Recomiendo:
0

Numerosos filmes avalados por los grandes festivales no llegan a estrenarse

Hay un cine invisible

Fuentes: La Vanguardia

Wenders, Godard o Sokurov, entre los directores ‘castigados’por los mecanismos de distribución

Lucile Hadzihaliovic, Tawfik Abu Wael, Zach Braff, Nicole Kasell… Sus primeras películas despiertan gran admiración allí por donde pasan. Se habla y se hablará de ellas. Aquí no. Con la apuesta del festival de Sitges por la fantasía, el terror y la ciencia ficción, Catalunya se ha quedado sin la última plataforma estable, con entidad suficiente para creadores y público, donde las películas de estos directores sin etiqueta puedan encontrar su audiencia.

Se podría decir de ellos que todavía son unos desconocidos. Lo malo es que ocurre lo mismo con la obra de veteranos tan respetados como Ermanno Olmi, Alain Resnais, Wim Wenders (The soul of a man. Cantando dietro i paraventi ,Pas sur la bouche),Mike Fig-gins (Hotel)o tantas otras de Jean-Luc Godard. Otro ejemplo: Alexander Sokurov, director de la aclamada El arca rusa,pequeño gran éxito de la cartelera veraniega barcelonesa, tiene pendiente de estreno Padre e hijo.Y sigue sin tener ni tan siquiera distribución Fog of war. Once lecciones de la vida de Robert S. McNamara, de Errol Morris, último Oscar en el apartado documental… Son directores con un público, quizá minoritario pero fiel, cuyas producciones languidecen en las estanterías de las distribuidoras autóctonas. Barcelona cuenta con una veintena larga de pequeños festivales temáticos que hacen lo posible para paliar el desaguisado, pero son incapaces de atraer producciones que han pasado con éxito por Cannes, Venecia o Berlín.

Incluso películas procedentes de San Sebastián, Valladolid o el mismo Sitges no llegan a estrenarse. Obras polémicas como Demonlover (2002), del francés Oliver Assayas; precursoras como Gerry (2002), de Gus van Sant, donde ya se intuye Elephant,ganadora en Cannes; o filmes de hálito clásico como Histoire de Marie et Julian (2003), de Jacques Rivette, por citar sólo tres, de entre decenas, no acaban de encontrar el camino hacia las salas de exhibición pese al aval de la crítica.

Se hace difícil una contabilidad exacta de las cintas que no llegan -o llegan tarde y mal- a los cines. Son muchas, y su paso por el limbo del séptimo arte no es un fenómeno local: es un lugar común reconocer que el cine que no viene de Hollywood lo tiene mal, incluso en ciudades como Londres o Nueva York. Esas ciudades, no obstante, han solucionado en parte el problema apoyando unos festivales no competitivos donde lo importante son las películas. El de Londres arrancará el próximo 20 de octubre y, durante una quincena, hasta el 4 de noviembre, exhibirá 180 largometrajes procedentes de sesenta países. Allí se podrán ver, por ejemplo, Innocence,de la citada Lucile Hadzihalilovic, una fascinante aproximación al viaje sin retorno de la infancia a la adolescencia. Y también Sed,de Tawfik Abu Wael, sobre el conflicto de Oriente Medio, o Garden state,del norteamericano Zach Braff, respaldado tras su paso triunfal por el último Sundance, el certamen por antonomasia del cine independiente norteamericano. Londres también proyectará, entre otras, las nuevas películas de Theo Angelopoulos, Agnès Varda, Lukas Moodysson, Sally Potter o la argentina Lucrecia Martel. Películas que se han visto en otros certámenes pero que pueden tardar meses o incluso años en encontrar un hueco en la cartelera local. O no encontrarlo.

El festival de Londres, por otra parte, no tiene complejos a la hora proyectar cintas triunfadoras en otros festivales. La película que inaugurará el evento londinense será Vera Drake,de Mike Leigh, reconocida en el León de Oro en el recientemente finalizado festival de cine de Venecia. ¿Cuándo veremos en España esta cinta sobre el aborto, protagonizada con maestría y sensibilidad por Imelda Staunton, Copa Volpi a la mejor interpretación en el certamen veneciano? No se sabe.

En cualquier caso, son películas que en muchos casos mueren antes de tener la oportunidad de encontrar su público.Ysus directores, muy a su pesar, pasan a practicar lo que se podría definir como un cine invisible. Un cine más comentado que exhibido, prisionero de esa extraña lógica de distribución y exhibición que desatiende a amplias minorías.