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Hollywood en la pobreza

Fuentes: BBC

Imagínese a Hollywood, pero en una zona pobre de Buenos Aires… Esto se ha hecho realidad con un proyecto cinematográfico surgido en medio de una «villa miseria», como suele llamarse en Argentina a los barrios marginales.

El protagonista de esta historia es un personaje muy particular, Julio Arrieta, de 57 años.

En plena Villa 21, en el barrio porteño de Barracas, este hombre creó una escuela de teatro y una agencia que ofrece decenas de actores y escenarios «auténticamente pobres» para películas que necesiten retratar la marginalidad en Argentina.

«Nosotros somos pobres, somos portadores de cara. Tenemos rostros muy difíciles de encontrar en el teatro o en el cine», afirma a BBC Mundo Arrieta, tras recibirnos en su casa humilde, que es su centro de operaciones.

«Creemos que está mal que contraten a un rubio, a una persona que nunca pasó necesidades, para hacer de pobre. Me parece que nosotros somos más auténticos. Sabemos perfectamente cómo es la sensación de tener todos los caminos cerrados».

Arrieta dice que él y su grupo se están capacitando para ofrecer un trabajo que pueda ser aprovechado por directores que buscan a personajes como ellos y para cobrar dignamente por el rol que les den.

«Ofrecemos también la villa como un set de filmación, hacemos el ‘catering’ y tenemos custodios que protegen a personas y equipos. Hay miedos lógicos, porque hay un mito de que, en barrios como éste, entrás y no salís. Pero acá la gente quiere trabajar», asegura.

De payaso a actor

Arrieta descubrió su pasión por la actuación en la década de los ’80, cuando formó un grupo de payasos para entretener a los niños de la villa. Luego estudió teatro con el actor argentino Norman Briski.

Villa 21, en el barrio porteño de Barracas,

En Villa 21, en el barrio porteño de Barracas, se encuentra la escuela de teatro y agencia de actores y escenarios.

Él y sus compañeros han colaborado o aparecido en numerosas películas, como «Las tumbas», «Después de la tormenta» y «El resultado del amor», de reconocidos directores como Javier Torre, Tristán Bauer y Eliseo Subiela, respectivamente.

Cada vez que le piden protagonistas o extras, Arrieta enseña su catálogo de actores o bien organiza un casting en la villa: «Tenemos gente que puede hacer de bueno o de malo, de ladrón juvenil o de marginado; mujeres gordas, flacas, viejas y jóvenes».

En cuanto a los escenarios, dice que, además de facilitar la filmación en la villa veintiuno, su equipo es capaz de armar en pocas horas un pequeño barrio pobre usando desechos.

«Estrellas», un documental estrenado el año pasado que retrata su trabajo, muestra en tiempo real la construcción de una casilla de chapa en algo más de tres minutos y medio.

Al respecto, Arrieta recuerda una anécdota -y una decepción- con un famoso director de cine.

«Una mañana vino un estadounidense a mi casa. Yo le presenté a ‘mai vuoman’ y ‘mai dog’. El argentino que lo acompañaba me explicó que estaba buscando una locación para hacer una película de época y que le gustaba el barrio, pero que había muchos cables y antenas de televisión».

«Entonces yo le contesté: ‘Decile al señor que nosotros alquilamos un terreno y en pocas horas le armamos una villa’. Lamentablemente, el argentino le vendió mi idea, le cobró US$50.000 y nos dejó sin trabajo. Y en ningún momento me dijo que se trataba de Alan Parker, que quería hacer Evita. Yo me enteré después».

Nueva vida

Quienes forman parte del proyecto de Arrieta -algunos ex drogadictos y ex delincuentes, y la mayoría simplemente pobres- dicen que hacer cine les ha cambiado la vida.

Israel Elizabur
Lo bueno es que empecé a conocer a gente por fuera de la villa, por ejemplo a actores con trayectoria. Ahora hablo mejor y me siento una persona más íntegra

Israel Elizabur

«Acá me conocían como un drogadicto, como lo peor», comenta a BBC Mundo Oscar Waggener, de 32 años, quien ha actuado en varias películas como pandillero, ladrón, policía y «cartonero» (los que recogen cartones por las calles de Buenos Aires para ganarse la vida).

«Dejé de drogarme, lo hago únicamente en la ficción. Y lo mejor de todo es que mi familia está orgullosa de mí».

Por su parte Israel Elizabur (39), quien ha hecho de malo, travesti, ladrón, vendedor de drogas y preso, nos dice: «Lo bueno es que empecé a conocer a gente por fuera de la villa, por ejemplo a actores con trayectoria. Ahora hablo mejor y me siento una persona más íntegra», asegura.

A su lado, Ramón Daniel Miranda (41) nos cuenta: «Con esta cara yo siempre actúo de malo» (se ríe).

«En el pasado robé, me drogué y estuve preso. Pero gracias a Dios cambié. Ahora tengo una familia y nunca me hubiera imaginado ir a un cine y verme en la pantalla grande; mis hijas se emocionan cuando aparezco en escena».

E.T. en la villa

Arrieta y su troupe aguardan el estreno del último proyecto en el que han participado: una película escrita por el propio Arrieta sobre una invasión extraterrestre en un barrio marginal.


«Los marcianos siempre aterrizan en Estados Unidos y los defensores del mundo siempre son ellos. Yo me preguntaba por qué no había extraterrestres en una villa. ¿Acaso tienen miedo de que les robemos la billetera?», se pregunta el autor de esta curiosa idea.

«Entonces escribí un cuento y, basados en ese texto, hicimos una película que se llama ‘El nexo’, donde los marcianos invaden la villa y los héroes que los echan del mundo son los villeros».

Arrieta dice que no sabe si el cine va a «salvar» a los habitantes de su barrio, pero está seguro de que contribuye a hacerlos más cultos.

«Es una instancia más de juego, un elemento más de participación. Leer un libreto y actuar ayuda a que la gente maneje un léxico mejor, incursione en el arte y sobre todo entienda que en la villa también puede haber cultura».

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_7227000/7227607.stm