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Entrevista con Fernando Báez, escritor venezolano

Golpes a la memoria

Fuentes: Cubarte

El auditorio se levantó en pleno para aplaudir. Había intervenido el escritor venezolano Fernando Báez y habíamos visto en una pantalla a un niño iraquí en medio de la destrucción besando los restos de un libro sagrado, resistiéndose al despojo, al vaciamiento, a la imposición. La escena fue parte del V Congreso Cultura y Desarrollo […]

El auditorio se levantó en pleno para aplaudir. Había intervenido el escritor venezolano Fernando Báez y habíamos visto en una pantalla a un niño iraquí en medio de la destrucción besando los restos de un libro sagrado, resistiéndose al despojo, al vaciamiento, a la imposición.

La escena fue parte del V Congreso Cultura y Desarrollo que sesionó recientemente en La Habana y en específico del encuentro Las bibliotecas del sur: por una cultura de paz.

Báez recordó que los atropellos culturales han sido concebidos siempre por personas instruidas, y que las quemas antiguas de libros implicaban ceremonias detalladamente preparadas a modo de espectáculos.

Habló del libro como instrumento de guerra, de cementerios enteros de volúmenes «comunistas» en Checoslovaquia y Hungría, del Museo Nacional de Bagdad convertido en «barraca», de la violación de lugares sagrados en Irak con graffitis en inglés.

Luego, en entrevista exclusiva para Cubarte, el autor de La destrucción cultural de Irak detalló su experiencia en ese país, y sostuvo con certeza «donde se queman libros se termina quemando hombres»

– Todo el sistema de bibliotecas iraquíes, que contemplaba 114 instituciones, fue desmantelado, muchas de ellas quemadas, destruidas, como la Biblioteca Nacional de Bagdad, en la que se perdieron un millón de libros. Está el caso del Museo Nacional de Bagdad con más de 11 mil objetos robados, y de los 10 mil asentamientos arqueológicos con más de 150 mil pérdidas, lamentablemente hasta la fecha no se ha podido establecer con precisión el número porque no hay un inventario del patrimonio. Muchos sospechamos que la cifra es mayor.

Con el tiempo encontramos que no se trata sólo de un memoricidio, sino que Estados Unidos perpetró un genocidio: ya hay más de 1500 intelectuales muertos, todo intelectual en Irak que pide la desocupación del país es misteriosamente agredido. Las universidades son blancos de ataques de coches-bombas debido a manifestaciones de los estudiantes. Todo este panorama forma parte del mismo componente cultural.

¿Desde el punto de vista emotivo, qué momento recuerda con más fuerza?

La entrada a la Biblioteca Nacional de Bagdad, el 10 de mayo de 2003. Yo me crié en una biblioteca municipal. Mis padres por ser pobres debían dejarme todo el día en ese sitio, y esa biblioteca fue arrasada por el río Orinoco hace muchos años. La imagen de la biblioteca devastada por el agua me volvió a la cabeza en el momento en que entraba a la de Bagdad. Ya desde la perspectiva del mismo edificio, los tres pisos con sus celosías y sus ventanas arábigas completamente arrasados por el fuego resultaba sumamente deplorable. Bagdad siempre ha estado asociado a Las mil y una noches, uno de los símbolos que tenemos desde chicos. Ejemplares de los grandes filósofos árabes de todos los tiempos fueron destruidos. Después, ver que seis millones de documentos estaban quemados completó un panorama aterrador.

¿Cuán caras le han costado a usted estas investigaciones?

Una de las reacciones más lamentables que he sufrido alrededor de mi propio trabajo es la persecución por parte de las distintas misiones diplomáticas de los Estados Unidos en España y en América Latina. Estas misiones a través de sus agregados culturales o de sus franquicias académicas tratan de obligar a que se me cancelen las invitaciones. Se ha procurado también que mi libro no llegue a las estanterías en los Estados Unidos desestimulando a las bibliotecas interesadas. En 2004 se me declaró persona non grata por la misión diplomática de EEUU en España y eso tuvo un costo muy alto porque me da un estatus completamente inédito en mi vínculo con las universidades para las que trabajo o con los gobiernos que asesoro.

¿Puede referirse a los antecedentes de esta guerra cultural?

Han sido muchos. El Himno a Ishbierra, un himno babilónico, proponía en 2400 antes de Cristo que se destruyera una cultura. Posteriormente los imperios cuando conquistaban a una nación lo primero que hacían era aplicar lo que en términos jurídicos se llamaba el derecho de botín, saqueaban los monumentos y se los llevaban. En Babilonia existió una especie de «museo de las maravillas», en donde exhibían como trofeos culturales todos los objetos robados a otros lugares. Tenemos casos como el de la Biblioteca de Alejandría , arrasada por los cristianos, Las Cruzadas fueron una guerra cultural en realidad, en el saqueo que hicieron los cruzados en Constantinopla alrededor del año 1204, el desastre fue enorme porque incluso se considera que los daños causados a la cultura griega antigua que allí se conservaba provocaron la desaparición de algunos libros de Aristóteles, poemas de Safo y otros títulos de grandes autores de la antigüedad. El término «guerra cultural» nacido entre 1871 y 1873 fue aplicado por los nazis cuando desarrollaron toda su propaganda para el exterminio de la memoria de los que consideraron sus enemigos.

Las guerras culturales responden al propósito de borrar la memoria y reconfigurar la identidad de los adversarios para poder someterlos con más facilidad al eliminar los símbolos de resistencia. Como decía Antonio Gramsci, la hegemonía no puede ser sólo política, tiene que establecerse en el plano cultural.

En Irak encontramos uno de los más descarados casos de guerra cultural, ya definida como tal. Las consecuencias son la transculturación y la aculturación, dos fenómenos antropológicos miserables. Quizás el caso más emblemático para los latinoamericanos fue la destrucción de Tenochtitlán y la construcción de una nueva ciudad sobre ella.

¿Puede hablarse de peculiaridades de la guerra cultural de estos tiempos?

Se han perfeccionado los instrumentos de dominación, la conciencia de borrar la memoria está ahora más palpable, y resulta miserable porque los antiguos imperios eran sinceros en sus objetivos. Estados Unidos, sin embargo, mantiene un discurso de hegemonía hipócrita al decir que actúa en nombre de la democracia y el respeto a los derechos humanos.

¿Cuándo usted se refería en su intervención a actos heroicos protagonizados por bibliotecarios a cuáles se remitía?

A la resistencia a la censura y a la opresión, a los que en Sarajevo defendieron la Biblioteca Nacional de los ataques serbios, y a la cantidad de bibliotecarios que en tiempos de dictaduras en el cono sur de América Latina se enfrentaron a la opresión y hasta perdieron la vida. En Irak los bibliotecarios están dando también un ejemplo de dignidad y heroísmo. Muchos de ellos acuden a sus trabajos sin saber si van a poder volver a sus casas y a pesar del desastre tratan de que las bibliotecas no mueran, de poner uno que otro libro en algunas manos.

¿Cuál es su mirada a propósito del proceso social que vive Venezuela?

Mi país tiene una oportunidad histórica de cambiar una sociedad de exclusión por otra donde prime la solidaridad, la integración y el desarrollo. Soy muy optimista y deseo que todo el proyecto cultural que se está realizando saque definitivamente a mi pueblo del terrible atraso en el que lo habían colocado unas oligarquías locales apoyadas desde Estados Unidos.