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Relato de un secuestrador: “Aunque nos paguen el rescate los matamos igual”

En las entrañas de la guerra civil irakí (y II)

Fuentes: The Guardian

Traducido para Rebelion por LB.

Fadhel es un esbelto y musculoso comandante del ejército del Madhi de 26 años de edad, con una fina perilla y una capa de cabello alisado semejante a una gorra aplanada. Un día del mes pasado me describió cómo él y sus hombres capturaron a un grupo de tres sunitas sospechosos de haber asesinado a chiítas. «Seguí al grupo durante semanas y entonces uno de ellos cruzó el puente de Karrada [un distrito chiíta]. Primero informamos a un puesto de control cercano del ejército irakí de que íbamos a arrestar a unos terroristas, luego los atacamos y los metimos en los maleteros de los autos. Cuando cazamos a alguien sólo disponemos de seis o siete minutos. Tenemos que actuar rápido. Al que se resiste lo matamos«.

En este caso, dijo, se llevaron a los tres hombres a Sadr City, el barrio chiíta del noreste de Bagdad, donde fueron interrogados por un «comité» que ordenó su ejecución. «Solemos pedir rescate a las familias de los terroristas«, dijo Fadhel. «Y cuando pagan el rescate los matamos igualmente«.

Actualmente el secuestro en Bagdad tiene tanto de actividad económica como de acto de venganza o de expresión de odios sectarios. Otro chiíta próximo al ejército del Mahdi me dijo: «Secuestran a 10 sunitas, cobran rescate por cinco y luego matan a los diez. Con cada gran operación de secuestro pueden ganar como mínimo 50.000 dólares. Es el mejor negocio de Bagdad«.

Un día, mientras charlábamos en un pequeña comunidad de squatters situada al este de Bagdad, Fadhel me mostró su insignia -una pequeña tarjeta cuadrada de metal que lo identificaba como «Amer Faseel» o «jefe de pelotón» al cargo de una unidad de unos 35 combatientes. Fadhel es una persona especialmente útil para la milicia chiíta porque creció en una zona de mayoría sunita al sur de Bagdad y todavía posee un carnet de identidad registrado en la ciudad sunita de Yossufiya. «Puedo hablar con acento sunita, así que puedo entrar y salir a voluntad en las zonas sunitas sin que nadie sepa que soy chiíta«.

Fueron estas credenciales, más su experiencia militar -fue cabo en la policía militar irakí- lo que le valió a Fadhel el ascenso al grado de comandante de una «unidad de ataque». Su principal trabajo consiste en secuestrar a sunitas supuestamente implicados en ataques contra zonas chiítas. Son individuos como Fadhel los responsables de las decenas de cadáveres que aparecen a diario esparcidos por las calles de Bagdad y será a ellos a quienes deberán controlar las tropas usamericanas que llegarán en masa a la capital irakí si quieren tener alguna esperanza de sofocar la guerra civil que se está librando en Bagdad.

Fadhel se llama también Sayed, un título que se otorga a los varones que descienden del profeta Muhammad. Mientras bebíamos vasos de te dulce muy caliente, me contó cómo su familia de campesinos, originaria del bastión chiíta de Najaf, se había instalado en los años 70 en el corazón de la zona sunita al sur de Bagdad, donde Fadhel asistió a la escuela en compañía de niños chiítas y sunitas.

Un año después de la caída de Bagdad, su familia tuvo que volver a trasladarse. La zona se había convertido en un punto caliente de extremistas sunitas que comenzaron a expulsar a las familias chiítas un año antes que lo hicieran sus correligionarios de Bagdad. Cuando mataron a un campesino chiíta decidieron hacer las maletas y trasladarse a Bagdad. «Teníamos una hectárea y media de la mejor tierra. Yo nací allí y trabajé allí toda mi vida. Nos dijeron que los chiítas no éramos de allí y debíamos marcharnos«.

Fadhel y su familia se encontraron viviendo en el complejo de squatters del este de Bagdad. Él y sus hermanos se alistaron en el ejército del Mahdi y combatieron contra los usamericanos en Sadr City y Kerbala. Ahora vive en un pequeño apartamento de alquiler en Dora, otra una zona sunita mixta convertida actualmente uno de los principales frentes de batalla de esta guerra sectaria. Para recoger información se puso a cultivar amistades entre los sunitas: «Vivo con ellos, rezo como ellos, incluso insulto a los imanes y al ejército del Mahdi«.

Fadhel y otros comandantes del ejército del Mahdi hablan de las estrechas relaciones que mantienen con los servicios de seguridad irakíes, especialmente con los comandos del Ministerio del Interior. Dice que el ejército del Mahdi utiliza con frecuencia a esas tropas oficiales para llevar a cabo sus propias operaciones contra «terroristas» sunitas.

«Contamos con unidades específicas con las que trabajamos y que son comandadas por miembros del ejército del Mahdi. Llevamos a cabo operaciones conjuntas. No le podemos pedir a ninguna unidad del ejército que nos acompañe, de modo que sólo se lo pedimos a las unidades que están bajo el control de nuestro hombres«

«Controlamos a toda la policía: les pedimos que nos ayuden o les informamos de que en determinada calle el ejército del Mahdi va a iniciar una refriega, y con eso basta«.

En una operación en la que Fadhel participó la semana pasada, comandos del Ministerio del Interior irakí atacaron una zona sunita de Dora llamada «Arab Jubour». Según me contó, en el ataque participaron 28 camionetas, de las cuales 16 pertenecían al Ministerio del Interior y el resto al ejército del Mahdi.

El nuevo plan de Bush para controlar Bagdad concede un papel más relevante al ejército irakí y a las unidades de policía en la tarea de hacer Bagdad un lugar más seguro. Pocos bagdatíes albergan esperanzas de que esas fuerzas mayoritariamente chiítas vayan a poner coto a las actividades de sus correligionarios chiítas.

Mientras proseguían las discusiones en torno al nuevo plan de seguridad, un oficial irakí chiíta afiliado a otro partido me dijo lo siguiente: «Sabemos que Moktada [al-Sadr] y sus hombres son los responsables de todo este follón, pero ¿qué podemos hacer? No podemos atacarles; sólo podemos hablar con ellos. Es como tener a un familiar mentalmente retrasado: no puedes echarlo a la calle sin más«.

Fadhel y otros oficiales del ejército del Mahdi describen también las complejas relaciones con el vecino chiíta de Irak. Irán, que apoya a una facción rival del ejército del Mahdi, se apuntó una victoria de relaciones públicas cuando el señor Sadr, a su llegada a Teherán el año pasado, anunció que el ejército del Mahdi defendería a Irán en el caso de que éste fuera atacado por USA. Un comandante del ejército del Mahdi me dijo: «Los iraníes nos prestan ayuda no porque les caigamos bien sino porque odian a los usamericanos«.

La ayuda llega de formas diversas. «Nos consiguen armas, municiones de mortero o de RPG, algunas veces nos regalan armas y otras veces nos las venden. Depende de con quién hagas el trato«, dijo el mismo comandante.

Fadhel me dijo que en noviembre pasado escoltó hasta Bagdad un pequeño camión repleto de armas procedente de Kut, en la frontera iraní. «Cargamos las armas en los camiones, enseñamos una carta en los puestos de control del ejército irakí y tenemos vía libre«.

Como muchos de sus adversarios sunitas, los comandantes del ejército del Mahdi se jactan de estar en condiciones de aniquilar a la otra secta y tomar el control absoluto de Bagdad si los USA se lo permiten. «Controlamos la mayor parte de Bagdad. Nuestro principal enemigo son los usamericanos«, dijo Fadhel. Luego permaneció silencioso durante un segundo y prosiguió: «Tampoco podemos fiarnos de las otras facciones chiítas. El Imán Ali dice: ‘Señor, te ruego que me protejas de mis amigos, que de mis enemigos ya me ocupo yo‘».

Texto original: http://www.guardian.co.uk/Iraq/Story/0,,1999916,00.html

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16-01-2007