Mario Hernandez (MH): Buenos días, Vicente Zito Lema. Aquí sobre la mesa tenemos un ícono… Vicente Zito Lema (VZL): El número 1 de Crisis. MH: No, tenemos el 10. Lo trajo Héctor Freire de su colección personal. VZL: Muy bien, que la cuide. Héctor Freire (HF): Es de febrero de 1974. MH: Una revista fundada […]
Mario Hernandez (MH): Buenos días, Vicente Zito Lema. Aquí sobre la mesa tenemos un ícono…
Vicente Zito Lema (VZL): El número 1 de Crisis.
MH: No, tenemos el 10. Lo trajo Héctor Freire de su colección personal.
VZL: Muy bien, que la cuide.
Héctor Freire (HF): Es de febrero de 1974.
MH: Una revista fundada por Federico Vogelius, que dirigió Eduardo Galeano y apareció por primera vez en la primera quincena de mayo de 1973. Te preguntaría, ¿cómo fue el inicio de esta revista que podríamos calificar de mítica?
VZL: Hay muchas cosas que me vienen en tropel a la cabeza. Los recuerdos ahí están. Antes que nada recuerdo el día de la inauguración. Concurrí con Ricardo Carpani, un querido y entrañable amigo, y una de las grandes figuras de la plástica argentina. ¿Quién puede olvidar sus trabajos sobre las huelgas o el retrato de Eva Perón?
MH: La estética obrera.
VZL: Sí, proletaria, con raíces en el movimiento Espartaco, que trajo a nuestro país por primera vez, o de forma más explícita, una comunicación entre los artistas y la sociedad en su conjunto, en especial con aquellos sectores que por mil causas, una peor que otra, están alejados de lo que podríamos llamar la belleza en el sentido del arte explícito.
Todo ser humano siempre está en contacto con la belleza, pero en este caso como obra de arte concreta, limitada, Carpani abrió puertas en la sensibilidad social. No está mal que lo recuerde porque es todo como una época. Yo soy partidario del pensamiento que dice que la cultura es realmente el símbolo de una sociedad en un momento determinado, de sus sueños, de sus luchas, de sus peligros y amenazas, pero también de los logros que se van obteniendo en esta eterna lucha entre la luz y las tinieblas. Carpani, por su lado y la revista Crisis, pueden ser dos ejemplos de una época.
Concretamente, yendo a la revista, ahí está el alma, la fuerza y a veces hasta las utopías de un grupo de gente. No podemos dejar de volver a nombrar a Federico Vogelius.
MH: Poco mencionado, ¿verdad?
VZL: Injustamente, porque sin él Crisis no hubiera existido, no porque Galeano no hubiera puesto su fuerza o Juan Gelman que estuvo desde el principio, Haroldo Conti, Aníbal Ford, Vicente Zito Lema, éramos un grupo de unos diez firmes y luego un montón más…
MH: … de comedores de asado y jugadores de partidos de fútbol.
VZL: Ahí está.
MH: ¿O no?
Eduardo Galeano jugaba pésimamente al fútbol
VZL: Sí, teníamos un equipo de fútbol donde vi jugar pésimamente a Eduardo Galeano que después escribe maravillosamente bien de ese deporte.
MH: Pero jugando es un tronco.
VZL: Tengo que hacerlo público. Dos queridos amigos, Eduardo Galeano y Osvaldo Bayer, han escrito hermosos libros sobre fútbol pero son dos troncos.
MH: ¿En qué puesto jugaba Galeano?
VZL: Yo qué sé. Se ponía por donde podía.
MH: Ojo con lo que decís porque sabés que después publico estas entrevistas. A ver si te provoca un conflicto con Galeano.
VZL: No, de ninguna manera. Además, él creía que jugaba bien. Hay algo que es real. Freud decía que cada uno de nosotros tiene la posibilidad y el derecho de sentir y ver la realidad como uno la siente y eso también es parte de la verdad, o sea, que con todo este fundamento puedo decir que Eduardo, que es un gran escritor y organizador también, podía sentir que jugaba bien. Su literatura da fe que jugaba bien, la cancha diría que no.
MH: Reconozcamos que al fútbol lo ve bien.
VZL: Eso es cierto. Sobre todo como pasión y ahora viene mi narcisismo. Hay un hermoso libro, de los primeros de Eduardo, que se llama Días y noches de amor y de guerra, donde hay un texto muy entrañable para mí donde Eduardo cuenta un día en el que va todo el equipo de Crisis a jugar un partido de fútbol. Hasta entonces en general no les iba muy bien, pero había un jugador que nunca iba porque siempre estaba lleno de problemas y de viajes que se llama Vicente Zito Lema, que ese día va. Galeano cuenta qué sucede en el equipo y el impacto que provoca ver que un poeta que pensaban que no sabía jugar y por eso no iba nunca, juega y hace que el equipo gane. El lo cuenta y ese jugador era yo que de verdad jugaba bien al fútbol y ahí está la prueba.
Vos dijiste que Galeano sabe ver fútbol, bueno, ahí relata el partido y mi gol de cabeza con el cual logramos ganar y yo orgulloso porque pasé a la historia de la literatura como jugador de fútbol. Por lo menos de un partido.
MH: El director de Crisis iba a ser Sábato.
VZL: Así es pero daba vueltas y al final, con cariño y respeto por Sábato, por lo menos ese era el sentimiento de Federico Vogelius, se decidió por Eduardo a quien ya conocía porque había estado en Uruguay y se habían visto. Galeano ya había dirigido un diario en ese país que se llamaba Epoca y Vogelius lo invita como también lo hace con Gelman, «Chiquita» Constenla, Aníbal Ford y también a mí. Yo estaba muy metido en la vida política y no pude comprometerme de entrada, después empiezo a colaborar y, finalmente, paso a ser secretario de redacción.
Cuando la situación se hace más ardua por el accionar de la Triple AAA y las amenazas, Vogelius y Galeano me piden si puedo compartir la dirección y en los últimos números paso a ser el director periodístico, Eduardo el director editorial y Vogelius el director ejecutivo. Estábamos los tres juntos lo cual aumentó nuestra amistad y nuestra pena porque primero se tuvo que ir al exilio Juan Gelman, lo acosaban mucho, después Galeano por su condición de uruguayo que le hacía más difícil su permanencia en el país, también tiene que irse. En la última etapa me quedo solo, después Eduardo vuelve pero se desencadenará la dictadura de Videla y Cía., viene el secuestro de Haroldo Conti y el cierre de Crisis.
Hablando de Haroldo Conti, quedé muy conmovido porque me mandaron una foto por internet de su asesino que fue apresado.
MH: En San Juan, era el jefe de seguridad de la Barrick Gold en esa provincia. Lo comentamos en la radio durante la semana.
VZL: Para mí fue muy fuerte, tanto es así que fui invitado a recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad, en Córdoba y pronuncié un discurso, como decía Rodolfo Walsh, el intelectual tiene que aprovechar los espacios que le dan para hablar sobre temas de la realidad y entonces dediqué ese premio que recibí a los compañeros artistas, escritores y periodistas desaparecidos y en especial nombré a mi amigo Haroldo Conti.
La edición de libros de Crisis estaba a cargo de Mario Benedetti
MH: ¿Cómo hacían para convivir Aníbal Ford, Gelman, Galeano, Haroldo Conti, Vicente Zito Lema…?
VZL: Mario Benedetti también, porque él trabajó una etapa, siempre estuvo con nosotros, pero después, siempre es muy lindo recordar a Mario, estaba todos los días y tomó a su cargo la edición de libros. Hacíamos la revista, la editorial que sacaba libros y los Cuadernos de historia de los que se ocupaba Aníbal Ford, de los libros Benedetti y de la revista Galeano, Gelman, «Chiquita» Constenla y yo. Eramos un equipo.
MH: Insisto con la pregunta, ¿cómo convivían estas grandes personalidades de los libros, de la cultura y de la política, también? Porque militaban en distintas organizaciones políticas.
VZL: Era así. Los más militantes políticos, no para ponernos en un lugar especial, sino por respeto a la historia, éramos Juan Gelman, Haroldo Conti y yo. Eduardo tenía una militancia cultural/social. «Chiquita» y Aníbal Ford, también, pero más específicamente metidos en la política estábamos los tres que te mencioné. Teníamos una militancia muy activa, pero hay algo, más allá de las diferencias organizacionales o el enfoque político o filosófico, lo que primaba era una idea que hacía que conviviéramos en armonía, que puede parecer muy romántica ahora, pero que a nosotros nos movió la vida. Creíamos que era posible construir el socialismo, destruir el capitalismo y organizar la vida en una sociedad realmente humanista. Esto que parece muy abstracto o muy antiguo, a nosotros nos parecía muy correcto, posible y trascendente en nuestras conductas.
Nunca olvido una vez que me marcó Mario Benedetti que ya era una figura consagrada en la literatura mundial en castellano. Era un hombre muy humilde y consecuente con sus ideas, tanto es así que de a poquito nos mostró algo. El socialismo también existe en la cotidianeidad. Un ejemplo: Mario impuso sin grandes voces pero con su conducta, porque tomábamos café y almorzábamos todos juntos en la revista, que cada uno tenía que lavarse su copa, su vaso y su plato, sino la compañera que hacía la limpieza en la revista, que la invitábamos a comer, participaba y hasta discutía lo que publicábamos, después quedaba con la tarea. Mario se levantaba dos minutos antes de que termináramos, lavaba su plato, su copa y cuando nos fuimos dando cuenta, con ganas o sin ellas, seamos sinceros, todos terminamos haciéndolo. Para algunos quizás pueda parecer un detalle, hasta una estupidez, pero para mí resume en este instante lo que era el espíritu de Crisis y algo que marco siempre: un discurso político, ideológico, filosófico o político que no se condice con los actos cotidianos, para mí, huele a mentira. Esa es la realidad.
MH: Según el Instituto Verificador de Circulaciones, la revista vendió en marzo de 1974, 17.468 ejemplares. Las ventas crecieron hasta un tope de 24.637 en julio y se mantuvieron después de esa fecha en un promedio de 22.000. Para cerrar, contame cómo fueron los últimos cinco números después del 24 de marzo de 1976.
VZL: Duros. Imaginate, y voy a hacerlo gracioso para que los recuerdos no me pongan triste. Yo dirigía la revista en la clandestinidad porque ya me habían puesto un par de bombas. Juan Gelman estaba en el exilio y Eduardo también se había ido. El director tenía que dirigir la revista en la calle, entraba en la oficina, con mucho cuidado, de vez en cuando, en cambio, en un bar que teníamos convenido, que lo íbamos cambiando, venían a verme los compañeros con los que hacíamos la revista y así la íbamos organizando. No fue fácil, pero nadie lo veía como una cuestión de extremo peligro porque en esa época, para bien o para mal, creo que más bien lo segundo, habíamos naturalizado la muerte como algo más que te podía pasar en cualquier momento. Es difícil explicar semejante conducta en dos minutos, simplemente uno creía que había que continuar con la tarea y cuando en el medio se te van cayendo los compañeros quedan dos actitudes, ambas dignas, una es irte y tratar de salvar tu vida y la de tu familia, porque también es propio de la condición humana, y la otra es seguir aunque después la historia diga que no valió la pena.
Eso es para la historia y viene después, pero cuando uno está en medio del fuego muchas veces ni siquiera te das cuenta que te estás quemando.
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