En Estados Unidos el debate ha dado un giro. Ya no se trata de los méritos de la invasión estadunidense a Irak. Ahora se debate cuándo y cómo puede Estados Unidos retirar sus tropas, a lo cual se le llama «estrategia de salida». George W. Bush continúa pronunciando discursos, ante públicos ultra amistosos, en los […]
En Estados Unidos el debate ha dado un giro. Ya no se trata de los méritos de la invasión estadunidense a Irak. Ahora se debate cuándo y cómo puede Estados Unidos retirar sus tropas, a lo cual se le llama «estrategia de salida». George W. Bush continúa pronunciando discursos, ante públicos ultra amistosos, en los que afirma que una retirada ahora envalentonaría a los terroristas. Pero creo que uno debe tomar nota del «ahora» de su retórica. En cualquier caso, la retórica de Bush no va muy bien. Aun entre sus más ardientes simpatizantes, muchos dicen que la retórica es vacua, y no hay evidencia concreta acerca del progreso militar o político de la posición estadunidense en Irak. De hecho, la situación parece peor cada día, si oficiales del gobierno respaldado por Estados Unidos en la Basora chiíta arrestan a soldados británicos que tienen que ser rescatados por la fuerza.
Hay que prestar atención cuando la voz quintaesencial del establishment en cuestiones de política exterior en Estados Unidos, la revista Foreign Affairs, publica un artículo donde el autor argumenta que «la doctrina Bush ha colapsado» y que, en consecuencia, el gobierno no tiene más opción que «abrazar el realismo» y asumir un «giro pragmático». Y pese a las repetidas declaraciones de varias personas que afirman que las tropas estadunidenses podrían quedarse hasta 2009 o aun más allá, el mayor general Douglas Lute, director de operaciones del Comando Central estadunidense (quien supervisa la ocupación de Irak), asevera ahora públicamente que Estados Unidos sacará «números significativos de tropas de Irak en los próximos 12 meses, pese a la violencia continuada».
Pienso que el signo más fuerte de un cambio en el sentir de Estados Unidos es que uno de los candidatos del Partido Republicano para la postulación presidencial de 2008, el senador Chuck Hagel, de Nebraska, diga que el país se está «empantanando más y más en Irak», que el presidente debería reunirse con Cindy Sheehan y que la Casa Blanca está «desconectada de la realidad y está perdiendo la guerra». No importa que Hagel tenga razón o no la tenga. La cuestión importante es que está pugnando por una postulación republicana, y debe suponer que hay votantes republicanos que responderán a la validez de su análisis. De hecho, Hagel se está moviendo más aprisa que los políticos demócratas que puntean, excepción hecha del senador Russel Feingold, de Wisconsin, también candidato a la nominación presidencial, que oficialmente ya hizo un llamado a retirarse de Irak para finales de 2006.
Más hacia la izquierda, hay algunos grupos que hoy llaman a retirada inmediata. Su marcha a Washington fue un claro logro, pues participaron entre 100 mil y 200 mil personas, todavía no las cantidades que se oponían a la guerra de Vietnam, pero en ésta no hay reclutas de clase media. La mayor parte de los soldados pertenecen a las minorías de clase más baja o son blancos pobres. Las últimas encuestas muestran una división de tres vías en la opinión pública estadunidense: una tercera parte favorece una retirada total e inmediata; otra tercera quiere reducir el número de tropas, pero no está lista para una retirada total; la tercera parte restante dice «mantengan el rumbo», usando la frase del presidente Bush, o dice permanezcamos en Irak «hasta cumplir con la tarea», como lo pone el vicepresidente Dick Cheney. Esto parece implicar mucho tiempo. Aquellos situados más en el centro político quieren una retirada programada a fecha fija. The Observer de Londres escribió recientemente que el gobierno británico planea retirar un número sustancial de tropas para la primavera próxima. De inmediato Tony Blair negó esto, pero The Observer no tiene reputación de inventar cuentos.
La gente en el campo de Cheney es realmente inamovible y seguirá impulsando sus puntos de vista. El debate más interesante es el que ocurre entre quienes llaman a una reducción de tropas y a una retirada programada a fecha fija y quienes propugnan por una retirada total e inmediata. En las últimas semanas, virtualmente todos los periódicos importantes de Estados Unidos publican editoriales cuyo tenor es: probablemente Estados Unidos cometió un error al invadir Irak. Pero ahora tiene «responsabilidades» y no puede irse precipitadamente, pues eso daría por resultado una guerra civil. Los llamados «moderados» (que llaman a retirarse en una fecha programada) argumentan que, aunque la invasión inicial fue injustificada, la responsabilidad estadunidense hacia los iraquíes es ayudar al gobierno respaldado por Estados Unidos a que mantenga el orden interno, hasta que pueda demostrar que puede hacerlo por sí mismo. Este grupo blande la amenaza de un quiebre total en el orden nacional de Irak, guerra civil y tal vez otras invasiones (de Irán, Turquía y Arabia Saudita).
La respuesta de quienes favorecen una retirada inmediata es bastante simple. Argumentan que en Irak el orden ya se rompió, que la continuada presencia estadunidense es una de las causas principales de este quiebre, que cualquier día adicional que se permanezca ahí empeora la situación en vez de mejorarla. Finalmente, argumentan que una fecha fija en el futuro no tiene magia porque es mínima la probabilidad de que en tal fecha la situación sea sustancialmente diferente de hoy.
El régimen no sólo perdió la guerra de Irak en el terreno. Pierde más y más el respaldo del público estadunidense, en forma tal que para Bush puede ser irreparable.
© Immanuel Wallerstein
Traducción: Ramón Vera Herrera