Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Son historias que continuarán surgiendo de los escombros de Faluya durante años. No, durante generaciones…
El médico que tengo frente a mí en una habitación de hotel en Amman, me pide que no divulgue su nombre. Ahora es un refugiado. Habló en Gran Bretaña sobre lo que vio en Faluya, y ahora los militares de EE.UU. lo amenazan si vuelve a Irak.
«Comencé a hablar sobre lo que ocurrió en Faluya durante los dos asedios para que haya más conciencia al respecto, y los estadounidenses allanaron mi casa tres veces», dice. Habla tan rápido que apenas puedo seguir su ritmo. Siente que tiene que contar lo que ha visto, y en su calidad de médico que trabajó en Faluya, tiene prueba en vídeo y fotografías de todo lo que me cuenta.
«Entré a Faluya con un convoy médico y humanitario británico a fines de diciembre, y me quedé hasta el fin de enero», explica. «Pero estuve antes en Faluya para trabajar con la gente y ver lo que necesitaba, así que estuve ahí desde comienzos de diciembre.»
Al pedirle que explique lo que vio cuando entró por primera vez a Faluya en diciembre, me dice que fue como si un tsunami hubiese barrido la ciudad.
«Faluya está rodeada por campos de refugiados en los que la gente vive en carpas y en coches viejos», explica. «Me recordó a los refugiados palestinos. Vi a niños tosiendo por el frío, y no hay medicinas. Casi todos abandonaron sus casas sin nada, y sin dinero, ¿así que cómo van a vivir dependiendo sólo de la ayuda humanitaria?»
El médico dice que en un campo de refugiados en el área norte de Faluya había 1.200 estudiantes viviendo en siete carpas.
«El desastre causado por este cerco es tanto peor que el primero, que vi de primera mano», dice, y luego me dice que una historia vale como ejemplo.
«Es la historia de una muchacha de 16 años», dice, hablando de uno de los testimonios que grabó recientemente en vídeo. «Permaneció durante tres días con los cadáveres de sus familiares, muertos en su hogar. Cuando los soldados entraron, estaba en su casa con su padre, su madre, su hermano de 12 años y dos hermanas. Vio entrar a los soldados y cómo mataron de inmediato a tiros, sin articular palabra, a su madre y a su padre.»
La muchacha logró ocultarse tras la nevera con su hermano y vio personalmente los crímenes de guerra.
«Golpearon a sus dos hermanas, y luego les dispararon en la cabeza», dijo. Después de esto su hermano se enfureció y corrió hacia los soldados gritándoles, así que lo mataron.
«Continuó ocultándose después de que se fueran los soldados y se quedó con sus hermanas porque se desangraban, pero todavía estaban vivas. Tenía demasiado miedo como para pedir ayuda, porque temía que los soldados volvieran y la mataran también a ella. Se quedó durante tres días, sin agua ni alimento. Finalmente, uno de los francotiradores estadounidenses la vio y la llevaron al hospital», agregó, antes de recordarme nuevamente que tiene todo su testimonio documentado en película.
Me contó brevemente otra historia, documentada, de una madre que estuvo en su casa durante el sitio. «Al quinto día del sitio su casa fue bombardeada, y el techo cayó sobre su hijo, cortándole las piernas», dice, mientras utiliza sus manos para hacer movimientos cortantes sobre sus piernas. «Durante horas no pudo salir porque anunciaron que dispararían sobre todo el que anduviera por la calle. Así que todo lo que pudo hacer fue envolver sus piernas y ver como moría ante sus ojos».
Se detiene para respirar profundamente, y continúa: «Todo lo que puedo decir es que Faluya está como si hubiera ocurrido un tsunami. No quedaron muchas familias después del sitio, pero no tenían absolutamente nada. El sufrimiento era peor de lo imaginable. Cuando por fin los estadounidenses permitieron que entráramos, la gente se peleaba por una frazada».
«Uno de mis colegas, el doctor Saleh Alsawi, estaba enfurecido al hablar de ellos. Estaba en el hospital principal cuando lo atacaron al comenzar el sitio. Entraron al quirófano cuando estaban operando a un paciente… estaba allí porque es anestesiólogo. Entraron con sus botas puestas, golpearon a los doctores y los sacaron, dejando que el paciente muriera sobre la mesa.»
Los medios árabes ya han informado sobre este hecho.
El doctor me cuenta del bombardeo de la clínica Haz Nazal durante la primera semana del sitio.
«La clínica contenía toda la ayuda extranjera y los instrumentos médicos que teníamos. Todos los comandantes militares de EE.UU. lo sabían, porque los informamos para que no la bombardearan. Pero fue una de las clínicas bombardeadas, y en la primera semana del sitio la bombardearon dos veces.»
Luego agrega: «Por supuesto también atacaron todas nuestras ambulancias y a nuestros médicos. Todos lo saben».
El doctor me dice que algunos otros doctores están tratando de demandar a los militares de EE.UU. por el siguiente episodio, del que tiene evidencia testimonial grabada.
Es una historia que también me han relatado varios refugiados en Bagdad… a fines de noviembre cuando aún existía el asedio.
«Durante la segunda semana del sitio entraron y anunciaron que todas las familias tenían que abandonar sus casas y reunirse en una intersección de la calle llevando una bandera blanca. Les dieron 72 horas para irse y después de eso serían considerados como enemigos», dice.
«Documentamos esta historia en un vídeo – una familia de 12, incluyendo a un pariente y su hijo mayor de 7 años. Escucharon la instrucción, así que se fueron con todo el alimento y el dinero que podían acarrear, y banderas blancas. Cuando llegaron a la intersección donde se reunían las familias, escucharon a alguien que gritó: «¡Ahora!, en inglés, y los disparos comenzaron por todos lados.»
Toda la familia llevaba banderas blancas, tal como se les había ordenado, según el joven que dio este testimonio. Pero vio como su madre y su padre eran alcanzados por los francotiradores – su madre en la cabeza, y su padre en el corazón. Sus dos tías murieron, y su hermano recibió un disparo en el cuello. El hombre declaró que cuando se levantó del suelo para pedir ayuda, le dispararon en el costado.
«Algunas horas más tarde levantó su brazo pidiendo ayuda y le dispararon en el brazo», continúa el doctor, «Un rato después levantó la mano y le dieron en la mano.»
Un niño de seis años de la familia estaba parado sobre los cuerpos de sus padres, llorando, y también le dispararon.
«Le disparaban a todo el que se levantara», agrega el doctor, y luego repite que tiene fotografías de los muertos, así como fotos de las heridas a bala de los supervivientes.
«Al oscurecer, algunos de ellos, junto con el hombre que habló conmigo, con su hijo, su cuñada y su hermana lograron irse arrastrando. Se arrastraron hasta un edificio y se quedaron ahí durante 8 días. Tenían una taza de agua y se la dieron al niño. Utilizaron aceite comestible para colocarlo sobre sus heridas que, por supuesto, estaban infectadas, y encontraron algunas raíces y dátiles para comer.»
Se detiene. Sus ojos van de un lado a otro por la habitación mientras los coches pasan afuera sobre el pavimento húmedo… se oye el chasquido del agua bajo los neumáticos.
Abandonó Faluya a fines de enero, así que le pregunto cómo estaban las cosas al irse.
«Ahora puede haber vuelto un 25% de la gente, pero todavía no hay médicos. El odio que hay ahora en Faluya contra todo lo que sea estadounidense, es increíble, y es normal. La humillación en los puntos de control sólo hace que se enfurezcan aún más», me dice.
«He estado ahí, y vi que amenazan a cualquiera incluso por dar vuelta la cabeza y tanto soldados estadounidenses como iraquíes le pegan por igual… un hombre lo hizo, y cuando el soldado iraquí trató de humillarlo, el hombre le arrebató el arma a un soldado cercano y mató a dos guardias nacionales iraquíes, así que lo mataron,»
El doctor me cuenta que tienen a la gente haciendo cola durante horas, mientras militares de EE.UU. hacen películas de propaganda.
«Los he visto utilizando a los medios – y el 2 de enero en el punto de control en el área norte de Faluya, estaban dando a la gente 200 dólares por familia para que volvieran a Faluya y filmarlos haciendo cola… cuando en realidad, en esa época, nadie volvía a Faluya», dice. Me recuerda una historia que me contó mi colega sobre lo que vio en enero. En esos días un equipo de CNN fue llevado por los militares para que filmara a barrenderos que fueron llevados como comparsas, y a soldados que repartían golosinas a los niños.
«Tiene que comprender el odio que han causado… se ha hecho más difícil para los iraquíes, y me incluyo, distinguir entre el gobierno estadounidense y el pueblo de EE.UU.», me dice.
Su historia es una de tantas.
«Mi primo era un hombre pobre en Faluya», explica. «Iba de su casa al trabajo y de vuelta, y vivía con su mujer y sus cinco hijas. En julio de 2003, los soldados estadounidenses entraron a su casa y los despertaron a todos. Los arrastraron a la pieza principal de la casa, y ejecutaron a mi primo delante de su familia. Luego, simplemente, se fueron.»
Se interrumpe, alza las manos y pregunta: «Ahora bien, ¿qué va a pensar esa gente de los estadounidenses?»
Enviado por Dahr Jamail el 8 de febrero de 2005 08:45 PM