Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos y Germán Leyens
Un infinitamente empequeñecido, no arrepentido y deshonrado Tony Blair apenas logró llegar al poder en la más frívola de las victorias. Pero al hacerlo se ha visto sometido una vez más al oprobio de su pueblo y ha sido desenmascarado ante el mundo, en palabras de un diputado laborista, como «uno de los más ignominiosos estafadores políticos de todos los tiempos». Estas son las palabras más duras que se pueden utilizar para describir a un miserable oportunista político que empujó a su nación a la más cruel de las guerras por unos motivos que eran criminalmente falsos
George W Bush, su co-conspirador, también había ganado unas elecciones, si merecen ser llamadas así, al precio de 4.000 millones de dólares. Una lamentablemente corrupta administración apaleada por la ascendiente corriente de liberación nacional en Irak se encuentra también embarrancada en un lodazal militar unido a otro de la mayor crisis fiscal y de pagos externos -los tristemente conocidos déficits gemelos- que jamás haya afectado a la nación. Este punto será analizado más adelante.
Todavía hay un tercer actor que fue «elegido» o, más bien, seleccionado por la ocupación colonial. La raison d´être de este régimen títere en Irak no es, como sostienen sus creadores, lograr la democracia sino, como sirviente de un dominio extranjero, ejecutar las órdenes de la ocupación que no da muestras de terminar. Su libertad de maniobra es inexistente ya que está confinado dentro de los confines de la Zona Verde situada en el epicentro de Bagdad, un purgatorio de afilado alambre de espino protegido de sacos de arena del que no pueden salir sus colaboracionistas, salvo si van protegidos por convoyes fuertemente armados que casi invariablemente caen bajo despiadados ataques de la resistencia. Su esperanza de vida es de corta duración ya que todos deben ser conscientes de que, en tanto que clase sirviente, dependen de un amo colonial blanco extranjero cuyo principal proyecto no ha variado nunca: la conquista de los recursos energéticos del país.
Un punto mordazmente destacado por el diputado laborista Michael Meacher, ex-ministro de medioambiente de Reino Unido. «La razón por la que atacaron Irak no tenía nada que ver con las armas de destrucción masiva; no tenía nada que ver con la democracia en Irak; no tenía nada que ver con las violaciones de los derechos humanos por parte de Sadam Husein. Tenía que ver principal, entera y completamente con el petróleo. Se trataba de asumir el control sobre Oriente Medio y sobre Irak, el segundo mayor productor [de petróleo del mundo]… La relación [entre ambos puntos] es de un 100%. Es absolutamente abrumador»[1].
No es accidental que la administración colonial le haya abierto el camino para el cargo de viceprimer ministro a un títere de Estados Unidos y mafioso convicto de primer orden como Ahmad Chalabi (ciudadano estadounidense). Como el Shah de Irán, la clase colaboracionista se da cuenta de que a la hora de la verdad su presencia en el corazón del imperialismo no es deseada. El olor de la muerte domina Bagdad. Hubo una época en que ganar «los corazones y las mentes» de las víctimas de la represión colonial era el objetivo declarado de los invasores. En el periodo subsiguiente a la declaración de victoria de Bush hace más de dos años los ocupantes coloniales han matado y herido a más de 165.000 [iraquíes] y a este número se le debe superponer el hambre generalizada, la desnutrición y pandemias nunca vistas como la tuberculosis y la malaria. Han acabado los días de la enfermiza moralización.
Los ocupantes y los soldados comunes, atrapados entre la desmoralización irreversible y la drogadicción, son conscientes de que el final del juego se acerca a toda velocidad. Tanto los militares como los civiles militaristas habitan en el mismo universo mental de desesperación. En 1988 la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, declaró: «Nosotros somos la nación indispensable». Precisamente la misma criatura vil que cuando fue preguntada por el medio millón de niños iraquíes cuyas vidas eran destruidas por la aplicación del régimen de sanciones respondió cruelmente: «Creo que es un precio que vale la pena pagar». Cuando se trata con especies subhumanas un veredicto de este tipo no pide ni contrición ni justificación.
La guerra continúa pero Bush y quienes escriben sus discursos no han perdido su capacidad de abarrotar sus mentes con mecanismos para decirse que los horrores no son horribles. El estribillo es reconfortante en su simplicidad: el enemigo está huyendo y la victoria está a la vuelta de la esquina. Pero los combatientes de la resistencia que luchan en el movimiento de liberación nacional con los que yo hablé perciben la realidad a través de prismas diferentes. Bush, por su parte, en su discurso apocalíptico de segunda toma de posesión conjuró la imagen de «encender una llama en la mente de los hombres» y de cómo «un día este indómito fuego de la libertad llegará a los más oscuros rincones del mundo». Yo no podría decir si esto puede exaltar a sus acólitos o producir escalofríos en el espinazo de los guardianes de «los puestos de avanzada de las tiranías». Sin embargo lo que no dijo, o no sabe, este hombre no instruido es que sus escritorzuelos han plagiado estas imágenes de las palabras de un nihilista incendiario de la novela de Dostoievsky, Los endemoniados.
La oligarquía de la casta dirigente vive en el mundo de su perversa imaginación. Como declara su maestra, la secretaria de Estado Condoleeza Rice, «Estados Unidos y el mundo libre están comprometidos una vez más en una batalla a largo plazo contra una ideología de odio y tiranía y terror y desesperanza. Estamos junto a los oprimidos en cada continente y no podremos descansar hasta que haya alcanzado su libertad cada persona que viva en una sociedad con miedo. Y debemos afrontar estos retos con la misma visión, el mismo valor y la misma fuerza que dominaron nuestro periodo de posguerra». No sirve de nada meter su nariz en la sangre de los millones de personas del tercer mundo que fueron víctimas del genocidio estadounidense desde 1945. Según los cánones de esta lógica execrable estos holocaustos fueron perpetrados bajo la cobertura de los derechos humanos.
Rice está ciega y como portavoz de su clase es incapaz de afrontar los antecedentes históricos. Con todo, las estupideces que dice son más que declaraciones políticas. Es un descarado programa de conquista global. Por cierto, ¿por qué no empezar con las necesidades de «reconstrucción» del colonizado Irak, donde el dinero de la reconstrucción ha acabado en los bolsillos de políticos corruptos y de corporaciones extranjeras? Cuando Los Angeles Times informó de que se habían averiado todas las plantas de agua supuestamente reconstruidas por Bechtel de hecho estaba señalando una verdad extensiva a todo el espectro de la denominada reconstrucción.
Los «puestos avanzados de la tiranía», y esto es sólo para empezar, son seis países [2]. Se han concretizado planes para crear una Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización dentro del Departamento de Estado y dirigida por la persona a quien Bush llama «uno de los libertadores de Ucrania», Carlos Pascual. La guerra de Irak no ha terminado todavía, pero hay planes de programar situaciones «post-conflicto» en 25 países para crear «sociedades democráticas y abiertas al mercado». La manida afirmación es pedestre. En pocas palabras, el imperialismo tiene sus orígenes en la hegemonía del neoliberalismo: privatización, desregulación, flujo libre de capitales. David Lloyd George fue quien en los años treinta bromeaba: «rasca a un Tory [conservador] y siempre encontrarás a un fascista». En estos momentos no es necesario rascar a un neo-conservador para captar la anatomía del fascismo estadounidense en su más cruda expresión. Wendell Wilkie, el estadista estadounidense, resumía esto muy bien la víspera de la Segunda Guerra Mundial cuando advertía que «si y cuando el fascismo llegue a Estados Unidos vendrá bajo el nombre de democracia». Para muchos esto es una verdad que se ha convertido en realidad.
Mientras tanto el abismo entre vana ilusión y realidad se hace cada día más grande. Los territorios ocupados han dejado de estar bajo control de los ocupantes. La vida diaria se ha convertido en una lotería mortal. «Podría decir sin lugar a dudas que Bagdad es territorio enemigo», afirmó el coronel Lanza, miembro de la primera división de caballería responsable de patrullar una amplia zona de Bagdad con una población de 1.300.000 habitantes. Es cierto no solo para Bagdad sino para todo ese enorme país, casi del tamaño de California.
La ciudad de Faluya permanecerá para siempre consagrada en el panteón de las luchas de liberación nacional. La que fue una hermosa y modélica ciudad, del tamaño de Ginebra (320.000 habitantes) ha sido reducida a escombros. Hospitales, lugares de culto, escuelas, enfermerías y centros sociales fueron arrasados. Docenas de personas se desangraron hasta morir porque el personal médico había sido obligado a abandonar la ciudad. Helicópteros Apache, cazabombarderos, napalm, tanques, artillería y munición de uranio empobrecido fueron lanzados contra personas indefensas. Estados Unidos fue el único país que en 1980 no ratificó la convención que prohibía el uso del napalm, un mortífero cocktail de polistireno y aceite de motor. Para enfrentarse a este ejército había una resistencia que sólo tenían armas pequeñas y morteros. Se enfrentaron con la elite militar de las fuerzas expedicionarias coloniales: los marines estadounidenses, el Black Watch [regimiento escocés], mercenarios ucranianos y polacos, y otros. Una ciudad defendida por un puñado de resistentes que finalmente no fueron derrotados ni capturados sino que desaparecieron por el Tigris.
La carnicería fue indiscriminada, impulsada bajo el nombre de Operación Furia Fantasma en noviembre de 2004. Su objetivo era eliminar a los resistentes, llamados entonces terroristas, desesperados, partidarios residuales de Sadam, etc., pero ahora más cortésmente, aunque inadecuadamente, rebautizados como insurgentes. No hubo periodistas excepto aquellos escritorzuelos que fueron descritos por los ocupantes como periodistas «empotrados». La propia descripción revela la degradación en la que se ha sumido la ocupación. Llamativamente ausentes estaban los periodistas árabes y, por supuesto, Al Jazeera, cuyas actividades fueron proscritas hace mucho tiempo.
Lo que captaron los ocupantes o, mejor, algunos de sus más preclaros elementos fue que la lucha de liberación surgía de las entrañas de los oprimidos. Esto fue sucintamente resumido por el capitán Peter McCulloch del Black Watch: «el enemigo está en todas partes y en ninguna. Veo niños, mujeres y ancianos; los hombres jóvenes han desaparecido. Pero sabemos que, como ha mostrado la lucha, nosotros somos el enemigo odiado. Las mujeres y los niños ya no tienen miedo. Una chica me dijo en un inglés muy básico: `Si fuera mayor y lo suficientemente fuerte te mataría´. No era un comentario ligero puesto que yo sabía que no habría pestañeado al ejecutar su juramento. ¿Cuántas veces se han mofado de nosotros los chicos y, sobre todo, las chicas? Su palabra favorita es «escoria», que da en el blanco». En resumen, los ocupantes han dejado de ser objeto de miedo. Los predadores se han convertido en objeto de predación. Esto marca un profundo cambio psicológico ya que es el barómetro de la declinante fortuna del imperio.
La resistencia después de Faluya se ha ido haciendo más fuerte cada vez, lo mismo que su número, que una fuente del Pentágono calcula ahora en unas 200.000 personas, incluyendo hombres, mujeres y niños de todas las edades e ideologías
La represión militar fue acompañada del más cruento de los regímenes de tortura, que no se había visto desde los días más negros de la ocupación estadounidense en Vietnam. Los arquitectos de estos crímenes, cuyos tentáculos se ramifican por los más altos escalafones militares y políticos de quines toman las decisiones, salieron impunes, tal como se esperaba, mientras los niveles más bajos, que cometieron carnicerías y torturaron -al menos, algunos de ellos- fueron los chivos expiatorios. Así es como lo cuenta el New York Times: «Los abusos en Abu Ghraib, que en el momento parecieron inconcebibles, resultaron ser sintomáticos de las torturas, abusos e injusticias institucionalizadas que están presentes en las operaciones de la administración Bush en su denominada guerra contra el terrorismo. Eufemismos como interpretación, interrogatorio coercitivo, ajuste de sueño y waterboarding [una técnica de tortura en la que cubren la boca y la nariz de la víctimas con un paño mojado y vacían agua encima para hacerlo creer que se está ahogando] se suelen entender ahora «. [3] Las cámaras de tortura erigidas durante y después de la batalla de Faluya y en Abu Ghraib fueron bancos de pruebas de nuevas técnicas, como lo fueron las del campo de concentración en Guantánamo.
No era difícil de suponer la reacción árabe a la carnicería de Faluya. Según informaba el Financial Times, un saudí de 30 años, educado en Estados Unidos, expresó la ira de millones de árabes y de otras personas: «Ahora para nosotros el sueño americano es una pesadilla. En nuestros televisores vemos lo que está ocurriendo a Irak. Los estadounidenses están matando a hombres, mujeres y niños. El mundo árabe no puede olvidar la atroz imagen de un fiel asesinado a sangre fría por un soldado estadounidense en una mezquita de Faluya. Si se predica y practica la violencia lo que se recibe a cambio es violencia».
El testimonio del oficial de rango superior James Massey ante la Comisión Canadiense del Estatuto de Refugiado describía como él y sus compañeros marines dispararon y mataron a más de 30 hombres, mujeres y niños desarmados, incluyendo un chico iraquí que salió de su coche con las manos en alto. «Disparábamos a un ritmo cíclico de 500 balas por vehículo». «Lo que estaban haciendo los marines era cometer asesinatos». El reiterativo flujo de estas confesiones de asesinos se ha banalizado ahora de forma dramática. Otro soldado de la 82 División Aerotransportada relató a la Comisión Canadiense: «Se nos dijo que consideráramos a los árabes como terroristas potenciales…y se nos animó a fomentar una actitud de odio que le mantiene a uno la sangre hirviendo». El recurrir a estas técnicas de «hacer hervir la sangre» forma parte de la urdimbre y la trama del exterminismo imperialista tan horriblemente desenmascarado en My Lai en 1968.
Crímenes que fueron generados por el mismo tipo de hombres. Al considerar una de las docenas de estos imperdonables crímenes un marine acosado por su conciencia escribió a su senador, Charles McManus (Republicano, de Maryland), que «había oído a mis hombres describir con placer y excitación el asesinato de una mujer joven con una ametralladora de calibre 50 y detallar cómo se rieron cuando la mujer retrocedió 10 metros al recibir el impacto. Para muchos estadounidenses los vietnamitas dejaron de ser personas hace mucho tiempo».
Miles de millones de dólares se están derrochando ahora en un último esfuerzo desesperado para emplear el dinero de la «reconstrucción» en reclutar iraquíes para que luchen contra los iraquíes. Una mirada somera a los informativos de televisión revela el completo fracaso de esta estrategia. De hecho no hay nada nuevo en este programa colonial de lo más arcaico. El general De Lattre de Tassigny, comandante de la Fuerza Expedicionaria Francesa, se regodeaba en 1948: «Utilizaremos a estos vietnamitas para matar vietnamitas». El 30 de abril de 1975, fecha que señalaba el final de los 30 años de genocidio colonial en Vietnam, la imbecilidad de las palabras de De Tassigny se exponía una vez más tal como siempre había sido. Se hacía añicos la creencia de que aumentar el número de asesinos iba a detener la fuerza de la resistencia. (Véase del autor: Dien Bien Phu: A Personal Memoir).
Las conmovedoras palabras del vencedor de Dien Bien Phu, el legendario Vo Nguyen Giap, al entonces secretario de defensa estadounidense Robert McNamara son de una importancia suprema para comprender el alcance de la debacle en Irak:
«McNamara y sus consejeros han aumentado el número de invasores hasta cerca del medio millón. ¿Qué consecuencias tiene esto? Han hecho amplio uso de desfoliantes químicos y de otros terribles instrumentos de destrucción masiva. Indudablemente van a incrementar el número de muertes y a imponer a nuestro pueblo terribles sufrimientos adicionales. Sin embargo, esto no va a disminuir el empeño de nuestros luchadores por la libertad. Lo va a aumentar. Al final nuestros luchadores por la libertad triunfarán»
Se supone que los paralelismos históricos nos ofrecen una comprensión más profunda del flujo de las fuerzas históricas. Sin embargo, en la historia no existen las copias y esto no es menos válido para Irak y Vietnam. Aunque hay muchas disimilitudes, es de una importancia capital el hecho de que ambos representan el esfuerzo de esclavizados pueblos coloniales por la libertad. El mensaje en Internet de uno de los dirigentes de la resistencia iraquí y veterano de Faluya capta lo conmovedor del momento con insuperable fuerza y patetismo::
«Más de dos millones de inocentes murieron esperando ver la luz al final del túnel. Es nuestro deber, así como nuestro derecho, rechazar a la ocupación cuyas naciones serán moralmente responsables. Nosotros no cruzamos los océanos para ocupar Gran Bretaña y Estados Unidos. Y nosotros no somos responsables del 11 de septiembre. Estas no son más que unas pocas de las horribles mentiras que blandieron estos criminales para encubrir sus verdaderos planes de pillaje de los recursos energéticos de nuestro país. Agradecemos a todos aquellos que tomaron las calles para protestar contra la guerra, incluidos los británicos, estadounidenses y de todas partes del mundo. No necesitamos armas o luchadores. Tenemos muchos. Os estamos pidiendo que forméis un frente mundial contra la guerra, contra las sanciones. El enemigo está acosado. No tiene dónde esconderse. Están siendo arrinconados como ratas. Cada momento de sus vidas tienen miedo de los luchadores de la resistencia. No pueden ver ni predecir. Ahora podemos elegir cuándo, a quién, dónde y cómo atacar. En gran parte igual que nuestros antecesores aprovecharon los primeros destellos de civilización, nosotros procederemos ahora a redefinir la palabra «conquista». En el momento presente estamos escribiendo un nuevo capítulo de la guerra de resistencia urbana y rural».
Estoy convencido de que este nobilísimo manifiesto es un documento imperecedero y persistirá como una de las más solemnes declaraciones de derechos humanos que se hayan formulado nunca. Es la más alta afirmación de la libertad humana. Su mensaje fundamental es que su fe está anclada en la convicción de que la liquidación del imperialismo es una precondición primordial para la realización de la libertad que trasciende Irak.
En las páginas siguientes vamos a examinar cómo la máquina imperialista estadounidense está siendo golpeada por sus propias graves contradicciones y políticas. Tanto el descomunal coste de su máquina de guerra como las cuentas externas de la nación se han desbocado. El presupuesto militar de 2006 de 420.000 millones de dólares ha ido aumentando a ritmo constante. Una cifra que excluye una suma adicional de 89.000 millones de dólares aprobados por el Congreso para seguir con la guerra afgano-iraquí. Y, como es obvio, no incluye las astronómicas sumas para las 15 organizaciones de espías encorraladas ahora bajo el mando del nuevo súper-espía del imperio, John Negroponte, segundo virrey de Irak. Visto desde otra perspectiva grotesca, EE.UU. está aflojando más dinero que los desembolsos en armas combinados de los siguientes 17 países, algo que no tiene paralelo en los anales de la historia militar. Ha empezado la «armamentización del espacio». Según Jane’s Defence Industry, en 2006 EEUU gastará en defensa lo mismo que todo el resto del mundo.
Las dimensiones de la demencia no tienen límites, como se desprende del proyecto del Pentágono de un «ejército robótico imbatible». El Pentágono pretende invertir decenas de miles de millones de dólares en la creación de unas fuerzas armadas completamente automatizadas con el aparentemente inocuo nombre de «Sistema de Combate Futuro», que no incluye gastos en los países ocupados de Oriente Medio. Se trata del mayor contrato militar en la historia de Estados Unidos. La razón de esta campaña es reforzar sus conquistas globales. Ya se ha lanzado el show de marketing. En palabras de uno de sus promotores: «Déjenme recordarles que estos robots no tienen hambre», se deshizo en elogios el general Gordon Johnson del Comando de Fuerza Conjunta. «No tienen miedo. No olvidan sus órdenes. Les tiene sin cuidado si acaban de disparar al tipo que está a su lado. Son mucho más baratos. Y, sí, hacen un trabajo mejor que los humanos». Este vendedor ambulante de rectitud imperialista nos recuerda que estos robots nacidos de la nanotecnología -la ciencia de las estructuras diminutas- pueden moverse como humanos o como colibríes, como tractores o tanques, como cucarachas o grillos.
El coste del aumento en armamentos llevará el presupuesto del Departamento de Defensa hasta los 530.000 millones de dólares en 2010. La debacle militar de las fuerzas expedicionarias coloniales de Estados Unidos y su sarta de sátrapas en Irak es correlato inextricable de las febriles estructuras militares y financieras del imperialismo: endeudamiento galopante a todos los niveles, demasiado dinero detrás de inversiones demasiado poco beneficiosas, sobreproducción y exceso de capacidad. Se trata de una crisis sistémica irreversible de la acumulación del capital que ya no se puede barrer debajo de la alfombra de los desmentidos por parte de los mantras mojigatos de afirmaciones oficiales y sus ecos en su servil máquina de mentir mediática.
El punto de partida de este sucinto análisis es la balanza de pagos estadounidense, específicamente el déficit de cuenta corriente estadounidense (CAD, en sus siglas en ingles), que es el desfase entre lo que la nación gasta y lo que produce o, en una jerga más técnica, los balances combinados de comercio de bienes y servicios, ingresos y transferencias netas unilaterales en curso. No es más que una de las significativas facetas de los tormentos del capitalismo. La cuenta corriente, que se está escapando de todo control, ha estado en números rojos durante más de dos décadas, con la sola excepción de 1990. Producto de los ataques de imparables déficit, el imperio se ha metamorfoseado de un otrora fuerte inversor internacional neto durante los setenta en el mayor deudor del mundo. Estos déficit crónicos tienen que ser financiados por compras netas extranjeras de productos y valores estadounidenses, inversiones privadas y préstamos de mercados financieros internacionales.
La amplitud del endeudamiento estadounidense con el resto del mundo se ve en su posición de inversión neta internacional (NIIP, en sus siglas en ingles). Ésta se ha disparado desde -320.000 millones de dólares (1995) y se ha previsto que llegue hasta -3.7 billones para finales de 2005, o un índice de crecimiento compuesto de un 28%. Lo que no es menos difícil de controlar son las necesidades de financiación de la deuda total, que en 2004 [4] llegó a 827.000 millones de dólares y que ha crecido anualmente a un índice superior al 50%. Con índices reales de interés a corto plazo que se mantienen en torno a cero pero que empiezan a ascender acaban los días dorados de préstamos extremadamente baratos. Lo que es ahora un mal augurio es que los bancos centrales mundiales se están desembarazando por primera vez desde septiembre de 2002 de una parte de la montaña de su acumulación de reserva de dólares. A muy corto plazo este hilillo tiene todo el potencial de convertirse en un aluvión
La economía imperial lucha por mantenerse a flote en un turbulento océano de deudas, viviendo a costa de tiempo prestado y parasitando del dinero extranjero prestado, notablemente de este modo en el caso de los bancos de Asia central. El término «mendicidad» describe acertadamente su codiciosa adicción a las dádivas extranjeras. La deuda pública nacional pendiente a finales de marzo de 2005 era de 7.7 billones de dólares, un poco más de dos tercios del PIB, elevándose por encima de un promedio de 2.300 millones de dólares al día desde el 30 de septiembre de 2004. Más de 600.000 millones de dólares sobre el año pasado. En los años noventa se crearon 2.8 billones de nueva deuda que dejó pequeña la deuda nacional anterior a 1990. En 2002-2204 se añadieron otros 1.600 millones de dólares. La deuda per cápita del gobierno federal está en torno a los 25.000 dólares. Según datos del Tesoro de Estados Unidos una familia de cuatro miembros debe más de 100.000 dólares de deuda federal, inseparables de agujero negro en continua expansión de los déficit gemelos y el interminable estado de endeudamiento apopléjico.
A lo que estamos asistiendo es a una espiral letal de déficit externo que ha enloquecido, con devastadoras implicaciones geopolíticas y económicas, ya que el CAD avanza sin descanso día a día, semana a semana, mes a mes para llegar al 7% de PIB, vigorosamente por encima del 4.3% del año pasado. El voraz imperio adicto a la deuda necesita 2.900 millones de dólares al día para llenar este agujero. En sólo los tres primeros meses de 2005, el déficit comercial anual era 33.000 millones más que en el correspondiente periodo de 2004. Exceptuando los precios del petróleo el deterioro es sorprendente. Un devastador número compendia él solo su dilema: las importaciones dejan atrás a las exportaciones en un 60%, lo que significa que las exportaciones estadounidenses deben crecer un 60% más rápido que las importaciones estadounidenses sólo para mantener estable el déficit comercial. No hay estratagema alguna que la casta oligárquica pueda desplegar para esquivar este estancamiento. Particularmente en esta coyuntura estratégica en que la base manufacturera del capitalismo, el antes legendario Estados Unidos de la industria pesada, se tambalea en sus raíces industriales y financieras. En el marco de los 35 años que van de 1970 a 2005 el empleo industrial ha caído del 33% al menos del 14% hoy. La manipulación de la moneda y la hiperdevaluación del billete verde tampoco pueden corregir el CAD.
Cómo funciona esto en la actual guerra por la división imperialista y la conquista de participaciones en el mercado mundial se capta en el esclarecedor caso del proyecto de DaimlerChrysler (junto con sus socios chinos de la operación conjunta) para producir coches subcompactos para Estados Unidos y Europa. Su director ejecutivo está entusiasmado con las exuberantes ganancias del atractivo El Dorado cuando se regodea: «China tiene una enorme, enorme ventaja respecto a los costes de trabajo». La palabra «enorme» podría repetirse a gritos miles de veces ya que las ratios comparativas de costes laborales hablan por sí mismas. Los salarios y prestaciones le cuestan a DaimlerChrysler 38 euros a la hora en Alemania (1:25), 28 en EEUU (1:19), 4.5 en Brasil (1:3) y 1.5 en China. Los costes laborales más bajos son sólo parte de la historia: lo que es espectacular y a menudo pasa desapercibido son los progresos en la productividad de China debidos a la drástica reducción de los costes laborales de manufactura por unidad.
Como hemos insistido ad nauseam, a la luz de un dólar enfermo y del disparado presupuesto y de los déficit de pagos externos, se trata de una proposición completamente falaz el calificar a Estados Unidos de la principal potencia económica del mundo, excepto en un sentido macroeconómico muy restringido.
Los déficits son financiados por bancos centrales extranjeros que están reciclando sus hinchadas reservas de moneda extranjera en activos denominados en dólares. El juego está llegando a su fin. Su objetivo está claro: aceptar beneficios bajo par para mejorar la competitividad de su moneda y mantener sus campañas de exportación. Con un índice de ahorro personal cercano al cero y un déficit sin precedentes en el ahorro nacional, el déficit estadounidense de cuenta corriente es una descomunal bomba de succión para atraer capital extranjero. Los suministradores de capital que están salvando la piel del capitalismo estadounidense emanan mayoritariamente (aparte de Japón) de los ahorros de países del tercer mundo. Es más, EEUU se está apropiando de cuatro quintas partes de los ahorros de nuestro planeta.
Lo que ha amortiguado el impacto de la deuda es que los índices de intereses en términos reales se mantenían hasta hace muy poco en torno a cero. El índice de los fondos federales es 2.7%, que es menor que el incremento anual del Índice de Precios al Consumo (3.1%). Sin embargo, el índice real del interés de los fondos federales está subiendo ahora lentamente por encima del umbral del cero después de permanecer durante más de tres años en territorio negativo. Estos ascendientes índices de interés deben inevitablemente fomentar los costes internos estadounidenses así como el impacto en los costes externos.
He aquí una nación que hace alarde de su rectitud moral dentro y fuera de temporada pero que, como se reconoce universalmente, es la beneficiaria de la entrada de capitales extranjeros procedentes de naciones pobres. Es una forma de ayuda económica a una escala antes nunca vista por el mundo. El Plan Marshall (que fue devuelto con intereses) fue una suma excepcional e insignificante comparada con la magnitud verdaderamente continua de esta gigantesca afluencia de capitales. Sin estas inyecciones de fuerza financiera el capitalismo estadounidense estaría sujeto a una fusión a tremenda escala. Debido a la erosión del dólar, el poder adquisitivo de esos activos de propiedad extranjera se está hundiendo también. Este es el gran contraste con la paradisíaca época del imperialismo desde 1890 a 1914, cuando los poderes imperiales se regodeaban con sus excedentes.
Estas afluencias de capitales no sólo están sosteniendo la economía de EEUU sino que también le están suministrando los medios para financiar su máquina de guerra y proseguir su interminable engrandecimiento imperial. Con todo, la actual enorme afluencia de dinero que sustenta el CAD no puede ser una cuestión inmutable. Aumenta el espectro de un cese de pagos estadounidense que podría ser tachado de balance del terrorismo financiero que implicaría catastróficas consecuencias tanto para el deudor sin peculio como para sus prestamistas. Argumentar, como muchos han hecho, que la economía se encuentra en una peligrosa e insostenible carrera es trivializar la profundidad y magnitud de las crisis del capitalismo. En vez de ello sería más apropiado sostener que va camino, efectivamente, de una bancarrota financiera para la que no se apercibe una estrategia de salida .
Según las conclusiones de Nouriel Roubini de la Universidad de Nueva York, durante los últimos dos años aproximadamente tres cuartos del déficit fiscal estadounidense fue financiado principalmente por bancos chinos y de Asia central; todo el déficit fiscal (100%) fue financiado desde el extranjero y cuatro quintas partes del CAD fueron costeados por bancos centrales de Asia, con China como primer activista. Una ruptura de estos flujos financieros llevaría a una implosión del dólar, a un colapso de los precios inmobiliarios y a una vasta aceleración de las bancarrotas domésticas y corporativas. Esto equivaldrá a una época de agitación socio-política cuyo alcance global no se ha experimentado desde la Gran Depresión de los años treinta y cuya potencial carnicería podría ser incluso más apocalíptica debido a las dimensiones, crecimiento e interrelaciones del capitalismo internacional desde la [Gran] Depresión
Aunque el dólar a su tipo de cambio efectivo ha bajado en picado un 20% en términos reales desde 2002, se ha demostrado incapaz de hacer mella en el déficit. Los disparados créditos gemelos se han movido conjuntamente con los crecientes niveles de deuda. La deuda externa de EEUU asciende a 670.000 millones de dólares, lo que significa que los hogares estadounidenses, capitalistas y el sector público en conjunto tienen que desembolsar 670.000 millones de dólares a mercados de capital internacionales. Según los procedimientos normales de contabilidad, un balance negativo en la cuenta corriente debe igualarse con un balance positivo en la cuenta de capital. El imperialismo estadounidense es una llaga sangrante: de 120.000 millones de dólares en 1996, a 414.000 millones en 2000 y 670.000 millones en 2005, y sin señales de disminuir. El analista estadounidense Brad Seltzer prevé audazmente que para fines de 2005 el CAD se lanzará a unos hasta ahora inimaginables 850.000-900.000 millones de dólares. Desde mi punto de vista, si esto llegara a suceder podría ser un salto hacia el abismo desde el que no hay retorno.
No existen precedentes de ningún otro país que mantenga déficit por más de cuatro a cinco años. Según este principio, el festín de prestamos estadounidense y su déficit deberían haberse esfumado hace mucho tiempo. Sin embargo, esto no ha sucedido. El capitalismo estadounidense es capaz de lograr este tour de force de descarada manipulación global de los mercados financieros porque el dólar, como puño monetario del poder del imperio, sigue siendo la reserva monetaria mundial, aunque cada vez menos, reforzado por un monopolio totalmente irresponsable sobre la emisión impune de dólares.
Continúa siendo problemático durante cuánto tiempo los extranjeros seguirán bombeando su dinero al agujero negro. Por ejemplo, las participaciones extranjeras en bonos del tesoro estadounidense, como un porcentaje de la deuda total, han saltado de un insignificante 4.3% en 1952 al 52% en 2005, un aumento que se ha multiplicado más que por 10. Esta virulenta afición a dádivas extranjeras fue acompañada de una caída correspondiente de la posición de los activos netos estadounidenses.
El endeudamiento exterior neto es igual al exceso de inversión de capital de EE.UU. sobre los ahorros combinados de grupos familias, capitalistas y el sector público. Por lo tanto el déficit de la cuenta corriente iguala el exceso de las inversiones sobre los ahorros. El déficit de la cuenta corriente es un producto directo de una caída en los ahorros netos nacionales de EE.UU. que actualmente caen a cero. Afectados por los aumentos de las tasas de interés, los salarios reales estancados y los niveles récord de la deuda doméstica general, los grupos familiares estadounidenses, en promedio, están aplastados por una deuda doméstica agregada de 10,6 billones de dólares o sea un 90% del PBI, mayor en un quinto desde mediados de los años noventa. Y por lo tanto, el consumidor estadounidense con sus ingresos recortados, sus pocos ahorros, sus exageradas deudas, su adicción a los bienes muebles, está contra las cuerdas. Precisamente por este motivo las burbujas crediticias y de la vivienda están prontas a estallar.
Podemos enfocar con más claridad estas operaciones si nos damos cuenta de que los grupos familiares estadounidenses, en promedio, poseen casi ocho tarjetas de crédito bancarias importantes o 17 si se incluyen las tarjetas de negocios y de gasolineras. Impulsado por la adquisividad de una sociedad capitalista, el consumidor es una máquina de gastar adicta a los bienes muebles impulsado a vivir con el principio de «compra ahora y paga después». La creciente deuda y la baja de los ahorros han cebado la demanda interna y el crecimiento del consumo que continúan superando el crecimiento del PBI y los aumentos en un ingreso disponible real. Los propietarios de casas han utilizado el refinanciamiento de las hipotecas para enterrarse más y más profundo en las deudas. Lo que ahora se desarrolla podría ser la mayor burbuja en la historia de EE UU, con las más ominosas consecuencias.
¿No es emblemática esta situación para un país que se arrastra en una vida de mala muerte dependiente de dinero prestado? Los artículos extranjeros suplen lo que falta. Los grupos familiares que son financiados por las burbujas bursátiles y de la vivienda lo han posibilitado. Según el Departamento de Comercio de EEUU las familias han acumulado cargas insostenibles de deudas, obteniendo su poder de compra de la burbuja bursátil y de la vivienda posibilitada por una política monetaria complaciente. Es esto lo que ha impulsado el aumento en el consumo de EEUU del nivel histórico de un 65% a un 71% del PBI durante las últimas dos décadas.
Dentro de la ciudadela del imperio reina un malestar de raíces profundas que a veces linda con un sentido de espanto. Asediada por intereses en conflicto, una oligarquía de casta gobernante nunca es homogénea. A medida que los síntomas de la crisis del imperio se hacen más evidentes, conduciendo inexorablemente a su krach final, se escuchan voces que proclaman que se acerca el día del ajuste de cuentas. Warren Buffett (y no está solo), el segundo hombre más rico del mundo según la cuenta de la revista Forbes, apodado en Wall Street «el rey de los ricachones», proclama sus terribles advertencias.
En su calidad de uno de los principales magnates corporativos, con decenas de miles de millones encastrados en docenas de los 200 Principales dinosaurios corporativos del mundo, tiene plena conciencia de la implacable lógica, complejidad y corrupción de los balances corporativos y de la economía nacional. Su crítica es, en efecto, una admonición a la oligarquía de la casta gobernante, de la que es el pilar de pilares, de que la nación está siendo puesta contra la pared. La principal arremetida de su argumento es que «si continuamos produciendo déficit de la cuenta corriente comparable a los que prevalecen ahora, la propiedad neta de EEUU por otros países y sus ciudadanos dentro de una década ascenderá a aproximadamente 11 billones de dólares. Y si los inversionistas extranjeras ganaran sólo un 5% de esa propiedad neta tendríamos que enviar una suma neta de 55 billones de dólares de bienes y servicios al extranjero cada año sólo para el servicio de las inversiones en EEUU que serán entonces de propiedad de extranjeros… Por lo tanto nuestra «familia» estadounidense estaría entonces entregando un 3% de su producción anual al resto del mundo, simplemente como un tributo a los excesos del pasado.». No hay discusión posible.
Lo que trata de decir Buffett es al mismo tiempo pedestre y sincero: déficits grandes y persistentes de la cuenta corriente extranjera significan, a medida que el tiempo pasa y que crecen las demandas en nuestra contra, que somos menos y menos dueños de lo que producimos. En efecto, el resto del mundo goza de un royalty cada vez mayor sobre la producción estadounidense. Aquí somos como una ‘familia’ que gasta demasiado de su ingreso. A medida que pasa el tiempo, la ‘familia’ descubre que trabaja más y más para la ‘compañía financiera’ y menos para sí».
En sus lecciones populacheras de moral, el Oráculo de Omaha ha capturado uno de los hechos fundamentales de un orden capitalista atormentado por la crisis que puede ser comparado con un borracho que va tambaleando de un poste a otro. No puedo disputar su aritmética y el marco de tiempo que utiliza, de una década, pero lo que nos impresiona es la angustia que aplica a la tambaleante estructura financiera del imperio. Desde su punto de mira en el pináculo de la clase gobernante, se encuentra en una posición ideal para burlarse de la panacea de Bush de una «sociedad de propiedad» y establece, sin burlarse, que el nivel creciente de endeudamiento y de libertinaje fiscal está desgarrando las entrañas de la economía estadounidense, que debería ser identificada de modo más adecuado como una «sociedad de inquilinos».
Apartándose de la descripción metafórica de Buffett, Paul Krugman de la Universidad Princeton, y columnista de New York Times, opta por una forma de expresarse más virulenta: un orden social de «peonaje por deudas». El debate, sin embargo, va más allá de la elección de la metáfora; es de central importancia que segmentos fundamentales de la casta gobernante y sus figurones ventrílocuos en los medios se dan cuenta de que el capitalismo estadounidense va a una velocidad suicida hacia el krach inevitable. Un proceso que se hace evidente en la ausencia de fe en el sistema económica de numerosos estadounidenses. Dos tercios de los estadounidenses entrevistados por Gallup dicen que la economía es sólo «aceptable» o «mala». Y sólo un 33% cree que la economía mejora, mientras que un 60% piensa que empeora.
Las desigualdades no son una causa de la crisis, sino sintomáticas de la manera como funciona la acumulación de capitales y las relaciones de la clase acaudalada en la que se basa. Durante los últimos tres años los beneficios florecieron a una tasa anual de un 14,5% después de la inflación, el crecimiento más rápido desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Hay que sorprenderse? Una vez más Buffet, presidente de Berkshire Hathaway: «Las ventajas fiscales para las corporaciones (y sus inversionistas, particularmente los grandes) forman una parte importante de las iniciativas del gobierno. Si hay una guerra de clases en EEUU no cabe duda de que mi clase va ganando». Así es, por cierto. La remuneración de los ejecutivos aumenta fuertemente, unas 300 veces la de los obreros promedio. (5) La cantidad de afiliados a los sindicatos en EEUU ha caído de un 27,3% en 1973 a un 11,6% de la fuerza laboral en la actualidad.
Noam Chomsky ha subrayado la verdad en una síntesis centelleante: «Hay un principio muy simple que lleva lejos en la explicación de las decisiones de la administración Bush. Si alguna política beneficia a la gran mayoría de la población pero no es de interés particular (o incluso marginalmente costosa) para los ricos, los privilegiados y el poder, debe ser desarticulada». Un verdad extensible no sólo a la abominable casta gobernante, sino que ejemplifica los mecanismos políticos, económicos y sociales explotadores que han constituido las ruedas motrices del capitalismo estadounidense desde su alumbramiento en el siglo XVIII.
La lucha de clases no ha sido consignada al basurero de la historia. Durante los últimos tres años, los ingresos de sueldos y salarios han crecido menos que en cualquier otra reactivación de posguerra – a menos de un décimo de la velocidad del aumento de los beneficios. Los salarios se han estancado o disminuido para toda la clase trabajadora. Los ingresos de salarios han sido parcialmente reflotados con el método clásico de la extensión de la duración del día de trabajo mucho más allá de la que existe en todos los demás principales países capitalistas. Esto va combinado con un recorte ulterior de los ingresos reales mediante medidas de racionalización para ahorrar mano de obra. En breve, es la misma historia de siempre: exprimir al trabajador para producir más y más por menos y menos costes de salarios.
A medida que los costes de los crímenes imperiales aumentan en las colonias y las miserables desigualdades y el empobrecimiento generados por la irrestricta dentellada de Moloch, motivada por la busca de beneficios, en la carne de un cada vez más debilitado mundo laboral no sindicalizado la trayectoria del imperio y sus actividades prometen llegar a ser aún más espantosas.
Resumiendo: la decadencia y la caída de imperios, como dijera Edward Gibbon, nunca es imputable a una sola causa, sino a una concatenación de circunstancias interrelacionadas. Una declaración que no es menos cierta cuando se aplicada a la continua implosión del primer imperio megaterrorista del mundo. Indudablemente los historiadores llegarán a ver la invasión colonial de Irak como uno de los momentos cruciales en la debacle del imperio. Se ajusta a la doctrina central de la filosofía de la historia de Hegel: «De las acciones de los hombres resulta algo bastante diferente de lo que se proponen y saben y quieren directamente». Un punto que posee analogía con el mayor crimen de Hitler con sus reverberaciones autodestructivas: el ataque contra la Unión Soviética. Nadie podía prever lo que el novelista egipcio Hosni El Shazli bautizó como el milagro del movimiento de resistencia árabe en Irak.
Tampoco nadie podía haber previsto el aislamiento del imperio en sólo dos breves años después de proclamar su ‘victoria’. Bush está solo, un personaje desesperado y abandonado. La burla de un triunfante George Galloway a Blair de que «todas las personas que usted ha matado han vuelto para hacerle pagar caro su error» no desaparecerá. Equivale a una acusación que vale no sólo para el chacal de más confianza de Bush sino que también es aplicable al surtido más amplio de sus colegas asesinos coloniales que espuriamente se publicitaron como una «coalición de los dispuestos». Ellos, también, se escapan del moribundo barco del imperio. Por ello es sólo cosa de tiempo antes de que los perpetradores de estos crímenes masivos contra la humanidad sean llevados ante un tribunal de crímenes de guerra.
La lucha por la liberación nacional de Irak ha significado que el imperio ha demostrado su incapacidad de detener la marea prometeica del cambio no sólo en Medio Oriente sino en otros sitios. Las planificadas invasiones militares en Cuba y Venezuela seguirán, gracias a Irak, siendo proyectos desactivados en los archivos del Pentágono. La apertura de un segundo frente en los patios traseros coloniales muy tradicionales ha sido bloqueada. Los países que luchan por su soberanía nacional no se desmoronarán tal como hicieron El Salvador o Nicaragua, Guatemala o Chile. Los combatientes de la resistencia en Irak también han contribuido de modo masivo a anular el proyecto de invasión y aniquilación de Irán y Corea del Norte. No menos crucial es que el fin del cataclismo militar en Irak ha destruido el plan para la creación del Gran Israel, un súper Estado sionista, y ha hecho abortar la apropiación generalizada de los prodigiosos recursos energéticos de la región.
El saqueo colonial de Irak también ha sacado a la luz el punto vulnerable económico de un imperialismo estadounidense que se bate por su propia supervivencia, y tiene sus días contados y vive de dinero prestado. Lo que ha desenmascarado el genocidio imperial en Irak es la medida en la que es un gigante con pies de barro, con sus menguantes industrias no competitivas y que se sacude en un océano de deudas. La parte más cruel de todas es que no tiene ni una estrategia de salida militar ni una estrategia económica nacional de supervivencia.
Para la mayor parte de la humanidad existe un lado positivo en todo esto. La debacle del imperialismo en los frentes militar, ideológico y económico ha abierto las compuertas a la expansión arrolladora de otros frentes antiimperialistas. En esta percepción de las cosas, los ataques los combatientes de la resistencia en Irak han suministrado el catalizador para la aclaración del gulag imperial.
* Me gustaría agradecer a Lim Jee Yuan y Lean Ka-Min su asistencia en la preparación de este artículo.
1 Al Jazeera Net, 21 de mayo de 2005. Hablando al margen del Cuarto Taller Internacional sobre el Agotamiento del Petróleo y Gas en Lisboa. 2 Cuba, Birmania, Bielorrusia, Corea del Norte, Irán y Zimbabwe.
3 New York Times, 28 de abril de 2005.
4 Este es el total del CAD, cartera de valores variables e inversión extranjera directa. Según el cálculo del Banco de Pagos Internacional [BIS, en sus siglas en inglés] .
5 Financial Times, 4 de mayo de 2005.