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Imágenes marxistas I. Antología de textos de Manuel Sacristán (1925-1985).

Fuentes: Rebelión

        En general, el hecho del evidente pluralismo marxista no admite más que dos interpretaciones: o el marxismo se reduce a las pocas teorías comunes, o es una cultura, no una teoría, una consciencia colectiva. etc. Mi tesis. Manuel Sacristán   ¿Si el estalinismo ha sido una forma de dictadura del proletariado? […]

 

 

 

 

En general, el hecho del evidente pluralismo marxista no admite más que dos interpretaciones: o el marxismo se reduce a las pocas teorías comunes, o es una cultura, no una teoría, una consciencia colectiva. etc. Mi tesis.

Manuel Sacristán

 

¿Si el estalinismo ha sido una forma de dictadura del proletariado? Aquí discrepo a pesar de que has hecho el sutil inciso salvador, para que yo pudiera agarrarme, de que ha habido muchas formas de dictadura burguesa y así yo podía decir que también ésta había sido una forma de dictadura del proletariado. Digo que no: el estalinismo ha sido una tiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético y conservar la nostalgia de eso es estúpido y criminal.

Manuel Sacristán (1978)

 

Lo que hacía era intentar dar un marxismo complicado por así decirlo: Adorno, W. Benjamin, Lukács, autores que no fueran muy esquemáticos y que no fueran sólo la cultura marxista elemental. Y clásicos, siempre aspire a clásicos ya que una de las cosas peores de la literatura marxista es que, como la obra de Marx fue editada por el propio autor en forma de borradores en su mayor parte, se lee muy poco por ser una tarea bastante pesada y laboriosa.

Manuel Sacristán (1982)

 

 

En una reseña de un ensayo de Garaudy sobre Lenin, Sacristán sostenía ya en 1968 la necesidad de dejar de citar a los clásicos machaconamente y de usar pasos de estos autores como argumentos conclusivos. Por el contrario, había que leerles de forma creativa y sin anteojeras desviadas. Él mismo señalaba años más tarde -«El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» (1978)- la necesidad de despojarse de todo respeto reverencial por ellos «sin dar en la mezquindad de dejar de admirarlos y de aprender de ellos, y sin olvidar la advertencia de Eugenio D’Ors según la cual todo lo que no es tradición es plagio».

Sacristán fue consistente con su propio consejo y escribió detalladamente, en mayor o menor medida, y en tono nada reverencial, sobre numerosos clásicos de la tradición: Marx, Engels, Lenin, Labriola, Gramsci, Lukács, Escuela de Frankfurt, Harich, Althusser, y también sobre Colettti, Meinhoff o Dubcek. Pero, igualmente, en presentaciones, anotaciones o prólogos comentó o desarrolló breves reflexiones sobre otros autores de esta tradición como Bernal, Bordiga, Togliatti, Zeleny, Klaus o Trotski.

Esta antología, y los sucesivos complementos que se irán añadiendo, pretende rescatar estas miradas que, en mi opinión, son una vez más prueba de la vastedad de intereses de Sacristán, de la singularidad de sus lecturas y de la penetrante y fructífera combinación de marxismo, pulsión poliética, sensibilidad histórica, rigor analítico y excelente castellano que son atributos reconocidos de la casa.

Mis anotaciones están indicadas por «Notas SLA» o están escritas en letra de menor tamaño.

 

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1. Wolfgang Abendroth (1906-1985).

 

» Teoría y realidad» fue una colección de textos de filosofía política, sociología y filosofía de la ciencia editada por Grijalbo. En ella se publicaron ensayos tan imprescindibles como El comunismo de Bujarin, de A. G. Löwy; La disputa del positivismo en la sociología alemana, de Adorno y otros; Sociedad antagónica y democracia política, de Abendroth; Georg Lukács: el hombre, su obra, sus ideas, editado por G.H.R. Parkinson; La crítica y el desarrollo del conocimiento, con Lakatos y Musgrave como editores y largo prólogo de Javier Muguerza para la versión castellana. El primero y tercero de estos volúmenes fueron traducidos por Sacristán; el dedicado a Lukács contó con J. C. García Borrón, recientemente fallecido, como traductor. Se anunciaron, si bien no llegaron (¡ay!) a publicarse: Historia y dialéctica en la economía, de Otto Morf; Corrientes actuales de la filosofía de la ciencia, de Gerard Radmitzky -corresponsal y amigo detallista de Sacristán-, Marxismo y revisionismo, de Bo Gustafson y Marx en la sociología del conocimiento, de Hans Lenk.

Sacristán participó activamente en esta colección dirigida por Jacobo Muñoz con traducciones, prólogos y notas. En la solapa de su traducción de Sociedad abierta y democracia política. Estudios sobre sociología política, presentaba a Abendroth del modo siguiente

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Wolfgang Abendroth nació en 1906 en Wuppertal-Elberfeld. Terminados sus estudios de derecho, empezó sus prácticas profesionales, que tuvo que interrumpir en 1933 por inhabilitarle para ello el poder nazi. Se doctoró en Berna en 1935, volvió a Alemania y realizó actividades clandestinas contra el estado nazi. Detenido en 1937, fue internado en un campo de concentración, del que pasó a la división de castigo 999.

En 1947 la administración alemana de la entonces zona de ocupación soviética y actual [1973] República Democrática Alemana le llamó para ocupar un cargo en el ministerio de Justicia de Brandenburgo. Enseñó en las Universidades de Halle y Jena (en esta última ya como profesor numerario, o titular) y en Wilhelmshaven, en zona occidental, desde 1949. A partir de 1951, es profesor ordinario de ciencia política en la Universidad de Marburgo.

Principales obras: «Die deutschen Gewerksachaften. Weg demokratischen Integration« (Los sindicatos alemanes. Camino de integración democrática), 2ª ed. 1955; «Aufstieg und íctor der deutschen Sozialdemokratie»(Ascenso y crisis de la socialdemocracia alemana),1964; y la presente colección de artículos y ensayos.

Wolfgang Abendroth se había formado políticamente en una tradición socialdemócrata marxista, verdaderamente socialista. Luego de desempeñar durante bastantes años, particularmente durante la guerra fría, una función de educador de la reducida izquierda socialista alemana y de librar tenaces batallas en momentos críticos (como la eliminación del marxista Víctor Agartz de la oficina teórica de los sindicatos alemanes, o como la prohibición del Partido Comunista de Alemania), Abendroth ha sido él mismo expulsado del Partido Socialdemócrata de Alemania.

 

1. Solapa de la traducción castellana de Wolfgang Abendroth, Sociedad abierta y democracia política. Estudios sobre sociología política. Ediciones Grijalbo, Barcelona-México D.F, 1973.

 

Nota SLA:

En nota de traducción (página 34), Sacristán daba el siguiente apunte sobre la noción de integración: «Como el lector habrá notado ya, el autor [W. Abendroth] utiliza «integración» en un sentido sociológico corriente antes de que, por influencia de la literatura moralista, pasara a significar absorción por los valores del sistema capitalista. Abendroth entiende aquí que el marxismo de la socialdemocracia alemana fue sólo un instrumento de cohesión o integración de las organizaciones del movimiento obrero, sin ser, además, base de una estrategia revolucionaria».

Igualmente, en un breve paso del seminario de 1977 sobre «Problemas actuales del marxismo» en torno a los efectos en la lucha de clases de la concentración y centralización de capitales y sus consecuencias para la pequeña burguesía, hay un reconocimiento explícito del valor de los escritos de este autor: «Otra tendencia, la más común entre los marxistas que se mantienen como marxistas, es intentar recoger el hecho evidente de un aumento de unos extraños estratos, antes no conocidos con esa dimensión, con esa cantidad, de gente que trabaja asalariada pero en cambio no hace trabajo manual, en categorías generales como la de «trabajador» o «trabajador intelectual». En mi opinión, el marxista que ha escrito de una forma más instructiva sobre este punto es un viejo marxista alemán, W. Abendroth. No es que Abendroth haga teoría general del fenómeno siempre -más bien hace análisis del fenómeno en la sociedad alemana contemporánea-, pero, claro, eso tiene presupuestos teóricos de interés».

También en su conferencia «Sobre Lukács» de 1985 -recogida ahora en M. Sacristán, Seis conferencias, El Viejo Topo, Barcelona, 2005- hay una sucinta pero elogiosa referencia a Abendroth. Refiriéndose a las Conversaciones con Lukács de 1966, Sacristán señala que se trata de un libro que si se tiene a mano vale la pena repasar y «del que además se puede uno saltar tranquilamente las conversaciones con Holz y Kofler, que son marxistas muy literarios, por así decirlo, con poca preocupación científica, más bien con preocupación literaria. Kofler un poco más pero Holz nada. En cambio, es muy importante la conversación con Abendroth». Abendroth, proseguía Sacristán, «es un personaje muy interesante, tiene que tener ya muchos años, de la izquierda del Partido Socialdemócrata alemán, expulsado de ella incluso, siempre muy valiente, y de mucha prestancia científico-política y por eso la conversación con Abendroth sí que tiene mucha miga marxista».

Abendroth fallecía en septiembre de ese mismo año, en Frankfurt am Main. Sacristán había fallecido un mes antes, en agosto de 1985 en Barcelona.

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2. Kostas Axelos (n. 1924)

 

Eso [la consideración de la técnica moderna como ciencia aplicada, en absoluto contrapuesta a la ciencia] hace impertinente, cuando menos, para entender las intenciones intelectuales de Marx la interpretación del pensamiento de éste como una culminación del «destino» (Geschick) técnico de la humanidad occidental por el Ser. Esa visión heideggeriana es la base del libro de Kostas Axelos Marx pensador de la técnica (Barcelona, 1969: 1ª ed. francesa: 1961). Probablemente eso no importará mucho al intérprete heideggeriano del ser, el cual podría seguir pensando que Marx no ha tenido consciencia del destino que le enviaba aquella sublime instancia. Pero la misma versión por Axelos de lo que Marx ha dicho, dejando aparte la mistérica cuestión de quién se lo inspiró, es muy poco verosímil: para Axelos, la obra de Marx, «sólo apunta a un despliegue desalienado y total del poder de la técnica» (op. cit., p. 20). Lo menos que se puede oponer a eso es que ni siquiera en el Marx de 1857/1858 el más deslumbrado (digámoslo así) por las posibilidades de la técnica, se lee de ninguna manera que la tarea del socialismo sea liberar a la técnica, sino más bien que la técnica contribuye a la tarea de hacer posible el socialismo.

 

2. «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» , mientras tanto, nº 16-17, 1983, p. 23.

 

Nota SLA:

En su entrevista con Dialéctica (ahora en De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, Los libros de la Catarata, Madrid, 2004, p. 160), Sacristán reconocía: «No comparto ni la inserción del pensamiento de Marx en la concepción heideggeriana del destino de la metafísica (esencia de la visión crítica de Axelos) ni la para mí extraña especulación de Habermas… «

En «Entrevista con Naturaleza» (Ibídem, pp. 179-190), Sacristán exponía este equilibrado punto de vista sobre las relaciones entre tecnología y ecologismo: «No hay antagonismo entre tecnología (en el sentido de técnicas de base científico-teórica) y ecologismo, sino entre tecnologías destructoras de las condiciones de vida de nuestra especie y tecnologías favorables a largo plazo a ésta. Creo que así hay que plantear las cosas, no con una mala mística de la naturaleza. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que nosotros vivimos quizá gracias a que en un remoto pasado ciertos organismos que respiraban en una atmósfera cargada de CO2 polucionaron su ambiente con oxígeno. No se trata de adorar ignorantemente una naturaleza supuestamente inmutable y pura, buena en sí, sino de evitar que se vuelva invivible para nuestra especie. Ya como está es bastante dura. Y tampoco hay que olvidar que un cambio radical de tecnología es un cambio de modo de producción y, por lo tanto, de consumo, es decir, una revolución; y que por primera vez en la historia que conocemos hay que promover ese cambio tecnológico revolucionario consciente e intencionadamente»

Veinte años antes, en una conferencia de 1963 -«Studium generale para todos los días de la semana«, Intervenciones políticas, Icaria, Barcelona, 1985, pp. 47-48-, Sacristán ya había apuntado: «El filósofo alemán Georg Klaus, basándose en un célebre texto de una carta de Marx, ha trazado un interesante cuadro especulativo al respecto: imagínese que en una sociedad de este tipo irracional se renueva totalmente la técnica del proceso de producción mediante la automatización, etc. Quedan entonces liberadas enormes energías humanas que no tienen ya aplicación al trabajo mecánico y que, por tanto, sólo pueden desarrollarse económicamente y racionalmente accediendo al trabajo creador, a la administración de la sociedad. Pero esa dirección comunitaria está en contradicción con la estructura del dominio de clase que es propio de la sociedad en que vivimos y que se toma en el ejemplo. Entonces, si no se produce una victoriosa reacción de los casualmente liberados del trabajo mecánico, la sociedad irracional tiene aún una salida irracional para preservar el poder de la case dominante: puede recurrir al gigantesco despilfarro de mantener a los antiguos trabajadores mecánicos en una situación de proletariado parasitario, alimentándoles, divirtiéndolos y lavándoles el cerebro gratuitamente a cambio de tenerles alejados de la dirección de la sociedad. Georg Klaus recuerda que en Roma se ha dado algo parecido… La técnica, pues, no puede cumplir por sí sola la otra racionalización, la seria, la socialización de la división del trabajo, que es el primer paso para su superación. Lo esencial para cumplir esa tarea es, naturalmente, suprimir la base de la irracionalidad, las instancias meramente mecánicas, inconscientes, no-humanas, que mueven hoy, la división del trabajo entre nosotros.»

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3. Rudolf Bahro (1935-1997)

 

A. De aquí que, por ejemplo, Bahro y algunos otros autores piensen que el tema crucial de todo pensamiento revolucionario político, el tema de quién es el sujeto o agente del cambio social, debía ser objeto de un cambio completo. Para tal autor, por ejemplo, hay que buscar el agente del nuevo cambio, de la revolución ecológico-social, por usar un término ya un poco consagrado, no en la clase obrera industrial de acuerdo con el esquema marxista, ni siquiera en las capas más desposeídas, desprovistas y explotadas, como en todo el conjunto de la tradición del movimiento obrero, incluida la anarquista, sino en la capa de los intelectuales en la producción, técnicos, científicos, e intelectuales humanistas críticos, apoyada todo lo más en los sectores más ilustrados de las clases trabajadoras.

Mi opinión al respecto, que querría proponer sólo como base de discusión, es que esto es un pensamiento bastante superficial. Primero por un razón negativa: no es imaginable un agente de cambio social que por una parte es minoritario y por otra parte es en gran medida beneficiario de la situación existente. Y esto en mi opinión sin diferencias respecto del Este o el Oeste; quiero decir que la capa de los intelectuales en general y de los intelectuales técnicos más en particular no se puede contar entre los directamente perjudicados en un sentido clásico. Si alguien puede beneficiarse de los productos técnicos y al mismo tiempo rehuir sus peores consecuencias son capas sociales que incluyen por lo menos una gran parte de la de los intelectuales. Y en segundo lugar por una razón positiva: porque la clase social más productiva para la supervivencia es, en mi opinión, imprescindible para el cambio, de modo que ni veo la posibilidad de hacer un cambio social importante sin la clase que más decisivamente aguanta la subsistencia de la sociedad.

Claro que habría una posibilidad de obviar esas dos objeciones mías: la posibilidad de un poder despótico de esos intelectuales que forzara a las clases trabajadoras a seguir trabajando y al mismo tiempo a aceptar, en condiciones de dominación, una nueva austeridad, un nuevo tipo de cotidianeidad.

De modo que sin extenderme más diré sólo mi opinión. Yo creo que la nueva problemática no altera la vieja convicción del movimiento obrero revolucionario de que el agente del cambio social está en las clases trabajadoras, principalmente en el proletariado industrial.

 

B. Según Bahro, por ejemplo, hay que buscar el agente del nuevo cambio cualitativo, de la «revolución ecológico-social» (…) no en la clase obrera industrial, ni tampoco en las capas más desposeídas, desprovistas y explotadas, sino en la capa de los intelectuales de la producción -técnicos y científicos- apoyados por los humanistas críticos y, a lo sumo, por los sectores más ilustrados de las clases trabajadoras.

Para la posterior discusión me interesa decir que soy bastante escéptico respecto de esa tesis. Primero, porque no me parece imaginable un agente de cambio social que, por una parte, es minoritario y, por otra, es en buena medida beneficiario de la situación existente. Lo es igualmente en el Este que en el Oeste (…). Y segundo, porque la clase social más imprescindible para la supervivencia es, en mi opinión, necesaria para el cambio. De modo que ni veo en la capa de los intelectuales un agente suficiente ni veo la posibilidad de que se produzca un cambio social cualitativo lo importante sin las clases que más decisivamente aguantan la subsistencia de una sociedad.

 

C. La adhesión de buena parte de los trabajadores de los países industriales a los valores del crecimiento económico depredatorio y a la estructura jerárquica y despótica que, con formas diversas, organiza a menudo ese crecimiento, ha hecho caer a Rudolf Bahro (autor de otro de los principales intentos marxistas de elaborar la crisis) en lo que probablemente es la debilidad principal de su estudio La alternativa: proponer a los intelectuales como sujeto revolucionario, mientras concibe a la clase obrera (en los países del Este) como un pasivo peso cuya gravedad estabiliza a la burocracia que dirige allí con retraso la réplica del mundo material capitalista, retocada con algunos buenos rasgos colectivistas o comunitarios. Esa tesis de Bahro es inverosímil porque los intelectuales, igual los letrados que los técnicos, son un grupo social beneficiario del sistema en la medida en que éste se basa en la división fundamental entre trabajo manual y trabajo intelectual. La eficaz publicidad de los intelectuales que se creen críticos, difundida con diligencia por los medios de masas del sistema criticado, desde la televisión hasta los órganos de prensa más distinguidos, no puede esconder el hecho de que esa capa social es, en la producción y en el consumo, un apéndice de las clases dominantes igual en el Este que en el Oeste. Sus privilegios específicos, el lenguaje y la ciencia, facilitan que del grupo de los intelectuales se separen frecuentemente individuos que se sitúan del otro lado, con las clases explotadas y oprimidas. Pero eso no es ninguna novedad que confirme la tesis de Bahro.

 

3. A. «La situación política y ecológica en España y la manera de acercarse críticamente a esta situación desde una posición de izquierdas», Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria, Barcelona, 1987, pp. 18-19. 3.B. «Una conversación con Wolfgang Harich y Manuel Sacristán», Salvador López Arnal y Pere de la Fuente (eds), Acerca de Manuel Sacristán, Destino, Barcelona, 1996, pp. 135-136. 3. C. «Comunicación Jornadas de Ecología y Política», Pacifismo, ecología y política alternativa, op.cit. pp. 13-14.

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4. Enrico Berlinguer (1922-1984). Discursos sobre la austeridad.

 

Los materiales del pleno de octubre centran el debate durante el final de 1976. Y, como hemos dicho, los dos discursos de Berlinguer de 1976 se pueden considerar como una síntesis política provisional del debate en ese momento.

El que publicamos a continuación es uno de esos dos discursos sobre la austeridad, el dirigido a la asamblea de los obreros comunistas de la Lombardía (30 de enero). El otro, del 15 del mismo mes, es el discurso de conclusión de la reunión de intelectuales comunistas y simpatizantes del PCI en el Teatro Eliseo de Roma. Escogemos el discurso de Milán no sólo por ser posterior, sino también porque es más interno al PCI, lo que le da más precisión política. Eso nos parece compensar el menor desarrollo teórico. En el discurso de Roma, Berlinguer explicitaba algo más ambiciosamente las implicaciones doctrinales de la política que propone. La define, casi al principio, como un intento de «inventar algo nuevo, pero algo nuevo que esté ya debajo mismo de la piel de la historia, o sea, que esté maduro, que sea necesario y, por lo tanto, posible». La búsqueda de novedad se justifica por un breve análisis de la sociedad italiana contemporánea. El discurso de 15 de enero empieza con una salutación a los intelectuales asistentes que plantea ya como objeto de la sesión el inaugurar un período de discusión de base, no restringida al PCI ni menos a sus órganos dirigentes, «por un proyecto de renovación de la sociedad italiana.» A eso sigue el reconocimiento de que un programa de austeridad es indispensable, por de pronto, para salir de la crisis económica. Pero la clase dominante italiana desea utilizar la austeridad como medio de represión de la clase obrera: «los representantes de las viejas clases dominantes y muchos hombres de gobierno no saben ir más allá (y eso cuando llegan a tanto) del objetivo de volver a poner a Italia en el mismo carril por el que discurría el desarrollo económico antes de la crisis. Como si aquellas vías y aquellos modos de desarrollo pudieran representar aún hoy un ideal de sociedad digno de ser buscado y, sobre todo, como si la crisis de estos años y de hoy no fuera exactamente la crisis de ese modelo de sociedad (…)». Frente a la concepción de la política de austeridad atribuida al gran capital activo en Italia, Berlinguer expresa así la que propone: «La austeridad no es hoy un mero instrumento de política económica al que haya que recurrir para superar una dificultad transitoria, coyuntural (…) Para nosotros la austeridad es el medio de oponerse radicalmente a (y poner las bases de la superación de) un sistema que ha entrado en una crisis estructural y de fondo no coyuntural, la superación del sistema cuyas características distintivas son el desperdicio y el derroche, la exaltación de particularismos y del individualismo más desenfrenado, del consumismo más insensato.»

Anticipando polémicas previstas, Berlinguer repite a los pocos párrafos la misma noción, pero con un ligero cambio de vocabulario que sugiere un destinatario más militante: «Lejos de ser, pues, una concesión a los intereses del grupo dominante o a las exigencias de supervivencia del capitalismo, la austeridad puede ser una decisión con un contenido de clase elevado y concreto, puede y debe ser una de las maneras a través de las cuales el movimiento obrero se haga portador de otro modo de vivir social, y luche por afirmar en las condiciones de hoy, sus antiguos y siempre válidos ideales de liberación. Creo, efectivamente, que en las condiciones de hoy no se puede pensar en luchar real y eficazmente por una sociedad superior sin arrancar de la necesidad imprescindible de la austeridad.»

Luego del abandono, así expresado, de la acentuación del desarrollo extensivo, tan común en el pasado del movimiento obrero, el discurso recalca brevemente el sentido revolucionario en el que quiere ser entendido, mediante un breve análisis del que Berlinguer cree poder inferir «la evidencia de un proceso histórico marcado por la decadencia irremediable de la función dirigente de la burguesía y por la confirmación de que esa función dirigente empieza ya a pasar al movimiento obrero, a las fuerzas populares unidas (…)».

Poco después, el discurso ofrece una declaración de modestia de intenciones (en cierto contraste con frases como las últimas citadas), según la cual «nuestro proyecto no pretende ser, no debe ser, según creo, un programa de transición a una sociedad socialista» sino que «más modestamente» sólo se propone ir asentando «formas de vida y relaciones entre los hombres y entre los estados más solidarias, más sociales, más humanas y, por lo tanto, tales que salen del marco y de la lógica del capitalismo». Pero, ya cerrando el discurso, aparece otra punta algo más ambiciosa: «se podría decir que así como a menudo, en las sociedades decadentes, han ido juntos y juntos van las injusticias y el derroche, así en las sociedades ascendentes van juntas la justicia y la parsimonia.»

Esos puntos (más una reflexión sobre la crisis de la explotación imperialista del Tercer Mundo como fundamento de todas las demás dificultades del sistema capitalista) son lo principal del discurso del 15 de enero. El lector verá que la construcción es muy parecida a la del discurso del 30 de enero, que se reproduce aquí traducido…

 

4. «La polémica sobre la austeridad en el PCI» (1977), Intervenciones políticas, op. cit, pp. 190-192.

 

Nota SLA.

De notas y presentaciones de su Antología sobre Gramsci, estos apuntes históricos sobre el PCI, del que Enrico Berlinguer, como es sabido, fue secretario general y un amigo de Sacristán, y compañero de Rosa Rossi, Renzo Lapiccirella, un dirigente destacado. La primera compañera de Sacristán, Giulia Adinolfi, fue militante del PCI.

A. Serrati

Giacinto Menotti Serrati, 1872-1926. Dirigente «intransigente» del P.S.I. Varias veces encarcelado desde su juventud. Exiliado en Francia, Estados Unidos, Suiza. Director del A. [Avanti!] Único miembro de la delegación italiana relativamente favorable a las tesis de Lenin en la conferencia de Kienthal. Pasó al P.C.d’I. una vez fracasados los intentos de fusión con el grueso del P.S.I. Murió mientras se dirigía a una reunión clandestina del P.C.d’I., el 11 de mayo de 1926.

B. ¿Pocos, pero buenos?

El desarrollo que empieza con ese párrafo [«y que consistía esencialmente en lo que sigue»] es algo oscuro, y acaso intencionalmente. Como su posición no está todavía consolidada dentro del partido italiano, sino que aún se basa principalmente en la autoridad de la Internacional Comunista, Gramsci no se ha decidido todavía a presentar a todo el partido el problema de la discrepancia entre el sector extremista de la dirección (mayoritario) y la I. C. Lo hará poco después. De todos modos, el carácter de polémica antiizquierdista de todo el texto puede seguirse sin gran dificultad. Esa polémica, al recuperar la tradición del grupo de L.O.N.[L’Ordine Novo], muestra cómo la lealtad de Gramsci a la I. C. no es fruto de disciplina externa, sino de una identificación básica. Gramsci ve la motivación esencial del grupo de L.O.N. en el haber sostenido «el programa íntegro de la Internacional Comunista» (Así interpreta Gramsci, pues, la doctrina de los consejos de fábrica, igual que la adhesión a los veintiún puntos de la I. C., etc). A continuación afirma que el programa nuevo del P.C.d’I ha de continuar «la tradición de intérprete fiel del programa de la Internacional Comunista». En este caso se trata del programa del «gobierno obrero y campesino», con sus implicaciones del «frente único», cosas ambas rechazadas por el extremismo de los años veinte. También es polémica antibordiguiana (…) la afirmación, que sigue, de la importancia de la organización de fábrica. A mitad del escrito la polémica se hace casi explícita al hablar de las relaciones entre el P.C.d’I. y a I. C. Gramsci declara aquí que la política que propone va a ser «el comienzo de algo nuevo» y esa novedad sugiere el desplazamiento del grupo izquierdista de la dirección del P.C.d’I. La polémica sigue con la afirmación de que el pequeño y acosado partido italiano debe considerar a sus cuadros como organizadores de un futuro partido de masas, siguiendo la tesis de la «conquista de la mayoría» dirigida por Lenin al P.C.d’I. y oponiéndose al «pocos, pero buenos», del izquierdismo. Por último, la afirmación de la importancia política de la educación dentro del partido es también una reivindicación, en función antibordiguiana, de la tendencia de L. O. N. desde sus comienzos.

C. Repossi

Desde el 26 de noviembre los diputados comunistas, tras haber rechazado la oposición burguesa su propuesta de transformar el grupo del Aventino en un «Antiparlamento», habían vuelto a la cámara para utilizarla como foro de propaganda. Les había precedido el 12 de noviembre el diputado comunista Repossi, que, en representación del P.C.d’I., leyó una declaración sobre el asesinato de Matteotti (la cámara fascista celebraba aquel día una sesión necrológica por el asesinado) que era del siguiente tenor. «Desde que el mundo es mundo, no se había visto nunca a los asesinos conmemorar a su víctima»

D. Graziadei

El miembro más destacado de la derecha del P.C.d’I., después de Angelo Tasca, expulsado como éste, por la dirección togliattiana en la fase de lucha contra la derecha (tras la derrota de la izquierda en el Congreso de Lyón). Pero Graziadei, a diferencia de Tasca, volvió a ingresar en el P.C.I. Graziadei era economista y su tendencia cientificista irritó siempre a Gramsci, de tan distinta formación intelectual.

E. El II Congreso del PCI.

En el II Congreso del PC d’I, Roma 20-24 de marzo de 1922, Gramsci y Tasca presentaron las tesis sobre el trabajo sindical. Bordiga y Terracini presentaron las tesis sobre la táctica («tesis de Roma»), que se oponían a la política de frente único de la l.C. y expresaban una concepción de la situación política basada en la contraposición entre comunistas y no-comunistas. La colaboración con los socialistas se aceptaba sólo en el terreno sindical. Las tesis rechazaban al mismo tiempo la idea del gobierno de transición hacia la dictadura del proletariado («gobierno obrero y campesino») y la política de masas («conquista de la mayoría»), actitudes que provocarían en Moscú una dura intervención de Lenin contra Terracini, representante de los italianos. Al ponerse de manifiesto la incompatibilidad con la política de la l. C., el Congreso italiano decidió dar a sus tesis un valor meramente «consultivo». Las tesis obtuvieron 31.089 votos (4.151 en contra). Quedó confirmado el C.E. (Bordiga, Grieco, Terracini, Fortichiari). Gramsci fue designado representante del P.C.d’I. en el C. E. de la l. C. Los colaboradores de Gramsci le criticaron más tarde su «pasividad» ante la política extremista en el II Congreso. Y Giansiro Ferrata, basándose en el hecho de que Gramsci pudiera esbozar en las tesis sindicales, aunque en una versión breve, su concepción de los consejos de fábrica -siempre condenada por Bordiga-, ha formulado la hipótesis de un acuerdo previo entre ambos para tolerarse recíprocamente las posiciones políticas en discrepancia, cada uno en un sector de trabajo distinto: Bordiga en la «alta política», Gramsci en la organización de la clase obrera (2.000, I, 541-542 y notas a la 4ª parte del vol.). Gramsci mismo, como recuerda Ferrata (ibid.,543), escribió a Togliatti desde Viena el 9 de marzo de 1924 que había hecho modificar en el Congreso las «tesis 51 y 52 sobre la táctica», por las cuales no podía pasar. Esas tesis 51 y 52, que Gramsci aducirá varias veces como ejemplo característico del optimismo verbal extremista, afirmaban en 1922 la imposibilidad de una dictadura fascista en Italia.

 

Referencias: A. AG, p. 143, n. 51; B. Ibid., p. 157, n. 60; C. Ibid., p. 167, n. 68; D. Ibid., p. 449, n. 156; E: Ibid., pp. 132-133, n. 40.

 

Igualmente, de varias carpetas de resúmenes depositadas en Reserva de la Universidad de Barcelona, estas anotaciones de artículos de Rinascita, la excelente revista teórica del PCI de la que Sacristán fue lector asiduo.

A. Siegmund Ginzberg, «Due indagini recenti e le loro implicazioni teoriche. Occupazione e mercato del lavoro in Italia», Rinascita, 25.4.1974.

1. Los dos libros a que se refiere el artículo son: Paci, Massino: Mercato del lavoro e eclassi sociale in Italia; Meldolesi, Luca: Disoccupazione et esercito industriale di riserva in Italia. Respeta mucho más el primero. Lo que enlaza en artículo las dos reseñas es la defensa de la política del PCI y la identificación de un error teórico de los autores.

2. Paci distingue trabajo manual, trabajo intelectual y trabajo marginal, cada uno con su propio mercado (p. 22). El mercado marginal, cuenta, según él, con 2.000.000 de personas que aparecen en las estadísticas como parte de la población activa.

3. La crítica de Paci al PCI es que se ha orientado a buscar una alianza en dirección de las llamadas capas medias (entre las cuales se encuentra obviamente la pequeña burguesía, que sobrevive gracias a la explotación de la fuerza de trabajo marginal), en vez de actuar concretamente por una recomposición del proletariado» (p. 22). La formulación es muy apreciable.

4. Ginzberg arguye preguntando si esas dos cosas son incompatibles. Empieza por decir que los problemas de recomposición (que amplía: norte-sur, empleados-parados, etc) son muy importantes. Y sigue:

» Pero ¿se puede reducir el problema del mercado de trabajo a la única exigencia de reforzar mediante la unidad de los oferentes, la oferta de la fuerza de trabajo respecto de la demanda? ¿O no es necesario ir más a fondo y afrontar las contradicciones que actúan en lo profundo de todo el mecanismo de la estructura productiva? Se trata, en efecto, de ver cómo el problema del tipo de desarrollo económico, o sea, de las razones por las cuales se han determinado un estrechamiento relativo de la base industrial, y un freno al desarrollo de las fuerzas productivas del país, tales que la explotación ilimitada del ejército activo «irregular» predomina relativamente sobre el de las tropas «regulares», está estrechamente relacionado con las decisiones tomadas por las clases dominantes y su capacidad de imponerlas. Pero decisiones diferentes no se pueden imponer más que sobre la base de un arco de fuerzas muy amplio, superiores a aquellas en las cuales las clases dominantes apoyan su propio poder político» (p. 22).

Es el meollo de la cuestión. Y tiene, como toda esta estrategia, los siguientes puntos dudosos: si de verdad lo que hace la clase dominante en eso es frenar fuerzas productivas (Este punto, se puede resolver favorablemente al PCI con reformulación de «fuerzas productivas»); si no es utópico el arco enorme; si eso es compatible con la negociación de cuestiones político-económicas con los grandes, no con los pequeños; si los 2.0000.000 de marginales y sus familias no son una parte del gran arco, y si se pueden ganar apoyando a sus explotadores.

5. Menos interesante es la polémica con el otro autor, más grosero. Ginzberg refuta su redefinición de «ejército industrial de reserva» mostrándole que en todo momento de cambio tecnológico pasa lo mismo, y que Marx ya lo sabía «Sobrepoblación relativa» (pp. 22-23). Ginzberg es muy bueno. Pero no tiene presente que el tema, precisamente por ser tan viejo como él lo muestra, requiere mucho pensamiento, no insistencia tacticista. O no sólo ella.

 

B. «Intervista a Bruno Trentin: bilancio delle vertenze aziendali e di grupo. Un capitolo nuovo per il sindacato».

1. Los temas que por vez primera han sido objeto de contratación: las inversiones en el sur, los niveles de empleo, la afirmación de la aportación de las empresas al robustecimiento de los servicios sociales colectivos (p. 9).

2. Una observación táctica de BT que está muy prudente en toda la entrevista: «Los concretos resultados obtenidos confirman la importancia de las opciones hechas en otoño, aunque fuera con mucho escepticismo y dudas incluso dentro el movimiento sindical, y entre los resultados vuelvo a colocar el aguante político del movimiento, que en una situación de crisis no se ha replegado a la defensiva ni se ha dejado desviar de los objetivos de fondo que se había propuesto» (p. 59).

3. Y el gran marco estratégico. «Por primera vez el tema de las aportaciones sociales se convierte en asunto de negociación…» (p. 9).

4. D’Agostini usa, y BT no se opone, la expresión «padronato pubblico» para las empresas de «participación estatal, que han sido aún más duras que las privadas en la lucha. (p. 9).

 

C. Gerardo Chiaromonte, «Un comitato di salute pubblica?», Rinascita, 26.4.1974 (Relación clase-estado).

1. El tema es la decisión de los grandes patronos de dirigir abiertamente la Confindustria.

2. «El primer experimento de esta ‘gestión directa’ de la vida económica tendría que producirse con las ‘concesiones’ que el gobierno Rumor se dispone a dar a la Fiat, la Montedison y las participaciones estatales, concesiones para construir «infraestructuras’ (ceses, escuelas, hospitales, proyectos globales). Tal vez el acuerdo de vértice de la Confindustria esté también vinculado a eso, o sea, a la necesidad de no presentar frente al Parlamento, las Regiones y los Ayuntamientos (el gobierno está ya conquistado para su causa) en orden disperso, sino unidos y más fuertes, y decididos a superar toda resistencia democrática. El pacto en el vértice de la Confindustria perece dirigido también, en sustancia, contra la autonomía de las Regiones y de los Ayuntamientos, o sea, contra la articulación democrática y constitucional del estado» (4)

Ahí se suma una nueva articulación social que es como la imagen de pesadilla de cierta autogestión con una manera de salir de la crisis del estado italiano. Que puede serle de otros.

3. «Por lo que hace a los trabajadores y a sus organizaciones sindicales, no se ha dicho nada -por lo que se sabe- en la reunión que ha llevado el ‘comité de salvación pública’ de la Confindustria. ¿En qué piensan sobre este punto los promotores del acuerdo? También en esto vemos en primer lugar la agencia de presentarse más fuertes y unidos ante el movimiento sindical. Pero no necesariamente para arrollar una política represiva. Puede incluso ocurrir que en la mente de alguno de los grandes industriales promotores del acuerdo haya una vaga aspiración a trabajar por cierto entendimiento con sindicatos sobre algunos problemas del desarrollo económico y social: también en esto partiendo la constatación de las carencias de los poderes públicos y del gobierno, o sea, «de la política». No hará falta subrayar lo abstracto y veleidoso que es ese posible proyecto en la concreta realidad italiana (…)» (p. 4)

¿Era polémica interna? Por qué el final la CGIL, al imponer en varias grandes empresas los nuevos temas de negociación, ha ido por ese camino «abstracto y veleidoso».

 

D. Victo Neto, «Aspetti dello sviluppo capitalistico sotto la dittatura», Rinascita, 31.5.1974.

1. El golpe militar fue el 28.5.1926.

2. «Sintetizando, se puede afirmar que la política del gobierno fascista (guiada por la gran burguesía) ha consistido en facilitar, con la imposición coercitiva (bajos salarios, represión, liquidación de las propiedad y empresas) y con la ayuda directa del estado (protección aduanera, limitación de la competición, préstamos, subsidios, facilidades fiscales, etc) el proceso de formación, acumulación y concentración de capitales a un ritmo más acelerado del que se habría originado del simple curso de las leyes económicas en un sistema de competición libre. Esta ha sido la verdadera «función histórica» del fascismo portugués» (p. 17).

Clarísimo también para el fascismo español, con la diferencia del menor atraso y la más real industrialización.

 

E. Alesandro Natta, «Le novità del partito nuovo». Rinascita,29.3.1974 (Svolta di Salerno).

1. «Partito laico» respecto del marxismo, claro (p. 19).

2. «(…) El Estado que no es nunca la pura expresión de los intereses corporativos de una clase…» (p. 20). La mejor expresión del asunto. Habría que relacionar el bloque dominante con la estructura a la que mantiene en pie. Quizás porque no hay estructura para una clase sola, corporativamente entendida, ni, por lo mismo, para toda una clase, corporativamente entendida.

 

F. Ferdinando Chiaramonte, «L´organizzazione scientifica del lavoro nel modo», Rinascita 5.4.1974 y 12.4.1974 (Organización científico trabajo).

1. p. 12. De mucho interés para la importancia del factor subjetivo hoy.

2. Reconoce los peligros políticos de eso por asimilación (p. 13). Pero señala utilidad.

3. Habla primero brevemente del agotamiento de la línea de conducta empresarial que combina el taylorismo con las «human relations», destinadas a suavizar el bestial cosismo de aquel.

(*) Acordarse de lo positivamente que lo vio Lenin.

4. En la valoración empieza por reconocer como positivo: inversión de tendencia respecto al taylorismo y al planteamiento manipulatorio de las relaciones humanas; atención al contenido específico del trabajo y a la autonomía de los trabajadores; modificación de la división horizontal del trabajo, y a veces también de la vertical.

5. Aspectos negativos de ese «modelo»: medio nuevo para viejos fines; no se considera el problema de la tecnología, esto es, se la considera variable independiente; no analiza el problema de las relaciones de poder y de las decisiones estratégicas; dessindicalización de los trabajadores; en los USA, además, todas las modificaciones organizativas son de iniciativa empresarial (p.10).

6. Luego examina el desarrollo en Europa (Inglaterra, Suecia, Noruega) (pp. 10-11).

7. Hace crítica final de la orientación europea.

8. Reconoce que evita dos defectos de los recursos humanos: la consideración de la tecnología como variable independiente y la limitación del análisis organizativo al examen del job. Ambos quedan respectivamente superados por la noción de sistema sociotécnico y por la de grupo homogéneo. De los otros dos defectos -ignorancia de la cuestión del poder y objetivo antisindical- dice que la «democracia industrial» sueca está exenta de ellos y pasa al final (p.11).

*

 

5. John Desmond Bernal (1901-1971)

 

En el artículo que escribió en 1958 sobre «La filosofía desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta 1958», Sacristán dedicó unas 23 páginas (en formato edición de Icaria) a la tradición marxista (y 46 páginas al «Neopositivismo y corrientes afines»). En el apartado «Algunas personalidades destacadas» del marxismo destacó los nombres de Gramsci, Mao y Bernal (páginas 182-186) a quien presentaba con las siguientes palabras: «J. D. Bernal se mueve inequívocamente sobre la tradición empirista y cientificista de la cultura inglesa».

*

 

A. Hace ya más de treinta años que un científico y filósofo inglés, procedente de dos de esas tradiciones críticas [el marxismo y la filosofía analítica] J. D. Bernal describió con pocas palabras lo que imponen de derecho a una cultura universitaria sin trampas premeditadas los resultados de esos doscientos años de crítica. Modernizando su formulación puede hoy decirse: hay que aprender a vivir intelectual y moralmente sin una imagen o «concepción » redonda y completa del «mundo», o del «ser», o del «Ser». O del «Ser» tachado.

 

B. Una parte considerable de la obra de Bernal está dedicada a la dialéctica de la naturaleza y de la historia. De los numerosos textos al respecto pueden destacarse los puntos siguientes:

Las leyes dialécticas, aunque leyes naturales, no son leyes científico-positivas, en el sentido de que no se dan plenamente en el interior de una ciencia particular: el verdadero campo de relevancia -otras veces lo llama Bernal «campo de operación»- de la dialéctica es el universo como todo. Esto significa principalmente: «la dialéctica tiene que aplicarse al científico y a su material al mismo tiempo», no sólo a este último. En su aplicación a temas científico-positivos hay que precisar bien el «campo de relevancia» relativo de la dialéctica que se escoge en cada caso, pues de no ser así, se caerá en una aplicación dogmática y verbal de la dialéctica.

En la versión tradicional de las leyes dialécticas -Hegel-Marx-Engels- las leyes son «frases útiles» que resumen «series generales de fenómenos» para las que las diversas ciencias particulares no tienen suficiente apertura categorial. Esas frases son por el momento insustituibles…

Por último, el pensamiento dialéctico no debe concebirse como determinista en un sentido tradicional, pues la dialéctica es la «filosofía del cambio y de la creación»: «Intentar prever el desarrollo en detalle equivale a no comprender el proceso del desarrollo dialéctico. «El hombre -ha dicho Marx- no se plantea problemas que no es capaz de resolver», pero también es verdad que el hombre no resuelve problemas si no es capaz de planteárselos…»

 

C. Tanto su crítica de la «fobosofía» positivista como sus estudios de historia de la ciencia y de las ideas… confluyen en el programa de humanismo racional del filósofo inglés. Ese humanismo parte de la consideración crítica de la supervivencia de esquemas mentales periclitados en la interpretación de la vida humana. «No seríamos capaces de adoptar las ideas de los campesinos mesopotámicos para aplicarlas al diseño de aviones o a la teoría cuántica, pero el hecho es que tales ideas son todavía hoy la base oficial de las relaciones familiares y del manejo de los asuntos públicos». Esa persistencia de ideas arcaicas es un obstáculo a la libertad, pues «la libertad ha de medirse por el conocimiento». La ignorancia en la libertad formal es base de la moral «mesopotámica», o de las prohibiciones, que es aún la de la sociedad burguesa, y que dice: «Debes evitar ciertas cosas, y hacer lo que te plazca en todo lo demás». Una moral integral y positiva, en cambio, dice: «Hay que hacer ciertas cosas, y debes evitar todo lo que impida hacer esas cosas». La libertad positiva no se consigue, como se define la formal, por mera negación -esto es, por los «huecos» que existen en un cuadro de prohibiciones-, sino por el ejercicio. La verdadera libertad, positiva o creadora, se da siempre en el hombre, aunque hoy esté coartada y la sociedad no la reconozca. Y ella funda racionalmente -no sólo emocionalmente- la dignidad de la persona…

 

5. A. «Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores», Papeles de filosofía, Icaria, Barcelona, 1984, p. 362. 5. B. «Filosofía», Ibidem, pp.184-185. 5. C. Ibidem, pp.185-186.

 

Nota SLA:

En una comunicación -«En torno a una política de la ciencia de orientación ecosocialista. Una aproximación a las posiciones de Manuel Sacristán»- presentada a unas jornadas de homenaje a J. D. Bernal celebradas en Zaragoza en 2001, creí correcto señalar:

«Al finalizar su tesis doctoral sobre la gnoseología de Heidegger, Manuel Sacristán escribió un artículo inicialmente publicado en el suplemento de 1957-58 de la Enciclopedia Espasa. En este trabajo -«La filosofía desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial hasta 1958»-, se proponía trazar un cuadro, «necesariamente esquemático, de la filosofía en la última postguerra» (MSL 1958: 90). Además de unas, entonces, inusuales páginas dedicadas a la filosofía en el Extremo Oriente, y de las obligadas referencias a las principales escuelas tradicionales y a los «últimos filósofos clásicos», Sacristán centraba su atención en las tres grandes tendencias filosóficas de la postguerra: el existencialismo, el neopositivismo y las filosofías de «intención científica y sistemática». Entre estas últimas, destacaba el movimiento racionalista, la obra de Teilhard de Chardin y el marxismo, del que resaltaba tres personalidades: Mao, Antonio Gramsci y John Desmond Bernal.

Apuntaba Sacristán en su apretada exposición de la obra de este «científico positivo de relieve, que ha desempeñado importantes funciones técnicas en la administración inglesa» (MSL 1958: 182) que tanto la crítica de la «fobosofía» positivista como los estudios de historia de la ciencia y de las ideas, «confluían en el programa de humanismo racional del filósofo inglés» (MSL 1958: 185), humanismo que partía de la consideración crítica de la supervivencia de esquemas mentales periclitados en la interpretación de la vida y sociedades humanas.

Sirva este brevísimo apunte como reconocimiento de la figura de John D. Bernal y del papel pionero que en la difusión de su obra en nuestro país jugó Manuel Sacristán, así como del permanente interés de este último por la obra de científicos comprometidos, de autores que no sólo realizaron grandes aportaciones a su disciplina, y a la historia de la misma, sino que reflexionaron con acierto, y en algunos casos con urgencia, sobre los urgentes temas relacionados con el papel social de la tecnociencia contemporánea. Pretendo aquí dar sucinta cuenta de las principales tesis de Sacristán en el ámbito de la política de la ciencia, asunto que sin duda consideró prioritario en los últimos años de su vida y que, desde luego, no era nada ajeno a los intereses del autor de Science in History, un clásico que fue traducido al castellano por un discípulo de Sacristán, por Juan-Ramón Capella.»

*

 

6. Bogdánov (Alexandr Alexándrovich Malinovski, llamado) (1873-1928)

 

A. Preferencia.

Nunca me gustó la epistemología predominante en la tradición marxista. Siempre me pareció que en ese campo eran mejores las escuelas marxistas minoritarias. Por ejemplo, que entre Bogdánov y Lenin el que llevaba la razón era Bogdánov; en el terreno epistemológico, se entiende, no en el político, en el que seguramente era más realista Lenin.

 

B. Las motivaciones de una disputa

Los machistas o empiriocriticistas contra los que polemiza Lenin en 1908-1909 forman un grupo de bolcheviques del que destaca precisamente el hombre que había sido su colaborador principal en la constitución de la fracción: Bogdánov. Y la pugna filosófica discurría paralelamente a un choque político. En julio de 1907 el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso había celebrado en Vyborg una conferencia para resolver el problema de la actitud que adoptar ante la III Duma imperial. Esta asamblea iba a ser elegida según una ley sumamente reaccionaria, consecuencia de la derrota de la revolución de 1905. Los bolcheviques y Lenin votaron a favor de la participación del POSDR en aquellas elecciones ultrarreaccionarias; Bogdánov tomó la dirección del resto de los bolcheviques, que votaron en contra. Los mencheviques y Lenin vencieron por un margen escaso (15-11). Bogdánov y los demás bolcheviques se atuvieron a la disciplina de partido, pero al modo entonces practicado, antes de la prohibición de las fracciones: después de las elecciones a la III Duma se proclamaron «anuladores» de los mandatos obtenidos por el partido y formularon una línea de insurrección armada que Lenin rechazaba en aquel momento por considerar que desde 1906 «la situación política concreta» era de reacción del poder y cansancio de las masas. Bogdánov y los bolcheviques entonces llamados «de izquierda» concluyeron que Lenin se había vuelto derechista, y así lo dijeron a los alumnos que acudían a la escuela de partido instalada en Capri con la colaboración de Máximo Gorki y dirigida por Bogdánov.

Les dijeron también que Lenin era un ignorante en cuestiones de filosofía (cosa que el mismo Lenin admitió en una carta a Gorki de esa época). Se estaba en 1909, el año en que apareció Materialismo y empiriocriticismo. La discrepancia política ponía ya en primer plano diferencias de concepción del mundo que, contra lo pactado tiempo atrás entre Lenin y Bogdánov, tendían a agriarse irreparablemente. La misma interacción de motivaciones políticas y filosóficas se puede apreciar en los comunistas neopositivistas que, por los años 20 y 30, recogieron la doble herencia de Bogdánov -la herencia del empiriocriticismo y la del izquierdismo o extremismo- y acabaron también fuera del partido internacional, pero en las nuevas condiciones y con las nuevas consecuencias y manifestaciones de ceguera recíproca propias del período estaliniano…

 

C. «Lo más importante es que los mismos empiriocriticistas y luego neopositivistas resultan en aquella época incapaces -tanto cuanto el mismo Lenin- de pensar y decir claramente lo que están haciendo. Ellos también formulan, erróneamente, su trabajo intelectual como enunciado directo sobre el mundo. Las siguientes palabras de Bogdánov, citadas por Lenin (ME), 113, lo muestran suficientemente… Bogdánov concluye esa exposición escribiendo «En resolución, el mundo físico es la experiencia puesta en concordancia, la experiencia socialmente armonizada, en una palabra, la experiencia socialmente organizada«. El desarrollo de Bogdánov tiene el gran interés de señalar un camino de aportación marxista a una sociología de la constitución de los conceptos empíricos (o neoempíricos). Pero su formulación (con el verbo «ser» usado ingenuamente, con «físico» por «fisicalista» o «de la física») ignora ella misma la diferencia entre la específica tarea del análisis de la experiencia pura y el enunciado filosófico material. La misma confusión aparece en los escritos de colegas de Bogdánov leídos por Lenin…(…) lo que había que ver y que apreciar ya en Mach y en Bogdánov no era la tendencia filosófica, ni siquiera los «simpáticos» conceptos analíticos (de discutible adecuación) sino el descubrimiento de un nuevo trabajo intelectual, del análisis interno, por ejemplo, que, para reglamentar el funcionamiento de los lenguajes científicos, reduce la noción de objetividad a la de intersubjetividad, o la de axioma evidente a la de simplicidad o eficacia deductiva, o «economía de pensamiento». Muchas de esas nociones han sido ya abandonadas, incluso en el trabajo analítico que fue su terreno propio y originario. Pero eran apreciables (y su intención científica sigue siéndolo) como instrumentos destinados a traducir las afirmaciones generales y materiales sobre el mundo por enunciados de contexto interno al trabajo científico mismo y de manejo más simple, formalmente exacto e inequívoco».

 

6. A. «Entrevista con Manuel Sacristán (Dialéctica)», (1983), De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón, op. cit, p. 150. 6. B. «El filosofar de Lenin», Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, pp. 139-140. 6. C. Ibidem, pp. 143-145.

 

Nota SLA:

En la misma línea, en «Lenin y la filosofía» (1970) (Ibidem, pp. 178-179), Sacristán señalaba: «Se podría decir que la aportación del empiriocriticismo es la invención de esos problemas científicos nuevos, aunque quizá fuera más justo atribuir dicha invención al filósofo Immanuel Kant (1724-1804). Son problemas que no se refieren directamente al mundo material y social, sino a ciertos instrumentos útiles para el conocimiento del mundo: las teorías y los conceptos científicos. Desde el punto de vista del conocimiento del mundo, la ocupación con conceptos y teorías considerados en sí mismos y por sí mismos resulta formal y superficial. Lenin no ha visto la novedad de estos problemas, en gran parte formales, de la estructura y del funcionamiento del lenguaje científico, sino que ha interpretado el trabajo de los empiriocriticistas como filosofía en sentido tradicional, esto es, como enunciado directo sobre el mundo en general. Por eso el trabajo de Mach le da la impresión de una superficialidad extrema. Acostumbrado a la proverbial y oscura «profundidad» de los idealistas alemanes, escribe sobre Mach en Materialismo y Empiriocriticismo: «¡pensar que hay gentes que consideran verdaderamente profunda esta cháchara (… )!». Pero precisamente la fecundidad del trabajo de Mach, o de Duhem, etc., estaba en la invención del «superficial» análisis de los conceptos que permita conocer los modos como éstos se organizan en hipótesis, teorías, técnicas de contrastación, etc.»

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7. Amadeo Bordiga (1889-1970)

 

A. Biografía política

Bordiga fue detenido el 3 de febrero de 1923, a su vuelta de Moscú, donde había asistido al IV Congreso de la I. C.[Internacional Comunista] En este Congreso, que había insistido en la política del frente único obrero y de gobierno obrero y campesino, admitiendo explícitamente la imposibilidad de pasar, en los países capitalistas occidentales, a la dictadura proletaria de un modo directo, Bordiga se había encontrado en minoría y en discrepancia abierta con Gramsci. En la cárcel escribió Bordiga un manifiesto que acusaba a la I. C. de imponer una política de renuncia a la revolución. Las vicisitudes de aplicación de la política de alianzas de la I. C. en Italia favorecían la iniciativa de Bordiga: tanto por su propia oposición cuanto por la del centro socialista, inspirado por Pietro Nenni, no se habían logrado ni la fusión del P.C.d’I. con la fracción «terzointernazionalista» del P.S.I., ni siquiera el bloque entre ambas formaciones (el «pacto de unidad de acción» entre el P.C. d’I. y el P.S.I. no se concluyó hasta 1934. Y por curiosidad histórica es oportuno recordar que lo denunció a finales de lo años cincuenta el mismo dirigente socialista que lo obstaculizará en los veinte, Pietro Nenni). Por otra parte, la derecha del P.C.d´I. inspirada por el empirismo de Tasca, concebía la política de la I.C. como liquidación del P.C. d’I. y el P.S.I. y formación de una corriente popular socialcomunista. Esta visión liquidacionista de la derecha empuja al núcleo de «centro» -o sea, al equipo gramsciano de L.O.N. [L’ Ordine Novo]- a coincidir con el grupo izquierdista, pese a la diferencia política cada vez más patente entre ellos. Y así Togliatti, Scoccimarro y Terracini estuvieron inicialmente dispuestos a firmar el manifiesto de Bordiga en función de lucha contra la derecha. Gramsci, en cambio, que verosímilmente tenía ya construida su visión política de la situación y había reconocido el principio de la «lucha en dos frentes», se opuso resueltamente al manifiesto por razones (…) más generales incluso que las características momentáneas de la situación italiana, a saber, por el convencimiento de que el extremismo de Bordiga equivalía a un estéril desconocimiento del desarrollo histórico en curso, y por preservar la unidad de la I. C. El incidente del manifiesto -de larga gestación, pues hubo dos versiones de él, gracias al interés de Bordiga por arrastrar a los «ordinovistas»- acabó de hacer cuajar en Gramsci la decisión de reconstruir la dirección del P.C.d’ I. sobre la base del núcleo de L.O.N.. Así lo escribía explícitamente en una carta a Togliatti de 18 de mayo de 1923: «Yo creo que […] nuestro grupo debe quedarse a la cabeza del partido, porque estamos realmente en la línea del desarrollo histórico […]». Tras varios incidentes, el grupo de L. O. N. siguió a Gramsci, no firmó el manifiesto de Bordiga, se separó así claramente de éste y sentó las bases del nuevo núcleo dirigente del P.C. d’ I.

Amadeo Bordiga, ingeniero, único todavía (1968) en vida de los tres dirigentes que más característicamente representaron las tendencias del P.C. d’I. en sus comienzos, era entonces hombre de pensamiento esquemático y mecanicista (Gramsci recordará en los Cuadernos de la cárcel la tesis bordiguiana según la cual sabiendo lo que ha comido un orador es posible prever el contenido de su discurso). Pero al mismo tiempo un carácter íntegro, tenaz, combativo y generoso de sus energías. Los hombres de L.O.N. apreciaban mucho esas características suyas, especialmente al contrastarlas con la conducta, mucho más reservada, de los dirigentes derechistas como Tasca o Graziadei. Le respetaban, además, porque Bordiga había sido el más eficaz promotor de la constitución del P.C. d’I. y hasta el símbolo del Partido durante los primeros años de ése. Gramsci, la dimensión de cuya obra -y la tragedia de cuya vida- le presentan hoy como un gigante al lado de Bordiga, era entonces mucho menos conocido que su apreciado contrincante. Todo eso explica que aun después de la dura batalla que libró contra él desde 1923 hasta 1926 Gramsci tratara a Bordiga con amistad en el común destierro de Ponza, y explica también el que todavía en 1930, un año antes de expulsarlo, la dirección togliattiana del P.C. d’I, hiciera gestiones para «recuperar» a Bordiga (Cfr. Giorgio Amendola, «Rileggendo Gramsci», Quaderni de critica marxista, núm 3, 1967, 6). En la pugna política con Gramsci, Bordiga aparece como un hombre cuyo pensamiento apenas cuenta más que con un motivo: la rígida definición de sí mismo, el «instinto político de secesión». Ese motivo dominante posibilitó su eficaz función en la constitución del P. C. d’I. por escisión del P.S.I. Y ese mismo motivo le incapacitó para cualquier esfuerzo político que no fuera la expectativa, a la vez mística y mecanicista, de la conflagración última de la lucha de clases. Bordiga fue liberado por Mussolini de la sanción de destierro que pesaba sobre él en 1929, y mientras Gramsci se enfrentaba con su pesada condena, Bordiga no fue ya procesado. Se retiró a la vida privada, al ejercicio de su profesión de ingeniero, y rechazó la petición aludida del P. C. d’I. de que aclarara su posición en el partido y volviera a actuar en él. El IV Congreso del P.C.d’I. (marzo de 1931) se basó en la consideración de esa conducta para expulsar a Bordiga precisamente en un momento en que el partido, bajo la influencia del VI Congreso de la I. C., realizaba una política muy sectaria, la más «bordiguiana» practicada jamás por el núcleo dirigente de origen gramsciano.

 

B. Intervención.

El mismo día 1 de junio de 1925 en que está fechada esta carta [Carta a Julia Schucht, Roma, I.VI.1925; 2000 II; 73-74] varios miembros del ala izquierda del P.C.d’I. dirigían una carta al órgano del partido, L´Unità, anunciando la constitución de un comité de enlace de la izquierda del partido. Esta acción, dirigida por Bordiga, obedecía a la inminencia del III Congreso del P.C.d’I. en el que se planteó definitivamente la batalla política entre el grupo internacionalista y la izquierda.

 

B. Ruptura definitiva

El texto aquí seleccionado y traducido [«Intervención en la comisión política preparatoria del III Congreso del Partito Comunista d’Italia», Finales de 1925; C.M., año 1, núms. 5-6, 302-308] es aproximadamente la mitad del acta de la reunión. Es evidente que el acta o es taquigráfica. Parece redactada por Gramsci o, más probablemente, por Togliatti. El texto recogido es la única intervención larga de Gramsci en la reunión. De los cuatro pseudónimos, Ercoli es Togliatti, Rienzi es Tasca, Morelli es Scoccimarro. Ignoramos quiénes eran Massimo y los representantes de federaciones regionales.

En la reunión anunció Bordiga que la izquierda presentaría al Congreso tesis políticas distintas de las de la central o mayoría (gramsciana) de la dirección. Bordiga y Gramsci ignoran casi completamente en sus intervenciones la derecha, manifiestamente anulada ya antes del Congreso. La reunión fecha la ruptura definitiva entre lo que Togliatti ha llamado «el núcleo dirigente del P.C.I.», encabezado por Gramsci y luego por él mismo, y el extremismo bordiguiano que Lenin había criticado en su libro sobre el tema. La reunión había sido precedida por numerosas actividades de Gramsci, Togliatti y los demás miembros del grupo de L.O.N., a los que se iba sumando el antes extremista Ruggiero Grieco, en preparación del III Congreso del partido. En agosto Gramsci había tenido una última discusión larga con Bordiga en Nápoles, residencia de éste y centro del extremismo italiano. La I. C. había dictado una resolución que ordenaba disolver (por fraccional) el comité de enlace de la izquierda. Y en setiembre Gramsci había terminado con Togliatti (del cual es probablemente la redacción definitiva) las tesis políticas para el III Congreso. del P.C. d’I.

En este Congreso (Lyón, 20-26 de enero de 1926) las tesis de la mayoría ordinovista de la dirección obtuvieron el 90,8 por 100 de los votos presentes. La izquierda obtuvo el 9,2 por 100. La derecha no presentó tesis propias. Se computó un 18,9 por 100 de ausentes y no consultados. El nuevo comité ejecutivo era íntegramente internacionalista, sin un sólo miembro de la derecha ni de la izquierda: Gramsci, Togliatti, Scoccimarro, Camilla Ravera, Ravazzoli, Terracini y Grieco. Gramsci fue elegido secretario general y Togliatti representante del P.C. d’I en el C. E. de la I. C. Togliatti salió en marzo para Moscú. Gramsci volvió a Roma y fue detenido en noviembre.

 

7. A. Antología Gramsci (AG), op. cit, pp. 130-132, n. 38. 7.B. Ibid, p. 184, n. 76. 7.C. Ibid, p.185, nota 77.

 

Nota SLA:

Sobre el izquierdismo como tradición «alocada» del movimiento comunista, no siempre originada en impulsos éticos no atendibles, estas dos sucintas aproximaciones de Sacristán: A «Por otro lado, se produce también en esas fases una reacción inmovilista: al no haber ya una posibilidad revolucionaria inmediata, los hombres pueden quedar desprovistos de perspectivas y de capacidad de lucha real; los que así queden desarmados seguirán usando entonces, pero ya en el vacío, las expresiones corrientes en el período de crisis aguda y se aferrarán a una mística expectativa de alguna catástrofe que vuelva a poner la insurrección, como por fatalidad, al orden del día. La inhibición respecto de las luchas posibles en el movimiento, el desprecio de los «objetivos intermedios» subrayados por Lenin, es también una posibilidad de liquidación, por atrofia política. Esto es lo que en la tradición comunista se llama izquierdismo» (El orden y el tiempo, Trotta, Madrid (edición de Albert Domingo Curto), p. 153).

B. «Tasca acogió literalmente la política de fusión en el sentido de liquidación del PCd’I. Gramsci hizo casa común con Bordiga en contra de esa interpretación, y desarrolló la parte principal de la polémica contra Zinoviev. Pero cuando en la crisis del 24 de noviembre Lenin y Trotski (con Radek y Bujarin) se inclinan resueltamente por la política de fusión en Italia, se manifestó enseguida la diferencia entre la visión izquierdista de la sustantividad del partido como secta cerrada y pasiva y la visión dialéctica de Gramsci; una vez derrotados Bordiga y Gramsci, el primero decide retirarse, el segundo intervenir, hacerse nombrar para la comisión de fusión y poner condiciones que equivalían a reducir la operación al ingreso de la izquierda socialista en el PCdI, como en efecto ocurrió al final» ( Ibidem, pp. 155-156).

 

 Vale la pena recordar este apunte histórico contra un prejuicio: «Cuando se habla del izquierdismo comunista de los años 20 se suele hoy pensar en el pensamiento de raíz especulativa hegeliana característicamente representado por el joven Lukács de Historia y consciencia de clase (1923). Pero la identificación de las tendencias positivistas o criticistas con la derecha y de las hegelianizantes con la izquierda en el seno del movimiento comunista es un prejuicio. En el extremismo de aquellos años hay predominio de positivistas más o menos estrictos -Korsch, Pannekoek- y de mecanicistas de lo más elemental, como Bordiga» ( «El filosofar de Lenin», Sobre Marx y marxismo, op. cit, p. 141, n. 6)

También este apunte de equilibrio en torno a problemas ecológicos y vindicaciones de igualdad social:

«Los nuevos problemas que han dado pie a los movimientos ecologistas imponen a menudo revisiones bastante traumatizadoras de ciertos puntos de vista tradicionales en la izquierda. Por ejemplo, el ideal de simple y universal democratización de los bienes presentes en la vida cotidiana, si se entiende la democratización como goce irrestricto. Un caso pertinente es el tradicional disfrute por los aristócratas y los ricos de los mejores parajes de las costas de país densamente poblado, como las del Mediterráneo español, francés e italiano. Desde el momento en que se ha democratizado el acceso a la Costa Brava catalana, por ejemplo, lo que era un disfrute paradisíaco se ha convertido en la estúpida estancia en un ruidoso paisaje de cemento. La gente modesta que hoy consigue pagarse una semana de vacaciones en Tossa de Mar no está disfrutando lo mismo que hace cincuenta años gozaban los pocos ricos con casa allí (por eso los ricos se van a otras partes, de las que cada vez quedan menos). Los izquierdistas tradicionales se fijan sólo -por explotar ese ejemplo- en que todavía queda mucha gente que no puede pasar unas vacaciones en la Costa Brava. Los verdes puros se fijan sólo en que ya no vale la pena conseguir esas vacaciones. Se trata de dos modos de pensar manifiestamente unilaterales, que no conseguirán resolver los problemas» ( «Entrevista con Naturaleza«, De la primavera de Praga al marxismo ecologista, op. cit, p. 183).

Y estas tres miradas matizadas.

A. Proceso de Burgos (1976): «(Por cierto, que los grandes esfuerzos por evitar la ejecución de las sentencias del proceso de Burgos no lo fueron, precisamente, de los pobres abolidores de la división del trabajo en 1970. Ellos, que habían anunciado la insurrección armada de la clase obrera española para septiembre de 1969, no estaba para pequeñeces tales como el pellejo de los vascos).» ( «La Universidad y la división del trabajo», Intervenciones políticas, op. cit, p. 99, nota)

B. Asimilación de la segunda etapa de la revolución cultural proletaria maoísta (1979):  «Por ejemplo, de una persona por mí muy querida, un antiguo dirigente estudiantil, hoy del PSUC, que hizo el 67, el 68, como los nuevos filósofos franceses, en los grupos maoístas y ultra-maoístas, explicaba fenómenos españoles, cosas que ocurrían en España, del modo siguiente: había ocurrido tal o cual cosa, tal fenómeno político había ocurrido porque su partido (y su partido en aquel momento quería decir un máximo de cuatrocientas personas), no la dirección, había asimilado bien la segunda etapa de la revolución cultural china. Esto no sé si es para morirse de risa o para morirse de llanto, que la gente pudiera estar tan obnubilada como para aplicar mentiras ideológicas sobre China a la realidad política española (…), además con un exactismo, con un rigor formal… El segundo paso consistía en que fuera destituido el comité ejecutivo porque, según éstos, la revolución cultural había sido bombardeada. El cuartel general, que se produce exactamente como la ciencia, es universal; se deduce que hay que cambiar el ejecutivo de aquí Eso ha sido el marxismo de estas personas, víctimas desde luego de una educación escolástica horrible, de la que es en gran parte culpable la tradición rusa de la III Internacional, en parte también la escolástica occidental, claro, particularmente en España, el catecismo» (‘Una conversación con Manuel Sacristán» por Jordi Guiu y Antoni Munné’, De la Primavera de Praga al marxismo ecologista, op,. cit, p. 109-110). 

C. Sin fundamento serio (1968): «Y, sin embargo, los textos de abril del PCCh contienen elementos que, vistos con la óptica del esquema superficialmente aplicado hoy por el provecto teólogo F. V. Konstantinov, deberían quedar catalogados como «izquierdismo». Por ejemplo, lo que este teólogo tan tediosamente longevo tendría que llamar (si fuera al menos coherente en su escolástica) voluntarismo moralista, varias veces presente en el informe Dubcek, aunque los no-teólogos puedan entenderlo como valoración del factor subjetivo. Pero lo que hay que decir en general es otra cosa: que no existe ningún fundamento serio para llamar izquierdismo al derrocamiento militar de la tiranía de Batista, por ejemplo, ni para llamar derechismo a la supresión del control estatal sobre los sindicatos obreros en la República Socialista de Checoeslovaquia. En ambos casos se trata de política no-burocrática, respondente a las auténticas necesidades de las clases trabajadoras urbanas y rurales» («Cuatro notas a los documentos de abril del partido comunista de Checoeslovaquia», Intervenciones políticas, op. cit, p. 96) .

Igualmente, este breve apunte de Sacristán, de una carpeta resúmenes de Reserva de la UB, sobre interpretaciones alocadas, a propósito de un artículo de Michiiko Suzuki, «L´affaire Hiro Kim», Les Temps Modernes, 268, oct. 1968: «El autor interpreta la simpatía por Kim de algunos de los rehenes que tomó como «nacimiento de una comuna». He aquí el paso más característico (pp. 724-725). Hay una cosas que decir: 1. Esta gente desconoce todo de las situaciones humanas, no sabe que cualquier sociedad burguesa es capaz de imponer reacciones extraordinarias -heroicas, brutales, santas, crueles, etc.- en situaciones límite, sin que eso signifique superación alguna de nada. 2. Esa «comuna» no tiene nada que ver con la producción ni el consumo. 3. Es una «comuna» montada por un tirano que mata. El Portero de Noche. Masoquismo.»

Sin olvidar, claro está, los pasos iniciales de su última carta (Carta a Félix Novales, 24 de agosto de 1985, Reserva UB): «Me parece que, a pesar de las diferencias, ninguna historia de errores, irrealismos y sectarismos es excepcional en la izquierda española. El que esté libre de todas esas cosas, que tire la primera piedra. Estoy seguro de que no habrá pedrea. Si tú eres un extraño producto de los 70, otros lo somos de los 40 y te puedo asegurar que no fuimos mucho más realistas. Pero sin que con eso quiera justificar la falta de sentido de la realidad, creo que de las dos cosas tristes con las que empiezas tu carta -la falta de realismo de los unos y el enlodado de los otros- es más triste la segunda que la primera. Y tiene menos arreglo: porque se puede conseguir comprensión de la realidad sin necesidad de demasiados esfuerzos ni cambiar de pensamiento; pero me parece difícil que el que aprende a disfrutar revolcándose en el lodo tenga un renacer posible. Una cosa es la realidad y otra la mierda, que es sólo una parte de la realidad, compuesta, precisamente, por los que aceptan la realidad moralmente, no sólo intelectualmente (Por cierto, que, a propósito de eso, no me parece afortunada tu frase «reconciliarse con la realidad»: yo creo que basta con reconocerla: no hay por qué reconciliarse con tres millones de parados aquí y ocho millones de hambrientos en en Sahel, por ejemplo. Pero yo sé que no piensas que haya que reconciliarse con eso).»

*

 

8. Bertolt Brecht (1898-1956)

 

A. Un comentario sobre Goethe (1963)

La recusación tal vez más impresionante del «legado» goethiano se encuentra en las terribles parodias de su lírica por Bertolt Brecht. El poeta socialista denuncia en el «olímpico» clásico la premeditada ocultación del mal del mundo y la sucia complacencia en la humillación de los humillados.

En las condenas de Goethe suele haber una intrincada conjunción de motivaciones morales e intelectuales que afectan al mismo núcleo del ser y el hacer de Goethe. Cantar en versos excesivamente dulces la serenidad que se respira en idílicas cimas cuando puede verse desde ellas toda la miseria de los hombres es ser un cursi farsante: esto vienen a decir las parodias o los sarcásticos comentarios de Brecht a la lírica goethiana.

 

B. Heine y Brecht

I. A los por nacer (1964)

Al final de la complicada trayectoria del poeta Heine no queda tal vez entre sus versos más que ese indiscreto secreteo con las generaciones por nacer. Pero no son tantos los poetas de los que puede decirse una cosa así.

En 1817, al publicar sueltas sus primeras poesías, el adolescente estaba, como es natural, muy lejos de iniciar conversaciones con las generaciones por nacer, a las que siglo y medio más tarde uno de los principales herederos de Heine, Bertolt Brecht, dedicaría un poema célebre.

 

II. Impaciencia (1964).

Su expresión más radical arrastra al abismo, junto con el arte, aquello en lo cual había buscado primero salvación al deponer la hipócrita «piel de serpiente» de la lírica intimista romántica, o sea la naturaleza: «Los árboles verdes aburren tanto como los vaudevilles; junto al arte no hay nada más horrible que la naturaleza»

Al radicalizarse así la crisis, Heine empieza de verdad a ver, aunque sea sonambúlicamente, como el caballero Ogier, el danés, los bosques de encinas en la bellota de 1830. Ya en el último párrafo citado preanuncia al poeta que contemplará la naturaleza «con impaciencia» y que dedicará toda su obra a destruir la tradicional ilusión artística: Brecht.

 

C. Brossa y Brecht (1969)

I. Inversión

Pero, además de la definitiva copresencia de lírica y drama, hay en la obra de Brossa, y a veces hasta en sus muy parcas reflexiones explícitas de poética, una confluencia de ambas artes, también relacionable, como la duda lírica, con motivos de Brecht. Lo más interesante a este propósito es una nota de El gran Fracaroli, trabajo que Brossa ha manejado repetidamente entre 1944 y 1964. Brossa se refiere al V-Effekt brechtiano y habla a continuación de «poesía dramática» no para significar simplemente al modo tradicional, «teatro», sino en el sentido de poesía dramatizada. Esta inversión de la noción brechtiana de «episches Theater» parece resolver la intrincación de teatro y poesía, el problema formal más interesante de la obra de Brossa, en el sentido de una acentuación de la sustantividad de la lírica (a la inversa, pues, que en la obra de Brecht).

 

II. Heroísmo.

La Ilustración recoge otros elementos, señaladamente el valor y el amisticismo, la permanencia en este mundo, y termina sonando convincentemente contra la piedra de toque: para este mundo mismo, refutar la mística es saber -como Brecht, clásico del tema- que hasta el heroísmo es, bajo el estado, un mal inevitable, que sólo el reaccionario puede fingirlo un bien. En la utopía de verdad revolucionaria La vida no ha de ser res més que vida (1)

Quotidiana

Y no por reducción, sino al revés: porque al final se harán superfluas, todas las corazas sociales y políticas -entre ellas también el heroísmo externamente impuesto por el mal social a la subjetividad revolucionaria- con que el hombre viejo se defendió pesadamente de sus angustias y de su cáncer mefafísico:

Quin tros de plom anomenàveu home! (2)

se permite decir el poeta desde un recodo del camino de la utopía, ilusoriamente recorrido.

 

(1) La vida tiene que ser más que vida/ Cotidiana. (2) Qué trozo de plomo denominabais hombre!

 

D. Es mejor marxismo el de Brecht, sin moralismo, declarando buena la sociedad en la que no hay que ser héroe.

 

8. A .»La veracidad de Goethe», Lecturas, Icaria, Barcelona, 1985, pp. 88-89. 8. B. I. «Heine, la consciencia vencida», Ibidem, p. 183. 8. B. II. Ibid.,p. 196. 8.C.I. Ibidem, p. 232. 8. C. II. Ibidem,pp. 241-242. 8. D.Anotación: Reserva de la UB, fondo Sacristán.

 

Nota SLA:

Sacristán acostumbraba a regalar a los miembros del comité central del PCE copias de su traducción de «A los por nacer» de Brecht, de 1938. Ésta es una de sus traducciones

I.

Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.

La cándida palabra es necia. Una frente tersa

revela insensibilidad. Y si alguien ríe

es que no le ha llegado todavía

la noticia terrible.

 

¿Qué tiempos son éstos, en que

es casi un crimen hablar de los árboles

porque eso es callar sobre tantas maldades?

Ese hombre que va tranquilamente por la calle,

¿es ya acaso inaccesible a sus amigos

en la necesidad?

 

Cierto: yo me gano la vida todavía.

Pero creedme: es por casualidad. Nada

de lo que hago me da derecho a hartarme.

Por caso me respetan (pero si cambia mi suerte

estoy perdido).

 

Me dicen: ¡Cómo y bebe, sé alegre tú que tienes!

Pero ¿cómo voy a comer y beber

si le arranco al hambriento lo que como

y mi vaso de agua le falta al sediento?

Y, sin embargo, como y bebo.

 

También me gustaría ser sabio.

Los viejos libros dicen que es sabiduría

apartarse de las luchas del mundo y pasar

el breve tiempo sin temor.

También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal,

no cumplir los deseos, sino olvidarlos

dicen que es sabiduría.

Pero yo no puedo hacer nada de eso:

verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.

 

II.

Yo llegué a las ciudades en la hora del desorden,

cuando reinaba el hambre.

Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelión

y me indigné junto con ellos

Así transcurrió mi tiempo,

el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

 

Comí mi pan entre las batallas.

Me eché a dormir entre los asesinos.

Cultivé sin respeto el amor

y fui impaciente con la naturaleza.

Así transcurrió mi tiempo,

el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

 

A una ciénaga llevaban en mi tiempo todos los caminos.

Mi habla me traicionó al matarife.

Poco pude. Pero los amos

habrían seguido más seguros sin mí: ésa fui mi esperanza.

Así transcurrió mi tiempo,

el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

 

Pocas eran las fuerzas. La meta

estaba muy lejos

Pero era ya visible, aunque para mí

apenas alcanzable.

Así transcurrió mi tiempo,

el tiempo que me había sido dado sobre las tierra.

 

III.

Vosotros, los que surgiréis del pantano

en que nosotros hemos sucumbido

pensad,

cuando habléis de nuestras debilidades,

también en el tiempo de tiniebla

del que os habéis librado.

 

Porque a menudo, cambiando de patria más que de sandalias

fuimos desamparados a través de la guerra de las clases,

cuando todo era injusticia y faltaba la cólera.

 

Mas no por ello ignoramos

que también el odio contra la vileza

desencaja al rostro,

que también la cólera contra la injusticia

enroquece la voz. Sí, nosotros,

que queríamos preparar el terreno a la amistad

no pudimos ser amistosos.

Vosotros, cuando se llegue a tanto

que el hombre sea un apoyo para el hombre,

pensad en nosotros

con indulgencia.»

 

Otra traducción del poema de Brecht. Esta es de enero de 1973 y fue regalo de cumpleaños:

I. La verdad, vivo en tiempos obscuros. / La palabra ingenua es fatua. Una frente tersa/ Indica insensibilidad. El que ríe/ Es que no ha recibido todavía/ La noticia terrible. /¿Qué tiempos son éstos, en que /Casi es un crimen hablar de árboles,/ Porque eso implica callar sobre tantas fechorías?/ Aquél que cruza tranquilamente la calle, /¿Es que no es ya accesible a los amigos suyos/ que están en la miseria? /Es verdad: todavía me gano el sustento. /Pero creedme: es sólo por casualidad. Nada/ De lo que hago justifica que me sacie. /Da la casualidad de que me dejan en paz. (Como se me pase esa suerte Estoy perdido). /Me dicen: ¡tú come y bebe! ¡Alégrate de que puedes! / Pero,¿cómo puedo comer y beber, si /Arranco al hambriento lo que me como y /Mi vaso de agua le hace falta al sediento? /Y el hecho es que como y bebo. /También me gustaría ser sabio. /Está en los viejos libros, qué es sabio: /Quedarse fuera de la pugna del mundo y pasar /Sin temor este poco de tiempo. /Salir del paso sin violencia, /Devolver bien por mal, /No satisfacer los deseos, sino olvidarlos, /Se tiene por sabio. /De nada de eso soy capaz. /De verdad, vivo en tiempos obscuros.

 

II. Llegué a las ciudades en el tiempo del desorden,/ Cuando reinaba el hambre./ Entre los hombres llegué en el tiempo de la rebelión, /Y me indigné junto con ellos./ Así pasó mi tiempo,/El que me estaba dado en la tierra./ Me comí la comida entre las batallas. /Me eché a dormir entre los asesinos. /Cultivé el amor sin atención /Y sin paciencia ví la naturaleza./Así pasó mi tiempo, /El que me estaba dado en la tierra. /En mi tiempo los caminos llevaban al pantano. /El habla me traicionaba ante el carnicero. /Yo no era capaz de gran cosa. Pero los amos /Habrían estado más seguros sin mí: esa fue mi esperanza./ Así pasó mi tiempo,/ El que me había sido dado en la tierra. /Las fuerzas eran escasas. La meta /Estaba muy lejos. /Era visible con claridad, aunque para mí/ Seguramente inalcanzable./ Así pasó mi tiempo, /El que me había sido dado en la tierra.

 

III. Vosotros los que salgáis a flote del diluvio /En que nosotros nos hemos ahogado,/ Recordad,/ Cuando habléis de nuestras debilidades,/ También el tiempo oscuro /Del que os habéis puesto a salvo./ Porque, cambiando más de tierras que de suelas,/ Nosotros anduvimos a través de las guerras de las clases, desesperados,/Cuando sólo había injusticia y no había rebelión./ Pero al mismo tiempo lo sabemos: /También el odio a la vileza /Tuerce los rasgos. /También la cólera por la injusticia /Enronquece la voz. Ya: nosotros, /que quisimos preparar el suelo de la amistad,/no pudimos ser amistosos. /Pero vosotros, cuando llegue el día /De que el hombre sea ayuda del hombre, /Acordáos de nosotros /Con indulgencia.»

 

Una traducción de Sacristán de principios de 1974 [«El B.B. nuestro de cada año, que nos lo traen los Meges Rayos, arrebujado en sus grandes sayos, porque más vale que el oro en paño»] de los fragmentos II y III del borrador de los Diálogos entre fugitivos de Brecht, regalo para su hija Vera o/y para Giulia Adinolfi, llevaba incorporada la siguiente nota:

«B. B. escribió la mayor parte de los Diálogos entre fugitivos en el otoño de 1940 y en los primeros meses de 1941, cuando estaba refugiado en Finlandia. Tenía entonces entre cuarenta y dos y cuarenta y tres años. Pocos meses antes, también en Finlandia, había escrito El señor Puntila y su siervo Matti. Terminó de escribirlos durante los años siguientes, ya en Norteamérica.

Todos los dibujos son de B. B. pero los que llevan un asterisco no se encuentran en el manuscrito de los Diálogos, sino en una tabla de signos que había ido preparando. Los editores de las Obras Completas en alemán los han introducido aquí.

Estos fragmentos son del período norteamericano, como se puede inferir de la fecha puesta al signo «doctrina» en el fragmento II. Yo creo que el fragmento III es posterior al II. El III articula en forma de poema ideas que el II da en forma de diálogo encadenado, todavía con el tono del Puntila. Precisamente después de escribir esa obra B. B. había leído Jacques le Fataliste de Diderot, y seguía gustando de trabajar la prosa en forma dialogada.

Dicho sea de paso, el fragmento III anticipa la poesía visual que hoy -1974- está bastante de moda».

*

 

9. Nikolai Ivanovich Bujarin (1888-1938)

 

A. El desconocido

Bujárin, que en vida de Lenin fue varias veces descrito por éste como el bolchevique más popular y más querido es, en cambio, desde su asesinato de estado en 1938, el más desconocido de los tres. Stalin dispuso durante décadas del aparato de propaganda del estado soviético; Trotski pudo constituir en el exilio su propio dispositivo de propaganda antes de ser asesinado a su vez en 1940, por el mismo poder al que sucumbiera su contrincante Bujárin. Sólo éste se tomó a la letra los principios de conducta estatuarios en el Partido Comunista (bolchevique) de la URSS -o sea, no organizó un aparato fraccional propio-, y por eso mismo su memoria ha estado a punto de quedar reducida a triste receptáculo de la masa de insultos y calumnias más imponente que jamás haya soportado ningún político salvo Trotski, desde Catilina. El principal valor del estudio de Löwy (…) es abrir camino al conocimiento de la vida y la obra de un personaje casi de palimpsesto (tantas veces se ha recubierto su nombre en los registros historiográficos como se borraba la imagen de Trotski de las fotografías tomadas en Petrogrado en octubre-noviembre de 1917).

En la corriente historia del movimiento comunista Bujárin es prototípicamente el Malo, la Tiniebla maniquea de la tradición dominante en la III Internacional, el tabú respetado por todas las tendencias y todos los partidos grandes y pequeños, por todos los grupos y grupúsculos, por todas las microsectas. Las mayores debilidades del libro de Löwy [El comunismo de Bujárin] se pueden disculpar por esa circunstancia: ha tenido que ser no un historiador marxista, sino un economista y sociólogo no académico, sin más que su afición casi autobiográfica al desarrollo del marxismo en la URSS, el que ha empezado a sacar a la luz el enterrado recuerdo del Tenebroso.

(…) Pero mucho más que los errores abundan en este libro inaugural sobre el «bujarinismo» -si es que ha existido una cosa así- las tesis audaces, muy discutibles, acaso parcialmente cerradas, pero de estudio estimulador y útil para la ruptura de prejuicios poco conscientes y de tabúes por completo implícitos que dominan la comprensión histórica de la III Internacional.

La más interesante y quizás la más fundada de esas tesis probablemente necesitadas de revisión histórica es la interpretación por Löwy de la actitud de Bujárin respecto de la NEP, respecto de la Nueva Política Económica con la que Lenin, por un acto de autoridad bastante personal, intentó en 1921 sacar al país del hambre mediante la restauración de un mercado capitalista parcial controlado por el estado soviético.

(…) La interpretación de Löwy dice que «el principal descubrimiento de Bujárin -y el más discutido- se expresa en la experiencia de que el socialismo pleno se desarrolle a partir de la NEP, de sus propias leyes económicas» (pág. 179). El autor documenta esa interpretación no sólo con frases sueltas de Bujárin en realidad ambiguas (por ejemplo. «Nuestro «capitalismo de estado» agonizará con toda paz»), sino también con desarrollos de su biografiado que resultan mucho más fundamentadores, porque parecen insertar la tendencia a ver la construcción del socialismo en continuidad con la NEP dentro de una concepción general de la preservación y el desarrollo del elemento socialista durante el período de transición Así, por ejemplo, Löwy aduce textos de Bujárin en los que la destrucción sólo paulatina de la NEP se entiende como defensa imprescindible contra la burocratización de la vida soviética…

No hay duda de que Löwy está en lo cierto por lo que hace a la oposición de otros bolcheviques a Bujárin en cuanto a la interpretación del desarrollo económico del socialismo en la URSS (…). Pero, en cambio, es menos seguro que la interpretación de Bujárin por Löwy en este punto sea exacta. Pues en la pieza clave de la argumentación de Löwy -el discurso necrológico de Bujárin sobre Lenin en 1924- Bujárin había llamado «fundamento firme» del desarrollo socialista soviético no a la NEP, como entiende Löwy, sino al poder estatal y económico obrero (…) Ese texto clave hace evidente que el fundamento firme y las nuevas décimas partes de la construcción del socialismo eran para Bujárin el poder estatal obrero: exactamente igual que para el Lenin aún inexperto de 1917/1919 -el que igualaba el comunismo con «soviets-electrificación»- y que para los socialdemócratas (los de verdad, no los que hoy se llaman así); los stalinistas y los trotskistas, en suma, para todas las tradiciones marxistas anteriores a la crisis de 1956-1968, con las únicas excepciones del mismo Karl Marx (de modo particularmente explícito en los Manuscritos de 1844 y en los Grundrisse, no en el vol. I del Capital) y del comunismo chino (éste en cuanto productor del principio de la revolución cultural en su versión más histórico-social, menos oportunista)

(…) ¿Hasta qué punto es convincente la reconstrucción del «bujarinismo» por A.G.Löwy? Es difícil contestar a esa pregunta. Más fácil resulta arriesgar alguna apreciación de su valor histórico-científico: este valor no puede ser metodológicamente muy alto, porque quedan muchas lagunas en el conocimiento del tema. Por ejemplo, ¿qué ha dicho y hecho Bujárin en los casi diez años que van desde su derrota definitiva hasta su asesinato? Aunque todas las interpretaciones de Löwy fueran acertadas -cosa que parece improbable- esa pregunta bastaría para mostrar que se trataría de meros aciertos, de verdades por azar no aseguradas metodológicamente.

 

B. Críticas de Gramsci al manual de Bujárin.

La pugna contra el mecanicismo en el pensamiento socialista es una constante de la actividad intelectual de Gramsci: cuando la socialdemocracia deje de ser la principal fuente de deformación economicista de Marx, Gramsci, ya en la cárcel, no dejará de escribir contra el mecanicismo, en el seno mismo de la III Internacional, particularmente contra Bujárin [Teoría del materialismo histórico].

 

C. De las cosas más valiosas del marxismo de la época (1985)

Por esa vía mentalista o ideológica desemboca Gramsci en una tesis que sus antípodas dentro del marxismo, incluso los estalinistas, estaban a punto de superar cuando no lo habían hecho ya: la tesis de que la ciencia es sobrestructura. En el parágrafo del cuaderno 11 titulado «La materia», Gramsci escribe rotundamente que «la teoría atómica, como todas las hipótesis y opiniones científicas, son sobrestructura». Esta afirmación es obvia si por «sobrestructura» se entiende simplemente ámbito conceptual y no ideología; pero no es menos evidente que Gramsci no entiende así la noción de sobrestructura, sino como instancia ideológica. Por la fuerza de esa tesis valora Gramsci despectivamente cosas de las más valiosas del marxismo ruso de la época, como, por ejemplo, la contribución soviética, dirigida precisamente por Bujárin, al segundo Congreso Internacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología que se celebró en Londres del 29 de junio al 3 de julio de 1931, estando Gramsci en la cárcel de Turi. Su carta a Tatiana del 31 de agosto de aquel año («Hoy precisamente me ha llegado el libro inglés sobre La ciencia en la encrucijada«) prueba que Gramsci consiguió pronta información del congreso, lo que resulta muy notable si se tiene en cuenta que 28 días antes de ese acuse de recibo había sufrido su primer vómito de sangre. Pero Gramsci, limitada su visión por el idealismo culturalista de su ambiente intelectual, no ha podido apreciar la importancia de aquellas actas (Science at the Cross Roads Papers presented to the International Congress of the History of Science and Technology held in London from june 29th to july 3rd by the delegates of the USSR, Londres, 1931; reimpresión Frank Cass Edition, Londres, 1971) que iban a contribuir decisivamente al nacimiento de la filosofía marxista de la ciencia en la Gran Bretaña de entreguerras (Bernal, Farrington, Haldane, Needham, etc.). En el cuaderno 7º (1930-1931), escrito poco antes del 11º, Gramsci rechaza incluso la idea de la existencia del mundo externo independientemente del hombre, idea que considera «mitológica» o «religiosa», en un giro mental idealista presente durante toda su vida, desde el juvenil artículo en el que vio la revolución rusa como «La revolución contra El Capital» de Marx…

 

9. A.»Sobre el comunismo de Bujárin», S obre Marx y marxismo, op. cit,, pp. 263-275. 9. B.»La formación del marxismo en Gramsci», Ibidem, p. 69, n. 6. 9. C.. «El undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel», Pacifismo, ecología y política alternativa, op. cit, p. 200.

 

Nota SLA:

Al comentar la distinción entre ciencia de la ciencia y filosofía de la ciencia, Sacristán hacía en las clases de Metodología de las ciencias sociales del curso 1983-1984 una referencia a Bujárin en los términos siguientes: «La expresión «ciencia de la ciencia» tiene un poco de historia y precisamente está en conexión con lo que se acaba de decir antes porque nace en conexión con el primer encuentro importante de filósofos de la ciencia occidentales y marxistas en el congreso internacional de la historia de la ciencia de Londres en 1931. Eso era un poco antes de las grandes purgas rusas, y aquí aparecieron por última vez intelectuales importantes de la revolución rusa que luego sucumbieron a las purgas, muy señaladamente Bujárin, que era un personaje quizá de los más finos intelectualmente del equipo bolchevique. Luego fue asesinado en 1938″.

Por otra parte, prosigue Sacristán, Bujárin tiene importancia en la historia de las ideas económicas. Fue seguramente el viejo bolchevique que sería de más digna lectura en una facultad de Economía. «Lo que pasa es que es uno de esos personajes malditos en la historia, porque de las tres grandes figuras sucesoras de Lenin, las otras dos han tenido su partido, sus fieles, sus continuadores, que han defendido su fama. Trotsky y Stalin han tenido cada uno sus seguidores y autores que han escrito sobre ellos. En cambio, Bujárin sucumbió sin dejar seguidores ni escuela y, consiguientemente, es el más enterrado de todos aquellos personajes del año 1917, el más olvidado. Pero era también el más culto y a él correspondía la presidencia de la delegación soviética de este congreso de historia de la ciencia en Londres, en el 31, y, allí, él y otros soviéticos, pero principalmente él, pronunciaron un discurso que causó enorme impacto en Occidente…»

Igualmente, en un paso de su conferencia «Sobre Lukács» de 1985 sobre la línea política defendida por Bujárin en la revolución china, a propósito de la importancia revolucionaria de las sociedades del Tercer Mundo y la consideración de este fenómeno por parte de Lukács , se expresaba Sacristán en los términos siguientes: «(…) porque fíjate que la revolución china ha sido para la gente de la III Internacional el gran descubrimiento de las potencialidades revolucionarias del Tercer Mundo. Descubrimiento muy siniestro porque Stalin ahí impuso una línea política horrible. Por cierto que la de Bujárin era mucho mejor en aquellos momentos, en contra de todos los tópicos sobre Bujárin. Bujárin veía claramente una línea de revolución con campesinado y Stalin, por no sé qué razón, pero quizás por un dogmatismo tonto no creía en eso. Desde la revolución china Lukács y la gente de la III Internacional tienen muy clara conciencia de la capacidad revolucionaria del Tercer Mundo».

También en el curso de Metodología de 1983-1984, dando cuenta del surgimiento de la tendencia de la «ciencia de la ciencia» en la epistemología contemporánea, Sacristán se refirió al congreso de 1931 en los siguientes términos:

«(…) y allí, él [Bujárin], y otros soviéticos, pero principalmente él, pronunciaron un discurso que causó enorme impacto en Occidente (que los ingleses han reeditado recientemente, en el año 71, en un libro titulado La ciencia en la encrucijada, publicado por la Universidad de Oxford). La influencia del discurso de Bujárin y de algunos otros de los delegados soviéticos fue muy grande -ellos presentaron una visión externalista de la historia de la ciencia, sobre un trasfondo sociológico y económico- e inmediatamente produjeron una pequeña escuela inglesa, por así decirlo».

Mientras que estas consideraciones de sociología de la ciencia, prosiguió Sacristán, apenas tuvieron continuación en la misma URSS, tal vez por el gran cataclismo que significaron las purgas estalinistas de 1938 o por el estallido la Segunda Guerra mundial, en cambio, «en Inglaterra sí que dejaron semilla. Filósofos de la ciencia e historiadores de la ciencia ingleses, que suelen ser bastante leídos y que sí que están traducidos al castellano, son en realidad resultado de la influencia de Bujárin en el congreso de 1931, discípulos más o menos directos de él. Bernal, por ejemplo, o Farrington, que ha escrito sobre ciencia griega y también sobre un filósofo y científico de particular interés para economistas, Francis Bacon. Otro autor es Needham, que es el principal especialista occidental en ciencia e instituciones chinas. Needham es un personaje muy curioso. Es algo católico, un católico inglés -que son muy frecuentes, como es sabido- y además comunista desde muy joven, es decir, es un personaje muy original, con un tipo de originalidad que en los años 30 y 40 era completamente insólito. Vendría a ser casi el único intelectual europeo en esa condición tan peculiar y complicada…»