Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Cuadro del artista iraquí Faruq Hassan
Permítanme preguntarles algo.
¿Se sienten Vds. tan preocupados como yo ante la imposibilidad de conocer toda la Verdad?
Si algo ha conseguido la «experiencia» iraquí ha sido plantear un sin fin de cuestiones no sólo acerca de la política en sí misma sino también en cuanto a percepciones, resistencia psicológica, sentido de pertenencia, emociones, impulsos… en resumen, sobre todos los sentimientos que afectan a los humanos.
No deseo embarcarles en ejercicios fenomenológicos. Sencillamente, he llegado a un punto en que necesito captar ese reflejo en el espejo, necesito captar esa Verdad.
Trasladándome desde lo político a lo personal, desde lo exterior a lo interior…
Es muy duro acertar a expresar con palabras lo que supone perder el país de una.
Me veo a mí misma dando vueltas constantemente a los conceptos, a las frases, intentando encontrar sustantivos exactos, verbos precisos y todo se me escurre de entre los dedos, evadiéndome, eludiéndome…
La única frase que encontré que posiblemente se acerca a lo que necesito expresar llegó a través de un correo que recibí de un compañero iraquí y esto es lo que decía:
«Desde el 19 de marzo de 2003 me he convertido en la sombra de mi anterior ser. Los cuatro últimos años me han cambiado para siempre.»
Otro correo me dice lo mismo utilizando palabras apenas diferentes:
«Ya no me reconozco a mí mismo, es como si hubiera otro junto a mí…»
Sencillas y poderosas frases que revelan algo profundo y auténtico…
Parece como si ese ser anterior que uno conocía o había utilizado hubiera sido invadido y ocupado… transformado para siempre.
Parece como si éste no fuera ya mi país, como si éste no fuera ya mi hogar, como si yo ya no fuera yo misma.
Ya no soy yo. Soy una sombra de mí misma, como si alguien o algo diferente me hubiera absorbido y yo me encontrara al lado observándolo todo y ya no reconociera nada…
Es algo más que desconcierto, sorpresa, estupefacción o conmoción… Es algo peor.
Es el extrañamiento de mi propio ser.
Nos hemos convertido en extraños ante nosotros mismos, en extraños unos frente a otros, en extraños ante la sociedad, en extraños ante el grupo y en extraños por dentro…, por dentro de nosotros mismos.
Y todavía sigo intentando hallar las palabras… las palabras adecuadas… esa verdad interior que pueda transmitirles la exactitud… Por eso, me tomaré la libertad de utilizar cuantas imágenes me vengan a la mente.
Cuando me tomo tiempo para reflexionar sobre esa «pérdida» trágica de mi país y de mi ser, me veo asediada por varias visiones que me siguen perturbando.
Una de ellas es la de un parto violento de un bebé prematuro provocado con fórceps, un bebé que no desea nacer aún, un trabajo forzado antinatural que provoca un nacimiento contra natura.
Un bebé prematuro que se introduce en una especie de incubadora. Un apretado capullo, que pasa el resto de sus días forcejeando en total soledad, luchando con sus funciones vitales para alimentarse, respirar… sobrevivir.
Abandonado en cualquier máquina de salvar vidas y el capullo se va reduciendo cada vez más y tu forcejeas cada vez más…
Tratas de agarrarte a algo y ese algo se convierte en un tótem, un talismán con el que tratas de impregnarte de algún impulso vital, confiando, contra toda esperanza, contra viento y marea, poder mantenerte intacta…
Puede ser un recuerdo que te pones a revivir en tu cabeza hasta en sus detalles más insignificantes, una canción que escuchas una y otra vez, una obra de arte que vuelves a admirar aunque te la conozcas de memoria, una frase que te ha inundado de sentimientos cálidos y que repites sin fin… algo que evita que el cordón umbilical acabe partiéndose sin remedio…
Algo para poder mantener un aparente sentido de pertenencia frente a la pérdida…
Algo para mantenerte viva y no volverte loca…
Otra imagen que me viene a la mente es la de un barco sin velas, sin remos, sin ancla, sin timón, sin brújula, sin salvavidas, y te encuentras flotando y no sabes si vas a acabar llegando a algún lugar o vas a ahogarte en cualquier momento… totalmente a merced de las olas y de la dirección del viento.
El sentimiento que acompaña esas imágenes es similar a la sensación producida cuando alguien tira repentinamente de la alfombra que hay bajo tus pies y te estrellas de golpe contra el suelo y cada vez que intentas levantarte… tira de la alfombra una y otra vez…
Ya ven, no se trata sólo de perder suelo «territorial». No se trata sólo de la ocupación de una tierra o de la destrucción de alguna casa o algún edificio… Eso es sólo la punta del iceberg.
Va mucho más allá de todo eso…
Supone perder tu propio terreno, tus señas de identidad, tus anclas, tus referencias…
Supone perder tu edificio interno, tu propia estructura interna…
Y va también más allá de la pérdida, porque la pérdida implica que puedes encontrar-lo de nuevo…
Me gustaría utilizar ahora el ejemplo palestino para hacer comparaciones.
Los palestinos perdieron su tierra a causa de una brutal e ilegal ocupación perpetrada por los judíos.
Yo lo llamo colonización.
Los iraquíes no perdieron su tierra del mismo modo… aunque también estén ilegalmente ocupados y colonizados.
Sí, ahora encuentro la palabra… Y no sólo hace referencia a la pérdida de tu país… Hace referencia a desintegración…
DES-INTEGRACION
Algo que alguna vez estuvo integrado, convertido en un todo, se desintegra ahora, se fragmenta…
Los palestinos tienen una «ventaja» sobre nosotros, iraquíes. Todavía tienen ese punto de referencia. La tierra está allá afuera. Pueden verla con su imaginación, soñarla, anhelarla…
De alguna manera sigue allí… pero nosotros nos hemos desintegrado en el caos… nos hemos fragmentado por dentro y por fuera…
El tejido se ha roto en mil jirones… Ni siquiera es un rompecabezas que puedas intentar volver a montar. Es más bien como una taza de porcelana hecha completamente añicos…
Es tan difícil de explicar con palabras. Estar junto a una misma… como una sombra de tu ser anterior… se hace tan difícil encontrar las palabras adecuadas…
Lo intentaré una vez más… buscando las frases correctas.
Durante muchos años, Iraq fue olvidado por el resto del mundo árabe y por la denominada comunidad internacional. Al menos esa es la impresión que una tenía.
Fuimos convenientemente olvidados por el resto del mundo durante una guerra de ocho años con Irán que nos fue desangrando hasta casi morir…
Y entonces volvimos al primer plano, a la cabecera de sus pantallas de televisión.
Satanizados sin piedad, bombardeados hasta el absurdo, y de nuevo deliberadamente olvidados durante trece años de atroces sanciones… olvidados hasta el punto de dejar de ser seres humanos.
Quizá tan sólo meras cifras, nada más.
Y de nuevo volvimos a aparecer en sus pantallas de televisión. Un poco más demonizados y un poco más bombardeados…
No fue difícil, pues, invadirnos y ocuparnos, ya que todo ese proceso de difamación, demonización y deshumanización continuó a lo largo de varios años.
No sólo físicamente, también en sus mentes…
Es decir, se habían asegurado para que todo eso no les supusiera ningún problema ético profundo… para que, con el pasar de los años, nos convirtiéramos en un incordio, un número o quizá algo más, pero, en ningún caso, en nada humano…
Por lo tanto, no supuso sorpresa alguna cuando uno de sus así denominados héroes contra la guerra apareció con esta frase: «Los iraquíes también son gente«.
Es como si necesitaran pincharse a sí mismos de vez en cuanto para recordar que, después de todo, pertenecemos a la raza humana… o quizá no totalmente, o quizá en absoluto…
La feroz violencia y brutalidad con la que su gobierno, sus votantes, sus soldados, sus medios de comunicación nos ha tratado sólo apunta en una dirección. A sus ojos, no somos gente.
Eso no es ya ni siquiera racismo. Esto va más allá del racismo… Ni siquiera exterminación. Va más allá de la exterminación…
Para empezar, es como si no existiéramos. En sus mentes, nosotros no existimos. Una tierra habitada por algo, pero no por un pueblo.
Sólo eso puede explicar la total desintegración a la que hemos sido sometidos.
En consecuencia, debe ser fácil para Vds. escribir sobre nosotros a base de cifras y ratios y, en última instancia, a base de muerte.
Apuesto a que ni siquiera tratarían así a un perro callejero, porque un perro existe en sus mentes pero los iraquíes no.
Excepto, desde luego, esos que Vds. han elegido, seleccionado y delineado en subdivisiones étnicas, trazando fronteras y controles físicos y mentales…
Sin embargo, tengo la absoluta certeza de que incluso a esos, temporalmente favorecidos, clanes de su invención no los consideran gente.
Por ahora, son sólo sus peones y también dejarán de existir en el momento que decidan dejar de venderles sus almas.
¿Entienden ahora de lo que les hablo? ¿Son mis palabras suficientemente precisas?
Estoy al otro lado del Espejo y les estoy contando sus percepciones sobre nosotros y, al reflejarlas, se las devuelvo todas ellas.
De hecho, creo que sólo una muy pequeña fracción de ustedes es realmente capaz de elaborar alguna forma de autoconciencia…
Les veo como robots, una especie robots mentales para quienes el pensamiento independiente supone una lucha terrible. Vds. están más allá del lavado de cerebro…
Lo que me separa de Vds., además de los océanos, las distancias y una atroz ocupación que me hace detestarles, es un velo multidimensional con el que han cubierto no sólo sus mentes sino también sus ojos y sus corazones…
En realidad, detrás de ese grueso muro de hierro suyo, no son nada más que un pueblo muerto. Sus almas están muertas, sus mentes están muertas y sus corazones están muertos…
Sí, nos hemos desintegrado.
Sí, hemos sido desarraigados, nos han arrebatado el ser, nos han alienado y nos han enfrentado…
A nuestro lado sólo es posible hallar una sombra de lo que solíamos ser.
Sí, hemos sido masacrados y asesinados por millares y sí, es verdad, nos han destrozado sin recuperación posible…
Sí, nos han fragmentado, fraccionado, hecho picadillo, destrozado, dispersado en piezas diminutas por dentro y por fuera…
Sí, nos han licuado y nos han extraído la vida… asfixiándonos, impidiendo que el oxígeno penetre en nuestro sistema, chupando todos nuestros recursos, incluso el aire que necesitábamos para respirar… como un bebé prematuro en alguna incubadora…
Sí, no nos han dejado nada, tan sólo una mirada vacua en los rostros amarillentos y desfigurados. Amarillentos de apatía, indiferencia, abandono y desfigurados por su crueldad.
Amarillentos como las páginas de un viejo y olvidado libro de historia.
La tristeza, la pérdida, el dolor, la pena son tan vastos, tan inconmensurables… que no tenemos palabras.
La mayor parte del tiempo guardamos silencio. Todavía tratamos de mirarnos los unos en los ojos de los otros y parpadeamos al reconocernos…
Nos miramos los unos a los otros y asentimos al reconocernos,
Nos miramos y sabemos.
Pero por alguna extraña paradoja cuyas palabras de nuevo me rehuyen, parece que no puedo sacudirme esa percepción que ocupa sin cesar mi mente.
La percepción de que hace ya bastante tiempo que Vds. están desintegrados… antes de desintegrarnos a nosotros… en fragmentos… irremediablemente perdidos.
La imagen de que no son más que un bebé prematuro con funciones vitales parasitarias, que se alimenta como una especie de ameba… creciendo hasta convertirse en un monstruo moldeado por sus juergas sangrientas…
En realidad, han dejado de existir desde hace ya bastante tiempo… y permanecen junto a Vds. mismos como una sombra de algo que solían ser… o que pensaban que eran…
En realidad están ya muertos y momificados y aún no se dan cuenta.
Lo que nos están haciendo, ya se lo han hecho a Vds. mismos antes y continúan haciéndoselo…
Nos hemos convertido en su propio reflejo en ese Espejo…
¿No les molesta no advertir esa Verdad tan sencilla y tan total?
Enlace texto original en inglés:
http://arabwomanblues.blogspot.com/2007_03_01_archive.html
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate