Estos escuadrones de la muerte están mucho más activos en vísperas de las elecciones del 15 de diciembre, como lo demuestra el hallazgo de 20 cuerpos, en dos localidades distintas del occidente del país. Los cuerpos de 11 hombres vestidos de civil habían sido dejados, maniatados por la espalda, al costado de la carretera entre […]
Estos escuadrones de la muerte están mucho más activos en vísperas de las elecciones del 15 de diciembre, como lo demuestra el hallazgo de 20 cuerpos, en dos localidades distintas del occidente del país.
Los cuerpos de 11 hombres vestidos de civil habían sido dejados, maniatados por la espalda, al costado de la carretera entre Bagdad y Jordania, cerca de la occidental ciudad iraquí de Al-Rutbah, según informó la policía el martes.
El lunes se encontraron otros nueve cadáveres, también de civiles, acribillados a balazos. Esta vez fue en una carretera cerca del enclave sunita de Faluya, apenas a 69 kilómetros de Bagdad.
Existen indicios que los escuadrones de la muerte responsables de desapariciones y asesinatos cuentan con el respaldo de milicias chiítas.
Estas organizaciones armadas, apoyadas por Irán, controlan hoy el gobierno y la policía iraquí, gracias, paradójicamente, a la intervención de Estados Unidos, enemigo declarado del régimen islámico gobernante en Teherán desde 1979.
Abdullah Omar, un ingeniero de 39 años a quien el desempleo llevó a vender combustible y cigarrillos en el mercado negro, asegura ser sobreviviente de los escuadrones de la muerte.
«Una noche, estaba durmiendo en el techo de mi casa porque hacía mucho calor y no teníamos electricidad, como ya es costumbre», contó Omar a IPS. «De pronto, me despertó una explosión cercana. Enseguida me ví rodeado por hombres extraños con gafas infrarrojas para ver en la oscuridad».
Según Omar, lo tiraron al suelo, lo esposaron y le pusieron una venda en los ojos.
«Empezaron a golpearme con las culatas», dijo. «Luego revisaron toda mi casa, tomaron el revólver que yo les dije que tenía, y me llevaron con ellos».
También maniataron y se llevaron a su esposa Sumia, una maestra de 32 años.
Omar cuenta que antes de que le pusieran una bolsa en la cabeza a manera de capucha, vio cerca de 10 furgonetas de caja abierta con un centenar de hombres que vestían máscaras negras.
Lo pusieron en la caja de una de las camionetas y lo golpearon hasta que se desmayó.
A Sumia también la golpearon. «Recibí muchas patadas en el vientre», dijo la mujer a IPS. «Yo escuchaba los gritos de dolor de Abdullah y por eso forcejeé y luché hasta que me esposaron. Luego me golpearon hasta que no pude hacer más nada.»
La pareja fue llevada a la estación de policía de Suleakh, en Bagdad, donde fueron interrogados y acusados de poseer un mortero.
«Les expliqué que no sé nada de morteros y que nunca he tenido nada que ver con la resistencia, pero igual empezaron a decirme insultos de todo tipo y me siguieron golpeando», recordó Omar.
Sumia, que también fue interrogada, le rogó a los policías que por favor los dejaran regresar a su casa para atender a sus hijos. «Continuaron preguntándome acerca de los morteros y no me dejaron ir a cuidar de mis niños. No sabemos nada de morteros ni nada».
«Ni siquiera me dieron un pañuelo para cubrirme la cabeza», dijo a IPS.
A la mañana siguiente, Omar fue trasladado a otra habitación donde vio hombres esposados y encapuchados que yacían en el piso. «Estaban tirados sin ninguna frazada ni almohadón ni nada».
Luego de un rato, Omar vio entrar a 14 enmascarados con látigos. «Vi como lastimaban a los prisioneros y les decían luego que ése había sido el desayuno».
Sumia y Abdullah fueron finalmente llevados a su casa, pero les advirtieron que si las fuerzas de seguridad eran atacadas en su barrio, volverían por ellos.
Omar estimó que quienes los detuvieron pertenecían al Ejército Chiíta Badr, una milicia que responde a Abdel Aziz al-Hakim, el líder del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq.
En Bagdad, aumenta la tensión por las amenazas de secuestro y de muerte que el Ejército Badr formula a habitantes de las zonas que no controla.
«El Ejército Badr está llevando a cabo una campaña de terror con el propósito de destruir a los otros partidos políticos», dijo Saleh Hassir, un médico de un hospital de Bagdad.
«Vemos pintadas negras y lágrimas dibujadas en los afiches del ex primer ministro Allawi y también en los de los otros grupos sunitas, pero en cambio las imágenes de al-Hakim permanecen inalteradas.»
También la familia de Omar Ahmed aprendió lo que puede ocurrir a quien se tope con policías iraquíes y con los grupos parapoliciales que les prestan asistencia. Omar viajaba en automóvil con dos amigos por el barrio bagdadí de Adhamiya la noche del 1 de setiembre cuando desde un puesto de vigilancia les ordenaron detenerse.
«Los tres fueron arrestados aun cuando no encontraron nada en su vehículo», dijo a IPS un testigo de lo ocurrido que solicitó mantener su identidad en reserva.
Estuvieron desaparecidos varios días. Sus familias los buscaron por todas partes, incluso en las morgues, lo usual cuando algo alguien es arrestado por la policía iraquí y no regresa a casa.
«Cinco días después del arresto encontramos el cadáver de Omar en uno de los congeladores de la morgue con orificios de bala en un costado de la cabeza y en los hombros», relató a IPS un amigo de la familia de Omar. «No sabemos si los otros dos están vivos o muertos.»
«Lo que sí sabemos es que estos hombres no eran culpables de nada y que lo único que hacían era andar de noche en automóvil. No tenemos ninguna seguridad. La policía está asesinando y desapareciendo iraquíes a diario.»
El médico Saleh Assir sostuvo que los estadounidenses contribuyeron a que ahora rigiera un nuevo tipo de terrorismo de Estado en Iraq, apoyado desde Irán.
«Muchos de nosotros nos oponemos a que Iraq sea controlado por estos fundamentalistas islámicos proiraníes como Al-Hakim», dijo Hassir a IPS. «Ahora estamos viendo el verdadero rostro de la nueva dictadura que nos impondrán con la ayuda de Estados Unidos.»
(*) Con aportes de Isam Rashid.