Raimundo Cuesta. La venganza de la memoria y las paradojas de la historia. 1ª ed. Salamanca: Lulu.com, 2015. Historia con Memoria (y Educación) [1] 1. Introducción La presente reseña crítica entraña la dificultad de reflexionar sobre la obra de un amigo y de un maestro. Dificultad porque desde que coincidí con Raimundo Cuesta […]
Raimundo Cuesta. La venganza de la memoria y las paradojas de la historia. 1ª ed. Salamanca: Lulu.com, 2015.
Historia con Memoria (y Educación) [1]
1. Introducción
La presente reseña crítica entraña la dificultad de reflexionar sobre la obra de un amigo y de un maestro. Dificultad porque desde que coincidí con Raimundo Cuesta en el Máster de Enseñanza Secundaria hace ya algunos años, pues en el IES Fray Luis de León no tuve la suerte de coincidir con él, surgió entre ambos un entendimiento y una admiración (por mi parte) intelectual, que ha perdurado hasta la actualidad. Creo que esta nota sirve como ejercicio de sinceridad para prevenir al lector/a acerca de estas notas sobre la lectura de La venganza de la memoria y las paradojas de la historia (2015). No obstante, mi comentario tratará de polemizar, en el sentido de llevar al extremo las afirmaciones, ahondando en las diferencias, pero teniendo siempre presente que es más lo que intelectualmente nos une que lo que nos separa. En este sentido, no es preciso extenderme demasiado sobre la labor docente e investigadora de Raimundo Cuesta, más allá de trazar una evolución que sigue el avance de sus trabajos, del Grupo Cronos a la actual Fedicaria, un proyecto que ahora comienza un camino de remodelación y en el que gustosamente me prestaré a participar en la medida de mis capacidades [2] . Esta evolución marca un camino que va de la puesta en práctica de una didáctica crítica de las ciencias sociales a una crítica de la cultura en su sentido más amplio. Camino que, como demuestra la presente obra, no tiene visos de ir acabando, pues a Raimundo Cuesta le queda mucha cuerda, además de una energía, lucidez y entereza con la que pocos intelectuales llegan a sus años. Del mismo modo, la obra que sometemos en este comentario a crítica, refleja el trabajo de toda una vida.
Con un estilo fluido, no del todo sencillo, se presenta un ensayo historiográfico muy personal y actualizado, de ciencia sin prueba explícita, tal y como lo describiera Ortega y Gasset, si bien Raimundo Cuesta es un intelectual más unamuniano. Decimos que no del todo sencillo porque en algunos puntos prevalece cierto cultismo, muy adornado, que se podría haber evitado para facilitar la lectura del texto. Estilo que acompaña otros trabajos suyos. También hay muchas citas veladas que tal vez el/la lector/a no dotado/a de un aparato teórico bien fundamentado, algo común por otro lado a la actual academia de historiadores e historiadoras, así como al alumnado de esta ciencia, podrían no alcanzar a identificar. Muchas de estas citas se mencionan en unos capítulos y se desarrollan en otros, pero otras no. En este sentido, la obra tiene un interés hermenéutico añadido.
Metiéndonos de lleno en el meollo del asunto, la obra contiene, a nuestro parecer, dos cuestiones fundamentales, que articularán los puntos de nuestro comentario. Por un lado, la Historia del concepto Memoria y su relación con la Historia como ciencia, basculando entre lo que podría considerarse como un manual de teoría o filosofía de la historia y una historia intelectual o de los conceptos. Por otro, una propuesta epistemológica y metodológica que podría resumirse, tal y como reza el título de este comentario, en una propuesta para una «Historia con Memoria (y educación)». Con ello, a lo largo de 14 capítulos el autor desarrolla las vicisitudes de la relación entre Historia y Memoria desde la Antigüedad clásica hasta la actual etapa postmoderna, incluyendo los debates más actuales sobre las cuestiones de la «Memoria histórica». Añadiremos, de nuestra cosecha, una coda en la que trataremos de introducir unas notas para una historia anticapitalista en la era postmoderna, siguiendo el consejo del propio Raimundo Cuesta de que, lo importante no es lo que digan los autores sino lo que, por el contrario, nos sugieran a nosotros sus textos.
2. La historia del concepto Memoria y su relación con la Historia
Desde este punto de vista, más aséptico, la obra puede resultar como un excelente manual historiográfico que bien podría utilizarse como una introducción a la teoría y filosofía de la historia como una de las materias más desconocidas en los planes de estudios de nuestras universidades. Nos interesa, del verdadero manual actualizado que se presenta, la normalización del debate sobre la «condición postmoderna», que sólo en publicaciones muy recientes comienza a hacerse presente [3] . En el resto de ocasiones, no citaremos para no ofender, la historiografía postmoderna aparece demonizada calificándola de nihilista, anticientificista e incluso antihistoricista. Nada más lejos de la realidad, se puede decir que Raimundo Cuesta en su actualización constante de contenidos entiende la complejidad de este debate, así como los retos que plantea a la Academia de historiadores e historiadoras.
No escapa la obra, en cambio, del empleo de una temporalidad convencional, que ya rechazan algunas escuelas, no solo la historiografía postmoderna. Peca en este sentido quizá de observar la historia con anteojos de historiador «contemporaneísta», lo cual tiene que ver mucho con su formación como historiador. Consideramos que sería mejor empezar a hablar de «modernidad» como un proceso más amplio que la historia que va de los acontecimientos de La Bastilla (1789) a Berlín (1989). Este concepto engloba probablemente una complejidad cuya génesis, siguiendo la propuesta epistemológica y metodológica del propio autor, que analizaremos en el siguiente epígrafe, es mucho más amplia [4] . El desarrollo progresivo de las tecnologías de poder y de control actuales han de vincularse a la propia génesis del modo de producción capitalista, tiempo al que Marx aludió como «periodo de acumulación originaria [5] «, así como a la formación de los estados-nación tal y como lo explicó Pierre Bourdieu en sus cursos en el Collège de Francia de 1989 a 1992 [6] . Si bien, tal vez esta diferencia en la periodización que planteamos respecto a la obra de Raimundo Cuesta se deba a una diferencia formativa que separa dos generaciones de historiadores, la suya, ciertamente más tradicional, de filiación claramente franco-alemana, de la nuestra, más reciente, de innegable influencia angloamericana. Raimundo Cuesta tiene, a pesar de ello, la suerte (o el interés) de haber sabido ir incluyendo, o mejor dicho, integrando progresivamente, las propuestas de algunos autores y autoras de estas otras corrientes más recientes, tal y como demuestra este ensayo.
En este sentido, salvando las cuestiones sobre la introducción de la cuestión postmoderna, que no es poco, la periodización que se presenta bien podría definirse y considerarse como convencional. Actualizada en el sentido de que también se destacan cuestiones de sumo interés tales como la relación poder-cultura en las distintas áreas de conocimiento, en este caso la historia, idea presente en la obra de Keith Jenkins [7] . Del mismo modo que el autor británico, Raimundo Cuesta presenta la relación Historia-poder-discursos hegemónicos-construcción de memoria(s) a lo largo de la historia como un problema central no sólo del propio concepto de Memoria, sino de la propia Historia como ciencia. Y se rebela contra esta relación. Por ello la obra tiene una carga contra-cultural o contra-hegemónica que no podemos calificar sino como positiva. Por ello se incluyen también voces sin las cuales cualquier ensayo historiográfico ya hoy quedaría incompleto, cuando no errado, como la de la mujer.
Sin embargo, de nuevo, en esta ambivalencia, ciertamente a caballo entre la modernidad y la postmodernidad, creemos que ese es el lugar en el que deberíamos de situar al autor, presenta una evolución de la cultura Occidental, a través de la relación entre Historia y Memoria, demasiado al uso, podríamos decir que occidentalizante, la cual va de los autores griegos, esta vez sí, cultura en masculino, hasta los filósofos de Las Luces. Así, por ejemplo, se considera como «regresión cultural» a la crisis del Imperio romano en el siglo III. Debemos recordar que esto sólo es así en lo que respecta a la cultura de las élites políticas romanas, a partir de las cuales se construyen después, también desde el poder, el relato clásico de nuestra tradición cultural Occidental, re-elaborado y codificado sucesivamente por las élites durante la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración. Desde este punto de vista, echamos en falta una reflexión sobre toda esa inmensa parte de la cultura popular que en la época, del mismo siglo III hasta el XIX, sino después, afectaba a la mayor parte de la población, la cual se conservó y transmitió fundamentalmente por mujeres tal y como recuerda el estudio clásico de Mijail Bajtin o el más reciente, en clave muy reivindicativa, de Silvia Federicci [8] .
Sigue también muy de cerca el autor el relato de la tradición de la cultura Occidental contemporánea construido en torno a la centralidad del Holocausto como gran catástrofe del siglo XX. Fue precisamente en ese gran acontecimiento de la historia europea reciente donde quedó paralizado, por no decir petrificado, buena parte del pensamiento filosófico de la Escuela de Frankfurt, si bien las catástrofes, desgraciadamente, han seguido y aun hoy siguen sucediéndose, la más reciente es la crisis migratoria provocada por las guerras de la OTAN en Oriente Próximo [9] . También, interpelando al interés educativo innegable de la cuestión del Holocausto, el cual sabemos que Raimundo Cuesta empleaba bien en su práctica docente como una forma de predicar con el ejemplo, es decir, llevar a la práctica lo que después se analiza de forma crítica a través de la teoría, habría otros temas de interés educativo como el apartheid al que actualmente se somete al pueblo palestino por parte del estado sionista de Israel, así como muchas otras cuestiones semejantes. Y dentro de esta constante relación poder-cultura, determinar por qué no se estudian estas otras nuevas cifras, para muchas de las cuales existe un interés manifiesto porque no se conozcan, desde la misma perplejidad que deben causarnos. Es en estas cuestiones del presente más inmediato desde las que debemos educar(nos) en esa historia con memoria que plantea la obra. Propuesta que, por lo demás, suscribimos como historiadores.
2. Una Historia con Memoria y (Educación): propuesta epistemológica y metodológica
Presenta en segundo lugar, desde nuestro punto de vista, la obra de Raimundo Cuesta, una propuesta epistemológica, es decir, de cómo se conoce la Historia, y metodológica, de cómo se estudia o investiga la Historia. Es un ensayo, por tanto, también sobre cómo se conoce y se narra o se escribe la Historia, en definitiva, y de cómo se ha conocido y narrado o escrito desde la antigüedad clásica hasta la actualidad. Como constante en este largo tránsito, la relación poder-cultura a la que antes hacíamos mención, en tanto que hasta el momento, salvando honrosas excepciones, la Historia (casi) siempre sirvió para legitimar las distintas formas de dominación por las que las elites o clases hegemónicas sometieron a las clases secundarias o subalternas, es decir, que la Historia (casi) siempre fue en buena medida una «memoria del poder». Desde este punto de vista, como reflexionaremos en el último epígrafe -haciendo nuestra la propuesta del autor- el ensayo contiene una profunda carga anticapitalista.
En él, se propone un cambio categorial del concepto Memoria, de acuerdo con las nuevas tendencias historiográficas de inspiración postmoderna, si bien el autor establece respecto a ellas cierta distancia crítica (acusándolas de poseer en algunos casos un «sesgo extremadamente relativista [10] «) en la línea de Fredric Jameson, quien relaciona postmodernidad y lógica cultural del capitalismo avanzado [11] . Dicho cambio categorial supone en realidad una re-conceptualización de la propia Historia en tanto que ciencia (Re-pensar la historia, en definitiva, en referencia a la obra citada de Keith Jenkins). No obstante estas cuestiones, las cuales nos parecen de suma importancia, la novedad de la propuesta no se separa finalmente de las líneas maestras que en su día trazaron ya los diferentes autores de la Escuela de Frankfurt, las cuales en la actualidad podrían evaluarse desde el punto de vista de una cierta inoperatividad, no tanto a la hora de crear conocimiento crítico (en la que los autores de dicha escuela siguen siendo fundamentales) sino en la de plantear alternativas políticas reales. Se propone, en definitiva, una Historia como método de crítica (o actividad crítica) de la razón moderna en clave benjaminiana, por un lado, y habermarsiana por otro. Interesa, en este sentido, la apelación a la posición ética del historiador/a crítico/a en tiempos definidos ya como postéticos o postideológicos por parte de muchos autores y autoras [12] .
En clave de la Academia estatal, la presente obra trata de polemizar sobre la cuestión de la «memoria histórica» con autores como Santos Juliá, gran think thank del pensamiento socialdemócrata español y muy cercano a los posicionamientos ideológicos del grupo PRISA en clave divulgativa a través de medios como El País fundamentalmente. Poco más diremos de este aspecto, más propio de contemporaneístas, sin entrar en valoraciones que constituirían un trabajo aparte, a excepción del comentario de que, en esta «querella» de dos grandísimos historiadores que indudablemente tanto nos han ayudado a formarnos como jóvenes investigadores, nos situamos, sin fricciones, del lado de Raimundo Cuesta [13] .
Pasamos, por tanto, mejor, a desarrollar esta propuesta epistemológica y metodológica, la cual puede ser definida desde el punto de vista teórico como una epistemología y metodología crítica de la Memoria, o planteado de manera más sencilla, tal y como reza el título del comentario, como una Historia con Memoria (y Educación). La idea no es nuestra, es del propio autor, y así aparece referida a lo largo del libro. Ésta propuesta tendría las características de una:
«crítica del presente en una triple dirección: impugnación de la razón instrumental, de la idea de progreso y de la trivialización de las experiencias históricas de los sujetos; tres principios que acabaron imponiéndose en el mundo capitalista como paredes maestras de la legitimación de las injusticias de hoy [14] «.
Se entiende, por tanto, la Memoria, como actividad crítica, que contiene un nuevo significado en tanto que categoría cognoscitiva, hermenéutica y ética. Presenta el autor, en definitiva, un reto, tanto intelectual, puesto que la Memoria deviene ahora en herramienta crítica, como político, frente a la acción interesada de los poderosos respecto a la configuración de la(s) memoria(s). Desde este otro punto de vista, la función del/la historiador/a crítico/a sería la de situarse de forma consciente y solidaria del lado de la(s) memoria(s) de los vencidos/as, frente a la(s) injusticia(s), convirtiendo su trabajo en un objeto de confrontación dialéctica con el presente, es decir: «ayudar a la formación y enriquecimiento de una conciencia histórica crítica [15] «. Esta historia sería una historia que destaque la dimensión conflictiva del pasado así como la crítica del presente a través del pasado como problema. El objetivo: formar con-ciencia(s) social(es) [16] . Y esta idea es recurrente a lo largo de todo el ensayo. De este modo: «la historia con memoria deviene en utensilio al servicio de las luchas antihegemónicas de las clases y grupos subalternos [17] «, en otra clara alusión al pensamiento de Antonio Gramsci. Complejidad y carácter dialéctico serían otras de las características de esta propuesta que en el plano metodológico habrá de desarrollarse mediante la:
«práctica de una historia del presente capaz de problematizar nuestro mundo merced al uso del método genealógico. Un método que, en consonancia con el discurso de la postmodernidad, relativiza los valores absolutos buscando las razones oscuras, las relaciones de poder, de los mismos [18] «.
Para lograr, finalmente, frente al presentismo dominante (idea central del sistema paradójico de temporalidad en la postmodernidad [19] ): «reconsiderar las relaciones entre pasado, presente y futuro dentro de una perspectiva crítica capaz de impugnar el sistema de capitalismo global y su lógica de producción de la verdad [20] «. Propuesta, en definitiva, que tiene como decimos mucho interés para la construcción de discursos anticapitalistas, o en nuestro caso, como historiadores/as, para la escritura de una historia anticapitalista.
El autor vincula, no obstante, rigor científico e interés emancipatorio, o lo que es lo mismo, que no todo vale en esta confrontación dialéctica, y no renuncia a reconocer cierto «principio de objetividad». Como ya habíamos comentado, Raimundo Cuesta no termina, de este modo, de vincularse sin objeciones a la historiografía postmoderna y, si bien deja claro su enfrentamiento con el objetivismo positivista de buena parte de la Academia, no sale finalmente de lo que establecen los parámetros de un empirismo clásico, bien temperado.
Respecto al andamiaje teórico del autor, que no es pequeño, echamos en falta el desarrollo del pensamiento de dos autores, a nuestro modo de ver, fundamentales para la filosofía de nuestro tiempo: Heidegger (y los filósofos existencialistas -especialmente las connotaciones emancipadoras del pensamiento de Albert Camus [21] -) por un lado, al cual consideramos central en la interpretación de ese vacío ontológico del ser en la modernidad [22] , entendida ahora en un sentido mucho más amplio, y al que hace referencia el propio autor (y probablemente acelerado dentro de ese régimen de temporalidad postmoderno al cual Jameson alude empleando el símil de la descripción de un sujeto esquizofrénico [23] ); y Antonio Gramsci, por otro, (así como algunos teóricos marxistas, si bien es cierto que estos están más presentes a través de referencias implícitas al propio Gramsci, Eric Hobsbawm o Benedict Anderson (ninguna referencia a E.P. Thompson). La presencia del pensamiento de Gramsci es más visible, a pesar de no referenciarse en el texto, que la de Heidegger, a quien el autor no perdona su vinculación con el nacionalsocialismo. Podríamos decir que las influencias marxistas de Raimundo Cuesta, que no es un historiador marxista, son influencias del marxismo de Marx, y no de otros. Influencias a las que se suman las fundamentales de Nietzsche y Michel Foucault, constantes a lo largo de toda la obra, Pierre Bourdieu o la más reciente de Reinhart Koselleck, entre muchísimos otros cuya mención y crítica haría interminable la reseña.
3. Coda. Notas para una historia anticapitalista en la era postmoderna
Finalmente, haciendo nuestra la propuesta del autor, nos sirve esta reseña para defender desde la necesidad de una historiografía postmoderna que enfrente sin ambages la doxa neoliberal, desprendiéndonos, eso sí, de los dogmatismos que caracterizaron a otras tradiciones de pensamiento emancipador en la Modernidad antes que nosotros [24] . Frente a esa parte de la corriente postmoderna que trata de imponer(nos) un pensamiento único o el fin de la historia, anticipando distopías nada halagüeñas [25] , debemos construir, en definitiva, otra postmodernidad alejada de estos presupuestos, con el convencimiento de que cuando pensamos la Utopía anticipamos las sociedades del futuro. El propio Gramsci destacaba la importancia de las utopías en la fase inicial de los procesos históricos de formación de las voluntades colectivas. Lo que importa, afirmaba: «es la crítica que los primeros representantes de la nueva fase histórica dirigen a dicho complejo ideológico [26] «. Crítica de la ideología dominante o hegemónica, en definitiva, para desarrollar socialmente los elementos subordinados y trazar una línea de acción colectiva. Y esta línea de acción colectiva sólo es posible, tal y como afirmara Hugo Chávez, trascendiendo el actual sistema capitalista [27] , sea a través de la tradición que representa la vía socialista o de otros métodos de lucha, tal y como plantea el sup. insurgente Marcos (Galeano) [28] . Con razón afirma éste último, en un comunicado conjunto con el sup. insurgente Moisés, claros ejemplos de que otro mundo es posible o de que es posible la anticipación utópica de las sociedades del futuro en el presente, que: «sobre la desmemoria construyen los de arriba su impunidad [29] «. Contra esta desmemoria se rebela la obra de Raimundo Cuesta, de la que recogemos el guante para rebelarnos nosotros también.
Gustavo Hernández Sánchez.
Grupo de Estudios Culturales salmantino A. Gramsci.
Salamanca, enero de 2016
[1] El texto desarrolla mi intervención en la presentación del libro en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca junto con el autor, Josefina Cuesta y Fernando Rodríguez de la Flor, que tuvo lugar el 28 de enero de 2016. Resumen publicado en el nº 10 de Historiografías, revista de historia y teoría (Universidad de Zaragoza, julio-diciembre 2015): 150-156.
[2] Perfil de Raimundo Cuesta, incluidas sus publicaciones en
[3] Vid. Jaume Aurell y Peter Burke, «Las tendencias recientes: del giro lingüístico a las historias alternativas,» en Comprender el pasado. Una historia de la escritura y el pensamiento histórico, Jaume Aurell y otros (Madrid: Akal, 2013), 287-339. esp. 287-300.
[4] Vid. Garthine Walker, «Modernization,» en Writing Early Modern History, (Londres: Hodder Education, 2005), 25-48.
[5] Karl Marx, El Capital. Crítica de la economía política. Libro I. Tomo III, (Madrid: Akal, 2007), 197 y ss.
[6] Vid. Pierre Bordieu. Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (1989-1992), (Barcelona: Anagrama, 2014)
[7] «Intrínseca relación entre poder y conocimiento», por la cual se establece que la Historia «siempre es para alguien» en Keith Jenkins, Repensar la historia, (Madrid: Siglo XXI, 2009), 84 y 33 (afirmación que se repite en la p. 1).
[8] Esta otra cultura, recuerda Bajtin, era deliberadamente no oficial, exterior a la Iglesia y al Estado feudal, y constituye «un segundo mundo y una segunda vida» contrapuesta a la cultura que impone y representa al poder, en Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, (Madrid: Alianza, 1987), 11. Vid. Silvia Federicci, El Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de sueños, 2010.
[9] Al respecto, Francisco Veiga demuestra cómo algunas catástrofes de este tipo han seguido sucediéndose, siendo el genocidio de Ruanda de un rendimiento superior al provocado por el nacionalsocialismo en Europa: «Parafraseando a Theodor Adorno: si después de Auschwitz ya no se podían escribir poemas, entonces, tras las matanzas de Ruanda, no deberían emitirse telediarios. Y desde luego, el Holocausto perdió parte de su excepcionalidad» en Francisco Veiga. El desequilibrio como orden. Una historia de la posguerra fría, 1990-2008, (Madrid: Alianza, 2009), 119.
[10] R. Cuesta, La venganza, 94.
[11] Reflexionamos sobre estas cuestiones en Gustavo Hernández Sánchez, «Ecos de marxismo: Jameson y la inclusión de la crítica posmoderna en la historiografía marxista,» Con-ciencia social, 19 (2015): 149-154.
[12] Slavoj Zizek afirma que vivimos en una época de cinismo: sociedad postideológica, en el sentido de que la ideología habría perdido su fuerza material como significado absoluto. No estamos del todo de acuerdo con su propuesta. En Slavoj Žižek , «Respuestas sin preguntas,» en La idea de comunismo. The New York Conference (2011), (Madrid: Akal, 2014), 227-263, 239.
[13] Vid. una introducción a la «querella» en Raimundo Cuesta, «La normalización historiográfica y la pérdida de la inocencia. Reflexiones acerca de algunas tesis del historiador Santos Juliá» Disponible en
[14] R. Cuesta, La venganza, 55.
[15] R. Cuesta, La venganza, 101
[16] Con-Ciencia Social es el nombre de la revista de Fedicaria en la que el autor participa del consejo editorial. Números disponibles en
[17] R. Cuesta, La venganza, 105
[18] Ibid, 129.
[19] Presente en la obra de Jameson, tal y como lo destaca David Sánchez: «En esta postmoderna atmósfera también se ve afectada la experiencia temporal del individuo (que ya no cabe calificar de histórica). No percibe verdaderos cambios que le permitan sentir un genuino ‘antes’ y ‘después’, sino alteraciones de superficie que le recuerdan al cíclico fluir de la moda y que contempla con indiferencia sabedor de que, en lo profundo, se oculta un estatismo sin fisuras» en David Sánchez Usanos, Introducción a Reflexiones sobre la postmodernidad. Una conversación de David Sánchez Usanos con Fredric Jameson, (Madrid: Abda, 2010), 5-48, 30.
[20] R. Cuesta, La venganza, 129.
[21] Vid. Albert Camus, «El hombre rebelde,» en Obras 3, (Madrid: Alianza, 1996), 11-353.
«El hombre rebelde» en CAMUS, Albert, Obras. 3. Edición de José María Guelbenzu. Madrid: Alianza Editorial, 1996. pp. 11-353.
[22] Según Heidegger, cuya propuesta ha influido enormemente en el desarrollo de la filosofía postmoderna, junto con Nietzsche y otros, la trama de la vida consiste en una serie de vivencias en el tiempo (temporeidad del ser o acontecer del ser, cognoscible a través de la comprensión ontológica de la historicidad del ser y de su enraizamiento en la temporeidad, es decir, el ser es ontológicamente tempóreo). La historia no significa tanto el pasado, sino tener su origen en el pasado (y estar, por tanto, dentro del contexto de un devenir): «Historia significa aquí un encadenamiento de sucesos y de efectos que se extiende a lo largo del ‘pasado’, ‘presente’ y ‘futuro'», del mismo modo que el ser es un ser arrojado a la existencia: «Pero, ¿quién eres «tú»? Ese que tú, librándote de ti mismo, proyectas al lanzarte decididamente hacia adelante [als den du dichloswirfst]-el que devienes«, en Martín Heidegger, Ser y tiempo, (Madrid, Trotta, 2012), 392 y 164.
[23] Esquizofrenia no entendida en un sentido lacaniano-patológico sino de sensación o sentimiento de ansiedad o alienación del sujeto (o ser) moderno. Fredric Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, (Barcelona: Paidos, 1991), 61 y ss. Muy en relación con la descripción que hacen Hardt y Negri sobre el paso de las «sociedades disciplinarias» a las «sociedades de control»: «La sociedad de control (…) debería entenderse como aquella sociedad (que se desarrolla en el borde último de la modernidad y se extiende a la era posmoderna)». Definida por una naturaleza biopolítica del poder, éste: «se expresa pues como un control que se hunde en las profundidades de las conciencias y los cuerpos de la población y, al mismo tiempo, penetra en la totalidad de las relaciones sociales». Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, (Barcelona: Paidós, 2009), 37-39.
[24] Una propuesta que desarrollamos en Gustavo Hernández Sánchez, «El marxismo frente a la encrucijada posmoderna: apuntes para una historia social y cultural,» Ayer y hoy. Debates, historiografía y didáctica de la historia, ed. Juan Carlos Colomer y otros, (Valencia: Asociación de Historia Contemporánea-Universidad de Valencia, 2015) 136-140.
[25] Ejemplo interesante de distopías o utopías negativas, para reflexionar, son los capítulos de la serie Black Mirror (UK, Zeppotron, 2011). Especialmente interesante, en relación con los contenidos del libro: «Tu historia completa», dirigida por Brian Welsh, guión de Jesse Amstrong. Disponible en youtube [consulta 15 noviembre, 2015].
[26] Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, (Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1972) 100.
[27] Hugo Chávez Frías, «Al capitalismo hay que trascenderlo por la vía del socialismo,» en La unidad latinoamericana, (Bogotá: Ocean Sur, 2006) 97-118. Vid. también Enrique Ubieta Gómez (ed.). Por la izquierda. Veintidós testimonios a contracorriente. La Habana: Ed. José Martí, 2007.
[28] sup. insurgente Galeano (mayo del 2015), «El muro y la grieta. Primer apunte sobre el método zapatista». Disponible en
[29] sup. insurgente Galeano y sup. insurgente Moisés (septiembre del 2015), «Por el dolor, por la rabia, por la verdad, por la justicia». Disponible en