Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Es la clase de noticia que todo el mundo se venía temiendo. En Iraq, un brote de cólera (1), que apareció en las dos provincias del norte, ha alcanzado ya Bagdad y se ha convertido en el mayor brote de cólera del que Iraq guarda memoria reciente. Esta «aterradora y espantosa situación», como declaró Bahktiyar Ahmad, coordinador de UNICEF para emergencias sanitarias, sirve para subrayar la inexorable amenaza que acecha a un pueblo ya afectado por un sistema sanitario devastado.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (2) indican que han aparecido ya en el país más de 3.300 casos de cólera y más de 33.000 de diarrea, constituyendo ésta una modalidad más suave de la enfermedad. La epidemia de cólera agrava lo que es ya, se mire por donde se mire, una seria situación de emergencia humanitaria y de salud pública.
Según Jeremy Hobbs, director de Oxfam International: «La violencia terrible que sufre Iraq ha enmascarado la actual crisis humanitaria. La desnutrición entre los niños ha aumentado de forma dramática y los servicios básicos, devastados por años de guerras y sanciones, no pueden satisfacer las necesidades del pueblo iraquí. Millones de iraquíes se han visto obligados a escapar de la violencia hacia otros lugares de Iraq o al extranjero. Muchos de ellos están sobreviviendo en situación de extrema pobreza».
Se estima que el 28% de los niños sufren de desnutrición, comparada con el 19% de antes de la invasión de 2003. En 2006, más del 11% de los recién nacidos estaban por debajo del peso normal, mientras que en 2003 la cifra era de un 4%. La desnutrición, unida a otras dolencias como infecciones respiratorias e intestinales, malaria y tifus, está llevando a la muerte. La falta de alimentos no sólo está afectando a los niños. Se estima que cuatro millones de iraquíes -el 15% de la población total- no pueden comprar habitualmente suficiente comida y dependen de la ayuda alimentaria.
En Iraq, los sufrimientos de los niños no tienen fin. El último año, la Asociación de Psicólogos de Iraq publicó un informe que constata que la invasión dirigida por EEUU ha afectado en gran medida el desarrollo psicológico de los niños iraquíes. El portavoz de la Asociación, Maruan Abdullah, afirmaba: «Fue terriblemente duro ver los resultados del estudio. Lo único que los niños tenían en sus mentes eran pistolas, balas, muerte y miedo a los ocupantes estadounidenses.» ¿Qué podría uno decir a todos esos responsables de la destrucción de las vidas y esperanzas de los niños?
Quienes no pudieron resistir más la situación huyeron aterrorizados a otras partes del país o a los países vecinos, que han visto su sanidad y servicios sociales totalmente desbordados por la repentina afluencia de millones de refugiados.
Actualmente, el 70% de la población en Iraq no cuenta con suministro de agua potable y el 80% carece prácticamente de servicios sanitarios. El Dr. Abdul-Rahman Adil Ali, del Servicio Sanitario de Bagdad, ha advertido sobre las graves consecuencias de un sistema de aguas residuales muy dañado. «En algunas de las barriadas pobres de Bagdad», dijo, «la gente bebe agua mezclada con aguas fecales».
Los hospitales no pueden atender las necesidades de la gente. El 90% de los hospitales carecen de recursos básicos, como suministros quirúrgicos y médicos elementales. La mayoría de las agencias internacionales de socorro han abandonado el país, una situación agravada por la emigración del personal cualificado, especialmente del personal médico. De los 34.000 doctores que vivían en el país en 2003, 12.000 han emigrado y alrededor de 2.000 han sido asesinados.
La guerra no está afectando sólo a los iraquíes. La Oficina de Presupuestos, que no depende de ningún partido, del Congreso [EEUU] ha enviado un informe a los congresistas estadounidenses afirmando que la guerra podría costarle en última instancia al gobierno estadounidense más de un millón de billones, el doble, al menos, de lo que ya se ha gastado. Eso sucederá incluso en las mejores condiciones -una inmediata y sustancial reducción de tropas- y seguirá impactando sobre los contribuyentes estadounidenses al menos durante la próxima década.
Los soldados estadounidenses tienen heridas psicológicas que van a durarles toda la vida. Un estudio realizado en 2004 en Fort Bragg con 1.300 paracaidistas que habían participado en la guerra mostraba que el 17,4% presentaba desórdenes post-traumáticos. Además, muchos soldados han recibido tantas heridas que el término «politraumatismo» es cada vez más utilizado por los doctores militares.
Para responder adecuadamente a la situación de emergencia a que se enfrenta la mayor parte de la población de Iraq, es vital mejorar los mecanismos de distribución de alimentos y medicinas y apoyar el trabajo de las ONGs que continúan en el país. La Asociación de Psicólogos de Iraq ha urgido a la comunidad internacional para que ayude a establecer centros especializados en psicología infantil y programas dedicados a la salud mental de los niños, que es una de las necesidades que más urge atender.
Es también imprescindible rebajar el clima de odio y recelo que reinan ahora en Iraq. Mejorar la sanidad de los iraquíes a todos los niveles podría indicarles que no han sido olvidados y descuidados. Ya que la misión de UNICEF y la OMS es la de mejorar la salud de los pueblos de todo el mundo, debería constituirse un grupo especial de trabajo con funcionarios de ambas organizaciones para atender las necesidades sanitarias más apremiantes de los iraquíes y planificar acciones futuras. Mejorar la sanidad de la gente puede ser la llave para romper un círculo vicioso de abatimiento y recelo, dando de esa forma a los iraquíes un renovado sentido de esperanza.
N. de la T.:
Enlaces con artículos ampliando información citada:
(1) http://www.msnbc.msn.com/id/21121516/
(2) http://www.who.int/csr/don/2007_10_03/en/
Enlace con texto original en inglés:
http://commentisfree.guardian.co.uk/cesar_chelala/2007/11/iraq_in_the_time_of_cholera.html