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Información de guerra, operaciones psicológicas y el poder de los mitos

Fuentes: Online Journal

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Las bombas que estallaron en la Mezquita de la Cúpula Dorada en Samarra se constituyeron en la piedra angular de las operaciones psicológicas de Bush en Iraq. Por eso es esencial realizar una investigación independiente y descubrir quienes fueron realmente los auténticos responsables de su colocación.

Los explosivos se utilizaron en una operación similar a la de «Pearl Harbor», que ha desviado las responsabilidades por las 650.000 víctimas iraquíes y los más de tres millones de refugiados. Esas son las víctimas reales de la ocupación estadounidense, no la guerra civil.

La colocación de las bombas fue tramada por elementos que creen que pueden controlar a los pueblos manipulando las percepciones. En términos prácticos, eso significa que pueden llegar a creerse una serie de hechos que son manejados para apoyar su doctrina de extrema derecha. En este caso, la destrucción de la mezquita se ha utilizado para confundir a la gente sobre los orígenes reales de las crecientes tensiones y hostilidades sectarias.

Las luchas entre sunníes y chiíes son el previsible resultado de las bombas colocadas de forma indiscriminada y de una violencia que lleva la firma de las operaciones secretas perpetradas por organizaciones de inteligencia. La mayor parte de los desastres diarios en Iraq son el resultado de operaciones de contrainsurgencia (operaciones clandestinas) a escala masiva, no de la guerra civil.

El nuevo y cínico acercamiento del Pentágono a las operaciones psicológicas (psy-ops) parece derivar de las teorías del antiguo funcionario del Departamento de Estado Philip Zelikow (quien también sirvió en la Comisión del 11-S). Zelikow es un experto en la creación y mantenimiento de ‘mitos públicos’ o ‘presunciones públicas’. Su teoría analiza cómo «sucesos infernales» van moldeando las conciencias al adquirir «importancia trascendente» y, por tanto, mueven a la gente en la dirección que los políticos quieren.

«En el número de noviembre-diciembre de 1998 de Foreign Affairs, él [Zelikow] fue co-autor de un artículo titulado «Terrorismo Catastrófico», en el cual especulaba con que si las bombas de 1993 del World Trade Center hubieran conseguido su objetivo, ‘el caos y horror resultante habrían excedido nuestra capacidad de descripción’. Tal acto de terrorismo catastrófico sería un hito en la historia de EEUU. Podría implicar pérdida de vidas y propiedades sin precedentes en tiempo de paz y socavar el sentido de seguridad esencial es EEUU, como hizo la prueba de la bomba soviética en 1949. Los EEUU pudieron de esta forma responder con medidas draconianas que restringieron las libertades civiles y permitieron una vigilancia mayor de los ciudadanos, la detención de sospechosos y la utilización de fuerza excesiva. Y podría haber aún más violencia, de futuros ataques terroristas o contraataques estadounidenses. Los estadounidenses juzgarían a sus dirigentes por negligencia demasiado tarde, al no haber abordado con mayor urgencia la cuestión del terrorismo.» (Wikipedia)

El artículo de Zelikow presume que si uno crea su propio «suceso candente» (tal como el 11-S o las bombas de la Mezquita de la Cúpula Dorada), se puede llevar a la gente por donde se quiera. Su teoría depende enteramente de un «nexo entre el Estado y los medios de comunicación» que puede estar dependiendo del reparto uniforme de la propaganda. En el mundo actual no hay un sistema de propaganda que se considere más fiable que los medios occidentales.

Nuevos indicios de la colocación de las bombas

Los nuevos indicios aparecidos en el caso de las bombas de la Mezquita Dorada sugieren que las proclamas de la administración Bush son falsas. Un artículo de Marc Santora («One Year Later, Golden Mosque still in Ruins», New York Times) proporciona revelaciones de testigos sobre lo que ocurrió realmente hace un año (*):

Un vigilante del santuario describió lo que sucedió el día del ataque, insistiendo en su anonimato porque tenía mucho miedo de que pudieran matarle por haber hablado con un estadounidense. El resumen general de su relato fue confirmado por oficiales iraquíes y estadounidenses:

«El 21 de febrero de 2006, según el calendario occidental, la noche anterior a las explosiones», dijo, «justo antes del toque de queda de las 20,00 h., un grupo de hombres vestidos con uniformes de comando, iguales a los cuerpos pertenecientes al Ministerio del Interior, entraron en el santuario.»

El vigilante dijo que había sido golpeado, atado y encerrado en una habitación.

«Durante toda la noche», dijo, «pude oír el sonido de las taladradoras mientras los atacantes colocaban los explosivos, al parecer de forma que pudieran causar el máximo daño en la cúpula.» (New York Times)

Está claro que si los hombres iban vestidos con «uniformes de comando de los cuerpos pertenecientes al Ministerio del Interior», entonces el sitio lógico para empezar una investigación debería haber sido el Ministerio del Interior. Pero nunca hubo tal investigación y nunca se le ha pedido al vigilante que testifique sobre lo que presenció la noche de las bombas. Sin embargo, si está diciendo la verdad, no podemos excluir la posibilidad de que contratistas paramilitares (mercenarios) o agentes de operaciones especiales (inteligencia) trabajando al margen del Ministerio del Interior pudieran haber destruido la mezquita para crear la apariencia de una guerra civil incipiente.

¿No está Bush tratando de desviar la atención de la ocupación e intentando mostrar que el conflicto real es entre chiíes y sunníes?

Es improbable que la mezquita fuera destruida por «insurgentes sunníes o al Qaida» como Bush proclama. Samarra es predominantemente una ciudad sunní y los sunníes tienen casi tanto respeto por la mezquita, como icono cultural y santuario sagrado, que los chiíes.

El Times añade también: «Lo que está claro es que el ataque fue cuidadosamente planeado y calculado».

Así fue. Podemos ver por la extensión del daño que el trabajo fue realizado por expertos en demolición y no por simples «insurgentes o terroristas» llegados con explosivos. Con sencillas pruebas forenses y analizando las muestras de escombros y de la tierra podía haberse determinado fácilmente la composición de los explosivos, lo que habría conducido hasta los auténticos autores.

El Times proporciona incluso un motivo para el ataque: «Ese incidente fue utilizado por gentuza para dividir Iraq sobre una detestable base sectaria».

¡Bingo! La administración ha utilizado el suceso sin cesar para resaltar las divisiones, incitar al enfrentamiento y prolongar la ocupación.

Finalmente, el Times señala las coincidencias entre el 11-S y las bombas de la Mezquita Dorada: «Puedo describir que lo que se hizo es exactamente una acción similar a lo que ocurrió con el World Trade Center«. (New York Times)

De hecho, las bombas de la Mezquita Dorada fueron una recreación del 11-S. En ambos casos se anuló intencionadamente una investigación independiente e inmediatamente se puso en marcha una narrativa cuidadosamente preparada. La versión del gobierno de los hechos ha sido fundamental para apoyar las políticas extremistas de la administración Bush.

Al igual que el 11-S se utilizó para justificar los cada vez mayores e incontrolados poderes del presidente «unitario», el vaciamiento de las libertades civiles y un estado permanente de guerra; de la misma forma, las bombas de la Mezquita Dorada se han utilizado para crear una narrativa ficticia de una animosidad sectaria profundamente arraigada que no tiene precedentes históricos. Ambos acontecimientos han de ser desenmascarados por investigaciones minuciosas e independientes.

La administración Bush ha abandonado congruentemente las limitaciones de la política «basada en la realidad». Gobierna mediante la demagogia barata, la fuerza y el engaño. Esto no es diferente.

El 11-S y la Mezquita de la Cúpula Dorada son los hitos fundamentales del programa de «Información Estratégica» del Pentágono. Es una guerra que se dirige hacia el pueblo estadounidense y confía mucho en el poder del mito.

Guerra avisada, no mata soldado.

N. de T.:

(*) Sobre otros testimonios del suceso, véase en Rebelión:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=27323

Mike Whitney vive en el estado de Washington. Puede contactarse con él en:

[email protected]

Texto original en inglés:

http://onlinejournal.com/artman/publish/article_1754.shtml

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión