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Dos cartas de René Zavaleta Mercado a Manuel Sacristán

Hilos socialistas de un mismo zurcido.

Fuentes: Rebelión

[…] Los indígenas y campesinos se dirigían por la vía principal de El Porvenir (una población cercana a Cobija, la capital de Pando), iban a realizar un ampliado (asamblea), y la caravana venía precedida por un tractor rojo, una volqueta blanca y una camioneta roja. Los sicarios del Prefecto Leopoldo Fernández, un político terrateniente de […]

[…] Los indígenas y campesinos se dirigían por la vía principal de El Porvenir (una población cercana a Cobija, la capital de Pando), iban a realizar un ampliado (asamblea), y la caravana venía precedida por un tractor rojo, una volqueta blanca y una camioneta roja. Los sicarios del Prefecto Leopoldo Fernández, un político terrateniente de filiación derechista, paran a la caravana. «Indios de mierda, váyanse de aquí o los mataremos», los amenazan. Los campesinos casi no gritan ni piden nada, simplemente aceleran sus vehículos para romper el bloqueo, pero las descargas de fusilería los vencen, los detienen. Van cayendo uno a uno, curiosamente siguen callados, y así van muriendo…Cuando se ven perdidos, unos rompen una cerca y huyen hacia el río. Los sicarios los persiguen y les plantan el tiro en la espalda, como mandan las prácticas del sicariato… La masacre de Pando tiene una sola explicación y un culpable: Leopoldo Fernández. Un hombre robusto, de 59 años, poseedor de 2.500 hectáreas (según el Instituto de la tierra INRA), funcionario de todas las dictaduras desde 1970. Amigo personal del dictador Banzer, de Guido Vildoso, del narcodictador García Meza (hoy condenado a 30 años de cárcel).

Marcelo Rojas, «Genocidio de indígenas y campesinos en Pando. La masacre del Cacique»

Rene Zabaleta Mercado fue un intelectual de la izquierda Bolivi

En Reserva de la Biblioteca Central de la Universidad de Barcelona, fondo Sacristán (Carpetas «Correspondencia I» y «Correspondencia II»), se conservan dos cartas de René Zavaleta Mercado a Manuel Sacristán y una breve nota de este último. La primera de Zavaleta fue enviada desde La Paz el 27 de abril de 1971; la segunda, desde Ciudad de México, dos años más tarde, el 23 de febrero de 1973. La nota de Sacristán está fechada en Barcelona el 28 de mayo de 1972. Pretendo dar sucinta cuenta de ellas en momentos nuevamente decisivos para la historia popular boliviana, en un tiempo en el que sicarios de poderosos y descreadores de la Tierra, como gustaba decir a Sacristán, llaman «indios de mierda» a ciudadanos indígenas bolivianos y les amenazan con la muerte por apoyar un gobierno democrático, digno y lleno de coraje, que está con y por ellos, situándolos en el núcleo central de sus finalidades y preocupaciones.

Algunos datos biográficos básicos. Manuel Sacristán (Madrid, 1925) militaba a principios de los ’70 en el PSUC-PCE. Había dejado la ejecutiva del partido en 1969, por discrepancias con la dirección, tras iniciar su militancia en 1956, una vez finalizados sus estudios de doctorado en el Instituto de Lógica Matemática de la Universidad de Münster. Allí conoció al lógico y filósofo italiano, y militante del PCI, Ettore Casari. Tras ser expulsado de la Universidad en 1965 por sus posiciones antifranquistas comunistas, Sacristán, no liberado a pesar de estar en el ejecutivo del partido, se ganó la vida traduciendo y colaborando con editoriales, Ariel y Grijalbo especialmente. En 1971, se publicaron, por él traducidos, Historia del análisis económico de Schumpeter, Historia general de las ciencias, de R. Taton e Historia y vida cotidiana de A. Heller, y de 1973 es, por ejemplo, su artículo «Karl Marx» para la enciclopedia Universitas editada por Salvat.

René Zavaleta Mercado, político, sociólogo y filósofo boliviano, nació en Oruro en 1935. De él se ha dicho que probablemente fue el mayor pensador boliviano de la segunda mitad del XX. Suelen distinguirse en su evolución teórico-política tres períodos: nacionalista antiimperialista, marxista ortodoxo y un último período de marxismo heterodoxo. Un concepto suyo hizo fortuna teórica: sociedad abigarrada, «una sociedad en la que se yuxtaponen en relaciones asimétricas de poder distintas culturas y sus modos respectivos de producción». No fue su único acierto categorial. Nociones suyas fueron fundamentales en el desarrollo posterior de las ciencias sociales en Bolivia. Entre sus principales obras cabe citar: Estado nacional o pueblo de pastores (1956), La formación de la conciencia nacional (1967), Bolivia: Hoy (1982) y Lo nacional-popular en Bolivia (1986). Zavaleta fue ministro de Minas y Petróleo durante el gobierno revolucionario del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), cumpliendo funciones diplomáticas para ese mismo gobierno en Uruguay y Chile. Estudió en Oxford y fue director de FLACSO (México).

Para situarnos en el contexto político en que fueron escritos las dos cartas de Zavaleta, vale la pena recordar también algunos datos básicos.

El 5 de noviembre de 1964 asumió el poder en Bolivia el General René Barrientos. Presidente de la Junta Militar constituida tras el golpe de Estado, actuó como copresidente en 1965 Alfredo Ovando. En 1966 la dictadura militar organizó unas fraudulentas elecciones en las que resultó elegido Barrientos, cuyos gobiernos llevaron adelante un desenfrenado desarrollismo capitalista que les enfrentó a obreros y mineros.

Recordemos que a finales de 1966 se instaló un foco de guerrilleros internacionalistas en Ñancahuazú, en el límite de la zona montañosa con los llanos secos del chaco boliviano, dirigido por Ernesto Guevara. La acción desencadenó una operación militar represiva del ejército con activo apoyo de los Estados Unidos y la coordinación de los servicios de inteligencia bolivianos con otros países sudamericanos. Se utilizaron por primera vez en América Latina las tácticas de guerra sucia desarrolladas en la Escuela de las Américas de Panamá. La guerrilla y el ejército sostuvieron combates que terminaron con el aniquilamiento del grupo de Guevara, incluyendo torturas, desapariciones y el entierro clandestino de los cuerpos. El propio Guevara fue capturado vivo el 8 de octubre y fusilado sin juicio al día siguiente en la escuela de La Higuera por orden del General Barrientos. La participación de la CIA nunca se ha puesto en cuestión.

Detalle altamente significativo. Durante su gobierno, Barrientos nombró al criminal de guerra nazi Klaus Barbie -que se hacía llamar Klaus Altmann- presidente de la empresa estatal Transmaritima y asesor de los servicio de inteligencia, sin oposición alguna de Estados Unidos. Las actividades de Barbie se extenderían durante casi dos décadas y estuvieron relacionadas con el tráfico de armas y cocaína. Según Amnistía internacional entre 1966 y 1968 se produjeron en Bolivia entre 3.000 y 8.000 asesinatos. Los escuadrones de la muerte camparon a sus anchas con el beneplácito de los gobiernos.

El 27 de abril de 1969 Barrientos murió en un accidente, en un extraño accidente de helicóptero. Le sucedió su vicepresidente, Luis Adolfo Siles Salinas, quien fue derrocado cinco meses después por otro golpe de estado dirigido por el general Alfredo Ovando Candía quien gobernó durante un año. Durante su gobierno, Ovando abolió la severa ley de Seguridad del Estado, garantizó algunas libertades para la ciudadanía y la prensa, y autorizó a los dirigentes sindicales reorganizar la Central Obrera Boliviana (COB), nacionalizando las concesiones otorgadas a Bolivia Gulf Oil Company.

En octubre de 1970, un nuevo golpe militar encabezado esta vez por el general Rogelio Miranda, comandante del Ejército, derrocó a Ovando y organizó otra junta militar. Inmediatamente la COB declaró una huelga general que impulsó un contragolpe militar de tendencia opuesta al anterior, que llevó al poder al general Juan José Torres, quien asumió la presidencia del gobierno revolucionario el 7 de octubre de 1970. Torres se caracterizó por adoptar algunas posiciones antiimperialistas y llevar adelante medidas que significaban cambios económicos y sociales: nacionalización de la Mina Matilde, nacionalización de Colas y Desmontes, expulsión del Cuerpo de Paz Norteamericano, incremento del presupuesto asignado a la Universidades, creación de las Corporaciones de Desarrollo (incubadoras de las empresas estatales) y creación del Banco del Estado, el Banco de Desarrollo.

Durante su gobierno la iniciativa política correspondió en gran parte a la llamada Asamblea Popular de 1971 (a ella se refiere Zavaleta en la primera de sus cartas), organizada por la COB, dirigida por su secretario general en aquel entonces, Juan Lechín, e integrada mayoritariamente por sindicatos, algunas organizaciones campesinas y los partidos políticos que tenían representación en la dirección de la COB. La Asamblea Popular actuaba como un poder paralelo y tenía como objetivo avanzar hacia el socialismo.

En 1971, Torres fue derrocado por un cruento golpe de estado de extrema derecha. Se exilió. Cinco años más tarde, en 1976, sería secuestrado y asesinado en Buenos Aires en el marco del Plan Cóndor.

Pues bien, la primera carta de René Zavaleta dirigida a Sacristán está fechaba en La Paz el 27 de abril de 1971. Dice así:

 

Estimado Manuel:

Fue grato el diálogo aquel en Barcelona y yo guardo memoria de aquello, aunque quizás no haya podido yo darte tan buena información como tu a mi. En fin, mucho después, quiero escribir estás líneas que pretenden abrir un contacto que se haga largo hasta lo futuro. He vuelto a la Universidad, donde daré «Análisis de clase» y voy tirando con la investigación que haremos para los de Oxford.

En Bolivia la situación es por lo menos curiosa. Tenemos un gobierno semibonapartista militar que se diferencia del régimen peruano en que ha llegado después del movimiento de masas y no antes de él. Así, su capacidad de sorpresa histórica es muy inferior. Se trata en realidad de un empate entre la clase obrera y el nacionalismo militar, pero muy precario. En esto se diferencia del modelo clásico porque existe negativamente, como una consecuencia de la incapacidad para triunfar de los dos polos de la contradicción. Sin embargo, a partir del 1º de Mayo, con la organización de la Asamblea Popular, que es un comando político organizado por la Central Obrera [la COB] y que proclama el socialismo y la dirección de la clase obrera, las cosas pueden agudizarse. Desde todo punto de vista, puede decirse que aquí se preparan los términos de una guerra civil. Paradójicamente, sin embargo, la derecha tiene imposibilidades para imponerse y la izquierda está fragmentada. No por eso las cosas dejan de moverse

El fenómeno determinante de la última época del imperialismo en Sudamérica fue la conversión del sistema de la explotación de materias primas a la «inversión sobre inversión», es decir, a la toma de las industrias del área por el capital financiero americano. Su expresión política es la política militar subimperialista, que se ha impuesto sobre todo en Brasil, bajo la doctrina que aquí llamamos del «satélite privilegiado», y también en la Argentina, aunque en un grado ridículo. Con el triunfo de Allende en Chile y la consolidación del antinorteamericanismo de los militares peruanos, las condiciones se han hecho favorables en Bolivia porque ahora hay cierta conciencia de que podría existir aquí un gobierno realmente popular en condiciones de defenderse, incluso militarmente. Esto eso estamos pero la violencia, como puedes ver en los periódicos, es muy extensa.

Ojalá reciba noticias tuyas, contándome de España. Hasta entonces, un cordial abrazo,

René Zabaleta Mercado

 

No me ha sido posible averiguar nada del encuentro con Sacristán en Barcelona al que Zavaleta se refiere en su carta. El autor de «Panfletos y materiales» le respondió desde Barcelona un año más tarde, el 28 de mayo de 1972.

 

A René Zavaleta

Querido amigo:

Más de un año después de recibir tu carta te mando estas líneas. Con ellas intento saber si tus señas siguen siendo las mismas, si continúas en tu lugar de trabajo, etc.

He pasado este período sumido en una depresión bastante grave, que sólo ahora empieza a aligerarse, aunque todavía sigo medicándome y sin alcanzar una recuperación suficiente1.

Toma nota de mi nueva dirección: Manuel Sacristán […] Barcelona-13 (España).

Espero recibir buenas noticias tuyas.

Un abrazo,

Manuel Sacristán

 

Es probable que haya habido alguna respuesta epistolar inmediata de Zavaleta o algún contacto telefónico o personal entre ambos pero no he logrado obtener información contrastada sobre este punto.

La segunda carta, enviada esta vez desde México, lleva fecha el 23 de febrero de 1973. Dice así:

 

Querido Manuel:

Ha sido un largo tiempo lamentable. Ya los últimos meses de Torres consistieron en un ascenso de masas de tal envergadura que no podían sino concluir en el alzamiento en el que concluyeron. Combatimos como pudimos, hubo mortandad que parecía española y, después de escondernos un tiempo, tuvimos que ganar la frontera, aquella salvaje frontera que parece otra etapa geológica de la tierra.

Te mandé desde Chile, donde estuve por un tiempo, un folleto que escribí sobre esos acontecimientos. Acontecimientos, Manuel, ciertamente fascinantes porque la clase obrera de Bolivia lo es también. Quizá viste ese trabajo, sin embargo, en Les Temps Modernes. Marker lo tradujo muy bien. También salió en New Left Review.

Estuve enseñando en la Universidad de Chile, teoría del Estado. Después decidía venir acá [México] por seis meses, en un contrato a tiempo fijo con las Naciones Unidas. El exilio, empero, no tiene futuro previsto. No sé dónde iré con mi tropa (tengo mujer y cuatro hijos) después de México. Tengo algunas ofertas aquí mismo, en Caracas y Alemania pero ninguna concreta todavía. Seguramente volveré a la Universidad.

Me interesaría concretar contigo mucho más el diálogo, así sea epistolarmente. He concluido un trabajo sobre la cuestión del poder dual, que se discutió en Bolivia y se discute ahora en Chile2. En cuanto tenga una copia disponible te lo enviaré sin falta. Es un extenso artículo (120 páginas). Dime qué es lo que estás haciendo tú, cuál es la situación en que están. No es posible que sólo pueda hablarse cuando se esta enfrente. Considera, por favor, la posibilidad de establecer este diálogo, que debe dar un fruto.

Me gustó Barcelona aunque es verdad que no sé propiamente en qué consistía. Pero estuve unos días más feliz casi en cualquier lugar.

Un gran abrazo,

René Zavaleta Mercado

 

René Zavaleta falleció en Ciudad de México en 1984 y suele destacarse la última etapa de su evolución intelectual a la que se caracteriza como marxista heterodoxa. Sacristán, que emprendió una fuerte renovación de las prácticas, procedimientos y finalidades de la tradición marxista-comunista a partir de la destrucción de la primavera de Praga tras la invasión militar del Pacto de Varsovia, falleció en Barcelona un año más tarde, en agosto de 1985. Diez años antes había presentado, anotado y traducido la biografía del indio Gerónimo editada por S. M. Barrett.

A propósito de esa mortandad que «parecía española» a la que alude Zavaleta, vale la pena recordar un paso del prólogo que Sacristán escribió para este volumen autobiográfico de Gerónimo publicado en la inolvidable colección «Hipótesis»3 de Grijalbo en 1975:

[…] Entre las causas comúnmente aceptadas de que el norte de la república mexicana no tenga casi población india primitiva destacan las mortíferas expediciones de los apaches, matando personas y llevándose ganado o alimentos, desde los tiempos del imperio azteca hasta finales del siglo XVIII y, ya más huyendo que atacando, buena parte del siglo XIX. Las mismas tradiciones del nómada -que, por ejemplo, no puede entorpecer su marcha con débiles, enfermos y ancianos por lo que suele desarrollar al respecto un juego de valores más bien sobrecogedor- no son como para hacer grata la estampa de estos cuatreros soberbios, cargados, además, hasta hace poco con los papeles más siniestros en las películas del Oeste de antes del mal de fin de siècle. Si a eso se añade la hosca moral del éxito guerrero que desarrollaron los chiricahuas, se hace difícil excitar en su favor movimientos de ánimo acríticos.

Pero es que no se trata de eso. Los apaches, al no facilitarnos las cosas, al impedirnos descansar en una mala conciencia nostálgica, nos dejan solos y fríos, a los europeos, ante la pregunta de Las Casas, la pregunta por la justicia, la cual no cambia porque el indio sea el trágico Cuauhtémoc en su melancólica elegancia o un apache de manos sucias y rebosando licor tisuin por las orejas. Por otra parte, además de ser de Las Casas, este planteamiento tiene la virtud de contraponerse al amoralismo cientificista, forma hoy frecuente del progresismo. Los apaches, tan cerrados ellos, obligan al progresista a reconocerse genocida, o a reconocer que a lo mejor tiene sentido político la palabra «justicia».

[…] A pesar de todo, no consiguieron corromper a Gerónimo. Lo exhibieron en ferias, una vez que hubieron decidido no ahorcarlo, como al principio pensaron; lo redujeron a pequeña industria familiar de souvenirs; lo fotografiaron publicitariamente. Pero no consiguieron que dejara de ser un luchador hasta el final, un guerrero, como probablemente se diría él a sí mismo. Hasta el último momento está luchando por conseguir que su pueblo pueda «volver a Arizona»*18. Y todavía cuando cuenta su vida a Barrett tiene detalles inolvidables de buen combatiente: Gerónimo ha contado la matanza de prisioneros norteamericanos, bajo la dirección de Cochise, en la reacción colérica de los chiricahuas a la estratagema traicionera de que han sido víctimas; en seguida se para, nota que puede haber cometido un error y cierra el paso en defensa de los suyos: «De todos los que intervinieron en aquel asunto, yo soy el único que hoy vive» (página 87).

 

La pregunta de Las Casas, la pregunta por la justicia, acaso siga siendo nuestra pregunta.

Por lo demás, en una de sus anotaciones al citado volumen de Gerónimo editado por S. M. Barrett, la 19 concretamente («Genocidio conseguido o frustrado»), Sacristán escribió:

[…] Por último, los indios por los que aquí más nos interesamos son los que mejor conservan en los Estados Unidos sus lenguas, sus culturas, sus religiones incluso, bajo nombres cristianos que apenas disfrazan los viejos ritos. Y su ejemplo indica que tal vez no sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas. Es dudoso que hoy hubiera una consciencia apache si las bandas de Victorio y de Gerónimo no hubieran arrostrado el calvario de diez años de derrotas admirables, ahora va a hacer un siglo [la cursiva es mía]

 

Dar batallas pues, si la situación lo requiere, que se saben perdidas. No debería ser norma ajena a la izquierda transformada.

 

 

 

1 Véase sobre tema, véase las propias observaciones de Sacristán en J. Guiu y Antoni Munné: «Una conversación con Manuel Sacristán» (1979). Ahora en De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón. Los Libros de La Catarata, Madrid, 2004 (edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal)

2 Zavaleta se refiere a El poder dual en América Latina: estudio de los casos de Bolivia y Chile (1974). Fue editado por Siglo XXI en México.

3 La colección la codirigieron Francisco Fernández Buey y el propio Sacristán. Se editaron 16 volúmenes. Fue una de las tres colecciones proyectadas a principios de los setenta por el traductor de El Banquete platónico.