Todo indica que Estados Unidos está perdiendo su guerra de ocupación en Irak, pese a los esfuerzos de George W. Bush para hacer frente a los mortíferos ataques de la resistencia iraquí y defenderse en el plano interno de la embestida demócrata con tintes electoreros encaminada a ganar la Casa Blanca para el candidato o […]
Todo indica que Estados Unidos está perdiendo su guerra de ocupación en Irak, pese a los esfuerzos de George W. Bush para hacer frente a los mortíferos ataques de la resistencia iraquí y defenderse en el plano interno de la embestida demócrata con tintes electoreros encaminada a ganar la Casa Blanca para el candidato o la candidata de su partido. Aquellos ingenuos que creyeron que la reciente victoria del Partido Demócrata en el Poder Legislativo estadunidense significaría un cambio sustancial en el curso de la guerra de Irak, han observado desilusionados que senadores y diputados de ese partido son incapaces de elaborar un resolutivo vinculante que realmente someta a Bush a los designios del Congreso. Los mexicanos saben bien que fueron presidentes demócratas los que condujeron las agresiones bélicas mayores de Estados Unidos en contra de México durante los siglos XIX y XX. Finalmente demócratas y republicanos constituyen las dos caras de un esfuerzo mancomunado por hacer prevalecer en el mundo los intereses imperialistas.
Con más de 3 mil muertos, miles de heridos y afectados física y sicológicamente de por vida, deserciones, objetores de conciencia y encuestas de opinión que sitúan a Bush como uno de los presidentes con menor apoyo popular, ese país enfrenta la insurgencia iraquí mediante perversos mecanismos que están provocando un nuevo holocausto encubierto por los medios de comunicación al servicio del imperio como violencia sectaria, terrorismo irracional, orgía de sangre y toda clase de eufemismos encaminados a confundir y tergiversar la trágica realidad de un pueblo que resiste heroicamente la ocupación militar británica-estadunidense.
La brújula del análisis sobre la situación en Irak señala el factor esencial que determina ese complejo proceso, esto es: la guerra de conquista territorial y en consecuencia colonial que emprendió Estados Unidos en contra de un Estado independiente con la finalidad de apoderarse de sus recursos petroleros, sus reservas y estructuras de comercialización y contar con una base propia de control geopolítico en el Medio Oriente.
La ocupación provoca el surgimiento de otro conflicto bélico: la guerra de resistencia patriótia nacional del pueblo iraquí , que en su heterogeneidad busca la mayor unidad táctica contra los invasores, aunque la composición de sus fuerzas indica muy disímiles perspectivas sobre el futuro de Irak, una vez que se expulse a los invasores y sea derrotado el gobierno pelele impuesto por las potencias ocupantes.
Guerra colonial e imperialista de ocupación versus guerra de resistencia patriótica nacional constituyen la confrontación asimétrica clave para entender lo que ocurre en Irak. Lo es también para analizar la congruencia del movimiento contra la guerra de Irak en Estados Unidos, Europa y otras latitudes. Es necesario reconocer explícitamente el carácter imperialista colonial de la guerra y el derecho a la resistencia armada del pueblo iraquí para no convertirse por omisión o comisión en cómplice del nuevo holocausto.
Estados Unidos en su lucha contra la resistencia nacional ha creado las condiciones para lo que equivocadamente se califica de «guerra civil» o «guerra sectaria» (sunitas contra chiítas, fundamentalmente), utilizando los atentados terroristas indiscriminados contra la población civil de uno u otro grupo por conducto de sus organismos de inteligencia, el Ministerio del Interior del gobierno pelele y el empleo de miles de mercenarios o sicarios contratados por los ocupantes como una forma de privatización de la guerra sucia, los escuadrones de la muerte «a la salvadoreña» y la contrainsurgencia más brutal, sin responsabilidad «institucional» de Estados Unidos e Inglaterra.
Objetivamente, la presencia mayoritariamente chiíta en el gobierno, las fuerzas de seguridad y el ejército colaboracionistas, así como la representación mayoritariamente sunita en la resistencia nacional han producido interpretaciones que refieren a la hipótesis de la «guerra civil» que, al coincidir con el terrorismo de Estado o de grupos externos, provocan una confusión que es proyectada y amplificada por los medios de comunicación en el ámbito mundial. Sin embargo, debe quedar claro que esta fractura es producto de la estrategia contrainsurgente estadunidense para evitar la convergencia nacional de los iraquíes todos, más allá de las diferencias confesionales.
El 80 por ciento de los ataques de la resistencia nacional se realizan contra las fuerzas ocupantes, su personal, sus instalaciones o bases militares, mismos que no reciben la atención de la prensa internacional que se concentra en los ataques terroristas contra la población civil, organizados básicamente por los ocupantes. Por ejemplo, el informe de la resistencia del domingo 18 de febrero de este año da cuenta de 13 soldados estadunidenses muertos y numerosos heridos en diversos puntos de la geografía iraquí: hundimiento de un bote artillado en el Eufrates (el segundo en menos de 24 horas), incursión con morteros de 120 milímetros a la base estadunidense en Al-Falluja; dos acciones mortales separadas de francotiradores; acometida con cohetes tierra-aire a la base Al-Warrar, a 110 kilómetros de Bagdad; rondas de morteros de 82 milímetros a los cuarteles conjuntos del ejército pelele y fuerzas estadunidenses en Anah, a unos 300 kilómetros al noroeste de la capital; emboscada a tropas ocupantes y destrucción de un tanque Abrams cerca de Abu Ghurayb, a unos 30 kilómetros al oeste de Bagdad; ataque de cohetes Katiuska a la base Anaconda, situada cerca de Yathrib, a 70 kilómetros de Bagdad. Este es el otro Irak.