino o a la propia milonga.

Siempre con ese referente rockero que da lugar a temas tan sugerentes como «Dolor Wolof», en homenaje a uno de los últimos tangueros negros en Argentina, que emigró a Uruguay.

«Creo, a la distancia, que el nombre de La Chicana se debe a que empezamos a tocar como un grupo de tango más tradicional, dentro de lo más antiguo, y terminamos haciendo música original. Dentro de lo tradicional, que aparentaba estar muy dentro del repertorio más clásico y más probado, saltamos a lo nuestro: fue una chicana», dijo Acho a IPS.

Toda esta evolución tiene que ver, en el caso de Estol, con sus raíces musicales, desde sus estudios de instrumentos en nivel de Conservatorio y su visión crítica de las propuestas melódicas, que lo llevó a interesarse por las músicas étnicas y los folclores, en un diálogo permanente con las mixturas, el rock y el tango.

«Del tango me gusta su rebeldía, su espíritu punk, toda la parte rockera del tango, que nació rockero, salvaje, libre. Ahí hay una transmisión muy importante. Y también el tango tiene un academicismo, y evolucionó en 100 años, desde los analfabetos que improvisaban a principios del siglo XX, a (Osvaldo) Pugliesse», explicó Estol.

«Ahí el tango entró al conservatorio, entró a todo un juego de arreglos, de contrapuntos, de sinfonismo, y también todo eso me atrae mucho. Esa mezcla me la da el tango en bandeja: lo más rockero, lo más étnico, lo más salvaje, lo más rústico, pero también lo más sofisticado en cuanto a arreglos, a contrapuntos y armonías y posibilidades híbridas», agregó el director de La Chicana.

Lola, quien antes de incursionar en el canto estudió teatro y trabajó como actriz de televisión, coincidió con Acho en que otra de las influencias rockeras en La Chicana está en la ruptura con el molde clásico en que estaban separados los autores de la letra y la música.

Estol dijo a IPS que su tiempo creativo se divide porcentualmente en 90 por ciento a la composición musical y 10 por ciento a las letras, no obstante la originalidad de sus temas, porque el tango de hoy, según Lola, «es la mejor forma de contar una historia que uno ve en las calles».

Así como Bob Dylan, Estol produce la unidad de letra y música, porque, al igual que el rock, el tango también nació en la rebeldía y en lo subversivo «y siempre conservó ese poder desmistificador», que debe usarse «para cuestionar lo supuestamente obvio».