Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Pese a las muchas declaraciones prematuras de victoria, el primer ministro iraquí Haidar al-Abadi alzó el pasado domingo [26 de junio] en Faluya la bandera iraquí de la época de la Zona Verde. De inmediato empezó a decir que la próxima parada sería Mosul y que el Daesh sería pronto derrotado y borrado del mapa. No obstante, no sería errado asegurar que sufre delirios de grandeza si piensa que la derrota total del Daesh está próxima.
En realidad, hay poco que celebrar en Faluya. Los videos grabados muestran que la Ciudad de las Mezquitas, como era llamada en otro tiempo, es poco más que una masa inmensa de escombros. En escenas que no parecen muy diferentes de una película de Hollywood situada en un páramo posapocalíptico, Faluya aparece extrañamente vacía, con sus calles principalmente ocupadas por bandas errantes de milicias chiíes sectarias de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) y de patrullas ocasionales de las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (FSI).
De hecho, gran parte de los antiguos habitantes de Faluya se encuentran ahora atrapados en el abrasador calor del desierto, en campos de refugiados escasamente abastecidos. Las agencias de la ayuda humanitaria llevan mucho tiempo quejándose de una escasez paralizante de suministros, y uno no puede menos que preguntarse cómo esos ciudadanos iraquíes están pudiendo sobrevivir en el calor del verano durante el Ramadán. Sin embargo, su sufrimiento nos trae a la mente y nos recuerda el hecho de que han estado bajo asedio de su propio gobierno desde principios de 2014, habiéndose publicado hace un par de meses toda una serie de desgarradoras imágenes que mostraban los letales resultados de esta campaña de inanición.
El gobierno iraquí proclama descaradamente haber llegado a Faluya como liberadores aunque han devastado y destruido totalmente la ciudad, al igual que hicieron en Ramadi y Tikrit, permitiendo que sus habitantes fueran las víctimas de las torturas más salvajes y brutales. Los supervivientes cuentan cómo se vieron obligados a beber su propia orina o incluso la sangre de sus compañeros presos que habían sido asesinados frente a ellos por los milicianos sectarios que Irán apoya, quienes probablemente pensaban que el pueblo de Faluya simpatizaba con el Daesh.
No nos olvidemos tampoco de cómo las FMP, los «grandes liberadores» de Iraq del terrorismo del Daesh, fueron a Saqlawiya como la horda mongol de Hulagu Khan y asesinaron a 49 civiles, mientras el gobernador de Anbar, Sohaid Al-Rawi, informaba que había más de 643 desaparecidos, de los que se desconoce hasta el momento su paradero. Con la larga complicidad del gobierno iraquí en las actividades de los escuadrones de la muerte apoderados de Irán, no sería muy exagerado creer que han sufrido un destino peor que la muerte.
Lo anterior no es sino un ejemplo de los cientos de miles de atrocidades y crímenes de guerra perpetrados en nombre de la liberación del Daesh, incluyendo un espantoso video de Tikrit de hace un tiempo en el que milicias chiíes aparecen desollando los cuerpos de dos suníes en lo alto de un vehículo militar, así como imágenes más recientes de milicianos charlando alegremente junto al cuerpo de una muchacha, asesinada como en una ejecución, con las manos atadas a la espalda y una herida de disparo en la cabeza. En el video, puede oírse a los combatientes chiíes sectarios insultándola groseramente mientras toman fotografías de su cuerpo con sus teléfonos móviles, documentando así su propia implicación en crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra contra una población civil.
Sin embargo, y a diferencia de asesinar y torturar a civiles indefensos atados, las fuerzas de seguridad iraquíes y sus aliados de las organizaciones terroristas chiíes fueron humillados en los combates contra su oponente armado. A pesar de las repetidas declaraciones de victoria, la batalla de Faluya duró más de un mes, desde el 22 de mayo hasta el 26 de junio. Según estimaciones de EEUU, la cifra de combatientes del Daesh era de entre 600 a 1.000 hombres. Mientras que las FSI disfrutaban de una ventaja numérica de 35.000 hombres apoyados por decenas de miles de combatientes de las FMP, por no mencionar las unidades de la policía federal y otras. En total, podría haber entre 60.000 y 80.000 combatientes alineados con el gobierno, todos ellos protegidos por el poderío aéreo estadounidense.
Incluso así, al ejército iraquí le costó mucho tomar Faluya. De hecho, el día en que finalmente fue declarada la victoria (por última vez), fuentes militares iraquíes confirmaron que el Daesh se había retirado de Faluya de repente y que habían encontrado escasa resistencia. Es decir, que el Daesh no fue decisivamente derrotado y, para hacer las cosas aún más humillantes, consiguieron retirarse de una ciudad pequeña que estaba completamente rodeada y asediada. ¿Cómo es que los terroristas del Daesh consiguieron escapar tan fácilmente de los apoderados de Irán, también terroristas? ¿Por qué hay tan pocas grabaciones de combatientes del Daesh muertos? Sabemos que las FSI y las milicias aliadas filman rutinariamente a los civiles que matan, ¿por qué no a los combatientes del Daesh?
Esta falta de pruebas tiene lugar a pesar del hecho de que las autoridades iraquíes afirman que mataron masivamente a 2.500 terroristas del Daesh aunque sus FSI sólo sufrieron 394 muertes, excluyendo en esa cifra a las FMP y otras víctimas. Sin embargo, eso no puede ser así y no sería la primera vez que el régimen de la Zona Verde ha mentido. Como se afirmó con anterioridad, las estimaciones apuntan a mil combatientes del Daesh y, aparte de las bravatas provenientes de Bagdad, no hemos visto pruebas de que los miles de supuestos muertos fueran en absoluto combatientes del Daesh. Esto por no mencionar que los gestores del cementerio más grande del mundo en Nayaf dijeron que habían celebrado aproximadamente 100 funerales al día por las tropas que murieron combatiendo al Daesh en Faluya.
Hasta ahora, las FSI ni siquiera se han molestado en seguir el ejemplo del manual de jugadas de Israel para fotografiar a los civiles muertos con armas que les han puesto en la mano para afirmar que han matado a terroristas. Esto no resulta sorprendente considerando las historias estilo Rambo esparcidas por el régimen iraquí, con un piloto de helicóptero de la aviación del ejército afirmando que voló a baja altitud persiguiendo a un combatiente del Daesh y abatiéndole a tiros porque su helicóptero había agotado la munición. En esencia, que había dado un paseo aéreo antes de aterrizar triunfantemente con su helicóptero sobre la cabeza de un combatiente muerto del Daesh. Con tales hazañas de tan extraordinaria habilidad, la coalición internacional debería sorprenderse mucho de que el Daesh no haya sido todavía derrotado.
Bravatas y fantasías cómicas aparte, la Zona Verde ha fracasado totalmente al plantear que ha habido un éxito militar. Superaban al Daesh en 60 a uno o más, y contaban con el apoyo del poder aéreo occidental, con miles de millones de dólares en inversiones y formación, con asesores militares iraníes, y aun así necesitaron más de un mes para tomar la ciudad. Como punto de comparación histórica, el ejército iraquí recuperó la península de Al-Faw de la ocupación militar iraní de 1988, y necesitaron menos de 48 horas para machacar a los iraníes y enviarlos de vuelta a Teherán. El ejército iraquí «moderno» no habría podido tomar Tikrit, Ramadi, Faluya, ni siquiera un centímetro de territorio iraquí, si no hubiera estado abrumadoramente apoyado por las potencias extranjeras, e incluso así se movieron lentamente y fueron repetidamente castigados.
Según parece, el gobierno iraquí sólo es hábil estos días utilizando sus fuerzas para una cosa: matar, torturar y saquear a los civiles. El ejército iraquí ha perdido toda su profesionalidad y es ahora un vehículo de las organizaciones terroristas sectarias que tratan de otorgarse a sí mismas una apariencia de legitimidad, aunque en realidad sólo son un instrumento para masacrar al pueblo, especialmente a los árabes suníes, bajo la ya agotada y cansina justificación de «combatir al terrorismo».
Talha Abdulrazaq es licenciado en Humanidades por el King’s College de Londres y tiene un máster en Política de Oriente Medio por la Universidad de Exeter. Trabajó en el Strategy and Security Institute. Es colaborador habitual del Daily Sabah, Middle East Monitor y la revista History of War.
Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20160701-fallujah-victory-or-humiliation/
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