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Hip-Hop. Resistencia y Pestilencia

Fuentes: Fauna Press

Hablar de Hip-Hop es hablar de la cultura, la contra-cultura y la dialéctica de las capas sociales, en franca y activa confrontación. Sin embargo, me permito indagar en los orígenes de esta manifestación para intentar aproximarnos a la naturaleza esencial del rap, en vías de proponer un análisis que facilite la discusión, siempre fecunda, de […]

Hablar de Hip-Hop es hablar de la cultura, la contra-cultura y la dialéctica de las capas sociales, en franca y activa confrontación. Sin embargo, me permito indagar en los orígenes de esta manifestación para intentar aproximarnos a la naturaleza esencial del rap, en vías de proponer un análisis que facilite la discusión, siempre fecunda, de la expresión social.

Como siempre, África es el ombligo de la sonoridad. La historia «oficial» sitúa a los antecedentes en el desarrollo post-imperial (Egipto) de las Etnias Zulúes, concretamente la expansión Mandinga en el Delta del Níger. «Griots» es el término que denomina a una especie de cultores que recogían de manera oral la historia, vicisitudes y hechos de la etnia y la transmitían bajo la modalidad de cánticos en eventos cotidianos. Pero, atrevámonos a examinar de manera local la diversificación de este fenómeno.

Con la invasión colonial a América Latina, específicamente a Venezuela y como consecuencia del genocidio sistemático de la población aborigen por parte del Imperio Español, el sistema esclavista se instaló en estas tierras con la importación de africanos traídos de diversas regiones del continente negro. El hecho es importante porque a pesar de las inhumanas condiciones en la que trasladaban a los esclavos africanos, las humillantes y sádicas torturas y las vejaciones, asesinatos e imposición cultural por parte de los españoles, muchas de las manifestaciones sociales de los africanos lograron prevalecer.

Así, y de manera antropológica se han editado en Venezuela a partir del proceso revolucionario numerosos estudios que indagan en las comunidades que fundaron los africanos rebeldes, aquellos que escaparon de la tiranía española y huyeron hacia las profundidades de esta tierra. Con el nombre de Cimarrones, aquellos esclavos fugados se adentraron selva adentro y reprodujeron gran parte de sus tradiciones, cultura y modos de vida. Por eso, aludo a esta contextualización y consiguiente bibliografía para examinar el fenómeno oral en su cultura.

Varios historiadores han determinado que la acción de los Griots no se restringía a la transmisión oral de la historia de la comunidad. Su influencia en los pobladores era instructiva, reivindicativa e historiográfica. Resulta interesante que esta manifestación haya sido trasladada íntegramente a los legendarios Cabildos de negros rebeldes, presentes a lo largo de América del Sur y que constituyeron verdaderos focos de insurrección contra el Imperio Español. En Venezuela, las reuniones clandestinas de negros esclavos fueron el germen para que se aboliera de manera furiosa el sistema esclavista y colonial. Por tanto, no es de extrañar que los cánticos repetitivos, de extensa duración y de una profusa tradición histórica estuvieran presentes en los palenques y dieran como fruto numerosas insurrecciones y levantamientos contra la opresión colonial.

Un poco más allá, el inmoral secuestro de millones de africanos por parte de las Compañías Navieras poblaría Jamaica de etnias Etíopes. Con ellas, se advino quizás el antecedente musical más concreto y más cercano del Rap. El Toasting, versión contemporánea del canto Griot que mantenía intacta la sonoridad, la intención y el concepto originario de la expresión pero que involucraba las connotaciones cotidianas de la esclavitud en esa Isla cercana, hermana, amiga.

Las implicaciones No es casual que el término Hip-Hop haya nacido en el Bronx. La confluencia de africanos, centroamericanos, jamaiquinos, caribeños pertenecientes a las castigadas clases sociales de la década de los 60 no vaticinaba más que una expresión cultural que resumiera la pobreza, la sumisión, la rebeldía, el peligro y la desesperanza en un sistema que los consideraba inexistentes como humanos, prescindibles como mano de obra y despreciables como entes activos dentro del sistema norteamericano. El sistema capitalista, en pleno desarrollo.

No hay nada de alegría ni de banalidad en los orígenes del Hip-Hop. En una época tumultuosa, de fuertes cambios sociales, con actores políticos como Malcom X, Black Panthers, con guerras en curso, protestas internas, descontento social y graves fluctuaciones de la economía estadounidense no puede esperarse que la expresión de las clases proletarias sea conformista frente a la realidad. Y muy a pesar de la historia «oficial» a la que usted lector puede acceder tranquilamente en cualquier sitio web, el movimiento denominado «Hip-Hop» no nació en las discotecas, ni en las fluctuaciones entre nuevos sintetizadores y ritmos ya masticados por las compañías de discos. Tampoco nació con las ocurrencias de algún cantante ni con las meneadas de culo de algún «scouter» o cazador de talentos de Polygram en el downtown neoyorquino.

El Hip-Hop es sólo una fachada de la imparable presencia de las minorías en la sociedad norteamericana. Como Hip-Hop se cataloga a la expresión cultural de los olvidados, de los marginados de beneficios del American Way of Life. De las manos y los brazos que mueven las rotatorias de las grandes fábricas. Como «Hip-Hop» se fundamenta a la expresión graffitera de los pobres, porque sin formación artística ni dinero para comprar lienzos ni óleos, tomaron las paredes de la ciudad opresiva y las transformaron en galerías del oprobio en la lucha por hacerse sentir como sujetos potenciadores de una realidad maquillada por los ejecutores del sistema. No hay nada anecdótico en los tags, en los mensajes antipolicías, en la metralleta política, en el colorido tropical y puro de los graffitis en los 6O´s. Son afirmaciones, incursiones icónicas que representan a los autores como arquitectos también, en una ciudad prohibida e inaccesible. Son bombas molotov para el campo perceptivo del ciudadano promedio, enclaustrado en la burbuja burguesa que le impide ver más allá de sus narices.

Como «Hip-Hop» se cataloga a la irreverencia popular en el campo musical. Esa irreverencia que toma lo que le apetece, sin mediaciones, y lo usa para ambientar lo cotidiano. El Sampler, como arrebatón de lo establecido, como acto que ridiculiza la formación académica, la habilidad para componer, el respeto a la propiedad, la «educación musical» en aras de pescar armonías, de recalentar la calle y la sensibilidad con tambor zulú (que es al final, el objetivo de todo beat, de toda sincronía: llegar al éxtasis mediante la repetición sónica). Como «Hip-Hop» se restringe la libertad del Dj, la emancipación de una individualidad en aras de la beligerancia de lo diverso; el estallido de una persona que mezcla ritmos y armonías, letras y cánticos en un espacio concebido para la libertad del desenfreno. Cómo tomarían los productores, managers y representantes de la industria musical a un sujeto que tomara sus «productos», los volteara, mimara, destruyera y transformara en nuevas cadencias?

Como «Hip-Hop» se cataloga al breakdance, ese libertinaje corporal indómito que refiere inmediatamente a la lucha capoeira brasileña (de origen africano). Cómo negar la presencia del descontento y la rebeldía, de la insurrección y de la fiereza cognitiva contra lo establecido en un baile que se remite a técnicas de lucha?. Cómo obviar a esas fieras rampantes, deslizándose por los suelos del desvencijado Brooklyn en medio de frío invernal girando, elevándose, contorsionándose, gritando con su cuerpo que pueden transgredir la manera de sentir la música y devolverla frente a unos cánones estadounidenses de pacatería moral y rimas del sha-la-lá? Es acaso difícil de entender que el baile es un ataque, es una emancipación del individuo frente a lo que lo rodea, una afirmación de su negritud, de su lucha, de su ser y de sus sufrimientos, todo eso volando en vorágines de piernas amenazantes al que se acerque?.

La Pestilencia

En la recta final, todo lo anterior no son más que delirios de un izquierdista anacrónico. Porque el Hip-Hop, es mucho más que historia y sentimentalismos. Mucho más que apegos, rabia y dignidad que suena más a telarañas que a antecedentes, sobre mi nuevo sintetizador. El Hip-Hop es la tabla de salvación a la pobreza, el éxito que espera a mi puerta agazapado y silente. Es la sublimación de mis zapatos Adidas, potenciados a objeto museográfico; es la bandera de mi ego, flameando sobre la cenizas del barrio y de unos enemigos que asumo propios (aunque no sepan de mi existencia), mientras muevo la cabeza arriba y abajo, golpeo con la visera de mi gorra nueva de los Indios de Cleveland la pantalla de mi computadora y recito como mantra una décima más de la criminalidad como espectáculo.

Y es que para las generaciones que se enfrentan al reto de encontrar un modo de vivir entre el sistema capitalista que domina al planeta, el Hip-Hop es una marquesina atractiva para dar a conocer la insatisfacción inherente a la juventud. Una poderosa industria que mueve millones de dólares al año, un enorme pulpo con ramificaciones en mercadeo, cine, música, accesorios, ropa, zapatos, vehículos, editoriales, Internet, joyas, perfumes, skateboards y toda manufactura proclive de ser identificada con el tema, susceptible de ser domesticada y comercializada.

Una industria que desmenuzó a Maslow y su pirámide, hurgando entre las grietas de la psiquis adolescente y que encontró una mina que explota brutal y afiladamente. Robo, crimen, sexo, muerte, egoísmo, odio, racismo, sexismo, explotación, todo vale para esta fábrica de ilusiones que encuentra en la sordidez y el amarillismo el motor de sus ventas. Todo funciona para las disqueras que sonríen mientras los artistas exponen sus demonios internos, su inconformidad, sus vicios, sus sombras. Mientras las autopistas mediáticas exponen los recovecos íntimos de los artistas, repiten de manera brutal melodías, filman videos con filtro azul en playas con palmeras y llenan la pantalla de tu televisor con gafas de sol, cadenas de oro, franelas y zapatos, sus letras nadan en la apacible superficie de una piscina con mucha mierda debajo.

Pero aún más importante, accedemos impávidos a la enarbolación de la no-idea; la exaltación del cinismo como arma para atacar a los movimientos progresistas. Escudados en un «anarquismo» rupestre que no es más que la ignorancia elevada a la potencia que desees colocarle, no es difícil encontrar en el panorama piezas que se burlan de los procesos de reivindicaciones en diversas partes del mundo. Líricas facilonas, llenas de clichés masticados por el mainstream. Lo curioso del fenómeno es que ese «anarquismo» no es más que la consecuencia directa de la implantación del capitalismo dentro de la cultura global. La pérdida de referentes políticos, la invasión de las políticas retrógadas en los medios de comunicación, el baile de McCarthy en los discursos anticomunistas y antizquierdistas y la lucha feroz del capitalismo por imponer su visión del mundo desde que nacemos, son algunas de las causas.

Es cuestión de satanizar al contrario. De opacar e invisibilizar sus logros. De insertarse en los géneros culturales, debilitar su esencia a través de la compra y venta de sus estructuras; de tragarse la rebeldía y vomitar mercancía, xenofobia, ignorancia. Se trata de memorias cortas que aplican al presente las leyes de la democracia burguesa, esa democracia tan proclive a la condena y a la reacción militar y tan autista frente a sus crímenes e invasiones.

Sigilosamente, las corrientes de pensamiento que periódicamente asaltan el hecho cotidiano, que exigen cambio a gritos, que califican a todo lo pasado de execrable, que critican allá y acá y que se presentan como la opción de la transformación real, terminan siendo mascaradas de lo mismo. Porque, qué fácil es criticar, que sencillo es ser la oposición a todo!. El manjar de lo contrario es el establo en donde todos queremos soltar a los caballos. Pero cuando calienta la cocina, y se requiere acción enérgica, entrega, solidaridad y sincronía de pensamiento no resulta tan fácil actuar. No es sencillo pasar del verbo y la rima a la proposición creativa. Se hace cuesta arriba defender un ideal cuando las bases no son sólidas, cuando es más sencillo jugar al nihilismo y juzgar desde las barreras antes de despojarse de las ataduras y tomar al toro en los cuernos. Hombre, que imitar un prototipo, seguir un paradigma no es lo mismo que tumbar a hachazos la repisa que los sostiene, no?

A los que me leen: Destrozar los ritmos. Incendiar las poses y las actitudes. Desmontar los supuestos, los percances, lo primero que viene a la cabeza. Vestirse de pueblo. Pintar lo local. Imaginar que somos superiores a nuestra terrenalidad, y que somos niños en el dulce acto de bajar la musa a la mesa. Hablo de amor, compañeros. De amor y unidad frente a un futuro que no controlamos porque somos las marionetas de un teatro transnacional.

Desde acá, sabemos ser piedra en el zapato.

Fuente: http://www.faunanocturna.net/press/hip-hop-resistencia-y-pestilencia-por-orh/