– Cuando Zapatero tiene que hacer un anuncio con intelectuales, con la ceja, va a recurrir a esos… – Defendiendo posiciones reaccionarias en este tema como las que están defendiendo esta élite, Zapatero no va a ningún sitio. Hace 20 años eran iconos del progresismo, en España, y 20 años después se han convertido en […]
– Cuando Zapatero tiene que hacer un anuncio con intelectuales, con la ceja, va a recurrir a esos…
– Defendiendo posiciones reaccionarias en este tema como las que están defendiendo esta élite, Zapatero no va a ningún sitio. Hace 20 años eran iconos del progresismo, en España, y 20 años después se han convertido en la gente más aborrecida por la juventud española.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, entrevistado por Jordi Évole.
El pasado mes de marzo la Diputación de Barcelona organizó un interesante debate, bajo el título «Los derechos de autor y el acceso a la cultura», en el que tuve de oponente a la letrada Mercè Vallverdú, directora de los Servicios Jurídicos de SGAE en Cataluña.
Pese a la evidente distancia que separa nuestras respectivas posiciones jurídicas e ideológicas, fue un debate muy interesante y extremadamente correcto en las formas. Pero lo más sorprendente de lo que allí se trató no estuvo en boca de los letrados, sino en las opiniones del público, formado fundamentalmente por concejales de Cultura de distintos ayuntamientos de la provincia de Barcelona.
Pese a que apunté las poblaciones de origen, no las mencionaré aquí, a fin de evitarles problemas en la confección de listas electorales para las próximas elecciones municipales. Tampoco quise saber a qué partido pertenecían. Pero su opinión sobre la SGAE era unánime, y especialmente significativa, al tratarse de los cargos políticos más cercanos a los problemas reales de los ciudadanos.
La política cultural del Gobierno Central está a años luz de lo que piensan los responsables de la cultura de a pie, aquellos que tristemente pueden ser las primeras víctimas electorales de la barbaridad jurídica que, contra viento y marea, vienen impulsando los Ministerios de Cultura e Industria.
En una de mis primeras clases de Derecho Constitucional, que tuve la suerte de cursar en la cátedra de Jordi Solé Tura, aprendí para siempre la diferencia entre potestas y auctoritas. El poder, la capacidad legal de imponer la voluntad del gobernante, es efímero: dura lo que dura dura. La autoridad, la capacidad moral para emitir una opinión cualificada, sólo se consigue mediante tiempo, sabiduría y consenso.
La sociedad española está huérfana. Aquellos que durante décadas aspiraron a ostentar la auctoritas intelectual y artística han perdido toda capacidad de influencia sobre la juventud española. No me alegro por ello: en medio de una crisis global de sistema es urgente encontrar un asidero moral, un referente intelectual.
Menos mal que todavía tenemos a Punset.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/jaqueperpertuo/2010/04/12/huerfanos.html