Recomiendo:
0

Irak y las elecciones: la enseñanza de los clásicos

Fuentes: Rebelión

Divide… Divide et Impera es la máxima mejor conocida del poder. Washington suele manejarla con destreza. En tiempos de Boris Yeltsin en la «Nueva Rusia Capitalista» operaban no menos de 80 partidos políticos. No era un caso aislado. Más o menos por las mismas fechas, en Asia, Indonesia bien podía encarnar el éxtasis de aquellos […]

Divide…

Divide et Impera es la máxima mejor conocida del poder. Washington suele manejarla con destreza. En tiempos de Boris Yeltsin en la «Nueva Rusia Capitalista» operaban no menos de 80 partidos políticos. No era un caso aislado. Más o menos por las mismas fechas, en Asia, Indonesia bien podía encarnar el éxtasis de aquellos para quienes al pluripartidismo era la quintaesencia de la democracia: no menos de 200 «partidos políticos» se «disputaban» el poder a la sombra de la satrapía de Suharto y de la sangre en Timor Oriental. ¿Era la Rusia de aquél entonces más democrática que Cuba con su régimen de partido único?, ¿lo era?, mejor aún, ¿era Suharto -heraldo de la democracia estadounidense- todo un republicano frente a Fidel Castro, independientemente de que el primero cargara sobre su espalda la muerte de más de 200 mil personas mientras que bajo el régimen del segundo no se ha registrado ni un solo desaparecido político desde 1959? Comparaciones de esta naturaleza mandan al autismo a quienes irreflexivamente se rasgan las vestiduras al apostar, con todo su fervor y toda su ignorancia, el todo por el todo a un proceso electoral. Esta y no otra es la gran estafa de la democracia formal. El eco se repite una y otra vez: Divide et impera

Opus Magna

Las elecciones sirven para muchas cosas, entre otras, para engañar. Irak hoy, como Afganistán, El Salvador y Estados Unidos ayer, no es la excepción. El proceso electoral bajo las condiciones actuales es utilería barata. Utilería barata del momento cumbre de un mal acto. Un mal acto de una obra atroz.

Como primera recomendación, Niccolo Maquiavelli (1469-1527) invitaba al Príncipe al ejercicio de una de las cuatro virtudes cardinales: la Prudencia. Si la realización de una elección es prudente o no, depende del momento y la intención de quien la organiza. Lo lógico: Un proceso electoral tiene sentido solamente en un estado de normalidad democrática. ¿Irak vive este estado? Repasemos. Un primer jinete del Apocalipsis de San Juan ha cabalgado: La Guerra. Ocho años contra Irán (1980-1988) y un millón de muertos. La operación Tormenta del Desierto (1991) y su intensificación desde Marzo de 2003 mediante la operación «Libertad Iraquí» con decenas de miles de decesos permiten suponer una carrera de relevos, pues es ahora La Muerte la que cabalga. El Hambre y La Peste se unen en la recta final en la que en el camino quedaron más de 10 años de sanciones por parte de Naciones Unidas (1991-2003) y su saldo neto de más de 500 mil niños sin vida. «Es un costo que vale la pena pagar» dijo Madeleine Albright ya para terminar la carrera al fondo del abismo. Los Bush sin duda operan con la Biblia en la mano, leyendo sus peores partes y dándole a esas partes, las interpretaciones más atroces.

¿Pero es la prudencia la única virtud? No. También está La Justicia. Pero mediocres en su pensamiento y de capacidades limitadas, los adictos al «realismo» político -que de real tiene muy poco- tienden a desdeñarla sin mayores consideraciones. Es por esto que un velo de duda se cierne sobre la pretendida «prudencia» en la realización de una elección en Irak. ¿es justo dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a la realización de una elección cuando millones de personas carecen de prácticamente todos los servicios básicos? ¿Es posible pensar siquiera en este proceso electoral cuando el gran ausente es la tercera virtud cardinal -la Templanza- que invita al control de los deseos irascibles? ¿Podría nacer tal proceso electoral sin riesgo a ser abortado tomando en cuenta que para millones en el terreno la constante son los sentimientos de furia, rencor, frustración y resentimiento contra los más de 140 mil efectivos del ejército invasor, contra sus amos en Washington y contra sus lacayos en Bagdad? En corto: ¿Elecciones en Irak?, ¿así?, ¿ahora? Parece un mal chiste. ¿Tal desafío se resuelve con un papelito en una urna? Como en Afganistán, los actores cambian no así el libreto.

No cabe la menor duda: el momento censura una elección si de prudencia hablamos. Pero había otra condición: la intención de quién la realiza. El escenario latinoamericano se presenta amenazante. ¿Qué procede? Liberar recursos económicos, militares y humanos. ¿Cómo?, sacando a las tropas de Irak por la puerta grande por supuesto. ¿Cuándo? Después del proceso electoral iraquí como es natural. La Prudencia entonces se presenta en todo su esplendor: La excusa es perfecta. Mediante la pantomima electoral Estados Unidos pretende lavarse la mano con el argumento de que «Nuestro trabajo era desarmar al tirano (quitándole unas armas que no tenía) y derrotar al opresor (que impusimos y apoyamos), y ahora que lo hemos hecho, de los iraquíes depende encauzar su país al bienestar». Esta frase es un eufemismo simplista para decir: conseguimos lo que queríamos -control- y ahora el desastre no es cosa nuestra, arréglenselas como puedan. ¿Prudente? Por supuesto: imprudente sería mantener a las tropas en Irak para arreglar su desastre cuando se les necesita para atacar a Venezuela a Cuba y para fortalecer a Álvaro Uribe en Colombia. Lo prudente pues, de acuerdo con los intereses en cuestión, es endosar todos los costos humanos, militares, políticos, económicos y sociales a las víctimas como ya lo han hecho. En el fondo pues, el modus operandi obedece a una razón muy sencilla: Las prioridades de la política exterior de los Estados Unidos han cambiado y, en estas nuevas prioridades, Irak estorba. Se alcanza a distinguir un continnuum natural. Esta es la opus magna de George W. Bush, y su estructura se articula en cuatro actos.

Veni, vidi, vici

Invadir no es ocupar. Hoy lo aprendieron con sangre los expertos de la Casa Blanca. Con un poco de historia se pudieron haber ahorrado el martirio: Charles-Maurice de Talleyrand (1754-1838) en la Francia napoleónica recordó al hombre fuerte de Europa que «las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas». ¿Es tan difícil de aprender una enseñanza tan sencilla? Tal vez lo sea, pero no importa. Todavía tenemos a la sabiduría popular que por ahí dice «más vale tarde que nunca».

Primer Acto. Paul Bremer fue designado en Mayo de 2003 «Administrador Civil de Irak», Su labor principal, más que diplomática o militar, estaba relacionada con la albañilería comercial: abrir una puerta trasera en un cuarto sin salida para entrar y salir y meter y sacar mercancías y dinero. Tan solo un par de semanas después de su designación tuvo lugar el segundo acto. Con presión de Washington, el 22 de Mayo el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó 14 a 0 (Siria boicoteó la votación) el levantamiento de las sanciones contra Irak. Con esta resolución, Estados Unidos consiguió ensanchar la brecha «legal» para endosar a la economía iraquí el costo de la reconstrucción de postguerra. Con este movimiento, Estados Unidos evitó olímpicamente cumplir con sus obligaciones financieras en tanto «potencia ocupante» (de acuerdo con las Convenciones de Ginebra). Fue así como se consumo la segunda expoliación de Irak por la vía institucional (la primera fue el Programa Petróleo por Alimentos: del 100% de las ganancias iraquíes, 33% se lo quedaban los Estados Unidos para pagar «gastos de guerra», 33% se lo quedaba la ONU para pagar «gastos administrativos» y el restante era para atender las veleidades de Hussein y las necesidades más apremiantes de 25 millones de iraquíes. El tercer acto lo constituyó la «transferencia de la soberanía» de la autoridad civil al «Consejo Provisional Iraquí» del 28 de junio del 2004. En buen romance esto no era otra cosa que dejar que los criados se encargaran del negocio una vez que los amarres y los candados habían sido asegurados. Los necrófilos en Washington consiguieron así sacar las patas pero no las garras de Irak. La falsa elección de Enero es un mal acto final de una obra todavía peor. Dicho proceso democrático complementa la transferencia de la carga económica, pues endosa el costo del fracaso político y militar de la ocupación a sus víctimas, lavándole la mano a los victimarios. Este es el momento culminante: Washington ha conjurado de este modo el fantasma de Vietnam. Como dijera Julio Cesar (100-44 a.c) al Senado en 47 a.c: Veni, vidi, Vici.

…¿ Et impera?

George W. Bush abrió la Caja de Pandora y todos los horrores de este mundo deambulan desde entonces. Aunque operativamente el papel del nuevo gobierno será formal, su importancia es real. Tras la farsa de la elección, el engaño se habrá consumado: si las cosas funcionan mal habrá sido por la incompetencia iraquí. Si el nuevo gobierno «electo y legitimado» no consigue controlar la violencia que amenaza con desbordarse, entonces la antigua Mesopotamia habrá sido víctima de la estupidez de sus habitantes y no de la de las fuerzas ocupantes. Es la Prudencia del Imperio la que se expresa de este modo. Si el gobierno electo carece hasta de lo más elemental para operar no es importante, lo verdaderamente relevante es que no exija una retirada total de las fuerzas ocupantes, que tras la retira del grueso de sus tropas, sin duda dejarán atrás un contingente lo suficientemente numeroso (20,000 mil soldados aprox) para garantizar que aunque el país se desbarate en una guerra fraticida, las instalaciones estratégicas que motivaron la re-invasión del 20 de Marzo de 2003 se mantendrán bajo control. Prudencia, sí, siempre Prudencia.

¿Qué si no se han reestablecidos servicios básicos? Es culpa de la autoridad local. ¿Qué si la gente sigue muriendo por el crimen, las minas, la hambruna, y por las diversas facciones en combate? Es culpa de la autoridad local. ¿Qué si el país es un foco de inestabilidad en la región? Es culpa de la autoridad local. Política, militar, social y económicamente los Estados Unidos han armado ya el tinglado deseado en el que se quedan con la parte del león y pagan los costos del ratón. Por todo esto es que da lo mismo si el nuevo gobierno cuenta o no con siquiera un bosquejo de proyecto de nación. Por esto es que da lo mismo quién gane la elección. Por esto es que da lo mismo el proceso en su conjunto. Porque para esto sirve la elección: para engañar. Por esto en fin, es que en el margen del Potomac, en la nueva Roma, da lo mismo si al país se lo lleva el demonio o no.

La gran ausente…

Pero la historia no ha terminado. Porque -dice la leyenda- al fondo de la Caja de Pandora que destapo George W. Bush con insensatez había un pajarito: La Esperanza. Y es que en Irak, la tierra de los cuentos de las mil y una noches, las sorpresas nunca terminan. Aquí el mito griego de Pandora se da la mano con la gran ausente, la cuarta virtud cardinal que, en su arrogancia, Washington desdeño: La Fortaleza. Juntas, la Esperanza de Pandora y la Fortaleza de los pueblos combaten a la Prudencia imperial y a sus cuatro jinetes robados a San Juan. La batalla es dura y será larga. No es para menos, la apuesta en la arena de combate no es menor: el género humano.



Fernando Montiel T. es analista y consultor en relaciones internacionales y resolución de conflictos. Coordinador del libro «Afganistán: Guerra, terrorismo y seguridad internacional en el siglo XXI» (Quimera, México, 2002) y co-autor de diversas obras colectivas, entre otras «Irak: Un mar de mentiras» (Olivum, Madrid, 2003) y «Pensar la guerra: Hacia una nueva geopolítica mundial» (UAM-X, México, 2004). E-mail: [email protected]