Más de un año y medio después de la ofensiva militar de Estados Unidos contra esta central ciudad iraquí, los residentes aún sufren debido a la falta de empleos, la lentitud de los planes de reconstrucción y la continua violencia. En noviembre de 2004, las fuerzas estadounidenses lanzaron la operación Furia Fantasma contra Faluya, destruyendo […]
Más de un año y medio después de la ofensiva militar de Estados Unidos contra esta central ciudad iraquí, los residentes aún sufren debido a la falta de empleos, la lentitud de los planes de reconstrucción y la continua violencia.
En noviembre de 2004, las fuerzas estadounidenses lanzaron la operación Furia Fantasma contra Faluya, destruyendo 70 por ciento de los edificios, las casas y los comercios, y matando a entre 4.000 y 6.000 personas, según la organización no gubernamental Centro de Estudios para los Derechos Humanos y la Democracia, con sede en esta ciudad.
IPS constató que la población continúa bajo estrictas medidas de seguridad, con sistemas de vigilancia mediante lectura láser de retinas y huellas dactilares, entre otros controles. La ciudad es una isla: ni siquiera los habitantes de los poblados aledaños, como Karma, Habbaniya y Khalidiya, bajo jurisdicción administrativa de Faluya, están autorizados a ingresar a ésta.
A todos los que deseen entrar se les pide una acreditación, que sólo obtienen funcionarios del gobierno nacidos en la propia ciudad, empresarios, algunos periodistas y mercenarios contratados por el ejército estadounidense,
Otros pueden ingresar hasta el principal puesto de vigilancia en la zona oeste y a otros centros de vigilancia considerados «de segunda clase».
Apenas uno entra desde el principal puesto de vigilancia, lo primero que se ven son las casas destruidas en el distrito de Al Askari. Prácticamente todas las viviendas en esa zona han sido derribadas o sufrieron daños graves.
«No pude reconstruir mi casa porque es muy costoso en estos días», dijo a IPS Walid, un ex soldado iraquí de 48 años.
Con pesar, contó cómo construyó su hogar hace seis años, pero luego fue destruido en el asalto estadounidense. Las fuerzas de ocupación «nos pagaron 70 por ciento de la compensación, pero, ante el desempleo, nos gastamos la mayor parte en comida y medicinas. Ahora todos están esperando el 30 por ciento que falta», indicó.
La historia de Walid es muy similar a la de cientos de personas que perdieron su hogar en los bombardeos noviembre de 2004.
Frente al río Éufrates se encuentra el Hospital General de Faluya. Construido e 1964, el sanatorio fue ocupado por soldados estadounidenses durante la ofensiva, y por tanto estuvo fuera de funcionamiento.
Médicos del hospital hablaron con IPS a condición de preservar el anonimato.
«Es más un granero que un hospital, y no estamos orgullosos de trabajar aquí», dijo uno de ellos.
«Hay una horrible falta de suministros médicos y equipamiento, y en el Ministerio de Salud no hacen mucho para solucionarlo», apuntó otro.
Cuando IPS mencionó los proyectos para construir otro nosocomio en la ciudad, uno de los médicos dijo con ironía que los habitantes de Faluya estarían todos muertos antes de que esos planes se concreten.
Durante las entrevistas hechas por IPS en el hospital, pacientes y otros trabajadores del lugar se acercaron para denunciar la «falta de todo». No obstante, destacaron el trabajo de algunas organizaciones no gubernamentales locales e internacionales.
Los habitantes de Faluya luchan día a día para sobrevivir a los bombardeos, el desempleo y la falta de suministros.
En una tienda de comestibles, se ve otra parte de la historia. Haji Majeed Al Jumaily, de 64 años, era un herrero hasta que sus manos se debilitaron. Le pregunta una y otra vez al comerciante cuánto cuesta un producto, y repite: «Sólo tengo 2.000 dinares (menos de un dólar y medio) y no sé qué comprar. Todo es muy caro, y tengo que alimentar a mi familia. Somos nueve».
Haji contó a IPS que dos de sus hijos murieron por disparos lanzados al azar por miembros del nuevo ejército iraquí hace dos años.
«Ahora tengo que cuidar a sus dos esposas y seis hijos, además de a mi propia esposa», señaló.
El mercado estaba abarrotado, pero la pobreza era patente. La mayoría contaba con muy poco dinero para comprar algo.
«El desempleo en Faluya es un gran problema que debe ser abordado». La situación financiera colapsó y las personas no saben qué hacer. El cerco (de las fuerzas estadounidenses) agravan este problema», comentó a IPS Jassim Al Muhammadi, un abogado.
Ali Ahmed, un estudiante de 17 años, interrumpe y acota: «No necesitamos comunicados de prensa en esta ciudad, señor. Lo que en verdad precisamos es una solución al eterno problema: los estadounidenses y los iraquíes en el poder que nos acusan de terrorismo, que mataron a miles de nosotros y ahora hablan de reconstrucción».
«Son ladrones que sólo se preocupan por lo que pueden extraer de las fortunas iraquíes. Sólo dígales que nos dejen en paz y que no queremos su reconstrucción fraudulenta», añade.
Ahmed aseguró que los soldados estadounidenses matan y detienen a personas por cualquier excusa.
El alcalde de Faluya no estuvo disponible para una entrevista. En su última aparición televisiva, el 14 de este mes, anunció su dimisión. «Los estadounidenses no cumplieron con las promesas que me hicieron, y por eso debo renunciar», afirmó.
De acuerdo con un informe sobre Faluya divulgado el 21 de mayo por la Red Integrada de Información Regional de las Naciones Unidas, «todavía hay lentos progresos en asuntos humanitarios».
El estudio señaló que dos tercios de los residentes desplazados por el ataque estadounidense de 2004 han regresado a la ciudad, pero 15 por ciento continúan en las afueras, «viviendo en escuelas y edificios gubernamentales abandonados».
«Aproximadamente 65.000 personas siguen desplazadas», informó Bassel Mahmoud, director de los proyectos de reconstrucción.