Traducido para Rebelión por Àngel Ferrero
Emory Douglas no parece el típico objetivo del FBI. Este jubilado de 65 años, padre de tres hijos, tiene un trato agradable. Aunque ante él se haya una montaña de folios DIN-A4, todos ellos documentos del gobierno estadounidense que prueban que El Hombre tenía un ojo puesto en Emory.
«Los conseguí por el Acta de Libertad de Información», dice el artista, sentado en la galería Urbis de Manchester donde está preparando su primera exposición en Europa. «Sabíamos que nos habían pinchado el teléfono, que nos seguían, que nos visitaban en nuestros puestos de trabajo, que escrutaban nuestras cuentas bancarias.»
«Nos» es el Partido de los Panteras Negras, en cuyas filas sirvió Emory como ministro de cultura y artista revolucionario desde 1967 hasta su disolución, a principios de los 80. Aunque no fue miembro fundador, Emory se reunió con Bobby Seale y Huey Newton tres meses después de que éstos hubiesen fundado el partido, en enero de 1967.
«Huey y Bobby eran muy intelectuales», recuerda, «y yo era muy inocente, pero quería cambiar las cosas.» Después de haber pasado por un correccional, Emory, hijo de una madre soltera ciega, tenía una gran desconfianza hacia la autoridad, pero también cierta formación en artes plásticas. Así que los Panteras lo pusieron al cargo de su periódico y poco después le nombraron ministro.
El cargo de Douglas implicaba comunicar el mensaje del partido a una comunidad con una baja tasa de alfabetización y muy poca experiencia política. Emory ilustró y diseñó el diario de los Panteras Negras, dibujando imágenes de afroamericanos empoderados, así como la representación de sus opresores, El Cerdo, un animal que valía para todos ellos, desde el policía del barrio hasta el presidente.
Sus carteles se pegaron por doquier en la comunidad negra y fueron distribuidos internacionalmente por la cubana OSPAAAL (Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina).
Emory afirma que los años dorado del partido fueron más o menos entre 1967 y 1974. «Fue cuando más fuerza teníamos», dice, «y llevábamos a cabo nuestros programas de supervivencia: teníamos programas de desayunos gratuitos, de sanidad gratuitos, de autobuses a la prisión, de distribución gratuita de ropa; incluso teníamos escuelas.»
Pero con tantos dibujos pidiendo que los negros respondieran a tiros a los policías no fue ninguna sorpresa que las agencias de investigación norteamericanas empezasen a interesarse por Emory y compañía. El artista recuerda un día, a principios de la década de los setenta, en que recibió una llamada de un «marchante de arte».
«Me sugirió que fuera a un hotel para reunirme con él, que me iba hacer rico.» Emory rechazó, así que el marchante volvió llamar al teléfono de un edificio de los Panteras Negras que no aparecía en ninguna lista. Con sospechas fundadas, Emory rechazó la oferta una vez más, y todavía cree que, de haberse reunido con la persona que le llamó, las cosas hubieran sido muy diferentes para él.
«Éramos muy conscientes de las cosas que estaban ocurriendo con los políticos negros», sigue. «Ellos [el FBI] los llevaban a una habitación y los comprometían con cocaína y cosas así.» Todo lo que el FBI no pudo hacer con los Panteras Negras, según Emory, lo hicieron después otras fuerzas sociales. «Los políticos cambiaron América», dice, «ellos [el gobierno] permitieron que el crack entrase en nuestras comunidades: preferían tener eso antes que revolucionarios.»
Aunque continuó produciendo arte, hasta el año pasado Douglas trabajó, durante dos décadas, como director de diseño de the Sun Reporter, el diario local. Sólo a partir del 2007, con la publicación de un libro de gran formato y una retrospectiva en el MOCA de Los Ángeles, Emory empezó a recibir la atención que merecía. Está orgulloso de su trabajo y de los logros de los Panteras Negras, pero sostiene que todavía queda mucho por hacer.
«Aún existen tasas muy elevadas de desempleo; el 60% de quienes van a prisión son negros», asegura. «Los negros que venden crack pasan más tiempo en prisión que los blancos que van a comprarla: hay una disparidad en el sistema.»
Reconoce que una cierta nostalgia rodea al radicalismo («la gente compra camisetas del Che Guera y no sabe ni siquiera quién es el Che»), pero aún así firma una dedicatoria en una copia de su libro con un «la lucha continúa», afirmando que, aunque los ideales permanecen, las circunstancias han cambiado.
«La gente no tiene que tomar las decisiones que nosotros tuvimos que tomar: ésa fue nuestra lucha», dice. «Si salieras a la calle ahora y pidieras esos cambios, te matarían. Nosotros lo hicimos en una época en que conocíamos la ley, lo hicimos dentro de la ley, y ellos no sabían como manejar el asunto.»
«Si la gente se enfrentase a la policía como nosotros lo hacíamos entonces», reflexiona, «les matarían.»
• Black Panther: Emory Douglas And The Art Of Revolution, a partir del jueves 30 en la galería Urbis de Manchester: www.urbis.org.uk
Fuente: http://www.guardian.co.uk/