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Reseña del libro de Erich Fried: Amor, duelo, contradicciones. Antología. Selección y traducción por Jorge Riechmann

Intervención en la vida

Fuentes: El Viejo Topo

Erich Fried: Amor, duelo, contradicciones. AntologíaEditorial Losada. Madrid, 2005. 154 páginasSelección y traducción del alemán por Jorge Riechmann. El último poema de Amor, duelo, contradicciones -«En lugar de un postfacio» (p. 154)-, dice así: «También lo que escribí/ contra la vida/ está escrito a favor de la vida /También lo que escribí/ a favor de […]


Erich Fried: Amor, duelo, contradicciones. Antología
Editorial Losada. Madrid, 2005. 154 páginas
Selección y traducción del alemán por Jorge Riechmann.


El último poema de Amor, duelo, contradicciones -«En lugar de un postfacio» (p. 154)-, dice así: «También lo que escribí/ contra la vida/ está escrito a favor de la vida /También lo que escribí/ a favor de la muerte/ está escrito contra la muerte». Si alguien leyó, y no olvidó, Toques a rebato, Cien poemas apátridas o Exercicis preparatoris per a un miracle, acaso lo mejor que puede hacer es empezar a leer esta antología poética que nos ha regalado Jorge Riechmann por este poema o por «En el tiempo de los por nacer (25 años después de la muerte de Brecht)». Se dará cuenta entonces, inmediatamente, que Fried no perdió nunca ni un punto -ni un átomo siquiera- de su admirable perspectiva irónico-poética, y que incluso ganó más de una arista. Si por edad o por inadvertencia no se conocen, en estos patrióticos tiempos, sus poemas apátridas, tal vez se debiera empezar la lectura por esta dialéctica declaración de intenciones: «Quien/ de un poema/ espera su salvación/ haría mejor/ en aprender/a leer poemas./ Quien/ de un poema/ no espera salvación ninguna/ haría mejor/ en aprender/a leer poemas».

Erich Fried nació en Viena el 6 de mayo de 1921, ciudad en la que vivió hasta los 17 años. En 1938, la Gestapo asesinó a su padre en un interrogatorio. Él y su madre tuvieron que exiliarse a Inglaterra. Poco después le llegaron noticias de la muerte de su abuela y de más familiares en Auschwitz y en otros campos de exterminio nazis. A los 23 años publicó su primer libro de poemas, Deutschland [Alemania], seguido de Österreich [Austria]. Tradujo al alemán a Dylan Thomas, T. S. Eliot y a Shakespeare. Murió el 22 de noviembre de 1988, en Baden-Baden. En 1963, se había integrado en el colectivo poético Gruppe 47.

Riechmann apunta en su nota introductoria que la conmoción que significó para Fried la guerra de Vietnam, le impulsó a ahondar su muy personal compromiso con la lucha por el socialismo y la libertad, y que, desde entonces, el desarrollo de su poesía acompañó el devenir de las izquierdas no autoritarias en los países de lengua alemana (y en lugares no tan próximos). Su poesía se nutre, obviamente, de experiencia personal, de marxismo (tendencia «je ne suis pas un marxiste»), de teoría crítica frankfurtiana (sin olvidar aquel inolvidable «Dialéctica negativa, uno de los mejores poemas de Cien poemas apátridas), de psicoanálisis y de ecología. Pero su poesía política, que sirve y sirvió, no es didáctica si se entiende por tal la transmisión acrítica y repetida de consignas, de contenidos intelectuales o modos de comportamiento para uso y disfrute sin error. No, es una poesía de investigación que «explora e invita a explorar, anima al lector o lectora a reconstruirse y lograr su autonomía como sujeto. Transmite cierta aptitud o compostura poética: lo más alejado de cualquier «pose». Es poesía para no perder la compostura. Un acto de esperanza, decencia y dignidad humana» (p. 12).

Y este acto poético de decencia y dignidad humanas enseña de nuevo la importancia del lenguaje y de la sensibilidad poéticas para la formación e intervención del militante de izquierdas no adormecidas. Aprende uno más meditando sobre cualquiera de los poemas de Fried contenidos en esta antología que leyendo o releyendo entre bostezos ensayos o artículos reiterativos sin matices ni prudencia de lo ya sabido, aprendido y conocido. Tal vez, por ello, pueda proponerse una propuesta político-poética que puede ser aparcada pero que difícilmente puede ser vista como un simple extravío: iníciase cualquier reunión política del futuro, para hombres y mujeres de ese futuro, con la elección, lectura y comentario de un poema de Fried. Luego, prosígase con la discusión y la aceptación o rechazo de propuestas. Más de un malentendido, más de un sable desenfundado, más de una incomprensión o resentimiento quedaría disuelto -o como mínimo desplazado- con esa terapia poética minimalista.

Los poemas aquí contenidos presentan además un hilo de continuidad: la antología confeccionada por Riechmann empieza donde acababa Cien poemas apátridas. El autor de La estación vacía ha incorporado exclusivamente poemas del último decenio de la vida de Fried: de 19791 a 1988. El título de la antología, puesto por Riechmann, es el subtítulo de un libro de Fried de 1988: Unverwundenes -Liebe, Trauer, Widersprüche.

Por lo demás, el lector no encontrará en esta antología sólo poemas estrictamente políticos, sino también amables poemas amorosas, con arista política eso sí, y con no menor posición vital e incluso epistémica. Por ejemplo, este «Discursos» con el que Riechmann abre el volumen: «Hablar a los hombres / de paz / y mientras estar pensando en ti. / Hablar de futuro/ y mientras estar pensando en ti/ Hablar del derecho a la vida /y mientras estar pensando en ti/ Del miedo por nuestros semejantes/ y mientras pensar en ti: / ¿es hipocresía / o es por fin la verdad?».

Si pueden leer a Fried en alemán, no dejen de hacerlo; si no es el caso -como, ay, es mi caso- tampoco se preocupen en exceso: Jorge Riechmann, nuestro poeta y traductor, nos ha regalado, una vez más, una traducción excelente de la obra de otro poeta y traductor. Y no es tan sólo esta coincidencia, digamos, profesional: hay mucha consideración lírica compartida. Por ejemplo, una hermosa vindicación y uso de la mejor dialéctica para ver y entender las contradicciones o contraposiciones de la vida personal y pública, sabedores ambos de que: «Noche tras noche/ me ayudan sus poemas/ porque ellos buscaron ánimos y consuelo/ como yo».