«Al libro digital hay que darle la importancia que tiene. Los apocalípticos que aventuraban todo tipo de desgracias para el formato tradicional suelen ser gente poco leída» Fernando Valverde, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, y secretario de la Feria del Libro de Madrid. Si la cultura es un hecho […]
«Al libro digital hay que darle la importancia que tiene. Los apocalípticos que aventuraban todo tipo de desgracias para el formato tradicional suelen ser gente poco leída»
Fernando Valverde, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, y secretario de la Feria del Libro de Madrid.
Si la cultura es un hecho aristocrático, cultivo celoso, asiduo y solitario de una interioridad refinada que se opone a la vulgaridad de la muchedumbre (Heráclito: «¿Por qué queréis arrastrarme a todas partes oh ignorantes? Yo no he escrito para vosotros, sino para quien pueda comprenderme. Para mí, uno vale por cien mil, y nada la multitud»), la mera idea de una cultura compartida por todos, producida de modo que se adapte a todos, y elaborada a medida de todos, es un contrasentido monstruoso. La cultura de masas es la anticultura. Y puesto que ésta nace en el momento en que la presencia de las masas en la vida social se convierte en el fenómeno más evidente de un contexto histórico, la «cultura de masas» no es signo de una aberración transitoria y limitada, sino que llega a constituir el signo de una caída irrecuperable, ante la cual el hombre de cultura (último superviviente de la prehistoria, destinado a la extinción) no puede más que expresarse en términos de ApocaIipsis.
Umberto Eco, «Apocalípticos e integrados«
No sé si Fernando Valverde es una persona muy leída o no, pero su concepto de «apocalíptico» parece que tiene poco que ver con el que acuñó Umberto Eco en 1965. Aunque también podría ser que sus lecturas fuesen algo más arcaicas, y se refiriese al de Patmos. No podemos descartar, por último, que ayer hiciese mucho calor en Madrid.
Hasta el pasado mes de octubre, y durante muchos años, he comprado alrededor de cinco libros al mes. Desde que tengo un lector electrónico, sólo he comprado tres libros en papel. Y después de leer las declaraciones del responsable del gremio de libreros, he decidido no volver a pisar sus establecimientos en una buena temporada.
Insultando a melómanos y cinéfilos, la industria musical y cinematográfica cavó su tumba: a fuerza de agresiones verbales consiguieron que dejásemos de pisar tiendas de discos y salas de cine. Visto está que los últimos intermediarios culturales quieren seguir el mismo camino de los que los precedieron, algo de lo que la industria editorial -única imprescindible para el lector- debería tomar buena nota: con aliados como Valverde, Libranda no necesita enemigos.
Después de destruir buena parte de las librerías de barrio, en beneficio de las grandes superficies, ahora pretenden que los lectores vayan al matadero como dóciles corderitos. Para hacer frente a Amazon, no se les ocurre mejor modelo de negocio que obligar a su público a comprar libros electrónicos en librerías físicas. Cuando toda la logística tradicional está en crisis, cuando más necesario es reconvertir el negocio, el presidente del gremio se dedica a encender hogueras. Bravo.
Si de algo estoy convencido, es de que las librerías sobrevivirán. Pero no el modelo de librería que tiene en la cabeza Fernando Valverde: eso está acabado. Creo que es posible un modelo sostenible, basado en la integración de imprenta y librería, en torno a la impresión bajo demanda. Una vez suprimidos los costes de impresión, distribución y transporte, es viable un modelo similar al que siguieron los laboratorios de revelado fotográfico, reconvirtiéndose en empresas de impresión digital. No pasará mucho tiempo antes de que se abran las primeras librerías-imprenta, alrededor de las que es posible aglutinar tertulias literarias hasta en el último pueblo de España.
La industria debería tratar con más respeto a su público. Porque no son los compradores ocasionales, de un solo libro al año, los que pueden poner en riesgo su negocio. El Apocalipsis de los libreros lo encarnamos aquellos que comprábamos cinco libros al mes, y que sólo volveremos a hacerlo cuando dejen de tocarnos los cojones.
Lo que voy a decir ahora sorprenderá, especialmente si se tiene en cuenta que llevo meses cargando con un lector electrónico. En él leo el periódico cada mañana, los expedientes de mi trabajo, y cientos de libros que me acompañan en cada viaje. Es un buen compañero para mis días, pero no hay nada que ilumine tanto mis noches como el reflejo de la luz en el papel.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpertuo/2010/05/31/gente-poco-leida.html