Es el momento de forjar una opción desde la izquierda.
1– La renuncia de Martín Guzmán a su cargo de ministro de Economía (por twitter y en paralelo al discurso de la vicepresidenta) es el desenlace de un cúmulo de fracasos que se concentran en la descontrolada inflación. Con un índice anual que amenaza desbordar el 80% le resultaba imposible gestionar cualquier política económica. Como ya sucedió tantas veces en Argentina, el escenario de crisis e impotencia de un gobierno frente a la carestía se cobra la cabeza de los principales funcionarios.
2– El detonante de la renuncia fueron la corrida cambiaria, las presiones devaluatorias y el no poder encuadrar a la secretaría de Energía detrás de su proyecto de segmentación de las tarifas. En suma, Guzmán intuyó que ya no podría manejar el nuevo paquete de ajuste y adelantó su renuncia para intentar salvar su futuro profesional y repetir así el exilio dorado que suele proveer Washington a los funcionarios disciplinados.
3– La salida del ex ministro coronó la creciente sumisión de un gobierno de origen progresista al poder económico dominante. Guzmán mantuvo hasta el final una frontal oposición a las tres medidas básicas para contener la inflación sin ajustes contra el pueblo. Rechazó las retenciones (para divorciar las cotizaciones internacionales de los precios locales de los alimentos); se opuso a aplicar la ley de Abastecimiento (para disciplinar a los remarcadores que con total impunidad se enriquecen con la carestía) y ni siquiera concibió cambios en el acuerdo con el FMI, mucho menos su anulación (acuerdo que está en el centro de la crisis). Es evidente que el proceso inflacionario es funcional a este acuerdo (que lo promueve) en la medida que al incrementar los ingresos y licuar los gastos estatales mejora el resultado fiscal primario. Sin embargo esta funcionalidad entra en contradicción cuando la inflación supera lo previsto y carcome la base social del gobierno.
4– Guzmán se fue sabiendo que en el segundo semestre los inspectores del Fondo volverán a la carga con sus exigencias de mayor ajuste. En sus próximas revisiones demandarán el cumplimiento de todos los compromisos que se están desbordando, en materia de recortes de la emisión, de incremento de tasas interés, mayores tarifas e intensificación del ritmo de devaluación. Estos aprietes volverán a chocar con las ilusiones del oficialismo de cumplir con el FMI sin realizar grandes ajustes. El ex ministro fue el mayor exponente de la fantasía del programa de estabilización gradual. Prometió negociar un recorte de la deuda y terminó suscribiendo el libreto del Fondo. Anunció una era de heterodoxia y soberanía y convalidó una hipoteca monstruosa que cargarán varias generaciones de argentinos.
5– La interminable pelea entre el presidente y la vicepresidenta es un efecto de la impotencia de ambos frente a la crisis económica. No es la causa de este desastre. Guzmán se va en medio de una carencia total de alternativas. Alberto Fernández repite el mareo de Raúl Alfonsín y la desubicación de Fernando de la Rúa cuando presenta la implosión en curso como una “crisis de crecimiento”. Cristina Fernández juega a la confusa distracción de arrojar dardos desde adentro, sin asumir que no existe ninguna solución progresista sin ruptura con el FMI. Las volteretas parlamentarias con la renta inesperada o la penalización de los capitales fugados no contienen la insoportable inflación. A su vez, el salario universal es una mera extensión de la AUH que no genera trabajo y que a poco quedaría pulverizado por la carestía.
6– El establishment exige preservar el acuerdo con el FMI, para que el gobierno continúe realizando el trabajo sucio de un ajuste inflacionario que desmoraliza a la población y abre el camino para el retorno de la derecha al gobierno. El poder económico, mediático y judicial anhelaba un reemplazante de Guzmán consensuado por Alberto Fernández, Cristina Fernández y Sergio Massa, para que todo el oficialismo se incinere en lo que resta de su mandato. Pero la presión de gobernadores, sindicalistas e intendentes logró forzar “el diálogo” entre los querellantes. Obviamente los involucrados buscaron primero desmarcarse del desmoronamiento en puertas, para conservar lo que puedan de su base electoral. Afinaron sus propios cálculos sin concebir ninguna respuesta a los padecimientos que afronta el pueblo. Esto es lo que explica el largo fin de semana, cargado de incertidumbre y rumores, que culminó con la designación de una nueva ministra de economía. La insólita y frustrada conferencia de prensa que darían solo el jefe de Gabinete y la vocera presidencial (suspendida por el ruido de una decena de caceroleros) es una muestra más de la vigencia de esos desacuerdos.
7- La designación de Silvina Batakis, una economista de raigambre fiscalista, como lo demostró en su momento en Prov. de Buenos Aires, pero que no es Guzmán, abre nuevos interrogantes. Si la ministra ratifica el acuerdo con el FMI el ajuste continuará golpeando al pueblo argentino. Una simple revisión de las metas y plazos para el segundo semestre no modificará el duro golpe contra los salarios. Los tecnócratas del Fondo exigirán recorte de la emisión, tarifazos y mayor devaluación. Por el contrario si Batakis buscara implementar medidas que contemplen las reivindicaciones populares tarde o temprano requerirá de la anulación del acuerdo con el FMI.
8– La total inmovilidad de las direcciones oficialistas de los sindicatos y movimientos sociales a permitido la continuidad de un ajuste, que incrementó las fortunas de los exportadores, los banqueros y los grandes industriales. Han abandonado la calle, para privilegiar los pasillos ministeriales, en un momento de gran sufrimiento popular, en frontal contraste con las enormes movilizaciones que en Ecuador, Colombia, Perú o Chile indican el camino para frenar los atropellos de los poderosos. Esa renuncia a la lucha choca con la gran tradición combativa de nuestro pueblo y arría la bandera de resistencia al FMI, que es la prioridad del momento.
9– Recuperar ese sendereo de movilización contra el ajuste es la condición para construir un proyecto popular. Y el paso inmediato para avanzar hacia esa meta es la transformación de la convocatoria del 9 de julio contra el FMI en un acto masivo de gran impacto político. Las grandes crisis exigen grandes respuestas. Frente a la derecha que prepara su agresión y el oficialismo que sólo ofrece desanimo y desconcierto es el momento de forjar una opción desde la izquierda.
10– ¡Frente a la crisis y sus consecuencias sociales ganar las calles y construir una alternativa!
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