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Debates en Japón sobre la industria nuclear

Inalterados fanatismos nucleares envueltos en supuestas necesidades económico-científicas

Fuentes: Rebelion

Suvendrini Kakuchi recordaba en un artículo para IPS, «Cordón umbilical atómico»[1], algunos de los debates que han irrumpido en la sociedad nipona en estas últimas semanas. Eran de esperar. Recordemos que la tragedia de Fukushima golpeó a Japón, la tercera economía nuclearizada del mundo cuando, planeaba ampliar sus 54 reactores, para incrementar su energía y […]

Suvendrini Kakuchi recordaba en un artículo para IPS, «Cordón umbilical atómico»[1], algunos de los debates que han irrumpido en la sociedad nipona en estas últimas semanas. Eran de esperar. Recordemos que la tragedia de Fukushima golpeó a Japón, la tercera economía nuclearizada del mundo cuando, planeaba ampliar sus 54 reactores, para incrementar su energía y potencia nuclear, un 50%. De la tercera a la segunda potencia nuclear, muy cerca de Estados Unidos. Ese era el slogan, ese era objetivo.

Tres meses después del terremoto y el tsunami que han provocado uno de los más graves accidentes de la industrialización humana, y de la industria nuclear, algunos «expertos» nipones alertan sobre el grave colapso económico que acecharía si la energía atómica fuera eliminada de golpe en Japón. Sería ese, aseguran, el peor de los mundos posibles.

Takao Kashiwagi [TK], por ejemplo, ingeniero del Instituto de Tecnología de Tokio, sostiene que, desde luego, el horror del accidente nuclear en Fukushima no puede ser negado pero que sería absurdo abandonar la energía nuclear por ello. ¿Un suicida núcleo-atómico? No, en principio. No forzosamente. TK «fundamentó» su afirmación refiriéndose a la fuerte dependencia de la energía atómica que tiene el país asiático. Casi el 30% de sus necesidades energéticas están cubiertas por sus centrales nucleares. En opinión de TK, «en vez de dar la espalda a la realidad de nuestra dependencia de la energía nuclear es tiempo de desarrollar una tecnología que fortalezca los aspectos de seguridad en las plantas». La mejor opción para Japón es trabajar internacionalmente hacia esa meta sigue sosteniendo. Nada nuevo bajo el sol, lo mismo que hasta ahora pero con más controles. Vuelve a repetirse la misma canción con alguna nota complementaria ya oída en anteriores conciertos. El lema del eterno retorno: «el futuro de la energía atómica debe ser evaluado sabiamente si Japón quiere seguir siendo una potencia económica», aseguró el ingeniero nipón. ¿Les suena? Ni un quark de rectificación. El discreto, alocado y atrevido encanto de la apuesta nuclear. Kashiwagi es miembro de una institución gubernamental, el Nuevo Comité de Energía. ¿Qué tendrá de nuevo ese «nuevo» comité?

La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), ni que decir tiene, ha apoyado la opción en un informe divulgado el 1 de junio de 2011. Critica en él, ¿quién no lo haría?, las medidas de emergencia adoptadas en Fukushima tras el accidente a la vez que hace un llamamiento a adoptar regulaciones universales en las plantas nucleares. Veremos, el futuro sigue abierto, en qué queda ese llamamiento al cabo de cierto tiempo.

No es esa en todo caso la única opinión. Ni para Japón ni para ningún otro país del mundo. El activista antinuclear japonés Reiichi Suzuki ha afirmado que hay en Japón actualmente un creciente apoyo ciudadano a la idea de cerrar las centrales atómicas en el área de Fukushima. Señaló algunas de las razones, nos son conocidas: «Nuestra mira es mantener en el tapete la aterradora verdad de que la energía nuclear no tiene mérito. No sólo es insegura, sino que también constituye una carga financiera para los ciudadanos debido a los subsidios que deben pagar, y también permite que las compañías ricas controlen nuestros recursos naturales».

No exagera Suzuki, en absoluto. Las pérdidas calculadas y las enormes compensaciones financieras supondrán un duro golpe a la economía japonesa. Tepco deberá pagar, si cumple sus compromisos públicos, 762 millones de euros a los evacuados de Fukushima, unas 150 mil personas, 5.000 euros por persona aproximadamente. La cantidad, no es literatura banal propia, intenta cubrir «los daños psicológicos» desde el inicio de la crisis, 11 de marzo de 2011, hasta mediados de enero de 2012, cuando Tepco espera -¿vana esperanza?- poder llevar los reactores parada fría. ¿Cubrir monetariamente los daños psicológicos?

Economistas neoliberales, que para eso están, para crear alarmas y subordinaciones sociales, señalan que la escasez energética obligará a más compañías japonesas a dirigir sus inversiones a otros países, creando más desempleo y agotando los fondos públicos en su propio país. Como si fuera una ley inexorable, lo dicen, como si se tratara de la ley de la gravitación universal que rige nuestras vidas y nuestra materia. Nada pude hacerse, estamos en sus manos codiciosas. El siervo sirve y el amo empresarial ordena.

El gobierno nipón ha prometido incrementar las energías alternativas para que cubran 20% de las necesidades nacionales, así como se ha comprometido a adoptar una política nuclear transparente. Ha aceptado finalmente las inspecciones de la AIEA este mes de junio. Nada de eso se había formulado antes del accidente. ¿Aprendemos a golpe de desastre? ¿Podemos confiar en un gobierno de esa naturaleza que siempre se ha mantenido sumiso a los intereses gran-empresariales?

Las encuestas realizadas en mayo de 2011 mostraban una abrumadora mayoría de 70 por ciento en contra de la energía nuclear. Lo nunca visto en Japón hasta la fecha. Empero, un hecho a considerar ha sido la reelección el 8 de junio de Shingo Mimura como gobernador de la prefectura de Aomori, donde se ubica una central nuclear activa y hay cuatro centrales más en construcción. Mimura, respaldado por el conservador Partido Demócrata Liberal, el partido gobernante, el partido que promovió la expansión de la energía nuclear en Japón, derrotó a sus oponentes sin muchas dificultades. Los opositores querían congelar la construcción de plantas nucleares. El gobernador elegido, por el contrario, prometió mayores medidas de seguridad mientras realizaba una visita a los reactores.

La estrategia fue victoriosa. ¿Cómo es posible? ¿Pulsión de muerte creciente entre la ciudadanía japonesa? ¿Contradicciones en el seno del pueblo nipón? ¿Complejidades del alma oriental? ¿El tanto da y tanto vale todo? Los residentes más veteranos de Aomori citados por la prensa local dieron la clave. Hablaron de la gran presión que sintieron al votar. «Tengo miedo y no me gusta. Pero el sustento de todos depende de la planta nuclear». Quien dijo estas palabras al periódico Asahi fue Junji Takeyama, 80 años.

Se entienden bien, podemos comprender su disgusto, su desesperación y su voto favorable. Su hijo y su nieto trabajan en compañías de energía eléctrica. Casi la mitad de la población en la mayoría de los pueblos y ciudades de Aomori depende de la Compañía de Energía Eléctrica Tohok, como empleados o como proveedores de servicios. Viven desde generaciones con permiso; con su permiso.

La situación es conocida y no muy distinta de lo que ocurre en España. Los subsidios en las últimas décadas para pueblos con reactores y plantas procesadoras de combustible suman unos 2.800 millones de dólares, que han sido usados para construir nuevas carreteras, escuelas e infraestructura moderna. No es lo mismo estar cerca de una central y ser sumiso que estar lejos y oponerse.

Defensores de las plantas atómicas entonan la misma canción: este sistema ha permitido a Tokio proveer energía estable y ha impulsado el crecimiento económico en la post-guerra, facilitando el desarrollo de nueva tecnología y redes sofisticadas de transporte. Como nuestros fanáticos nucleares, repitiendo alegres y confiados la misma canción. La tecnofilia irresponsable de los promotores del desarrollismo a toda costa y del capitalismo alocado. El principio de precaución en la cuneta de la Historia, trágica por supuesto.

Los tiempos cambian sin embargo. Por debajo de todo lo anterior, mostrando su rostro abiertamente, una fuerte corriente ciudadana, en Japón y en todo el mundo, sigue sosteniendo que la industria nuclear no es limpia ni barata ni segura [2]. Ni tampoco pacífica; los japoneses lo saben muy bien. Además de todo ello, la eficacia energética, la austeridad de la prudencia, la superación de la pueril etapa del derroche irresponsable, las economías en transición, son realidades a tener muy en cuenta. Y no para mañana sino para hoy. Otro mundo energético es posible y necesario. Con urgencia. Es el programa, es uno de los nudos esenciales del programa de nuestra hora.

Notas:

[1] http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98495

[2] Según una encuesta realizada por Pisos en 24 países, España entre ellos, un 62% de la población encuestada se muestra en contra de la energía nuclear y sólo un 28% está a favor. El 26% de los opositores, sólo el 26%, han declarado que el accidente de Fukushima ha sido clave para decantar sus posiciones (Público, 24 de junio de 2011, p. 30).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.