Josean Ramos (Cayey, Puerto Rico) es escritor y periodista. Realizó estudios en la Universidad de Puerto Rico y en Southern Illinois University, Carbondale, Illinois, Estados Unidos. Ejerció el periodismo en el periódico Diálogo, de la Universidad de Puerto Rico. Entre el 2002-2003, su trabajo creativo-investigativo fue reconocido por el II Premio Internacional de Periodismo y Literatura sobre Puerto Rico, José Ramón Piñeiro León, España (Casa Puerto Rico en España y Gabinete Internacional de Traductores). Su trabajo creativo-investigativo también ha sido reconocido por el Instituto de Literatura Puertorriqueña (Premio Bolívar Pagán), el Club Ultramarino de Prensa (Premio Eddie López) y el Pen Club Internacional de Puerto Rico. Algunos de sus trabajos son: Croentos (1996), De vacilón (2012), Así habló el Gabo (2014), Vengo a decirle adiós a los muchachos: Recuerdos, memorias y otras nostalgias de Daniel Santos (2015), Con la música por dentro (2019) y Soy la espada y soy la herida (2021). Josean ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.
– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Hace poco tiempo publicasteis Soy la espada y soy la herida (2021). ¿De qué trata o tratas en esta novela histórica y cómo recorres entre la no ficción y la ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarle?
– Josean Ramos (JR, en adelante) – “Soy la espada y soy la herida” es una novela que ‘revela’ los diversos escondites y custodios que tuvo la espada de Bolívar, desde que se la robó el grupo guerrillero Movimiento 19 de Abril de su quinta en Bogotá en 1974, hasta que la entregaron en 1991 los hijos de los ex comandantes asesinados. Se ha especulado mucho sobre la ruta de la espada en su periplo de diecisiete años como bandera de lucha del M-19. La leyenda cuenta que estuvo en casa de matronas, poetas, escritores, músicos, patriotas, guerrilleros, artistas, narcos y varios presidentes latinoamericanos. Por aquello de la compartimentación, ese fue el gran secreto que se llevaron a la tumba los ex comandantes del Eme. Me pareció fascinante la historia que el pueblo había tejido en torno a su paradero… me cautivó la espada y sentí que sería el tema de mi próxima novela. Para ubicarla en su justa perspectiva histórica, la narración de su travesía está intercalada con el accionar político y militar del M-19, muchos de los cuales eran operativos noveles y dramáticos que partieron la historia de Colombia en dos, antes y después del Eme.
Novelar estos hechos tan dramáticos, y a la vez tan delicados, conlleva una gran responsabilidad moral e intelectual, pues requiere sumo cuidado al momento de combinar lo real e imaginario, de manera que no se afecte la historia real. Ya lo había experimentado con el cantante Daniel Santos en mi novela “Vengo a decirle adiós a los muchachos”, así como en “Croentos” y otros trabajos que combinan la crónica y el cuento. En “Soy la espada y soy la herida”, las partes alusivas a los operativos políticos y militares fueron documentadas con fuentes primarias y son producto de una profunda investigación histórica, escrito con recursos literarios. Ya en la travesía de la espada y en sus diversos escondites, hay muchos elementos de ficción producto de tanto tiempo investigando múltiples pistas, atando cabos e imaginando los lugares donde pudo haber estado la espada, así como sus posibles custodios.
El tema surgió en el 2016, cuando vine a Colombia de invitado a celebrar el centenario del cantante Daniel Santos, y a presentar mi libro en una gira por varios departamentos. Me quedé a vivir un tiempo en Colombia, y para entender las conversaciones de paz entre el gobierno de Santos y las FARC, me di en leer sobre procesos anteriores. El primer libro que me recomendaron fue el de Olga Behar “Las guerras de la paz”, cuya entrevista al ex comandante del M-19 Álvaro Fayad, “El Turco”, sobre el robo de la espada de Bolívar, me dejó fascinado, tanto así, que al instante supe que ese sería el tema de mi próxima novela.
– WRS –¿Qué relación tiene Soy la espada y soy la herida con vuestro trabajo creativo-investigativo anterior y hoy?
– JR – Escribir esta novela fue un reto muy grande porque requirió una investigación monumental, pues debí estudiar profundamente la historia de Colombia y otros países latinoamericanos, principalmente durante las décadas del 70 al 90; así como la política norteamericana hacia los países centroamericanos y del Caribe. Aunque la investigación siempre ha sido fundamental en mi obra, para este trabajo debí conseguir y entrevistar a los ex lideres y militantes del Eme que sobrevivieron la feroz embestida del gobierno, incluyendo a su último comandante en jefe, el senador Antonio Navarro Wolf, quien finalmente viajó a Cuba para recibir de manos del comandante Fidel Castro la espada de Bolívar, y devolverla al pueblo colombiano. Como parte de la investigación, me di en leer todos los periódicos de la época, desde que se inició la campaña de expectación en los principales diarios del país, con unos mensajes breves que despertaron la curiosidad de los lectores. Además, tuve acceso a todos los documentos públicos y privados del grupo guerrillero, cuya colección donó a la Biblioteca Luis Ángel Arango la ex militante del Comando Superior Vera Grabe, incluyendo cartas y escritos íntimos de sus comandantes desde la cárcel La Picota en Bogotá. Aparte de eso, para documentar al máximo la historia y sus personajes, visité docenas de librerías y puestos de libros callejeros en Medellín, Bogotá, Barranquilla, Santa Marta y Cali, en busca de textos sobre el M-19, hasta conseguir unos ochenta libros de historias y testimonios apasionados sobre algunos de sus notorios operativos. Ya terminada la novela, conocí personalmente al historiador oficial del M-19 y biógrafo de su fundador Jaime Bateman, el cronista Darío Villamizar, a quien había leído intensamente y con quien conversé después en múltiples ocasiones para aclarar algunas dudas. Fue Villamizar, precisamente, junto al abogado, periodista y politólogo Guillermo Segovia, quienes recientemente presentaron la primera edición de la novela en el Teatro La Candelaria de Bogotá.
– WRS – Si compara su crecimiento y madurez como persona, periodista, investigador y escritor, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo-investigativo inicial con el de hoy?
– JR – Sin duda, este trabajo me ha hecho crecer en cada uno de esos aspectos que menciona, sobre todo, como escritor y periodista investigativo, al seguirle la pista a la espada e imaginarme lo que la realidad me había negado. También hubo un crecimiento político que me llevó a comprender los motivos de la guerra, cuando ya no quedan otras opciones para el saneamiento y la equidad social. Es una mirada desde afuera que no pretende juzgar ni condenar, sino entender el uso de la fuerza como medio para alcanzar la paz.
– WRS – Josean, ¿cómo visualiza su trabajo creativo-investigativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y fuera?
– JR – Por diversas razones, en mi país comparto muy poco con escritores, sobre todo de mi generación, muchos de los cuales siguen inmersos en el insularismo del 100 X 35. Algunos me han criticado por abordar temas “ajenos a nuestra realidad nacional”, como si el resto del mundo no mereciera nuestra atención. Tras mucho escribir sobre mi entorno geográfico y social, con el tiempo he ido trascendiendo esas fronteras nacionales. Tanto así, que mi próximo libro ya en imprenta “Las Tres (des) Gracias”, relata las respectivas historias de tres mujeres excepcionales de la época victoriana, una puertorriqueña criada en Nueva York (totalmente desconocida en su patria), la otra mexicana de Sinaloa, y la tercera inglesa de Blackburn enterrada en Pisco, Perú.
– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a su trabajo creativo-investigativo dentro de Puerto Rico, y la de sus pares, bien sean escritores de novela u otro género?
– JR – Debo admitir que soy más leído y estudiado fuera de Puerto Rico que en mi patria, tal vez por aquello de que nadie es profeta en su país. Sobre todo, tengo muchos lectores en Colombia, donde vivo parte del año.
– WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera un autor puertorriqueño o no? O, más bien, un autor, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente vos?
– JR – Fui discípulo y amigo de José Luis y entiendo mucho su posición como escritor nacido en la República Dominicana, criado en Puerto Rico y naturalizado como ciudadano mexicano. Al igual que él, a veces me siento como un exiliado en mi propio país, aislado con mi esposa en las alturas de un campo en Toa Alta que colinda con el cielo. He tratado siempre de distanciarme de ese insularismo apasionado que no nos deja ver más allá de nuestro 100 X 35. Desde joven empecé a viajar y a conocer otras culturas muy distintas a la mía, que luego he incorporado a mi quehacer literario y artístico, independientemente de posturas nacionalistas. Por eso creo que, pese a ser escrita por un autor puertorriqueño, “Soy la espada y soy la herida” es una novela colombiana. En el arte y en otras disciplinas afines no hay fronteras.
– WRS – ¿Cómo integra su identidad étnica y de género y su ideología política con o en su trabajo creativo-investigativo?
– JR – Ni la identidad étnica, ni de género ni la ideología política figuran premeditadamente en mi trabajo literario; en ese mundo no hay espacio para el yo, y si acaso sale a flote algún indicio, como puede ocurrir, es totalmente inconsciente, pues cuando escribo pierdo mi identidad; tanto así, que algunas personas al conocerme personalmente tras haberme leído, se asombran porque pensaban que era negro y mucho mayor.
– WRS – ¿Cómo se integra su trabajo creativo-investigativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritor hoy?
– JR – Ese trabajo creativo e investigativo se integra totalmente a mi vida cotidiana, al extremo de que durante ese proceso creativo me meto tanto en el mundo literario e histórico, que no sueño ni pienso, ni hablo de otra cosa, hasta completar la obra. Un elemento importante para ambientarme en la época y el país, es la música, siempre presente en mi vida. Cuando escribía la novela “Vengo a decirle adiós a los muchachos”, solo escuchaba música de Daniel Santos, por supuesto, y de otros cantantes y orquestas que dominaban el ambiente musical en los años cuarenta y cincuenta. A medida que hacía la investigación, iba conociendo e integrando nuevas canciones, cantantes, músicos y compositores a mi repertorio musical. Cuando completé el libro, ya poseía un amplio conocimiento de la música caribeña y latinoamericana de la época. Lo mismo me ocurrió con la novela de la espada de Bolívar durante el proceso creativo, pero en otro campo muy distinto al musical. Aparte de leer y procesar toda la información que iba acumulando sobre la espada de Bolívar y el M-19, para relajarme tras cada intensa jornada de trabajo, me di en ver todas las series de televisión, documentales y películas colombianas, sobre todo, las de guerrillas y narcotraficantes. Esa experiencia me dotó de unos conocimientos históricos esenciales, que me han permitido conocer los gérmenes de la violencia en Colombia.
– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo-investigativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?
– JR – Mi trabajo literario ha tenido más acogida popular que académica, salvo en Estados Unidos, donde algunos libros míos han sido objeto de tesis y disertaciones doctorales, sobre todo, “Antes de la guerra”. En Colombia y México, la novela sobre Daniel Santos ha tenido gran acogida, principalmente, entre coleccionistas de música, melómanos y ‘Danieleros’. El libro sobre la espada va teniendo muy buena acogida en Colombia, donde se presentó y ya se prepara una segunda edición que sale a finales de septiembre.
– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?
– JR – Ya está en imprenta mi nuevo libro bajo el título “Las Tres (des) Gracias”, que son tres novelas cortas (o cuentos largos), basado en tres personajes dramáticos de la era victoriana. Tengo, además, un libro de fotos y texto en proceso titulado “El rostro de Macondo”, que recoge cientos de imágenes del poblado de Aracataca, cuando aún conservaba muchas características de la aldea que describe García Márquez en “Cien años de soledad”. Las fotos van acompañadas de una extensa crónica que narra el medioambiente y la época que formó al niño Gabito, así como parte de la prehistoria literaria del consagrado escritor.
Entrevista realizada en septiembre de 2022.
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
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