Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La semana pasada el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó levantar las sanciones que había impuesto a Iraq veinte años antes. El vicepresidente Joe Biden saludó la ocasión como «el final de los onerosos restos de la oscura era de Sadam Husein».
Lo que no dijo es que las sanciones fueron más que onerosas. Provocaron una crisis humanitaria que tuvo como resultado la muerte de cientos de miles de niños y el desmoronamiento de cada uno de los sistemas necesarios para mantener la vida humana en la sociedad moderna. Y, por supuesto, no mencionó que entre todas las naciones pertenecientes al Consejo de Seguridad fue Estados Unidos, y solo Estados Unidos, la que garantizó que este daño fuera generalizado e indiscriminado.
Todo ello tuvo lugar dentro de un oscuro comité del Consejo de Seguridad conocido como el Comité 661. Pocas personas han oído hablar de él, pero fue el comité que determinó si los iraquíes podían tener agua limpia y electricidad en sus casas o gasolina para los coches y camiones.
Era un comité que se reunía a puerta cerrada y que nunca hizo públicos sus documentos. Estados Unidos tenía un papel único en él. Como la situación humanitaria en Iraq se deterioró, dentro del Consejo de Seguridad empezó a disminuir el apoyo a las sanciones. Cuando otros miembros del Consejo trataron de permitir que entraran en Iraq artículos humanitarios críticos, Estados Unidos lo vetó. Durante los ocho primeros meses de las sanciones Estados Unidos ni siquiera permitió a Iraq importar comida. Un vez que el Comité decidió permitir la comida entonces Estados Unidos se opuso tanto a los camiones que se necesitaban para distribuir la comida y otros productos como al equipamiento de irrigación necesario para mejorar la agricultura.
Las políticas estadounidenses fueron extremas e implacables. Estados Unidos bloqueó [sistemas de] refrigeración para las medicinas alegando que los refrigeradores se podían usar para almacenar agentes para [crear] armas biológicas. Estados Unidos bloqueó cosas tan inocuas como contrachapado, telas, goma y cristal afirmando que eran «componentes industriales» que podían ser utilizados para reconstruir el ejército de Iraq.
Estados Unidos bloqueó vacunas infantiles y equipamiento para elaborar yogur afirmando que el gobierno iraquí podía utilizarlo para fabricar armas de destrucción masiva. Cuando Iraq trató de aumentar la cabaña de animales pequeños para tener carne, queso y leche, Estados Unidos bloqueó las vacunas para cabras y ovejas afirmando que Iraq podía utilizarlas como armas químicas.
Estados Unidos impidió que Iraq importara tanques de agua durante un periodo de sequía a pesar de que había niveles epidémicos de enfermedad por beber agua no adecuada para el consumo humano. También impidió importar tuberías para la irrigación e interruptores para la luz, y teléfonos, y radios para ambulancia, y camiones de bomberos, alegando que se podían utilizar para el ejército iraquí.
En un momento dado un alto cargo estadounidenses se presentó ante el Comité 661 con una ampolla de arena para gatos y dijo totalmente en serio: «Esto se puede utilizar para estabilizar ántrax».
Nadie más consideró que las justificaciones estadounidenses fueran plausibles. UNMOVIC, la agencia de inspectores de armas de la ONU, discutió muchas de las justificaciones estadounidenses para bloquear artículos humanitarios. Ni siquiera Gran Bretaña, el más estrecho aliado de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, compartió los puntos de vista de Estados Unidos. A pesar de todo, éste raramente transigió.
Estados Unidos insistía en que el objetivo de estas políticas era Sadam Husein, pero era obvio que tenían muy poco que ver con él. Tanto los dirigentes políticos y militares como la elite rica estaban protegidos de las privaciones. Pero la población en su conjunto no lo estaba.
Destruir la infraestructura de un país, reducir a una nación a la condición preindustrial y mantenerla en ese estado significa precisamente que será incapaz de mantener la vida humana. Los informes de la ONU, de agencias y organizaciones internacionales como Cruz Roja aseguraron que con toda seguridad los altos cargos estadounidenses conocían exactamente el daño que las políticas estadounidenses estaban causando.
Aunque el vicepresidente Biden dice ahora al mundo que el final de las sanciones significa que Iraq puede avanzar ahora hacia un futuro brillante, lo que no dice es que de hecho hubo daños que fueron irreversibles, incluyendo la muerte de niños y atrofias en el crecimiento de estos debido a años de desnutrición. Lo que tampoco dice es que resto del daño (el desmoronamiento de las infraestructuras, el terrible deterioro de la industria, de la agricultura, de la electricidad, de la sanidad y de la educación) no se debió a la indiferencia de Sadam Husein. Por mucho daño que Sadam Husein hiciera al pueblo iraquí, Estados Unidos le hizo mucho, muchísimo más durante más de una década.
Joy Gordon es profesora de filosofía en la Universidad Fairfield. Es autora de Invisible War: The United States and the Iraq Sanctions, Harvard University Press .
Fuente: http://host.madison.com/ct/news/opinion/column/article_444bba62-911a-58a4-b9b6-3c7caa21027d.html