Traducido del inglés para IraqSolidaridad por Consuelo Delgado
«El 13 de mayo, Hasan Juma Awad, presidente de la Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo, escribió una carta al Congreso de EEUU, en la que advertía: ‘[…] Todo el mundo sabe que la ley del petróleo no está al servicio del pueblo iraquí’. Al sindicato se le prohibió participar en las negociaciones secretas. Según Juma, el resultado: ‘[…] está al servicio de Bush, de los que le apoyan y de las empresas extranjeras, a costa del pueblo iraquí’. El sindicato ha amenazado con la huelga si la ley se aplica.»
El gobierno Bush no tiene ninguna simpatía por los sindicatos en ningún lugar, pero en Iraq tiene una razón especial para odiarlos. Constituyen la principal oposición al plan económico de la ocupación y el mayor obstáculo para el eje central de ese plan: la privatización del petróleo iraquí [1]. Al mismo tiempo, los sindicatos se han convertido en la única fuerza en Iraq que intenta mantener al menos un nivel de vida de supervivencia para los millones de iraquíes que aún tienen que ir a trabajar a diario en plena de la guerra [2].
Durante la primera semana de junio, el fuerte malestar iraquí por los sueldos de hambre y por el robo del petróleo estalló. El lunes 4 de junio, la Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo [3], el mayor y más fuerte de los sindicatos iraquíes, inició una huelga parcial para apoyar su demanda de mantener el petróleo en el sector público y para forzar al gobierno a cumplir sus promesas económicas. Los trabajadores de los oleoductos que transportan el petróleo desde las torres de perforación del sur de Iraq hasta la gran refinería de Bagdad dejaron de trabajar. Fue una medida de fuerza limitada, que con todo permitió el funcionamiento de la economía iraquí.
Envío del ejército
Nuri al-Maliki, el primer ministro iraquí, respondió con el envío del ejército, que rodeó a los huelguistas en Sheiba, cerca de Basora. Después, [el gobierno iraquí] emitió órdenes de detención para los dirigentes del sindicato. El miércoles, 6 de junio, el sindicato pospuso la huelga hasta el 11 de junio. El malestar de los trabajadores no sólo podía haber llevado a reanudar la huelga, sino que podía fácilmente haber llegado al cierre de las propias torres de perforación o incluso a impedir las exportaciones de petróleo. Eso sí que habría cerrado el grifo de los ingresos que mantiene en Bagdad al régimen de Maliki en el poder.
Algunas de las reclamaciones de los trabajadores del petróleo reflejan la situación desesperada de los trabajadores bajo la ocupación. Exigen que quien los contrata -el ministerio de Petróleo- les pague los aumentos de sueldo y las vacaciones prometidas, y que haga fijos a miles de trabajadores temporales. En un país en el que la destrucción de viviendas ha sido generalizada y los trabajadores viven a menudo en condiciones lamentables y primarias, el sindicato exige al gobierno que ceda terrenos para construir viviendas. Todos los años, de forma milagrosa, el Instituto de Petróleo ha seguido dando clases y formando técnicos; sin embargo, el ministerio no quiere dar trabajo a los titulados, a pesar de la absoluta necesidad de mano de obra cualificada que tiene la industria del sector, arrasada por la guerra. Los sindicatos reivindican trabajo y un futuro para esos jóvenes.
Renegociar la ley de petróleo
Pero hay una exigencia que eclipsa incluso estas necesidades básicas: la renegociación de la ley del petróleo, que entregaría la propia industria [del petróleo] a empresas extranjeras. Y ha sido esta reivindicación la que ha hecho incluso que despegaran aviones de caza estadounidenses, que han sobrevolado continuamente las manifestaciones de los huelguistas. En Iraq, las maniobras hostiles de la aviación militar no son una amenaza vana para la gente. Esta situación refleja una larga historia de medidas tomadas en Iraq, tanto por el gobierno iraquí como por el gobierno de la ocupación estadounidense, para reprimir la actividad de los sindicatos.
Iraq tiene una larga historia obrera. Los sindicalistas, proscritos y encarcelados durante el protectorado británico y su monarquía títere, organizaron un movimiento obrero que fue la admiración del mundo árabe cuando Iraq consiguió la independencia después de 1958. Posteriormente, Sadam Husein obligó a sus dirigentes a la clandestinidad y asesinó y encarceló a los que pudo capturar. Cuando Sadam Husein cayó, los sindicalistas salieron de prisión y de la clandestinidad, y volvieron del exilio decididos a reconstruir su movimiento obrero y, milagrosamente, en medio de la guerra y los bombardeos lo hicieron. La Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo del sur [de Iraq] es ahora una de las mayores organizaciones del país, con miles de miembros en las torres de perforación, en los oleoductos y en las refinerías. Por su parte, el Sindicato de los Trabajadores de la Energía Eléctrica es la primera organización obrera nacional dirigida por una mujer, Hashmeya Muhsin Husein [4].
Junto con otros sindicatos como los del ferrocarril, del sector hotelero, portuario, de la enseñanza y las fábricas, [los trabajadores del sector petrolífero] han ido a la huelga, han celebrado elecciones, han conseguido aumentos salariales y han hecho que la democracia sea una auténtica realidad. Sin embargo, el gobierno Bush y el gobierno de Bagdad que tiene bajo su control han declarado ilegal la negociación colectiva, han confiscado los fondos de los sindicatos y han mirado hacia otro lado -o algo peor- ante la ola de asesinatos de los dirigentes sindicalistas iraquíes [5].
El Sindicato de los Trabajadores de la Energía Eléctrica es la primera organización obrera nacional iraquí dirigida por una mujer, Hashmeya Muhsin Husein, en la foto.
Defender el sector público
El presidente Bush afirma que quiere democracia. Sin embargo no quiere aceptar la única exigencia política que une a todos los iraquíes por encima de cualquier otra: que el petróleo del país (y sus centrales eléctricas, puertos y otras instalaciones claves) siga siendo estatal. El hecho de que los sindicatos iraquíes sean la voz más fuerte que exige esto los convierte en detestables. Para el gobierno Bush es mucho más importante vender el petróleo a grandes empresas que asumir un compromiso en firme con el proceso democrático.
El petróleo de Iraq se nacionalizó en los años sesenta, al igual que el de los otros países de Oriente Medio. El sindicato del petróleo iraquí se convirtió, y aún lo sigue siendo, en el más celoso guardián de este sector.
La empresa Halliburton entró en Iraq tras las tropas en 2003 con un contrato sin licitación y con trato de favor con las autoridades de ocupación. La compañía intentó hacerse con el control de los pozos y las torres de perforación, reteniendo las ayudas a la reconstrucción para obligar a los trabajadores a doblegarse. El sindicato del petróleo hizo huelga durante tres días en agosto de aquel año, lo que detuvo las exportaciones y bloqueó la entrada de ingresos del gobierno. Halliburton tuvo que marcharse. Los sindicatos portuarios y del petróleo obligaron entonces a las empresas extranjeras a renunciar a contratos de favor similares en las instalaciones de transporte en alta mar de Iraq. El Sindicato de los Trabajadores de la Energía Eléctrica que dirige Mushin sigue batallando para frenar la subcontratación en las centrales eléctricas, [lo que supone] el primer paso para que las empresas privadas se hagan con el control.
El proyecto económico de la ocupación
La ocupación siempre ha tenido un proyecto económico. Paul Bremer, el zar de la ocupación, publicó en los periódicos de Bagdad las listas de las empresas públicas que quería sacar a subasta. Hacene Djemam, dirigente sindical árabe [6], comentó amargamente:
«[…] La guerra hace fácil la privatización: primero destruyes la sociedad; después dejas que las empresas [privadas] la reconstruyan.»
El gobierno Bush no quiere abandonar Iraq, en parte porque el proyecto económico no está consolidado. Bajo las directrices de Washington, el gobierno aprobó una la ley del petróleo redactada en secreto: el Grupo de Estudios sobre Iraq [de representantes demócratas y republicanos del Congreso de EEUU], dirigida por el magnate del petróleo James Baker, la denominó en su informe «la clave para poner fin a la ocupación». Esta ley se presentó en la prensa estadounidense como la legislación que asegura una división equitativa de la riqueza del petróleo. Los sindicatos iraquíes afirman por el contrario que asegurará que las empresas extranjeras controlen la prospección y el desarrollo futuro de una industria petrolera que cuenta con una de las reservas más grandes del mundo.
El 13 de mayo, Hasan Juma Awad, presidente de la Federación Iraquí de Sindicatos del Petróleo, escribió una carta al Congreso de EEUU, en la que advertía: «[…] Todo el mundo sabe que la ley del petróleo no está al servicio del pueblo iraquí». Al sindicato se le prohibió participar en las negociaciones secretas. Según Juma, el resultado: «[…] está al servicio de Bush, de los que le apoyan y de las empresas extranjeras, a costa del pueblo iraquí». El sindicato ha amenazado con la huelga si la ley se aplica.
Juma, al igual que todos los sindicalistas iraquíes, afirma que la ocupación debería terminar sin exigir el petróleo de Iraq como el precio a pagar. «[…] EEUU proclamó que venía aquí como un libertador, no para controlar nuestros recursos», recordó [en su carta] al Congreso. Los congresistas que se oponen a la guerra sólo pueden ganarse el respeto de los iraquíes si rechazan la ley del petróleo.
Cuando llegue el fin de la ocupación, cualquiera que sea el gobierno que ostente el poder en Bagdad, necesitará controlar la riqueza del petróleo para reconstruir el país devastado. Eso da a los trabajadores de Iraq una poderosa razón para luchar con el fin de estar seguros de que eso ocurra.
Notas de IraqSolidaridad:
1. Véase en IraqSolidaridad: Kamil al-Mehaidi: La distribución geográfica de los campos petrolíferos y su gestión bajo ocupación. El futuro del petróleo iraquí .
2. Véase en IraqSolidaridad: Global Policy Forum (VII): Desplazados y mortalidad: una aguda crisis humanitaria y enlaces relacionados.
3. Su web es: http://www.uruknet.de/ .
5. Véase, por ejemplo: Dan Murphy: La milicia de as-Sáder afianza su dominio sobre la Sanidad. Los servicios públicos, cautivos del sectarismo y la corrupción de los colaboracionistas .
6. Secretario general de la Confederación Internacional de los Sindicatos Árabes (CISA).