Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos
Los más vociferantes defensores de la guerra de Iraq están presentando la ceremonia celebrada el pasado lunes [1 de septiembre] para transferir formalmente la provincia de Anbar a las fuerzas del gobierno iraquí como el punto culminante de la «oleada [de tropas]» de la administración Bush. La región de Iraq en la que una vez hubo la mayor la resistencia a la ocupación se considera ahora tan firmemente bajo control que se pueden retirar las tropas estadounidenses a las extremadamente fortificadas bases a las afueras de las principales ciudades y pueblos.
El editorial del Wall Street Journal del 2 de septiembre era típico de la reacción a favor de la guerra. Tras alabar primero a Bush por «haber anulado a los derrotistas y ordenado un renovado compromiso estadounidense con Iraq», el periódico declaró: «El traspaso de Anbar es ante todo un tributo a los cientos de estadounidenses que han combatido y muerto en lugares como Faluya, Ramadi e Hit en estos últimos cinco años…. Lo que importa es que nuestras tropas y nuestro país tienen la determinación de luchar hasta la victoria final».
La «victoria final» postulada por el Wall Street Journal (y por la que fueron sacrificados cientos de soldados estadounidenses) es la reducción de Iraq al estatuto de Estado títere de Estados Unidos. Es lo postulado por una oligarquía financiera y corporativa que desde los años setenta ha aspirado a tener bajo su dominio los recursos petrolíferos y de gas de Oriente Próximo y que estaba dispuesta a aceptar cualquier crimen para lograr ese objetivo.
El regocijo del periódico contrasta vivamente con los sentimientos de millones de trabajadores y de jóvenes estadounidenses que se han opuesto sistemáticamente a la ocupación de Iraq. La invasión de 2003 fue una guerra de agresión ilegal emprendida con los falsos pretextos de que Iraq poseía armas de destrucción masiva y de que estaba ayudando a al-Qaeda. Los habitantes de Anbar y los soldados enviados allí a luchar están pagando un precio enorme.
Cuando empezó la guerra Anbar tenía una población predominantemente sunní de aproximadamente un millón y medio de personas. La provincia, la mayor de Iraq, ocupa toda la parte oeste del país que hace frontera con Arabia Saudí, Jordania y Siria. Del noroeste al sudeste está atravesada por el río Eúfrates y la fértil tierra del valle de este río antiguamente estaba salpicada de granjas, huertos, pueblos y ciudades.
El ejército estadounidense ocupó las principales ciudades de Anbar en abril de 2003 y pronto se vio confrontado a la realidad de que la inmensa mayoría de la población se oponía a su presencia. En Faluya, la segunda ciudad más grande del país, los estudiantes se manifestaron el 28 de abril para pedir a las tropas estadounidenses que habían establecido un puesto de mando en su escuela que se fueran de ella. Paracaidistas de la 82 unidad aerotransportada dispararon contra los manifestantes desarmados y mataron a 17 e hirieron a otros 70.
Este acto creó el marco para años de sangrientas operaciones contra la resistencia en Anbar que han dejado la mayor parte de la provincia en ruinas y producido algunas de las peores atrocidades de la ocupación.
El asedio estadounidense a Faluya llevó a la destrucción de esta ciudad entre abril y noviembre de 2004. Cuando acabó la batalla de Faluya, 36.000 de las 50.000 viviendas de la ciudad habían sido destruidas o dañadas, además de 65 escuelas y 60 mezquitas. Murieron miles de personas y muchos de los 300.000 habitantes que había antes de la guerra se convirtieron en refugiados El asalto final supuso el bombardeo deliberado por parte de Estados Unidos de hospitales y ambulancias, el uso en zonas habitadas de balas de fósforo blanco prohibidas internacionalmente y la ejecución de prisioneros iraquíes heridos.
Todo el distrito central de Ramadi, la capital provincial de Anbar, sufrió una suerte similar. La mayor parte de la zona fue arrasada durante 2005 y 2006 en un intento de expulsar a las guerrillas anti-ocupación. Ciudades como Al Qaim, Hit y Haditha fueron devastadas por las principales ofensivas estadounidenses. Haditha será particularmente recordada como el escenario de una matanza indiscriminada de civiles iraquíes el 19 de noviembre 2005 en la que se acabó a tiros con la vida de 15 civiles que estaban en sus casas como mortífera represalia por una bomba a la orilla de la carretera que había matado a un marine estadounidense.
Aunque se sigue sin saber el número exacto de civiles iraquíes muertos en Anbar, con toda probabilidad supera los 100.000. Las bajas estadounidenses en la provincia entre marzo de 2003 y el traspaso de esta semana asciende a 1.305 muertos y a 10.000 heridos, sin contar los miles de soldados que sirvieron en la provincia y volvieron a casa con grados diversos de trauma psicológico.
A pesar de los años de asesinatos y muertes, la oleada de tropas estadounidenses adicionales enviadas a la provincia a principios de 2007 desempeñó un papel relativamente menor en el descenso en el número de combates que tuvo lugar durante todo el año pasado. El factor principal fue la formación del «Consejo Despertar», un movimiento de los dirigentes tribales de Anbar contra las tendencias radicales islamistas en la resistencia contra la ocupación.
El autodenominado Estado Islámico de Iraq (ISI, por sus siglas en inglés), que se adhirió a la interpretación wahhabista del Islam sunní que prevalece en Arabia Saudi y que comparte al-Qaeda, había desarrollado una considerable base de apoyo para principios de 2006. Durante todo ese año se produjo una lucha de poder por el control de la resistencia, con los wahhabistas tratando de utilizar edictos religiosos y la violencia para suplantar la tradicional autoridad de los jeques tribales.
En septiembre de 2006 40 tribus y sub-tribus en Anbar declararon una contienda sangrienta contra el ISI por el asesinato de varios destacados jeques. Pidieron y recibieron la ayuda de los mandos estadounidenses en la provincia que, en ese momento, consideraban que, efectivamente, habían perdido el control de la provincia.
El movimiento «Despertar» vio cómo miles de partidarios tribales (muchos de ellos antiguos resistentes) entraban a formar parte de la policía o de unidades del ejército local iraquí. Las milicias tribales pagadas por Estados Unidos, que inicialmente fueron conocidas como Unidades de Respuesta de Emergencia, trabajaron con ellos. En los meses siguientes se dio caza y masacró a miles de islamistas radicales.
Durante 2007 las tribus, respaldadas por el ejército estadounidense, impusieron su control sobre prácticamente toda la provincia. Por el momento, sólo se ha informado de 16 víctimas mortales estadounidenses caídas en combate en Anbar, una cifra menor que la mayoría de las cifras mensuales totales de los años 2005 y 2006. Los mandos estadounidenses han insinuado vehementemente que unidades de marines de entre los 26.000 soldados desplegados en el oeste de Iraq pronto podrán enviados a Afganistán.
Sin embargo, la muy elogiada estabilidad descansa sobre una frágil base. Una proporción significativa de las unidades del ejército iraquí en Anbar y los 28.000 miembros de la policía provincial son en realidad una apenas disimilada fuerza tribal. El Movimiento Despertar no es leal ni al gobierno dominado por los chiíes del primer ministro Nouri al-Maliki en Bagdad ni al actual gobierno provincia en Anbar, que actualmente está controlada por un rival de las tribus, el Partido Islámico Iraquí (IIP, por sus siglas en inglés).
El IIP es un partido sunní que colaboró con la ocupación estadounidense en un momento en que la mayoría de la provincia apoyaba a la resistencia. Sólo el 2% de la población votó en las elecciones provinciales de 2005 que llevaron al poder al IIP.
Los jeques que patrocinaron el Movimiento Despertar tienen el objetivo de derrotar al IIP en las próximas elecciones locales y de utilizar el periodo de gobierno para consolidar su posición en Anbar. Entre los mejores premios está el enorme campo de gas de Akkas, cuyas reservas se calculan en siete trillones de pies cúbicos. También se están haciendo prospecciones para determinar si la provincia descansa sobre importantes yacimientos de petróleo sin explotar.
Las rivalidades entre facciones en Anbar (esencialmente un conflicto con la clase dirigente sunní sobre quién actuará como agentes locales para Estados Unidos y otras transnacionales que hacen cola para explotar los recursos de Iraq) podría acabar fácilmente en una lucha abierta. El IIP tiene ministros en el gobierno de Maliki y ha estado buscando el apoyo de Bagdad para arrancar a los jeques el control de las fuerzas de seguridad en Anbar. La semana pasada el ministro del Interior aprobó el despido del comandante de la policía de Anbar, un partidario tribal, y su sustitución por un simpatizante del IIP. En señal de protesta pocos dirigentes tribales asistieron el lunes a la ceremonia de traspaso de poder el lunes.
Un jeque, Mohammad Mahmood al Natah, declaró a la revista Time: «Si el Partido Islámico sigue presionando al gobierno para sacar a los miembros del Movimiento Despertar de las fuerzas de seguridad, entonces hay muchas probabilidades de que Anbar vuelva a la violencia». En caso de un nuevo colapso en la seguridad, los soldados estadounidenses se volverán a encontrar en la primera línea de una guerra de guerilla en Anbar, muriendo por las ambiciones de Wall Street.
Enlace con el original: www.wsws.org/articles/2008/sep2008/anba-s06.shtml