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El video de Basora debería enterrar una insidiosa mentira

Fuentes: The Guardian

Traducido para Rebelión por Sebastian Risau

Desde abril de 2003 el pueblo de Basora ha estado consistentemente desconcertado por las informaciones de que tanto ellos como su ciudad disfrutan de un estado de calma y estabilidad bajo el mando de las fuerzas británicas, en contraste con el norte de Iraq y el así llamado triángulo sunnita. Como alguien nacido y criado en Basora, espero que las recientes imágenes de soldados británicos apaleando a jóvenes de Basora hasta casi matarlos permita que tales afirmaciones sean enterradas y se muestre una fracción de la realidad que a lo largo de Iraq ha hecho de la vida un infierno viviente.

Cuando hace un par de años estalló el escándalo de Abu Ghraib, recuerdo que un comentarista de la BBC World decía con suficiencia que los Americanos eran toscos e indisciplinados a la hora de tratar con los civiles, mientras que los británicos eran mucho más moderados, recorriendo Basora con sus boinas como mantenedores de la paz más que como ocupantes. Mi estima del servicio de la BBC World se hundió cuando no fue presentada la otra cara de la moneda.

La verdad es que, desde la caída del régimen tiránico de Saddam Hussein, los abusos y atrocidades cometidos contra civiles iraquíes han ocurrido regular y hasta diariamente a lo largo del país, incluida Basora. Estos han sido cometidos por las fuerzas americanas y británicas, y por las fuerzas oficiales iraquíes. Escuchar al primer ministro británico describir este último incidente como un caso aislado me llena de rabia, a mí y a mis compatriotas.

A un muy serio daño se suma el insulto, cuando se nos dice que esta humillación, tortura y violencia son obra de unas pocas «manzanas podridas». Desde nuestras experiencias previas, lo más que podemos esperar es una investigación para lavar culpas y posiblemente que se convierta en chivo expiatorio a algún joven soldado de bajo rango.

Como firme creyente en la necesidad de que los iraquíes utilicen el proceso político para producir cambios, no es difícil ver cómo inocentes jóvenes se radicalizan y prefieren las armas, ampliamente disponibles. Aquellos que fueron despiadadamente golpeados, mientras el que filmaba se burlaba de su dolor y humillación, nunca escucharán ni a mí ni a mis colegas cuando tratemos de convencerlos de desahogar su rabia y frustración por medios pacíficos. Sus familias, parejas, amigos, e incluso aquellos que ven esas horribles imágenes por televisión, estarán aún más convencidos de que semejante degradación sólo puede ser enfrentada con fuerza y fuego.

El argumento de que los insurgentes han inundado Iraq desde los vecinos Irán y Siria puede ser parcialmente cierto, pero la inundación que yo temo es el diario reclutamiento de insurgentes por el trato brutal, inhumano y tiránico que reciben los jóvenes iraquíes a manos de las fuerzas de ocupación y de las fuerzas del gobierno iraquí al que éstas apoyan.

A pesar de que tanto yo como mi familia sufrimos personalmente, y no sólo físicamente, a manos del régimen de Saddam Hussein, y que soñamos durante muchos años con el día en que ya no estaría, siempre me opuse a la invasión y ocupación de nuestro país. Los sucesos que siguieron me convencieron aún más de la falacia y la inmoralidad de la campaña militar que Gran Bretaña y EE.UU. han llevado a cabo en Iraq. La mayor crítica a la guerra y la ocupación es seguramente que más y más iraquíes están hablando públicamente de cuanto mejor era la vida cuando Saddam estaba en el poder, un logro que la mayoría de los iraquíes nunca hubiera imaginado posible.

La insinuación de Tony Blair de que las fuerzas británicas están en Iraq para educar a los iraquíes en la democracia sólo ha agregado sal a nuestras heridas abiertas. Esta retórica se remonta a la época imperial, cuando Gran Bretaña era una potencia colonial y trataba a mis antepasados, así como a muchos otros pueblos, como salvajes atrasados. Me lastima el hecho de que, a pesar de su educación de primera, Mr. Blair parezca haber aprendido tan poco. A los pocos que habían tenido la suerte de visitar o estudiar en el Reino Unido se los miraba con envidia. Los últimos tres años se han encargado de hacer desaparecer completamente ese respeto.

Durante los últimos años los iraquíes han sufrido inmensamente, primero por el apoyo dado por Occidente a una dictadura despótica, luego por los trece años de sanciones que devastaron el país, y finalmente por una guerra y ocupación que redujeron a escombros y polvo a un país que alguna vez fue rico y a su altamente educado pueblo.

Me entristece que Gran Bretaña haya tenido un papel significativo en cada uno de los episodios que han aumentado la miseria de los iraquíes. En el momento en que un reconocimiento de la falta y una breve disculpa del primer ministro habrían significado un gran avance en el camino hacia la reconciliación entre nuestros pueblos, él ha elegido ensanchar la brecha aún más. Sugiero que la próxima vez que en Gran Bretaña se sepa de un soldado caído en Iraq, se le pregunte a Mr. Blair sobre su rol en esa tragedia.

Comparto con la mayoría de los iraquíes la creencia de que el único avance posible es la inmediata partida de las tropas americanas y británicas de nuestro país. La insinuación de que esto podría empeorar las cosas es en el mejor de los casos risible, y en el peor una insidiosa mentira. Las cosas no pueden ponerse peor, y sólo han llegado hasta este punto por la decisión de los líderes americanos y británicos de librar una guerra contra un pueblo que ya estaba sufriendo.

No tengo dudas de que veré a mi país verdaderamente libre y liberado de la tiranía y la ocupación. Ruego que esto ocurra sin más derramamiento de sangre, ya sea iraquí, americana o británica.

*El Dr. Jasem al-Aqrab es director de organización del partido Islámico Iraquí en Basora.

Artículo original: http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,1710827,00.html