Recomiendo:
0

Irak, al borde de la guerra civil tras destrucción de templo chiíta

Fuentes: The Independent/La Jornada

Irak se acercó más a la desintegración y a la guerra civil el miércoles, luego de un devastador ataque contra uno de los lugares más venerados del país. La destrucción del templo chiíta del domo dorado, en Samarra, desató una serie de sangrientas represalias sectarias durante las cuales hasta 60 mezquitas sunitas fueron atacadas, causando […]

Irak se acercó más a la desintegración y a la guerra civil el miércoles, luego de un devastador ataque contra uno de los lugares más venerados del país. La destrucción del templo chiíta del domo dorado, en Samarra, desató una serie de sangrientas represalias sectarias durante las cuales hasta 60 mezquitas sunitas fueron atacadas, causando además numerosos muertos y heridos.

El ataque con bomba contra la mezquita enardeció a la población mayoritariamente chiíta, que guarda para dicho templo la misma veneración que los católicos guardan para la basílica de San Pedro, en Roma.

En muchos sentidos, la guerra civil en Irak comenzó hace tiempo. La mayoría de los miles de cuerpos que llegan mensualmente a la morgue de Bagdad son de personas asesinadas por motivos sectarios. Ya no es seguro para ninguna de las tres principales comunidades iraquíes -sunitas, chiítas y kurdos- el visitar regiones del país donde no son parte de la mayoría.

«Irak se encuentra en un periodo similar al de la república de Weimar, de la Alemania de los años 20. Esto resultará, o bien en la desintegración del país, o en la llegada al poder de un gobierno autoritario», dijo Ghassan Atiyyah, un comentarista político iraquí.

Acciones devastadoras

El ataque contra la Mezquita Dorada de Samarra, al norte de Bagdad, ocurrió a las 6:55 de la mañana local. Hombres que vestían uniformes policiales ataron a los guardias del recinto y colocaron explosivos. Fue el tercer ataque más devastador contra los chiítas en los últimos tres días. Un coche bomba mató a 22 personas en un distrito chiíta de Bagdad el martes, y el día anterior un atacante suicida se hizo estallar dentro de un autobús en el bastión chiíta de Khadamiya, al oeste de Bagdad, y mató a 12 personas.

«Debemos ponernos de pie y darnos la mano para evitar el peligro de una guerra civil», advirtió el presidente iraquí, Jalal Talabani. «Estamos enfrentando la más grande conspiración contra la unidad de Irak», agregó, y llamó a la formación de un gobierno de unidad nacional que «traiga estabilidad».

Había pocos rastros de estabilidad el miércoles. Cerca de 50 mezquitas sunitas fueron incendiadas, hechas estallar o tomadas tan sólo en Bagdad. Al menos tres clérigos sunitas figuraban entre los 11 muertos que se registraron en todo el país.

Milicianos armados del Ejército del Mehdi, que apoyan al clérigo nacionalista radical, Muqtada Sadr, tomaron posiciones en las calles de Bagdad y en ciudades chiítas del sur del país. El mismo Sadr regresó apresuradamente a Irak tras cancelar una reunión con el presidente de Líbano. Uno de sus colaboradores declaró: «Si el gobierno iraquí no cumple con su tarea de defender al pueblo, nosotros estamos listos para hacerlo».

El político sunita, Tariq Hashimi, urgió a clérigos y políticos a calmar la situación antes de que ésta «se precipite fuera de control».

A medida que se extendían las noticias sobre enfrentamientos sectarios y manifestaciones, los habitantes de Bagdad se apresuraron a llegar a su casa antes de que cayera la noche y se abastecieron de víveres. En Najaf, otra ciudad santa chiíta, manifestantes corearon: «¡Levántense chiítas¡ ¡Tomen venganza!»

La destrucción de la Mezquita Dorada implicará un inmenso golpe sicológico para los chiítas iraquíes que han soportado mucho durante siglos. El santuario contiene las tumbas de los imanes Décimo y Onceavo, que son Ali Al Hadi, muerto en el año 868, y su hijo, Hassan Ali Al Askari, muerto en el año 874. El hijo de éste, el Doceavo imán, Mohammed Al Mahdi, desapareció y se le conoce como «el imán oculto». Los chiítas creen que aún vive y que será él quien hará justicia en la humanidad.

El templo es muy difícil de defender. La mayoría de la población de Samarra es sunita y en 2004 la ciudad fue tomada por extremistas islámicos antes de ser recapturada por los estadunidenses. A pesar de que yo fui revisado la última vez que visité la mezquita, tiene enormes rejas en sus murallas, y hay un patio interior al que es fácil que irrumpan hombres armados. Los guardias del santuario, si bien capaces de detectar a un único atacante con bomba, evidentemente no fueron capaces de detener a un grupo de hombres armados y llenos de determinación que iban vestidos de policías.

En uno de los más graves actos de represalia, manifestantes chiítas en Basora prendieron fuego a un famoso templo sunita en las afueras de la ciudad. El recinto contiene la tumba de Talha Bin Obeid Allah, un compañero del profeta Mahoma. Aún se desconoce la magnitud de los daños.

Siglos de divisionismo

En Irak siempre han imperado las divisiones sectarias. El régimen de Saddam Hussein era primordialmente árabe sunita, a pesar de que sólo 20 por ciento de la población pertenece a esa comunidad, y los chiítas estaban políticamente marginados.

Las fricciones entre chiítas y sunitas se han incrementado desde la invasión estadunidense, pues los sunitas se resistieron a la ocupación mientras los chiítas exigieron unas elecciones en las que era seguro que ganarían, pues integran a la mayoría de la población. Si los chiítas se mantienen en el poder, será la primera vez que tienen su propio Estado en el mundo árabe desde el siglo XII.

Las elecciones parlamentarias del 15 de diciembre confirmaron el dominio político de los chiítas pues su coalición obtuvo 128 de los 275 escaños. El voto estuvo marcado casi totalmente por líneas sectarias o étnicas; los candidatos laicos, que trataron de obtener la simpatía de más de una comunidad sufrieron derrotas contundentes.

El influyente líder clerical, el gran ayatola Ali Sistani, llamó a una semana de duelo, prohibió los ataques contra mezquitas sunitas y pidió a la gente que se manifieste de forma pacífica.

Sistani evita aparecer en televisión, pero esta vez las pantallas lo mostraron en su casa de Najaf con otros tres grandes ayatolas, discutiendo la destrucción de la mezquita de Samarra. Aunque se trató de una imagen sin audio, un comunicado de la oficina de Sistani dijo: «Llamamos a todos los creyentes a expresar su protesta por medios pacíficos. La magnitud de su dolor y estupor no deben llevarlos a cometer acciones que sirvan a los enemigos; aquellos que se han esforzado por llevar a Irak al conflicto sectario».

En el pasado, los llamados de Sistani a la calma han sido acatados a pesar de una serie de atrocidades cometidas por atacantes suicidas contra los chiítas, que comenzaron en agosto de 2003, y que han dejado varios miles de muertos.

La resistencia antiestadunidense se ha aglutinado cada vez más en torno a los salafi, puristas sunitas islámicos que exigen se regrese a las formas que supuestamente existían en el Islam primitivo. Ellos consideran que los chiítas son herejes que merecen la muerte al igual que los cristianos iraquíes y los soldados estadunidenses. Los salafi han perpetrado repetidos atentados contra las iglesias cristianas iraquíes durante los últimos dos años y medio. En uno de estos casos, en Mosul, dos antiguas iglesias iraquíes fueron hechas estallar después de acusaciones de que soldados estadunidenses dañaron dos mezquitas.

Ya hay signos de que la paciencia de los chiítas se está acabando. Ya se habla de escuadrones de la muerte cuyo blanco son los sunitas que operan en Bagdad. Los sunitas se sienten particularmente aterrados por las brigadas policiales y las unidades paramilitares controladas por el Ministerio del Interior. Las personas que son arrestadas por estos comandos con frecuencia son recibidas en las morgues pocos días después con señales de tortura severa y con las manos aún esposadas a la espalda.

El embajador estadunidense, Zilmay Khalazid, ha tratado de disminuir el control que tiene el principal partido chiíta (el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak) del Ministerio del Interior, que cuenta con más hombres armados a su disposición que el Ministerio de Defensa.

Las prolongadas negociaciones para formar un nuevo gobierno subrayan las dificultades de chiítas, kurdos y sunitas de lograr un acuerdo que mantenga unido a Irak. Los kurdos siempre han exigido cierto grado de autonomía bajo un sistema federal que les daría una quasi independencia. Según la constitución respaldada por un referendo de los kurdos y chiítas que se celebró en octubre pasado, las nueve provincias chiítas del sur se convertirían en un cantón con amplia independencia de Bagdad. Un ministro iraquí lamentó que «el gobierno de Irak puede acabar siendo una colección de edificios en la zona verde de Bagdad».

Pese a que Estados Unidos y los kurdos están exigiendo un gobierno de unidad nacional, los líderes chiítas sospechan que esto es una maniobra estadunidense para mantenerlos fuera del poder. Desde hace mucho, Estados Unidos ha temido que el resultado de su invasión y del derrocamiento de Saddam Hussein sea una república islámica dominada por los chiítas muy similar a Irán. También preocupa a los estadunidenses que Moqtada Sadr, vigorosamente opuesto a la ocupación y en favor del repliegue estadunidense, llegue a una posición realmente poderosa dentro de la coalición chiíta.

Ya hay signos de un creciente sentimiento anti Estados Unidos entre los chiítas, a medida que ven cómo los estadunidenses asumen alianzas cada vez más estrechas con los sunitas.

Cuando se supo del ataque contra la Mezquita Dorada del miércoles, miles de jóvenes marcharon gritando consignas contra Estados Unidos por Ciudad Sadr, el gran barrio marginal de Bagdad con una población de dos millones. Unas 3 mil personas marcharon por la ciudad chiíta de Kut coreando contra Estados Unidos e Israel y quemaron banderas de ambos países.

La magnitud de las represalias también podría depender del gobierno iraní, que ya expresó su indignación por lo ocurrido. Muchos peregrinos van a Samarra desde Irán, a pesar del peligro que corren de ser secuestrados o asesinados en el camino.

Irán fue el principal beneficiado del derrocamiento de Saddam Hussein y tiene enorme influencia dentro de Irak, particularmente entre sus correligionarios chiítas. El líder supremo iraní, el ayatola Ali Jamanei, ha urgido a los chiítas a no vengarse de los sunitas musulmanes diciendo que existe un plan «para obligar a los chiítas a atacar las mezquitas y otras propiedades respetadas por los sunitas. Cualquier medida en esa dirección estará ayudando a los enemigos del Islam y está prohibida por la Sharia«, fue la declaración oficial.

Sin embargo, al ayatola Jamanei ha culpado a los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel de estar detrás de las bombas en Samarra.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca