Traducido para Rebelión por Germán Leyens
«Irak arde de indignación, ira y tristeza… el pueblo de Faluya nos es querido. Son nuestros hermanos y hermanas y estamos tan entristecidos por lo que sucede en esa ciudad.»
No hay palabras que puedan describir mejor la situación en Irak y particularmente en Faluya que éstas del doctor Wamid Omar Nathmi, un alto politólogo de la Universidad de Bagdad.
Con casi 300.000 residentes de Faluya sin techo, repartidos por el centro de Irak, la vida diaria de estos refugiados es una realidad ocupada por la búsqueda de alimentos, atención médica, calor y agua potable.
Mohammad Ali es un refugiado en un campo en el complejo de la Universidad de Bagdad. Lloraba cuando lo entrevisté, su macizo cuerpo de estremecía al lamentarse de su situación.
«No sentimos que era Eid después de Ramadán este año, porque nuestra situación era tan mala. Lo único que hacemos es seguir ayunando.»
Un hombre de una sola pierna sentado cerca de la mezquita asiente mientras fuma su cigarrillo y Mohammad continúa: «Quisiera preguntarle a todo el mundo: ¿qué es esto? ¡Digo a los presidentes de los países árabes y musulmanes que se despierten! ¡Despierten por favor! ¡Nos están matando, somos refugiados de nuestras propias casas, nuestros niños no tienen nada – ni siquiera zapatos que ponerse! ¡Despierten! ¡Despierten!»
Lloraba aún mas al agregar: «Me fui de Faluya ayer y soy discapacitado. Pedí a Dios que nos salvara pero nuestra casa fue bombardeada y lo perdí todo».
Otro hombre, Khalil, señaló hacia varios niños cercanos en el campo y dijo: «Eid se acabó. Ramadán se acabó y los niños se quedan sin una sola sonrisa. No tienen nada y ninguna parte donde ir. Solíamos llevarlos a parques y divertirlos, pero ahora no tenemos ni siquiera una casa para ellos».
Continuó mientras mostraba a los niños y a algunas mujeres cercanas: «¿Qué tienen que ver los niños? ¿Qué hicieron? ¿Qué tienen que ver las mujeres? No puedo describir la situación en Faluya y la situación de la gente. Faluya sufre demasiado, prácticamente dejó de existir».
Luego explicó: «Recibimos algunos suministros de la buena gente de Bagdad y algunos doctores voluntarios vinieron por su propia cuenta con algunas medicinas, pero se acaban a diario porque las condiciones son tan malas. No vimos nada del Ministerio de Salud – ni medicinas, ni doctores, nada».
Dijo que los que abandonaron Faluya no pensaban que se irían por tanto tiempo, así que llevaron solamente sus ropas de verano. Ahora hace bastante frío de noche, hasta 5 grados C de noche y a menudo hay mucho viento. Khalil agregó: «Necesitamos más ropa. Estamos viviendo en un desastre aquí en este campo. Vivimos como perros y los niños no tienen suficiente ropa».
Es una situación similar en la mayoría de los campos de refugiados que he visitado.
Pero hay una pequeña luz en estas tinieblas. Una organización internacional en particular, que no nombraré, logró reunir fondos para apoyar a muchos de los refugiados de Faluya.
Hablando bajo condición de anonimato, dos de los doctores que están recibiendo donaciones financieras de la organización nos contaron de sus logros hasta la fecha. Bajo su supervisión y asistencia, pequeños grupos de ayuda han trabajado incansablemente para distribuir los suministros obtenidos con las donaciones internacionales.
En el campo mencionado, gracias a donativos, este grupo logró enviar a Bagdad, más de 500 dólares en frazadas, jerséis para los niños, y estufas a gas.
Más de 1.500 dólares en frazadas, estufas y cocinas portátiles fueron distribuidos también a otros cuatro campos de refugiados en Bagdad.
Un equipo de doctores iraquíes voluntarios fue rápidamente organizado para adquirir medicinas necesarias para tratar a los refugiados. Los problemas más comunes en los campos son gripe, neumonía, resfríos, diarrea y otras enfermedades transportadas por el agua.
Tanques de agua, tubos, bombas de agua y materiales de purificación de agua son necesitados desesperadamente en la mayoría de los campos de refugiados. Más de 3.000 dólares en donativos han sido utilizados para suministrar a un campo de refugiados en Bagdad con lo que necesitan para abastecer agua potable. Desde luego, se precisa mucho más.
Ahora han sido distribuidos más de 9.000 dólares en antibióticos generales como cipro, tagamet y amoxicilina. Agujas, guantes estériles, analgésicos, gasa y materiales de primeros auxilios han sido suministrados también a tres campos de refugiados y utilizados por pequeños grupos de médicos voluntarios para tratar a refugiados sufrientes.
Voluntarios de la ayuda también han logrado hacer llegar camiones cargados de medicinas y suplementos a campos afuera de Bagdad.
Un doctor en Amiriyat al-Faluya que recibió medicinas y suministros urgentemente necesitados rebosaba de gratitud.
El hospital principal en el que trabaja, tiene dificultades para tratar a 1.500 pacientes al día. Antes de que la pequeña ciudad fuera inundada por refugiados, el hospital veía a sólo 300 pacientes por día.
«Con cientos de familias de refugiados en la ciudad, no hemos podido atender a la gente. No puedo agradecerle suficientemente por todo esto. Son exactamente los suministros que necesitamos», dijo a los voluntarios que llevaron las medicinas. «Es un buen comienzo, pero evidentemente necesitamos más, porque se nos acaban las medicinas todos los días.»
Los voluntarios tienen planes de hacer otra entrega pronto.
Más de 1.500 dólares fueron utilizados para comprar 250 frazadas y 50 estufas para un gran campo de refugiados cerca de Faluya.
Otros 5.000 dólares fueron utilizados para estufas portátiles a parafina, cocinas y combustible. Han sido distribuidos sobre todo en la mezquita Al-Amiryah – la principal que queda junto al monumento al refugio antiaéreo – que es el sitio en el que están distribuyendo estos suministros a los refugiados que están en el área. Han sido indispensables por el clima frío que hay actualmente en Bagdad.
Algunos de los últimos refugiados en salir de sus hogares están en Husabe, una pequeña ciudad no lejos de Faluya. 234 refugiados que llegaron hace 11 días recibieron 2.000 dólares en estufas, alimentos y chaquetas.
Mientras se evalúan las necesidades, se está gastando más de este dinero en campos que siguen con poca o ninguna ayuda del Ministerio de Salud. Como la mayoría de las ONGs han abandonado Irak por la situación de la seguridad, este esfuerzo desde la base ha suplido algunas de las inmensas brechas dejadas por su ausencia.
«He estado rezando para que alguien nos ayude», dijo Suthir, madre de seis pequeños en un campo de refugiados en el distrito Amiryah de Bagdad. «Y Dios se ha preocupado de nosotros. Hemos tenido tanto frío de noche, pero ahora tenemos una estufa.»