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Entrevista con Isaac Rosa, Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005:

«Hoy es mayoritaria un tipo de novela inofensiva, despreocupada de los problemas que realmente interesan a los ciudadanos»

Fuentes: La Jiribilla

En los primeros días de julio, el escritor español Isaac Rosa ocupó los cintillos de los espacios culturales de las publicaciones de Iberoamérica al darse a conocer desde Caracas el veredicto de la décimo cuarta edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, abierto a los textos publicados de autores iberoamericanos en los dos años […]

En los primeros días de julio, el escritor español Isaac Rosa ocupó los cintillos de los espacios culturales de las publicaciones de Iberoamérica al darse a conocer desde Caracas el veredicto de la décimo cuarta edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, abierto a los textos publicados de autores iberoamericanos en los dos años precedentes, y desde su creación, uno de los más codiciados y prestigiosos galardones literarios en ese ámbito. La novela triunfadora en esta oportunidad fue El vano ayer (Seix Barral), de Rosa, que un año antes ya había conquistado el Premio Ojo Crítico 2004, de Radio Nacional de España.

Un jurado integrado por Antón Arrufat (Cuba), Jorge Enrique Adoum (Ecuador), Nelson Osorio (Chile), y los venezolanos Alberto Rodríguez Carucci y Cósimo Mandrillo (Venezuela), tuvo a su cargo la selección del texto ganador y así lo hicieron saber en la sede del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.

La novela narra la historia de un profesor que en medio de la inquietud estudiantil de los sesenta en España es expulsado de la universidad. Casi al mismo tiempo, desaparece un alumno conocido por su militancia política antifranquista.

En su presentación, la editorial subraya cómo «los testimonios de reprimidos y represores, víctimas y beneficiarios del régimen, sitúan la controversia sobre la memoria en un infrecuente lugar: la memoria no es aquí respuesta, sino la única pregunta válida.»

Isaac Rosa nació en Sevilla en 1974. En su breve pero intensa carrera literaria sobresale su primera novela, La mala memoria (1999), en la que se indaga por el destino de una localidad cuyos habitantes fueron masacrados durante la guerra que implantó el régimen falangista. También se ha dedicado al teatro y al periodismo de investigación y reflexión, como lo atestigua el título Kosovo: la coartada humanitaria (2001).

A los intelectuales de la isla nos alegró contarlo pocos meses atrás entre los primeros firmantes españoles del manifiesto Detengamos una nueva maniobra contra Cuba, que denunció la manipulación del tema de los derechos humanos por parte de los Estados Unidos en la última sesión de la Comisión de Naciones Unidas en Ginebra.

Sorprende y estimula la juventud y temprana madurez de este escritor que se revela como una de las voces más recias y originales de la narrativa española en estos años y que ha accedido a dialogar con los lectores de nuestra publicación.

Naciste un año antes de que Franco muriera. ¿Qué motivaciones tiene un joven escritor, que no conoció en carne propia el franquismo, para escribir una novela que refleja ese momento de la historia de tu país? ¿Acaso será porque el franquismo es aún, de algún modo, un asunto del presente?

Mi interés tiene un claro componente generacional. Entre quienes no hemos vivido el franquismo hay una insatisfacción, que tal vez no sea mayoritaria pero está muy extendida, sobre cómo nos han contado el pasado, qué discurso del franquismo, qué memoria de aquel tiempo nos han entregado. Creo que para comprender el tiempo que vivo es fundamental conocer el tiempo del que ha surgido, donde están las raíces de nuestro presente. Muchos conflictos y carencias actuales sólo se explican mirando a ese pasado que en ciertos aspectos aún tiene vigencia. Mi mirada al franquismo es la propia de alguien que no lo vivió pero que quiere saber, que tiene muchas preguntas para cuyas respuestas resulta insuficiente la memoria artificial que nos han entregado. Al mismo tiempo, es una mirada en clave de presente, desde y hacia el presente.

Tu novela inicial se titula «La mala memoria». ¿Cuán de mala es la memoria de los españoles que viven el principio de este siglo XXI?

El desconocimiento es grande, no sólo entre quienes no vivimos el franquismo, sino también entre quienes lo vivieron pero tienen, antes que una memoria personal, un recuerdo estandarizado y ajeno, que les han construido. Hay muchos aspectos del franquismo que siguen en la sombra, precisamente aquellos que más han influido en la transición y en la formación de nuestro tiempo.

Llama la atención que tu novela tenga referentes políticos evidentes y un pensamiento crítico inocultable. ¿No te parece que nadas contracorriente en las aguas de las preferencias editoriales de estos días?

Hay otros escritores que están trabajando con materiales similares a los míos, desde ese pensamiento crítico, desde esa responsabilidad que pocos autores asumen. Es mayoritaria, en efecto, un tipo de novela inofensiva, despreocupada de los problemas que realmente preocupan a los ciudadanos. La buena acogida de mi novela demuestra que una parte de los lectores está harto de esa literatura evasiva, y exige algo más.

¿Hasta qué punto hay un afán experimental en la escritura del texto? ¿Cómo se ajustó la estructura al desarrollo temático?

Mi intención inicial era escribir una novela más, digamos, convencional, al menos en cuanto a la forma de escritura. Pero desde el momento en que decidí dar fuerza a los elementos reflexivos, y convertir mi novela en una aproximación al franquismo, pero también, o sobre todo, en una reflexión sobre cómo nos han contado aquel tiempo desde la ficción (y en un sentido más amplio, sobre la literatura como poderoso agente ideológico); desde ese momento no podía utilizar otro tipo de estructura, necesitaba una escritura que se cuestione a sí misma.

¿Cómo ha sido la recepción de «El vano ayer» entre la crítica y los lectores españoles?

La crítica ha valorado muy positivamente la novela. Críticos muy diferentes han apreciado el libro, en ocasiones por motivos distintos, a veces acentuando más el fondo, otras la forma, pese a lo difícil que es separar ambos elementos en un libro como éste. Entre los lectores, más allá del volumen de ventas, me quedo con las opiniones que me hacen llegar, y me gusta comprobar cómo ha sido bien recibida entre aquellos lectores que se dicen hartos de leer novelas, cansados de ese tipo de literatura poco exigente al que antes me refería.

¿Han subido tus acciones literarias después del Premio Rómulo Gallegos? ¿Cómo piensas que influirá este reconocimiento en tu carrera literaria?

El Premio Rómulo Gallegos tiene un prestigio consolidado en toda América Latina y en España. Para mí supone una gran responsabilidad estar a la altura de un premio así, merecerlo de ahora en adelante. A partir de ahí, quiero creer que no me influirá en el sentido de introducir presión sobre mi escritura.

Me gustaría saber qué opinión te merecen ciertas realidades que gravitan sobre la realidad en que vives: por ejemplo, Partido Popular, FAES, socialdemocracia a la europea, emporios editoriales…

Europa vive un riesgo de regresión en muchos aspectos, sociales, políticos, económicos, de valores. Puede acabar haciendo propia la retórica reaccionaria de la guerra contra el terrorismo y la civilización amenazada y etc. Creo que Europa se encierra en sí misma, frente a regiones mucho más dinámicas como América Latina, donde se están produciendo episodios cuya repercusión irá más allá de las fronteras continentales. La izquierda europea, por ejemplo, en su pensamiento prudente y algo anquilosado, no está sabiendo entender los movimientos populares que se están produciendo en América Latina, y que acabarán teniendo un carácter histórico e internacional.

Sabemos de tu actitud solidaria con Cuba. ¿Qué te ha movido a expresarla?

Cuba no necesita solidaridad tanto como una mirada desprejuiciada, que sepa construirse al margen de las agendas informativas y de los discursos simplistas y maniqueos. Intento observar la realidad cubana desde el respeto a los cubanos, a sus decisiones, con sus aciertos y sus errores, así como teniendo siempre en cuenta el contexto internacional en que se desarrolla la Revolución cubana: la injerencia agresiva de Estados Unidos, el momento actual de tensión en el mundo (con las ejemplarizantes «guerras preventivas»), y el propio momento latinoamericano, cuando los pueblos están empujando hacia arriba con fuerza y sacudiendo el equilibrio político y económico en el continente.

Vuelvo a tu novela premiada. El título sale de un verso de Antonio Machado: «El vano ayer engendrará un mañana vacío». Si te fuera posible revertir ese planteo, ¿cómo lo harías?

Ese mañana vacío es, en cierto sentido, el tiempo que vivimos, hijo de aquel vano ayer. Sin embargo, esto no es inevitable, tiene remedio. Hay mucho que cambiar, mucho que construir, pero es necesario primero conocer ese ayer, enfrentarnos a él sin versiones dulcificadas, rompiendo con los esquemas habituales de interpretación de ese tiempo, con una mirada crítica y desmitificadora.