Recomiendo:
0

Un año después Iraq sigue siendo un Estado fallido

Es hora de elecciones anticipadas

Fuentes: Niqash /IraqSolidaridad

Casi un año y medio después de las últimas elecciones generales de Iraq, celebradas en Marzo de 2010, y cerca de cumplirse el año del actual gobierno iraquí, cualquier esperanza que los iraquíes tuvieran en el proceso político iraquí se ha desvanecido y la esperanza de que pudiera haber algún avance en el proceso político […]

Casi un año y medio después de las últimas elecciones generales de Iraq, celebradas en Marzo de 2010, y cerca de cumplirse el año del actual gobierno iraquí, cualquier esperanza que los iraquíes tuvieran en el proceso político iraquí se ha desvanecido y la esperanza de que pudiera haber algún avance en el proceso político también se ha desvanecido. El gobierno actual, presidido por Nuri al-Maliki, es débil; la coalición que preside es frágil, varios puestos clave todavía siguen vacantes y la rabia los iraquíes de a pie aumenta a diario al mismo ritmo que la situación de la seguridad y las condiciones de vida -los servicios públicos y las libertades políticas y personales- se deterioran.

Ayed Allawi, ex primer ministro iraquí, ya se ha visto obligado a advertir que Iraq va lentamente camino de convertirse en un Estado fallido. No obstante, al declarar esto, Allawi omite deliberadamente dos hechos. En primer lugar, su responsabilidad en los acontecimientos y, en segundo lugar, que a Iraq se le considera un Estado fallido desde hace años. De hecho, Iraq lleva años apareciendo en los primeros puestos del Índice de Estados fallidos [1] que la revista Foreign Policy, con sede en Washington, junto con el Fondo por la Paz -una organización sin ánimo de lucro que trabaja en la prevención de los conflictos violentos- publican anualmente. A pesar de que Iraq ha ido descendiendo puestos en la lista y este año ocupa el noveno lugar, desde 2004 Iraq lleva posicionado entre los diez primeros. Según la revista Foreing Policy el índice se basa «[…] en unas 130.000 fuentes de acceso público» que se utilizan para «[…] analizar alrededor de 177 países y ordenarlos en función de 12 indicadores de presión para el Estado durante el año 2010, desde oleadas de refugiados a índice de pobreza, servicios públicos o amenazas a la seguridad». El índice toma en consideración factores tales como la inmigración, las interrelaciones entre los diferentes sectores de la comunidad o cómo son, específicamente, la pobreza y la corrupción en un determinado país.

El índice refleja al mismo tiempo la capacidad de un Estado para cumplir con sus funciones, especialmente en términos de seguridad, estabilidad, prosperidad y acatamiento de la ley. En los últimos años, Iraq ha logrado descender desde el segundo puesto al noveno, lo que se podría considerar esperanzador, no obstante, parece muy improbable que Iraq siga bajando puestos de la lista.

El Estado Iraquí ha llegado a un punto muerto en el que no queda espacio para mayores mejoras, y ello por varias razones. Durante el primer mandato, el actual primer ministro Maliki fue capaz de lograr algunos objetivos en cuestiones de seguridad y económicos, pero es que su primer gobierno se benefició tanto de la ayuda militar estadounidense como de la subida del precio del crudo en el mundo, y eso provocó su popularidad entre los votantes, sin embargo, después de las elecciones de 2010, la necesidad de Maliki de formar un gobierno se basó en una serie de alianzas inestables que dificultaron el progreso. En los últimos meses, contrariamente a lo acaecido con anterioridad, en Iraq se ha desarrollado una crisis política; los partidos en el poder son incapaces de mantener las promesas realizadas en sus campañas electorales y cada bloque en el parlamento se ha dedicado a velar por sus propios intereses partidistas.

El aspecto más evidente de que Iraq es un Estado fallido se refleja en la actual situación de parálisis de los gobiernos federales y su clara incapacidad para tomar decisiones. Algunos observadores han sugerido que esto se debe a la manera en la que se formó la coalición de gobierno.

Tanto el bloque de Maliki, dominado por la Shía, como el de los partidos dominados por la Sunna y liderados por el ex primer ministro Ayed Allawi consiguieron casi los mismos escaños en el parlamento federal tras las elecciones. Ambos intentaron formar mayoría y Maliki fue el primero en conseguirlo en octubre de 2010, lo que logró gracias a los políticos kurdos, a los que hizo numerosas promesas, así como gracias a otros grupos musulmanes shiíes, tales como el liderado por Muqtada as-Sáder. Este argumento, es decir, que el gran problema es el hecho de que el gobierno no consigue una auténtica mayoría, podría ser correcto, sin embargo, la realidad es que hay una elite política en Iraq obsesionada con el poder, con seguir siendo la élite y manter sus privilegios y esto lo desean sin importarles el precio que han de pagar por ello. Además, hay varios bloques que conforman la coalición de gobierno que no consideran a los políticos locales capaces de comprometerse. No, prefieren las armas y las mentiras para lograr sus objetivos, haciendo que las cosas vayan a peor y que las divisiones entre los distintos bloques cada vez sean más grandes, tan grandes como las cosas que pretenden lograr. Un buen ejemplo de esto es el hecho de que Iraq aún no tiene ministros para varios ministerios de importancia, entre ellos los ministerios de Seguridad y Defensa. Y todo esto ocurre con el gran revés de la violencia sectaria que parece haber estallado en varias ciudades. No importa que los iraquíes de la calle no crean a su gobierno y que esta inseguridad provoque que algunos grupos -especialmente aquellos cuyo aglutinante es la religión y la etnia- se conviertan en milicias para protegerse a sí mismos. Todos estos en un futuro amenazarán a la autoridad del Estado.

Además, existe una forma de pensamiento vengativo que domina la escena política iraquí y que se refleja en la carencia de decisiones concretas. Los bloques políticos siguen boicoteando las decisiones tomadas en las sesiones con la finalidad de obstruir la aprobación de leyes. Sus argumentos no se basan en valores, sino más bien en tácticas. Por ejemplo, algunos políticos no se oponen realmente a determinados proyectos de ley que podrían regular el sector del gas y del petróleo o el sector turístico, sin embargo se niegan a votar a favor de la aprobación de la ley porque no quieren que otro bloque político se beneficie si se aprueba tal ley. Además, siempre hay un precio a pagar por la cooperación, recompensas como una posición más importante para alguien de su bloque.

La situación es muy complicada por el incremento de las influencias externas en Iraq. El país se ha convertido otra vez en un espacio en el que se dirimen los conflictos entre Irán, Turquía, Siria, Arabia Saudi y Estados Unidos. Esto sucede porque muchos políticos iraquíes están dispuestos a utilizar estas fuerzas externas como parte de su juego político interno, sin tener en cuenta sus ideologías y sin tener la menor consideración por los intereses nacionales.

Estas formas de actuación tienen como resultado, y reflejan, el creciente deterioro de las condiciones de vida de Iraq. A pesar de algunas mejoras en los últimos años, la calidad de vida no ha mejorado. Los iraquíes de a pie se resienten de esto y de aquí la serie de protestas que se produjeron a principios de año [2].

Al-Maliki parece ser consciente del peligroso Estado en el que su coalición gobierna, pero hasta ahora su respuesta no ha pasado de limitarse a lo que parecen ser soluciones temporales. Además, su régimen parece estar convirtiéndose en un Estado más represivo, que amenaza la libertad de expresión, reprime a los adversarios políticos y reduce el poder de los organismos antes independientes, tales como la Comisión de integridad, que se encarga de investigar los casos de corrupción, la Comisión electoral o incluso en Banco central.

Por otro lado, está surgiendo una peligrosa tendencia y es que por intentar detener la caída libre de Iraq hacia su conversión definitiva en un Estado fallido, al Maliki se ha vuelto más dictatorial en un eco del anterior dictador Saddam Husein. Al Maliki parece creer que un Estado fuerte debe estar dominado por su gobierno central, pero la forma no ha de ser el totalitarismo.

La estabilidad se lograría mejor mediante la instauración de la democracia, el federalismo, el buen gobierno y las buenas relaciones para aunar los diversos intereses de los distintos grupos de la sociedad iraquí. Esto último se podría lograr gracias a la redistribución de la riqueza, el imperio de la ley y la implantación de los principios de ciudadanía. Sin duda una forma de que desaparezca el impasse de este gobierno es el adelanto de las elecciones, que podrían mejorar la situación de desequilibrio actual y dar lugar a una mayoría parlamentaria más estable. Lo que, sin embargo, parece muy dudoso es si los actuales parlamentarios están preparados para poner en peligro sus prerrogativas, sus sueldos y sus privilegiadas vidas para conseguirlo. ¿Esperarán simplemente hasta que la presión de la ciudadanía iraquí lo haga? Tendrán que ser conscientes de esto puesto que tienen ejemplos de toda la región y de la primavera árabe, que indican que esta opción es una de las que varias naciones no han tenido empacho en utilizar y, además, han logrado derrocar a su gobierno.

Notas de IraqSolidaridad:

1.- En 2011, Iraq ocupa el noveno lugar entre los 60 Estados fallidos, siendo el primero de la lista Somalia La relación completa de Estados fallidos 2011 puede consultarse en: http://www.foreignpolicy.com/articles/2011/06/17/2011_failed_states_index_interactive_map_and_rankings.

2.- Véase en IraqSolidaridad (www.iraqsolidaridad.wordpress.com) los diversos artículos en la categoría «Las revueltas de los jóvenes iraquíes», que dan cuenta de todas las movilizaciones y sucesos relativos acaecidos desde que el pasado 25 de febrero se produjera la primera de ellas en la plaza de Tahrir en Bagdad.

 

Traducido para IraqSolidaridad por Paloma Valverde

Texto original en inglés en: http://www.niqash.org/articles/?id=2919