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Gritad sin hacer ruido… camino de la nada

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

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Pintura del artista iraquí Zamer Dawud

Recuerdo un libro que leí años atrás. Pero no puedo acordarme del nombre del autor. Ya les advertí que soy muy mala a la hora de evocar nombres. Pero el título exacto está bien alojado en mi mente: «Grita en voz baja o los vecinos te oirán».

El libro trata de las palizas a las mujeres. Saben lo que es una mujer maltratada ¿verdad?

Es sencillamente cuando un hombre bate, pega, da puñetazos, patadas, aporrea… a una mujer y en ocasiones de forma tan grave que termina en el hospital y algunas veces de forma tan brutal que le ocasiona la muerte.

Es interesante indicar que el verbo «batir» es también utilizado para cocinar, i.e. hacer una masa. Los franceses tienen analogías similares entre dar una paliza a una mujer y ciertos alimentos. Ellos dirían «se ha convertido en compota» (compota: frutas cocidas). Igual sucede con las expresiones árabes. Dirían que le rompió los huesos, que la hizo «picadillo»…

Estoy segura que otras «culturas» tienen más analogías de ese tipo. Dejaré para Vds. la misión de desenterrar algunas expresiones que les resulten familiares en esa misma línea…

¿Se dieron cuenta de una cosa? ¿De que hay una especie de rasgo común en el uso de las palabras, en el uso del lenguaje?

Es como si «ellos» estuvieran aludiendo a convertir esa «cosa» en algo licuado, fácilmente modelable, suave al paladar… En resumen, fácilmente mezclable y fácilmente digerible. También les dejaré que hagan más asociaciones sobre el mismo tema.

Ninguna sociedad es inmune a los golpes a las mujeres. No haré hincapié ahora en cifras. Todas las sociedades son culpables. Oriente y Occidente, igualmente culpables. Y R. Kipling se equivocaba cuando dijo que Oriente y Occidente no se encontrarían nunca. Se encuentran. Se encontraron. Se encontraron en Iraq.

En Iraq encontraron la tierra, la Madre.

También encontraron y llegaron a un pacto sobre los cuerpos de las hijas de esa Madre: las Mujeres Iraquíes.

Esos cuerpos que, desde la «liberación», se han convertido en mercancía pública. En objeto público. Un objeto al que cubrir, un objeto al que controlar, un objeto al que dar órdenes, un objeto del que disponer, un objeto al que batir, moldear, dar forma hasta convertir en una cosa licuada, suave, rendida. Una cosa digerible.

Sí, batir, aporrear, golpear, dar puñetazos, pegar, violar, torturar, encarcelar… a esa «cosa» y, en última instancia, disponer de ella, aniquilarla.

Tanto «Oriente como Occidente» se han empeñado en la destrucción de la mujer iraquí.

Es como si, una vez saqueado, el Iraq ocupado se hubiera convertido en el punto central, el «lugar» donde esas fuerzas pueden verter su veneno, su profundo odio, sus instintos frustrados, sus perversidades… En síntesis, su misoginia colectiva.

Y quienes me conocen ya un poco, saben lo que quiero decir por Oriente y Occidente. Sólo en el caso de que Vd. sea nuevo en este blog, utilizo metafóricamente el término Oriente para Irán y Occidente para nadie más que para «la mayor de las democracias sobre la tierra»: Estados Unidos.

«Chilla sin hacer ruido», fue lo que los secuestradores de Salma le gritaron.

Todo el tiempo estoy buscando nuevos nombres. Cambio de nombre en mi cabeza miles de veces. Y ahora temo también hasta mencionar la barriada. Las milicias rastrean las llamadas de los móviles, los nombres, las barriadas, los parientes… etc… y eso me preocupa mucho, es algo que me tomo muy en serio.

Salam es una pariente. Vive en una zona sunní. Una zona sunní que está ahora infiltrada por las milicias de Irán. Las milicias de los mullahs. Un área sunní pensada para ser una fortaleza amurallada. Pero no hay tal, ¡ay de mí!

Hace unos cuantos días, con la luz del sol se dirigió al colegio de su hijo. El niño tiene sólo once años. Quería recoger los resultados de su examen. Se puso muy contenta cuando la profesora le dijo que había aprobado. Musitó para sí: «Con todo lo que está pasando y ha logrado aprobar…»

Cogió la papeleta. Un papel lleno de buenas noticias, pensó.

Cuando salía por la puerta del colegio, un grupo de hombres armados se le acercó y la empujó a punta de pistola hacia un coche. Estuvo secuestrada durante 48 horas. Ese mismo día, a cuatro profesoras les dispararon un tiro en la cabeza cuando salían por la puerta de sus colegios…

No pude hablar con Salam y más adelante comprenderán el motivo. Pero su marido me llamó y tuve muchas dificultades para entender lo que me decía. Lloraba tanto, yo nunca le había visto antes llorar de esa forma… Tuve que hacerle repetir varias veces las frases antes de lograr conocer todos los detalles de su abducción, de su secuestro.

Salam es una mujer muy linda, de unos 30 años de edad, y va velada. Por eso, supuse que el problema no fue por ir «vestida a la moda»…, pero una nunca sabe.

Es madre de dos niños. Ha hecho un post-grado en Literatura Árabe y es antigua colega mía. Tuvo que dejar su trabajo, como tantas otras. Vive con su marido y cuida de su padre enfermo. Su marido está en paro. También fue despedido del trabajo por pertenecer a la secta equivocada. Viven con 75 dólares al mes.

Ese es el dinero que consiguen por la pensión de su padre.

Los secuestradores se autodenominaban grupo de la «Yihad» X. Nadie había oído antes hablar de ellos. Lo único que sabemos y eso, por Salam, es que «hablaban árabe con un acento extranjero muy fuerte».

Eran cinco. La ataron de pies y manos. Y siguieron golpeándola hasta que le rompieron la mandíbula y la llenaron de hematomas. Ella gritaba: «¿Qué es lo que queréis de mí?»

La amenazaron con que si volvía a gritar una sola vez, toda la banda la violaría y seguirían pegándola aún más…

La interrogaron durante 24 horas. Querían saberlo todo.

Dónde vives, quién paga la renta, quiénes son tus familiares (y ella dio nombres bajo coacción), dónde viven, cuáles son sus números de teléfono, cuanto dinero tenían, de dónde salía el dinero, con qué gente se mezclaba, cuál era la profesión de su marido, de su padre, de su madre, de sus abuelos, de sus ancestros… Y volvían a golpearla un poco más…

Y cada vez que gritaba, amenazaban con violarla y le decían que se callara. Ella les dijo: «Acordaos de vuestras madres, de vuestras hermanas… ¿Cómo vais a violarme?»

Se reían y decían: «Y tu sabes demasiado cómo responder, ¿eh?» Y la volvían a aporrear un poco más. «¿Dónde aprendiste a hablar así?»… Y el interrogatorio continuaba…

«¿Qué estudiaste, dónde estudiaste, por qué estudiaste…? ¿Qué más cosas sabes, qué otras respuestas te atreves a darnos…?» Y la volvían a golpear durante otro rato más…

Salam fue finalmente liberada del grupo «X» a cambio de una suma de 1.500 dólares. Eso era todo lo que la familia tenía. Unos cuantos ahorros para poder sobrevivir hasta que «Dios decida aliviarnos de este valle de lágrimas«…

Tras su liberación, su marido preparó una pequeña maleta y se mudó a otra barriada. No debo olvidar mencionar que el nombre de su hijo es muy sunní. Y ahora temen también por su vida.

Salam está ahora en la cama. Está demasiado destrozada y demasiado amoratada para moverse o hablar. Olvídense de llevarla a un hospital… ¿Dije hospital? Parece que sí. ¿Vds. saben lo que es un hospital? ¡Qué afortunados son!

Desde luego, la primera reacción que tuvimos fue «¿La violaron?» Como si esa arma fálica estuviera constantemente blandiendo sobre nuestras cabezas como una espada presta a cortar nuestras gargantas…

Salam tiene todo el cuerpo de color azul… Azul cardenal, azul rojizo, azul coagulado de sangre, azul hematoma, negro azulado cubriendo su ya frágil cuerpo.

Azul, azul, azul… Y más profundas sombras de azul… Tristeza aún más profunda en el corazón, azules intensos llegando hasta el alma. Cuerpos azules, almas azules… Azules sanguinarios.

Grita en silencio mientras te golpeamos. Grita en silencio mientras te insultamos. Grita en silencio mientras te damos órdenes… Grita en silencio mientras te entregamos… Grita en silencio mientras te violamos. Grita en silencio… muévete en silencio… llora en silencio…

Damasco, Ammán… Cientos de jóvenes mujeres iraquíes gritan en silencio cada noche cuando cierran los sórdidos bares.

Gritan en silencio bajo el peso de los clientes, que las fuerzan a adoptar posturas que no se atreverían a utilizar con sus propias y «respetables» esposas…

Gritan en silencio cuando les dan a sus familias los 10 dólares para que puedan alimentarse.

Gritan en silencio cuando averiguan que han contraído enfermedades de transmisión sexual, gritan en silencio cuando averiguan que están embarazadas, gritan en silencio cuando las llaman «putas baratas iraquíes…»

Las cárceles iraquíes… Miles de mujeres permanecen allí sin juicio. Se sientan y lloran en silencio. Son torturadas, violadas y se les pide que griten sin hacer ruido. Contraen SIDA, tuberculosis, sífilis, hepatitis y miles de otras enfermedades pero tienen gritar en silencio… Y cuando van a la horca, tienen que gritar y morir en silencio…

Estados Unidos: Mirad, esa es vuestra Nueva Democracia. Irán: Este es tu campo de juego. Habéis convertido a Iraq en vuestro basurero. En el estercolero de vuestra codicia, promiscuidad, enfermedades, perversiones, odio, racismo, barbarie, pero sobre todo de vuestra misoginia. Sí, de VUESTRA misoginia.

Vuestra misoginia emparejada con su misoginia. Vuestro odio emparejado con su odio. Vuestro sexismo emparejado con su sexismo. Vuestra brutalidad emparejada con su brutalidad. Vuestra violencia emparejada con su violencia…

No, para las mujeres iraquíes no supone tan sólo una doble ocupación. Son miles de ocupaciones.

No, no es sólo un contra-ataque contra las mujeres iraquíes… Son latigazos sin cuento…

Va más allá de la violación, va más allá de algo que las palabras puedan describir… Va incluso más allá de la muerte.

Es como si todas las tinieblas del odio, los monstruos escondidos de la «Masculinidad» estuvieran derramándose sobre nuestras cabezas, en nuestros cuerpos, derechos hacia nuestras almas… para generaciones futuras, para el futuro, para SIEMPRE…

Control, empobrecimiento, secuestro, palizas, violación, tortura, prostitución, prisiones, horca, muerte… Pasos sin solución de continuidad del odio masculino. El odio arcaico que ha brotado junto con vuestra ocupación.

Dios mío, cada vez que siento que todo esto se desploma sobre mí, grito. Grito en la oscuridad, grito en la soledad, grito sobre mi teclado, grito sin hacer ruido…

Por eso vayan y digan a sus grupos, periódicos y páginas de Internet «contra la guerra»…

Díganles que cada vez que llevan a Muqtada y a sus chicos del taladro sobre sus hombros, en alabanza de la no tan escondida mano llena de sangre de Irán…

La próxima vez, cuando Vds. se sienten y hagan circular otro de sus potenciales, probables, posibles «alerta: chulos guerreros»… La próxima vez, cuando sus «respetables» «feministas» «contrarias a la guerra» se sienten juntas y debatan lo intricado y las «dialécticas» del Patriarcado y del Imperialismo….

La próxima vez, cuando se enzarcen de forma pedante en cuestiones semánticas sobre la terminología exacta de lo políticamente correcto… La próxima vez.

La próxima vez, acuérdense de ellas.

Recuerden a las miles de Salam que han enviudado, a las miles de Salam desplazadas, a las miles de Salam empobrecidas, a las miles de encarceladas, torturadas, enfermas y violadas Salam, a las miles de secuestradas, violadas y golpeadas Salam, a las miles de jóvenes Salam obligadas a vender sus cuerpos en bares nocturnos miserables, a las miles de Salam ancianas durmiendo y mendigando por las calles, a las miles de huérfanas Salam convertidas en objeto de comercio.

Sí, recuérdenlas.

Y la próxima vez que se sienten y se pregunten por qué les detesto tanto… Recuerden que estoy sentada aquí, detrás de este teclado prestado. Hicieron trizas mi único refugio para la cordura, finalmente abocado al silencio. Sí, prestado. Ordenador prestado, dinero prestado, techo prestado, vidas prestadas, tiempo prestado… Recuérdenme sentada aquí, junto con otras miles de Salam que gritan en silencio en la noche…

Pero conociéndoles como les conozco, puedo ya imaginar esa satisfecha sonrisa taimada en su cara… Y conociéndoles como les conozco, puedo ver ya esa indiferencia con la que estoy tan familiarizada…

Probablemente, están pensando en sí mismos.

Esto no es nada…

Es sólo «El Otro», un «otro»

Otra mujer, en efecto, otra mujer…

No es nada.

Tan sólo una mujer iraquí amoratada,

Tan sólo se trata del blues de otra mujer árabe.

Fuente:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/06/scream-quietlyin-blue.html