.En nombre de la supuesta lucha contra el terrorismo, de la «democracia» instaurada a sangre y fuego, el poder terrorista mundial, que supera ya con creces las «hazañas» bélicas del nazismo, ha provocado en pocos días miles de muertos en Fallujah, y más de 100 mil en el país desde la invasión «salvadora». ¿Cómo pueden […]
.En nombre de la supuesta lucha contra el terrorismo, de la «democracia» instaurada a sangre y fuego, el poder terrorista mundial, que supera ya con creces las «hazañas» bélicas del nazismo, ha provocado en pocos días miles de muertos en Fallujah, y más de 100 mil en el país desde la invasión «salvadora».
¿Cómo pueden continuar peleando esos soldados latinos y estadounidenses, que saben que fueron engañados y llevados a matar y torturar en forma feroz y a violar mujeres y niñas?. ¿Qué será de aquellos que regresen, si regresan?.
Cada amanecer me pregunto si en el mundo los seres humanos, verdaderamente humanos, pueden dormir en paz con su conciencia, cuando un pueblo entero está siendo sometido a un genocidio que se relata por TV. Es el gran show donde se filma a los atacantes, las bombas que caen, el resplandor de los misiles, pero los muertos no se ven, aunque todos sabemos que hay miles sepultados bajo los escombros en Fallujah.
La ciudad mártir somos todos. Es el espejo donde debemos mirarnos si dejamos avanzar el revivido monstruo del fascismo. El criminal bombardeo de las tropas estadounidenses -que desde principios del 2003 invadieron y ocupan ilegalmente Iraq- contra la ciudad de Fallujah, está produciendo miles de víctimas, en una acción de terrorismo de Estado mundial que el mundo debería detener ahora.
El plan de exterminio masivo se llama «Furia fantasma», destinado a eliminar el mínimo vestigio de resistencia popular, porque es la resistencia de un pueblo lo que está sucediendo en Fallujah y en todo Iraq, país bombardeado durante 12 años antes de la invasión y ocupación de Estados Unidos y sus aliados.
Esos «socios», Gran Bretaña, Israel y otros menores -que ni cuentan, pero eligieron ser cómplices de un crimen de lesa humanidad- actuaron también en la Guerra del Golfo en 1991 y fueron parte del siniestro bloqueo contra Iraq que produjo en 10 años la muerte de medio millón de niños.
En nombre de la supuesta lucha contra el terrorismo, de la «democracia» instaurada a sangre y fuego, el poder terrorista mundial, que supera ya con creces las «hazañas» bélicas del nazismo, ha provocado en pocos días miles de muertos en Fallujah, y más de 100 mil en el país desde la invasión «salvadora».
Habría que preguntarse. Si un pueblo está luchando con las enormes diferencias de armamentos, en la situación en que lo hace, contra la mayor potencia mundial de todos los tiempos, ¿por qué no pudo librarse de un dictador tan temible, como dicen que era Saddam Hussein?. ¿No es al menos muy extraño?.
Ese pueblo iraquí invadido, masacrado y humillado no ha dejado de resistir ni un día ni una hora. Y lo hace solo, ante el silencio cómplice de una comunidad internacional, que no hace sino convalidar con su indiferencia su propia tragedia del futuro. Porque el proyecto de guerra y muerte que está desarrollando Estados Unidos sobre Iraq es el que han trazado en su mesiánico esplendor para el mundo entero.
El sector del periodismo canalla que ellos mismos han instaurado en el mundo, muestra imágenes de niños y hombres cazados, maniatados, encapuchados y vendados, bajo titulares tales como «capturan a terroristas» en Fallujah.
Ellos saben muy bien que cada uno de esos civiles detenidos sufrirá el camino del calvario, porque la tortura no era una decisión individual de tal o cual sargento en uno u otro campo de concentración en Iraq.
Es lo que consideran un arma de guerra válida, lo que aprendieron y enseñaron en sus escuelas militares.
Si lo sabrá bien América Latina en tantos años de dictaduras de seguridad nacional de Estados Unidos.
Por cada minuto que transcurre en el mundo un ciudadano de Iraq muere por defender su país ocupado ilegalmente, mientras llueven bombas y misiles y los tanques pasan aplastando a vivos y muertos. El pueblo iraquí está ejerciendo su derecho de legítima defensa.
¿Cuántos muertos más necesita el mundo para parar la ofensiva criminal del imperio?.
El 5 de noviembre pasado el hospital general fue destruido por las bombas y un depósito de medicamentos y decenas de casas, cuando comenzaban los bombardeos masivos. Y después el horror se extendió a todos los barrios.
Nadie puede contar los miles de muertos, porque aunque existe un desastre humanitario, no dejan entrar ninguna ayuda, ni agua, ni comida, ni luz, ni remedios, ni médico. En realidad Iraq es todo un campo de concentración para una población cautiva.
Mientras cada uno de nosotros realiza sus pequeñas tareas cotidianas, hay allí miles de niños muriendo de cara a un cielo gris por el humo de las bombas, sin ningún auxilio, sin ningún socorro. A eso le llaman «instauración de la democracia», a eso le llaman «la liberación de Iraq».
¿Dónde están los millones que salieron a las calles a protestar contra la guerra cuando comenzó la ilegal invasión a ese país, ahora que siguen asesinando a la semilla del mundo en esos miles y miles de niños bombardeados en Iraq?.
¿Dejarán avanzar a los nuevos nazis en procura de las fronteras «seguras» ilimitadas que el poder estadounidense necesita para imponer la paz americana?. ¿Cuántos millones de seres humanos deberán morir para que George W. Bush y su equipo de asesinos consideren que Estados Unidos está seguro?.
La primera acción de Bush después de su reelección fue enviar su mensaje de terror, ante el temor de que la rebelión, que no ha dado descanso al ocupante, se incremente por una unidad nacional entre los distintos sectores, iraquíes que el gobierno títere no puede controlar.
Se habla de violencia devastadora y se canta victoria, pero así como no han podido dominar el país, con el mayor poder de fuego que recuerde la humanidad, nunca podrán recuperar definitivamente el territorio de Fallujah, porque desde los escombros siempre alguien se levantará para recordarles su crimen.
La soberbia del imperio -que se acrecienta a medida que comienza su derrumbe- le ha impedido escuchar las voces que le advierten, incluyendo el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, que tan poco habla frente a esta tragedia, que ese ataque a Fallujah sólo servirá para desencadenar una rebelión generalizada.
Los ataques y bombardeos continúan sobre una ciudad de 300 mil habitantes donde se dice que unos 200 mil han huido. ¿Hacia donde se puede huir en un país ocupado?.
Mientras estaban bombardeando Fallujah en Samarra, la ciudad rebelde que también intentaron dominar y donde aseguraban que estaba «todo bajo control», en unas pocas horas, un atacante suicida lanzó su vehículo contra una estación de policía; tres coches bombas estallaron en distintos puntos de la ciudad, se dispararon morteros a otras tres estaciones de policía y los soldados estadounidenses abrieron fuego contra cualquier vehículo que pasaba.
La población de Samarra que había sido «recapturada» por las tropas estadounidenses en octubre pasado, les estaba diciendo que una cosa es decretar un control y otra cosa es tenerlo.
¿Cómo pueden continuar peleando esos soldados latinos y estadounidenses, que saben que fueron engañados y llevados a matar y torturar en forma feroz y a violar mujeres y niñas?. ¿Qué será de aquellos que regresen, si regresan?.
¿Qué les dirán sus jefes sobre esa resistencia que está en todas partes, a pesar de que era inconcebible desde el punto de vista de los mercaderes de la muerte, que enviaron un ejército tan bien equipado de armas -estas sí- de destrucción masiva?.
No les dirán seguramente que los que están resistiendo tienen la razón, la enorme fuerza de la convicción de que su pelea es justa, de que es la única forma de haber vivido y muerto con dignidad.
Los soldados de Estados Unidos no ignoran que están matando y arriesgando su vida para que las empresas de los mercaderes de la muerte crezcan y acumulen dineros en los grandes bancos cada vez más poderosos con el dinero de las mafias del mundo.
Mientras miles mueren en Fallujah, algunos de los intelectuales «apaciguados» o «domesticados» por los encantamientos del poder mundial no han dicho una sola palabra.
Y los invasores prometen mucho más. El jefe del Estado Mayor Conjunto, general Richard Myers, dijo que se hará lo mismo en otras ciudades. ¿No dejarán piedra sobre piedra?.
Miles de iraquíes han sido asesinados en los últimos días, en los centros clandestinos de detención se tortura, se viola, se mata y se desaparece. Pero el mundo mira el horror sin inmutarse.
Todos los testimonios y pruebas demuestran que George W. Bush no sólo mintió sobre las armas de destrucción masiva en Iraq, sino que obligaba a sus espías a producir documentos que involucraran a Saddam Hussein con Al Qaida.
Algo imposible de lograr, porque entre ambos existía un abismo. En cambio la verdad es que Bush y Bin Laden fueron socios carnales, en empresas, algunas de las cuáles son líderes en corrupción, y también lo fueron en ideología.
¿O acaso no actuaban juntos y mataban juntos, antes el padre Bush y ahora el hijo, en Afganistán? ¿Quién armó la mano de los talibanes para luchar contra los rusos y los afganos más progresistas?.
¿Adónde van a llevar al mundo estos nuevos émulos de Hitler, con la complicidad del poder económico mundial? ¿Acaso no festejan las empresas llamadas para reconstruir lo que sus enviados militares destruyeron sistemáticamente?.
La escritora canadiense Naomi Klein escribió recientemente cómo se desenmascaró la cruda inmoralidad de la invasión y ocupación de Iraq.
«El 21 de octubre ese país pagó 200 millones de dólares por reparaciones de guerra a algunos de los países y empresas más ricos del mundo. Desde que Saddam Hussein fue derrocado en abril de 2003, Iraq ha pagado 1.8 mil millones en compensaciones a la Comisión de Compensaciones de la ONU (CCNU) -cuasi tribunal con sede en Ginebra- que evalúa los reclamos y desembolsa estos dineros(…).
Escribe además que de estos pagos, 37 millones de dólares fueron para Gran Bretaña y 32.8 millones a Estados Unidos. Así es: en los pasados 18 meses los ocupantes de Iraq han recolectado 69.8 millones de dólares a título de pagos compensatorios de la desesperada población iraquí.
Y peor aún: la mayor parte de estos pagos -78 por ciento- tuvo como destino empresas multinacionales, según las estadísticas del sitio de Internet de la Comisión.
Esto ha ocurrido durante años, lejos de la mirada de los medios. Del monto total que la CCNU ha otorgado en compensaciones por la Guerra del Golfo, 21.5 mil millones de dólares fueron a la industria petrolera».
Klein hace una lista como pequeño ejemplo de quiénes han recibido de Iraq compensaciones por «reparaciones»: Halliburton (18 millones de dólares), Bechtel (7 millones de dólares), Mobil (2.3 millones de dólares), Shell (1.6 millones de dólares), Nestle (2.6 millones de dólares), Pepsi (3.8 millones de dólares), Philip Morris (1.3 millones de dólares), Sheraton (11 millones de dólares), Kentucky Fried Chicken (321 mil dólares), Toys R US (189 mil 449 mil dólares).
Y más adelante añade que «En la gran mayoría de los casos, estas empresas no reclamaron que las fuerzas de Saddam hubieran dañado su propiedad en Kuwait, sino simplemente que «perdieron ganancias» o -como en el caso de American Express- que experimentaron «un declive en su negocio» debido a la invasión y ocupación de Kuwait. Uno de los grandes ganadores fue Texaco, a la cual le otorgaron US$ 505 millones en 1999.
Según un vocero de la UNCC, sólo se ha pagado 12 por ciento de esta compensación, lo cual significa que tendrán que salir cientos de millones adicionales de las arcas del Iraq posterior a Saddam. Y si algo faltaba el FMI presta dinero para que Iraq pague deudas de este tipo, mientras los sobrevivientes agonizan.
¿Será posible describir con mayor precisión el horror de lo que está sucediendo en Iraq?. No hay conciencia que regrese de esta complicidad en el crimen.
Stella Calloni es colaboradora de Prensa Latina.