El libro «Niña Errante» revela las cartas entre la Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, y su albacea, Doris Dana, dejando claro el amor que las unió. En sus misivas, Mistral desnuda su lesbianismo, con un «lenguaje transexual» donde se refiere a sí misma en masculino. El texto fue lanzado oficialmente en Chile con más de un incidente.
El Centro Cultural Palacio La Moneda fue el 4 de septiembre del 2009 el escenario que marcó historia en torno a la visión, interpretación y estudios sobre los escritos de la primera Premio Nobel de Literatura (1945) de América Latina, Gabriela Mistral (1889-1957).
En ese lugar fue lanzado oficialmente el libro «Niña Errante» (Lumen), el que en 480 páginas revela las íntimas cartas que Mistral y su albacea, Doris Dana, intercambiaron desde 1948 a 1956, dejándose al descubierto, sin lugar a dudas, el apasionado amor lésbico entre ambas mujeres.
La publicación de la Biblioteca Nacional y Random House-Mondadori fue presentada por su editor Pablo Zegers, el representante de la Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral, Jaime Quezada, y la académica María Soledad Falabella, todos los cuales coincidieron en que con «Niña Errante» se descubre a la poetisa en plenitud, mereciendo desde ahora todas sus obras una relectura.
En la ocasión ninguno de los panelistas mencionó la palabra «lesbiana», sin embargo, sus intervenciones dejaron más que claro que de eso se estaba hablando. De que la Premio Nobel de Literatura, la misma cuyo rostro figura en los billetes de cinco mil pesos, es lesbiana, «lo que la convierte en la mujer con orientación homosexual más influyente en la historia de Chile», se apresura en señalar el Movilh, que estuvo presente en el lanzamiento junto a los escritores Pablo Simonetti, Francisco Casas y la ministra del Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes, Paulina Urrutia.
La ausencia de la palabra lesbiana provocó, sin embargo, más de un incidente en el Centro Cultural Paacio La Moneda, en el marco de críticas que desde el domingo pasado algunas voces habían dirigido contra Zegers por no hacer referencia directa al tema en la prensa, ni el prólogo del libro.
Pero la respuesta de Zegers fue más que satisfactoria. «Efectivamente mi prólogo es un texto neutro, porque así permite ingresar al corpus del texto de manera desprejuiciada«, lo cual sirve para que el lector vaya conociendo, sin direccionamiento alguno, el origen y desarrollo del amor entre Mistral y Dana, proceso que dota de más interés a la narración.
Acto seguido añadió que, en todo caso, «tendría que ser un verdadero imbécil para no darme cuenta de lo que significan esas cartas y eso lo quiero decir públicamente. Pero ¿qué es mi pluma frente al lector avezado».
La explicación de Zegers no alcanzó a ser escuchada por Casas, ex Yegua del Apocalipsis, quien desde el 2003 venía informando sobre el lesbianismo de Mistral, en especial a través de La Pasajera, una cinta dirigida por su pareja, Yura Labarca, de la que hasta ahora sólo se conoce su trailer, debido a la carencia de apoyo económico para su producción.
Finalizada la exposición de Falabella y avanzada la de Quezada, Casas abandonó indignado el lugar debido a la carencia de referencias directas sobre la homosexualidad de la poeta y dijo a viva voz «Patético, fue lesbiana».
Terminada la intervención de todos los panelistas, siguió el turno de Simonetti, que en un tono mucho más conciliador, pidió la palabra para señalar que «sólo quiero decir que me siento orgulloso de que nuestra Premio Nobel sea lesbiana». Los aplausos fueron instantáneos y cómplices.
Pero antes de que saliera a luz el lesbianismo de Mistral debieron sortearse una serie de dificultades.
El primer paso fue conseguir los manuscritos de Mistral, proceso facilitado por la sobrina de Dana, Doris Atkinson, quien en marzo del 2007 visitó Chile junto a su pareja, Susan, y entregó a la Biblioteca Nacional diversas pertenencias de la Premio Nobel, entre ellas las ahora históricas misivas.
De ahí en adelante Zegers inició una tarea que «durante más de un año me quitó todo el tiempo», recuerda. Y es las cartas de Mistral estaban escritas con grafito, lo que dificultó su lectura, y, ninguna de ellas, tenía fechas.
El desafío era enorme, pues Zegers y su equipo debieron, tras transcribir las cartas, darle el orden cronológico que les parecía más lógico, siendo incluso posible que en «Niña Errante» exista algún error sobre ello. Sea como sea, la verdad es que la lectura del libro, y según lo afirma el propio Zegers, tiene una estructura narrativa muy clara, que permite ir conociendo el amor con Dana desde sus inicios.
Otras de las interrogantes planteadas se refiere a las cartas de Dana. De hecho, en «Niña Errante» se estima que sólo el dos por ciento de las misivas fueron escritas por ella, mientras el resto son de Gabriela Mistral. ¿Por qué?
La teoría de Quezada es que Mistral las rompió, por temor a que fueran descubiertas. Sin embargo Zegers desestima esa hipótesis y se aventura en otra. A su juicio, Dana no tendría mucho interés en dar a conocer su intimidad, además de carecer de una pluma tan perfecta como la de Mistral, situación agudizada porque su idioma madre era el inglés, lo cual le generaría pudor frente a la habilidad literaria de la Premio Nobel.
Pero el pudor no sería sólo literario, sino también sobre el vínculo homosexual establecido con Mistral. De hecho, Dana negó hasta el día de su muerte, el 28 de noviembre del 2006 en Nápoles, Florida, su relación lésbica con Gabriela.
«Si ella (Mistral) tuvo tal vez en su juventud experiencias homosexuales, puede ser. Yo no sé. Sí puedo afirmar que nunca le conocí esas conductas de adulta. En mi vida con ella, ella no tuvo una vida sexual. Yo tampoco soy homosexual», dijo Dana el 2002 a la revista Sábado, lo que podría implicar que quizás el amor lésbico fue unilateral.
Incluso hasta después de la muerte de Dana, fue el propio Quezada quien negó la relación lésbica y desestimó en enero del 2007 que existiera manuscritos desconocidos de Mistral, alegando que toda su obra, en sus aspectos más importantes, ya era pública.
«Los manuscritos, cajas y sobres, que puedan estar en algún lugar, en realidad no me preocupan. El tema principal no son esas cajas, lo que importa es lo que ya tenemos: su obra, sus libros. A eso hay que contribuir, a que se conozca mucho más», dijo en esa oportunidad Quezada.
Añadió que «la mayor parte de esa documentación está en la Biblioteca del Congreso, en universidades y en una biblioteca especial que se creó en la Universidad de Columbia, en Nueva York. De quedar algo, debe ser muy poco».
Pero lo quedaba no era poco. Doris Artikinson entregó a Zegers cincuenta mil hojas, de las cuales 10 mil son cartas. Unas 250 de estas son parte de «Niña Errante», mientras el material faltante Zegers lo espera dar a conocer en un nuevo libro el próximo año.
Fue en 1946, época cuando Doris tenía 26 años y Mistral 57 años, que ambas mujeres se conocieron. El encuentro tuvo lugar cuando la poeta dictó una conferencia en la Universidad de Columbia, iniciando dos años más tarde el contacto epistolar, tras una primera misiva enviada por Dana que partió con elogios mutuos hasta desarrollar el amor.
En las cartas, no sólo sobresale el amor lésbico, sino también el «lenguaje transexual» de Mistral, pues en muchas ocasiones se refiere a sí misma en género masculino, firmando en más de una oportunidad como «tuyo».
En medio de ello, el amor hacia Dana se hace explícito al decirle que «cuando llegaste, yo no tenía nada, parecía desnuda, y saqueada, paupérrima, anodina como las materias más plebeyas. La pobreza pura y el tedio y una viva repugnancia de vivir. Todo lo has mudado tú y espero que lo hayas visto».
En otros momentos Mistral señala que «te lo repito por última vez: yo no soy la bestia de mera calentura física que tú has visto en mí ( ), mi culpa fue forzarte al amor, llevarte a él sin que hubiese una sola chispa en ti».
Son justamente señales de este tipo las que dejan en interrogante el verdadero interés que Doris tenía por Gabriela y que permanecerán en la sombra, mientras las cartas de la primera permanezcan en el ámbito privado.
Lo concreto es que en «Niña Errante» no sólo queda explícito el amor lésbico, pues además, y en primer orden, florece la genialidad de Mistral con su pluma, que se pasea por momentos históricos de Chile y por contextos que hablan de su humanidad y también de la de otros, poniéndola una vez como protagonista de la literatura local e internacional.
«Con gran atención e interés. Estamos ante una correspondencia de mucha fuerza literaria y emoción. Me atrevería a calificarlas de poesía en prosa. Las misivas, en cuanto a calidad, son muy superiores a las poesías de ella que estaban inéditas. Por otro lado, son muy emocionantes y muestran una relación que podría calificarse de bastante tórrida, pero planteada con dignidad. En ese sentido, tienen valor doble», puntualizó el Premio Nacional de Literatura 2004, Armando Uribe.