Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
«Exigid a la Ford que se comporte con seriedad a la hora de romper su adicción al petróleo», es el slogan preparado por el movimiento pacifista United Peace and Justice para la protesta nacional ante los distribuidores de Ford el día 12 de noviembre. Si Estados Unidos rompiera con su dependencia del petróleo- continúa la argumentación- la Guerra de Irak acabaría.
El reconocimiento de la compañía Ford como marca de vanguardia, le da la fuerza para dirigir el mercado en la buena dirección y la responsabilidad de hacerlo» argumenta la página en Internet JumpstartFord.com patrocinada por la Ruckus Society Action Network and Global Exchange.
Es un hecho que los grandes SUV (todo terrenos,) son devoradores de gasolina y grandes contaminadores. Según la Suv.org, un todo terreno que consume un galón (N.T. 3,78 litros) cada 14 millas ( N.T. alrededor de 22 km.) como el Lincoln Navigator, emitirá más de 100 toneladas de dióxido de carbono- la principal fuente de emisión de gases invernadero que provocan el calentamiento global-, durante toda su vida, dos veces más que un coche más eficiente en consumo de carburantes. Y todo ello sin hablar de la repugnante costumbre de los SUV de volcar matando a la gente que va en ellos.
Pero la pregunta es ésta: ¿El consumo decreciente de petróleo es la clave para acabar la guerra en Irak?.
Hay algo evidente: Estados Unidos no hubiera ocupado Irak si allí se «cultivaran zanahorias», por citar a un ex consejero del Secretario de Defensa de la Administración Reagan. Pero asegurar que la Guerra de Irak se debe exclusivamente a la dependencia del petróleo exterior oculta un panorama más amplio.
Cuando Estados Unidos decide controlar las reservas de petróleo de Oriente Próximo- o de Latinoamérica o de otros partes del mundo- no es para asegurar que los depósitos de los consumidores estadounidenses puedan llenarse, sino para controlar a quienes pueden conseguir ese petróleo en el mundo.
La importancia estratégica del control de las reservas de petróleo mundiales se hizo evidente para los gobiernos de las principales potencias mundiales durante la Primera Guerra Mundial, cuando el petróleo movía su maquinaria de guerra, sus coches, tanques y barcos. Y se hizo todavía más incuestionable durante la Segunda Gran Guerra. Desde entonces, las potencias mundiales han promovido guerras con el objetivo de controlar las más valiosas reservas.
Las compañías estadounidenses de petróleo- y los políticos a quienes sirven- no sólo se han aprovechado del petróleo de Oriente Próximo, sino que el control de las reservas petrolíferas ha proporcionado al Gobierno estadounidense ventajas estratégicas sobre otras potencias. Pero los estadounidenses medios no perciben un beneficio directo cuando- como es obvio en el caso de la ocupación de Irak- los precios de la gasolina suben como si fueran un cohete.
Además, sólo la competencia por las reservas naturales no explica otras guerras que Estados Unidos ha llevado a cabo- por ejemplo en Servia o Vietnam- que cuyo objetivo era expandir el poder estadounidenses en todo el mundo. Por eso es importante tener un visión más amplia de por qué Estados Unidos quiere controlar todo Oriente Próximo. Quiere controlar las reservas de petróleo pero también busca lugares estratégicos para situar Bases militares estadounidenses.
La otra pregunta que merece plantearse es ¿por qué la Ford fabrica coches que despilfarran energía y contaminan? Ciertamente, los hombres y mujeres que dirigen la compañía conocen estos problemas. Después de todo, según señala JumpStartFord.Org, la Ford prometió en 2003 aumentar su eficiencia en consumo energético de sus todo terrenos en un 25 % para 2005, y después se volvió atrás.
Así que, ¿por qué? La respuesta es sencilla: por puro lucro ya que la tecnología para la producción masiva de coches más eficientes energéticamente existe. El problema es que compañías como Ford piensan en los beneficios a corto plazo en lugar de en los costes a largo plazo para el medio ambiente y para las personas que viven en él.
Para competir en el mercado libre con otros fabricantes de coches, Ford no puede desperdiciar recursos ni tiempo en el desarrollo de vehículos más eficientes. Pero, asimismo, los dueños de la Ford están dispuestos a negociar el bienestar a largo plazo de la gente que trabaja en sus fábricas a costa de los beneficios a corto plazo que suponen la supresión de la asistencia sanitaria.
En la anarquía del libre mercado estas son la clase de medidas perversas que los propietarios ponen en marcha cada día.
Millones de personas se beneficiarían de los vehículos más eficientes energéticamente, así como del diseño de un mejor sistema público de transporte, sin embargo se destinan muy pocos recursos a estos fines porque recortarían los beneficios de los fabricantes de coches y de la industria petrolífera.
Cuando se trata de los coches y de los todo terreno, se acostumbra a señalar con el dedo a las personas que los conducen. Dejando de lado a los conspicuos yuppies del consumo, con sus mega Hummers porque, casi siempre que alguien argumenta contra los todo terreno, no se puede confiar en convencer a la gente que los conduce ya que se dirigen a millones de personas normales que van en coche a sus trabajos o escuelas, aunque a veces, sí, en todo terrenos.
Apelar a la gente para que asuma su «responsabilidad personal» como consumidores, pone el foco de la culpabilidad lejos de los verdaderos culpables, y lleva a la gente a la conclusión de que sus elecciones personales- elegir lo que compran- son la solución.
No hay » un poder» real en nuestra capacidad de comprar o no comprar productos en los que no tenemos voz alguna en su producción. Nuestra fuerza reside en ser capaces, de forma colectiva, de protestar contra la Guerra en Irak y en situar la culpabilidad donde corresponde, es decir en la potenciación del imperio y la búsqueda del petróleo que lleva a cabo el Gobierno de Estados Unidos a costa de lo que sea.