Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Exactamente hace seis años, en una oscura habitación para partos, ginecólogos y comadronas se reunían alrededor de un colchón hecho jirones, cubierto con sábanas desgarradas mientras las ratas y las cucarachas correteaban alrededor, por las esquinas de sus olvidados muros…
Exactamente hace seis años se escucharon sus gritos de agonía, mientras las comadronas se apresuraban, sin anestesia, sin guantes, sin jeringas, a contemplar anticipándose el nacimiento de ese nuevo bebé…
Fue diseñado, genéticamente modificado, clonado y concebido allá lejos, implantado in vitro mediante la bestial violación de toda una banda, implantado en su útero en una noche oscura, hace seis años.
Su concepción se produjo hace trece años y su parto sobrevino con violentas contracciones y punzadas… con inmensos dolores de vientre…
No había electricidad esa noche, sólo la potente luz de los misiles lanzados cayendo como estrellas disparadas. Los ginecólogos y las comadronas se frotaron las manos regocijados y le dijeron: Observa los fuegos artificiales que saludan a tu recién nacido. Unos fuegos artificiales de fósforo verde y bombas rojas…
El parto fue más lento de lo esperado… tuvieron que emplear mil fórceps para poder sacarle a la fuerza. Dale a luz, dale a luz, gritaban…
Ella empezó a tener hemorragias. Por eso rellenaron su útero con artículos de periódico y ensayos, maldiciéndola por ser tan rebelde, tan testaruda, tan poco sumisa… y le aplicaron más fórceps…
Te lo arrancaremos, te lo arrancaremos… Cállate, no tienes heridas, cállate, no estás sangrando, cállate, es por tu propio bien… Será saludado con dulces y rosas… espera y verás.
Ella siguió gritando hasta que le taparon la boca con más artículos de periódicos, amordazándola y golpeándole los labios… sellándoselos a base de secretos, mentiras, conjuras…
Ella resistió, pataleó, se retorció bajo sus fórceps, pero le ataron las muñecas a la cama de metal, rodearon sus tobillos con cadenas y le vendaron los ojos con bolsas hechas de arena del desierto…
Párelo, párelo, le ordenaban.
¿Cómo lo llamaremos? Lo llamaremos la Liberación de Buffalo Bill. No, no, lo llamaremos Mullah Libertad…
¿Qué te parece como nombre? Le preguntaban, mientras ella yacía paralizada, medio en coma, en la oscura habitación de los partos… donde las ratas y las cucarachas se escurrían por las paredes salpicadas de la sangre fresca que manaba a raudales de su útero… cubriendo las olvidadas, ardientes y humeantes paredes grises con las banderas de un millón de palmas de manos…
Ya está aquí, ya está aquí, exclamaban alegres. Ha nacido, ya ha llegado…
En su moribundo estado, ella abrió los ojos y se horrorizó.
Allí había un monstruo. Una hidra de cien cabezas, de cien calaveras, un pulpo de cien brazos, una cara deformada con cientos de ojos abultados… con la piel convertida en costra, con el cuerpo hecho de limo, un invertebrado reptante, sin piernas para mantenerse, y de su boca, en lugar de gorjeos, salían espumarajos ardientes…
La ciudad estaba quieta, un silencio fantasmal…
Y en la distancia podían escucharse los apagados aullidos… los gemidos de la Liberación y la Libertad.
¿De qué color lo vestiremos? ¿De rosa, de azul? No lo cubráis con un traje negro… los trajes de la Liberación y la Libertad.
Nadie lo recibió con dulces ni rosas, como se hace tradicionalmente con los recién nacidos… en su lugar platos de carne y huesos circularon por doquier… una ofrenda a los nuevos dioses de la Liberación y la Libertad.
Su cuna estaba hecha de ghettos, mazmorras, escombros, ruinas, tumbas y montones de basuras… dormiría sobre cualquiera de ellos, un día aquí, un día allí…
Y como juguetes se le entregarían taladros, cuerdas, armas, palmetas, cadenas, ganchos… y su patio de juegos serían los cementerios…
Y le fueron alimentando de balas, sangre, orina, excrementos y cadáveres pútridos y descompuestos…
Y así continúa gateando seis años ya, olfateando como un perro rabioso… queriendo más… ansiando más sangre fresca… más carne fresca…
Fue exactamente hace seis años y ella sigue yaciendo en aquella habitación de partos que ahora parece una atestada y fétida morgue… ahogada en su propia sangre, momificada de eslóganes y jergas… con su útero y su boca atiborrados de artículos y ensayos de periódico… de palabras… atiborrada de una muerte olvidada y silenciosa, como los desolados y olvidados muros de esta ciudad, donde las ratas y las cucarachas se escurren furtivas, alimentándose del vómito y excrementos del monstruo… alimentándose de cenizas y polvo.
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