Traducido para Rebelión por Germán Leyens
A pesar de un continuo aumento de las ya draconianas medidas de seguridad impuestas en todo Irak, las bombas siguen estallando.
Hoy, en el distrito al-Dora de Bagdad, una escuela primaria donde se iba a instalar un centro electoral fue atacada con un coche bomba. Murieron cuatro policías iraquíes (PI)
Un GMC repleto de explosivos chocó contra un punto de control en la planta eléctrica al-Dora, matando a varias personas, y en el sur, en Basora, un policía murió cuando su vehículo voló sobre una bomba al borde de la ruta.
Baquba sufrió su ataque diario con coche bomba, sólo en las últimas 24 horas murieron por lo menos 18 iraquíes en ataques contra centros electorales.
Aunque los PI han recibido aumentos de sueldo para este fin de semana, siguen estando extremadamente tensos y con los nervios de punta, y no dejan de tener motivos.
Hoy conducimos por Bagdad, tratando de tomar fotos y realizar entrevistas, y las calles están casi completamente vacías.
Algo extraño en Bagdad, donde los atascos del tráfico llevan a la gente a esperar a menudo durante horas para avanzar por las calles obstruidas. Más de 90 calles de la capital han sido cerradas con barricadas, aumentando aún más la horrenda congestión de los días «normales».
Tomo una foto mientras pasamos a un PI que está orando detrás de una barricada que bloquea una calle vacía. Casi inmediatamente después escuchamos gritos y vemos a un PI que apunta su Kalashnikov hacia nuestro coche y escuchamos el estallido cuando apreta el gatillo.
«Ni siquiera estaban cuidando algo. ¿Qué les pasa?», le pregunto a Abu Talat que nos lleva por calles secundarias en caso de que hayan optado por seguirnos.
«Están aterrorizados por lo que va a ocurrir», replica Abu Talat, «Tantos de nosotros tenemos miedo por lo que va a ocurrir ahora.»
Conducimos pasando la central del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak [SCIRI por sus siglas en inglés] al frente de la Universidad de Bagdad, y luego nuestro tortuoso camino nos lleva pasando un área en la que hay hombres al borde de la calle distribuyendo paquetes de carteles y otra propaganda electoral del Partido de la Constitución Real, esperando atraer algunos votos.
Ando en una misión de fotografiar las barricadas que están siendo levantadas en toda la capital, y uno de los hijos de Abu Talat, Ahmed, va con nosotros filmando también un poco. Justo después de filmar un poco más de la abundancia de bloques de hormigón y de alambradas de púas, nos detiene un coche sin identificación con tres PI.
Se quedan con los documentos de identidad de Abu Talat y de Ahmed, los papeles del coche, y nos dicen que los sigamos.
Fui detenido por los muyahidín en Faluya en mayo pasado mientras realizaba entrevistas dentro de la ciudad, y Abu Talat y yo fuimos introducidos en un GMC con guardias nacionales iraquíes armados (en Faluya todos eran muyahidín), y nos llevaron para interrogarnos.
De manera que esto no parecía un secuestro, ya que teníamos nuestro coche sin escolta armada personal. A pesar de todo, se puede decir que iba un poco preocupado.
«¿Me escapo? Podría tratar de tomar un taxi», le digo a Abu Talat. «No. Estamos bien. Sólo van a verificar que somos de la prensa. Además, eres estadounidense. Eres lo único que impide que me metan en la cárcel.»
Desde el asiento trasero, Ahmed dice: «¡Y a mí también!»
Llegamos junto a un vehículo policial con marcas y todo se arregla. «Les pido perdón, sólo teníamos que asegurarnos de que ustedes son de la prensa», dice uno de los policías.
Antes de abandonarlos, Abu Talat quiso divertirse un poco y le preguntó al policía: «¿Por qué no tomaron los papeles del estadounidense?
«Los estadounidenses follarían a mi madre si lo hiciera», respondió. Los dos estallaron en carcajadas.
Más tarde, en otro sector de la ciudad, estamos en una vereda y vemos a un gran camión de carga con una bandera iraquí hecha jirones en una de sus antenas. Una multitud de viajantes agotados se juntaban detrás, con grandes bolsas de viaje.
«Acaban de volver de su haj», comenta Abu Talat mientras mira a los cansados viajantes de Meca. «Bienvenidos a Irak», dice riéndose.
Desde el asiento trasero, Ahmed dice: «¡Bienvenidos al infierno!»
Ya habíamos desafiado a la suerte, así que después de hablar con unos pocos, almorzamos y vamos de vuelta a casa. «Hagamos un juego y veamos cuántas fotos podemos tomar antes de que nos detengan o nos disparen de nuevo», bromeo.
Se ríen, apreciando mi aprendizaje del humor iraquí – si uno no se ríe en esta situación, se vuelve rápidamente loco. «Sí, por qué no», responde Abu Talat mientras aceleramos por otra calle casi totalmente vacía.
Ahmed, que tiene 15 años, me cuenta que a uno de sus amigos un soldado iraquí le disparó en la espalda porque pasó delante de un punto de control no-identificado. «Está en el hospital, pero le duele demasiado para hablar conmigo», dice.
Estas son historias de todos los días.
Al pasar por el punto de control de la PI delante del hotel, uno de los guardias dice: «No creo que vaya a ocurrir gran cosa este fin de semana. Pienso que es sólo un montón de mentiras. No va a pasar nada.»
Después de ver lo que dice su colega, el otro guardia, que está mirando bajo nuestro capó responde: «Hoy vamos a cerrar este punto de control a las 5 de la tarde, así que no entrarán o saldrán más coches. Los próximos días serán los peores que hayamos visto. Los ataques se extenderán a todo Bagdad.»
Como en el caso de la elección y de lo que venga después, nadie está seguro de lo que ocurrirá aquí. Bagdad está en ascuas. Al terminar estas líneas oigo tiros a lo lejos. Dos distantes explosiones (coches bomba) estremecieron el hotel esta tarde.
Los toques de queda han sido ampliados y todas las medidas de seguridad preparadas.
Y, como de costumbre, nadie sabe qué será lo próximo que ocurra en el futuro en Irak ocupado.
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Enviado por Dahr Jamail el 28 de enero de 2005 05:09 PM