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Pobreza masiva y enfrentamientos sectarios

¿Estamos presenciando la desintegración final de Iraq?

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Comparada con muchas de las bombas que estallan en Iraq, aquella no era muy grande. Acababa de llegar al Hotel Al Rashid en Bagdad el 28 de noviembre, cuando se produjo una explosión a unos pocos cientos de metros frente al edificio del parlamento. Al principio pensé que debía ser un cohete o un lanzamiento de mortero efectuado desde el exterior de la Zona Verde, pero, según iba cayendo la noche, pasé por el lugar que estaba marcado por el chasis calcinado de un coche que parecía como si una bomba hubiera detonado dentro. No pude ver cráter alguno, lo que indicaba que el explosivo debía, para los niveles de Bagdad, haber ocupado un lugar reducido en el coche.

No tenía ni idea en aquel momento de que esa explosión marcaría un cambio importante de dirección en la política iraquí. Puede que solo se haya utilizado como excusa, pero la bomba fue la señal para que el primer ministro Nuri al-Maliki mandara al garete a los altos cargos suníes de su gobierno. Declaró que la bomba respondía a un intento minucioso de asesinarle y acusó a los guardaespaldas del vicepresidente Tariq al-Hashami de estar implicados en el mismo. Se emitió una orden arresto contra Hashami, culpándole de dirigir un escuadrón de la muerte, con una serie de acusaciones relacionadas con los años 2006-2007. Hashami se vio obligado a huir al Kurdistán; una vez allí, denunció que el gobierno de Maliki era una dictadura.

¿Es esta la desintegración final de Iraq? ¿Está Maliki convirtiéndose en una versión chií de Sadam Husein, abandonando acuerdos, centralizando el poder y confiando tan solo en la fuerza? ¿Tiene acaso medios para hacer eso? Incluso con unos ingresos anuales procedentes del petróleo por valor de 100.000 millones de dólares, una inmensa, aunque caótica, maquinaria estatal y unas fuerzas de seguridad que alcanzan la cifra de 900.000 efectivos entre soldados y policías, no será nada fácil.

Sadam tenía medios de coacción mucho mayores y no obstante no consiguió establecer un poder absoluto. Fracasó porque no pudo tener permanentemente intimidadas a las tres principales comunidades de Iraq -chiíes, suníes y kurdos- . Él y anteriores gobernantes utilizaron la masacre y el terror contra los kurdos durante más de cuarenta años, pero no pudieron aplastarles. «Los suníes árabes están en mejor posición para desestabilizar Iraq de lo que estaban los kurdos», dice un observador iraquí.

Para centralizar el poder en Iraq es preciso superar grandes obstáculos porque todos los partidos tienen aliados extranjeros y, bajo presión, van a llamarles. Los suníes en Iraq mirarán hacia Arabia Saudí, Qatar, Turquía y EEUU si se sienten marginados y convertidos en ciudadanos de segunda clase. Aunque aún no son demasiados, algunos políticos suníes en Bagdad se han estado marchando de allí con sus familias, aduciendo que quedarse es demasiado peligroso.

Puede parecer que Maliki tiene ventaja en cuanto a poder físico, pero esta percepción es ilusoria. Sus fuerzas armadas son numerosas, pero cuentan con medios muy desfasados y a menudo ineficaces. Al-Qaida en Mesopotamia no tiene mucha presencia, pero todavía pudo arreglárselas para colocar más de una docena de bombas en Bagdad el 22 de diciembre.

Más importante es que el liderazgo de Maliki fue el resultado de un compromiso cuando fue elegido primer ministro por vez primera en 2006 y luego en 2010. Ha tenido siempre muchos enemigos, pero demostraron que estaban demasiado desunidos para poder elegir un candidato alternativo que fuera aceptable para todos ellos. Todos, los políticos kurdos y los seguidores del clérigo nacionalista chií Muqtada al-Sadr, denunciaron a Maliki como persona poco fiable y dictatorial durante su primer mandato en el poder, pero terminaron uniéndose a su nuevo gobierno.

Tan importante como lo anterior es el hecho de que Maliki es quizá el único dirigente aceptable para EEUU e Irán. Debido a que los estadounidenses y los iraníes se pasaron mucho tiempo insultándose uno a otro sobre Iraq, se ha prestado muy poca atención a sus tácitos acuerdos allí. En 2006 y 2010, Maliki se benefició de todo eso. Cuando le eligieron, un funcionario iraquí me dijo riéndose: «El Gran Satán [que es como los iraníes llaman a EEUU] y el Eje del Mal [nombre que EEUU utiliza para describir a Irán y a sus aliados] han unido sus fuerzas de nuevo y han elegido a Maliki como su hombre».

Es una política que ha tenido sus opositores en el extranjero. «Creo que EEUU cometió un error muy grave al no decir en 2010 que no podían aceptar a Maliki», dijo un diplomático occidental destinado anteriormente en Bagdad. Sostuvo que tendrían que haber rechazado a Maliki por ser un chií sectario que trataba de construir un estado autoritario y que ese estado es corrupto y disfuncional. La corrupción alcanza un nivel en el que los fondos estatales se transfieren sencillamente al extranjero a empresas-fantasma de las que son propietarios en secreto los funcionarios de casa. La tasa de desempleo se sitúa entre el 25 y el 40%. La incapacidad para proporcionar un adecuado suministro eléctrico ha sido uno de los bien conocidos fracasos del estado post-Sadam, pero el ministerio de electricidad se las arregló para acordar hacer un pago de 1.300 millones de dólares a una compañía alemana en bancarrota y a una inexistente empresa canadiense. El presupuesto del gobierno se gasta sobre todo en pagar salarios y pensiones, cuyos receptores están a menudo conectados con los partidos gobernantes.

Es fácil ser demasiado pío acerca de todo esto. La mayoría de los estados del petróleo del Oriente Medio y otros lugares utilizan los ingresos del petróleo para financiar inmensas maquinarias clientelistas, abundando la corrupción. Pero, según hombres de negocios, aunque el soborno lo invade todo en el Kurdistán iraquí respecto a las carreteras, aeropuertos, puentes, centrales energéticas y casas que allí se construyen, en Bagdad no es así. Hay pocos bancos y los que hay son abiertamente saqueados por los funcionarios estatales. A la larga, la continuada pobreza masiva y las penurias, a pesar de los crecientes ingresos del petróleo, pueden ser tan desestabilizadoras para Iraq como las diferencias sectarias entre suníes y chiíes.

Puede que se produzca un desastre, pero quizá no sea aún inminente. La política iraquí puede inducir a error porque como el país sufre tanta violencia casi siempre, las feroces confrontaciones políticas no llevan necesariamente al conflicto total. Cada parte tiene mucho que perder de la desintegración final del estado.

El futuro de Iraq bien pudiera decidirse en las capitales de sus países vecinos durante el próximo año. EEUU sigue teniendo fuerte influencia en Bagdad a pesar de la salida de sus tropas. Cuanto más divididos estén los iraquíes, más aumentará la influencia de las potencias exteriores. Lamentablemente, la Primavera Árabe ha desestabilizado todo el Oriente Medio, con Irán temiendo perder a su más importante aliado, Siria, mientras la lucha entre suníes y chiíes se hace más intensa en países como Bahrein.

De vez en cuando, Maliki parece que fuera un nacionalista iraquí pero, si se siente bajo presión, juega la carta sectaria, aterrando habitualmente a los chiíes con el fantasma de una contrarrevolución suní y baazista. Pero, como los baazistas y los estadounidenses aprendieron a costa propia, cualquiera que intente monopolizar el poder en Iraq, ignorando otros centros de poder, está creando las condiciones para su propio fracaso.

Patrick Cockburn es autor de The Occupation: War, resistance and daily life in Iraq y Muqtada! Muqtada al-Sadr, the Shia revival and the struggle for Iraq .

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/01/02/are-we-witnessing-the-final-disintegration-of-iraq/