El pasado mes de febrero ya informaba la prensa de la visita de la Cruz Roja Internacional a los prisioneros iraquíes. Se dijo que la cifra rondaba los 7.500 o 10.000 y también que la institución humanitaria no podía dar información pública sobre la salud de los detenidos, ni decir si las condiciones de detención […]
El pasado mes de febrero ya informaba la prensa de la visita de la Cruz Roja Internacional a los prisioneros iraquíes. Se dijo que la cifra rondaba los 7.500 o 10.000 y también que la institución humanitaria no podía dar información pública sobre la salud de los detenidos, ni decir si las condiciones de detención «se ajustan a las exigencias de la Convención de Ginebra para prisioneros de guerra». Eso sí, elaborarían un informe y remitirán «las conclusiones a la autoridades de la coalición». A algunos ya nos parecía insultante que la Cruz Roja no hiciera pública esa información y se limitará a ofrecérsela a los carceleros, como si ellos no supiesen las condiciones en que tienen a los presos.
Ahora, cuando se han difundido todas las fotos de la tortura por una mera casualidad de algún militar con más dignidad y humanidad que criminal disciplina, aparece la Cruz Roja afirmando que ya informó de la situación en octubre al mando norteamericano. El citado informe se filtra ahora, medio año después, en condiciones casi clandestinas (1).
Y es que resulta que la Cruz Roja tiene prohibido hacer públicos sus informes según los estatutos de su creación. Descubrimos así que durante medio año esta institución internacional, con su silencio, ha sido cómplice obligada de las atrocidades que se estaban cometiendo con los presos iraquíes a manos de británicos y norteamericanos.
La publicación del diario The Wall Street Journal del 7 de mayo de amplios pasajes de un informe confidencial de enero de 2004 (Informe del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) sobre el trato dado por las fuerzas de la coalición a los prisioneros de guerra y otras personas protegidas por los Convenios de Ginebra en Irak, durante el arresto, el internamiento y el interrogatorio) ha provocado la indignación de su presidente. «Estoy sumamente preocupado por el hecho de que, sin el asenso del CICR, el informe haya sido puesto a disposición para ser publicado», declaró el presidente del CICR, Jakob Kellenberger.
Pensar que hace medio año, los inspectores «humanitarios» pudieron ver lo que ahora descubrimos todos y guardaron silencio, nos da una idea de la miseria que predomina en quienes se presentan como salvaguarda del derecho humanitario.
Hasta ahora éramos conscientes de que las entidades responsables del derecho internacional, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, habían perdido cualquier atisbo de legitimidad e independencia negándose a condenar contundentemente una invasión o las violaciones de derechos humanos en Guantánamo. Hoy sabemos que también la institución que, según ellos mismos afirman, ha recibido de la comunidad internacional «el papel de guardián del derecho internacional humanitario», de lo que son fieles guardianes es de la tortura y la muerte a manos de estadounidenses y británicos.
(1) http://www.derechos.org/nizkor/us/doc/icrc-prisoner-report-feb-2004.pdf